El mundo según Bigio. – SOFT Y HARDWARE: LULA.2, BLAIR.0 Y OTROS ASUNTOS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

¿LULA REELECTO?

El presidente brasileño apunta a lograr un segundo mandato. Logró que su país gire en torno a sus políticas centroizquierdistas, aunque los rivales de su Partido de los Trabajadores tengan tamnbién nombres que remiten a algo similar: socialdemócratas, «trabajadoristas» y socialistas.

Pese a los escándalos de corrupción que han salpicado su gestión, tendría asegurado el triunfo. En parte es debido a que consiguió estabilizar la economía y ha mejorado ingresos en sectores pobres. También a que sus dos mayores rivales sólo han logrado calar en un polo político segmentado.

Mientras Geraldo Alckmin –del centroderechista y socialcristiano Partido Socialdemócrata Brasileño– no ha tramontado el tercio electoral, que tradicionalmente opta por posiciones pro inversión privada, Heloísa Helena –de la alianza del Partido Socialista Libertad con comunistas y trotskista–) se mantiene en un décimo del electorado históricamente ligado a posiciones duras contra el capital privado.

Lula quisiera ganar en primer turno, aunque en un balotaje contra Alckmin él podría ganar captando parte del voto por los socialistas.



OBRADOR, OLLANTA Y OTTÓN

De las tres «o», Ottón Solís ha sido el único que decidió asumir el rol de una «oposición constructiva» en su país.

Este año las tres elecciones presidenciales latinoamericanas más reñidas han sido las de Costa Rica, Perú y México. En ellas perdieron por poco margen tres candidatos que tienen en común cuestionar desde la izquierda el sistema vigente de economía y de partidos.

Ottón Solís, Ollanta Humala y Andrés Manuel López Obrador puede que no hayan tenido mayor contacto entre sí. Sin embargo, los tres han coincidido en plantear reformas sociales para erradicar el neoliberalismo y fueron derrotados por dos ex presidentes o por el candidato del presidente en funciones.

El primero perdió por un punto (41% contra 40%) ante el ex presidente tico Óscar Arias. El segundo ganó la primera vuelta peruana por más de seis puntos (31% contra 24%) pero perdió en la segunda contra el ex presidente Alan García (52,5% contra 47,5%). El tercero reclama aún que no perdió por medio punto (36% contra 35,5%) ante el oficialista Felipe Calderón, el delfín del actual presidente mexicano Fox.

Frente al eje Chávez-Castro-Morales, el que más se diferenció de éste fue Solís, mientras el único que fue a Caracas a pedir su patrocinio fue Humala. En cambio, López Obrador y Chávez decidieron no ligarse públicamente mucho para evitar un escenario tipo Perú donde se buscase polarizar al electorado entre el candidato «que defendía al país con el que defendía a Venezuela».

Tras el veredicto final, Solís fue el único que decidió asumir el rol de una «oposición constructiva». López Obrador, en cambio, es el único que se niega a reconocer al nuevo mandatario y que se declara el legítimo presidente. Mientras el primero no pudo o no quiso movilizar a sus partidarios –la apatía y el ausentismo fueron fuertes en las elecciones ticas–, el segundo ha querido expresar una ola de descontento y ha logrado hacer una concentración en la plaza mayor (el Zócalo) donde cientos de miles lo han declarado presidente.

Humala quiso denunciar fraude y luego formar un frente moviliza-calles tipo Obrador, aunque para ir hacia la «tercera vuelta» –las elecciones regionales del 19 de noviembre–. Mas no quiso o no pudo hacerlo. La otra salida hubiera sido ofrecerse a colaborar con el nuevo gobierno –para que Alan se entendiese con él más que con la derecha–. Sin embargo Ollanta no hizo ni uno ni lo otro y el resultado es que su movimiento se dividió y él sufre una campaña de demolición.

El hecho que García le ganó con una seria ventaja debilitó sus argumentos de fraude, aunque él, a diferencia de López Obrador, ganó la primera ronda y en la segunda ganó en todo Perú menos en la capital.

Mientras Costa Rica es una nación «tranquila» en la cual Solís ha venido avanzando en dos presidenciales y se prepara para la siguiente elección, en Perú muchos creen que a Ollanta «se le ha desinflado la llanta». Parte de la intransigencia lopizta se debe a que él no tiene asegurado su rol de jefe de la oposición (algo que hasta en su propio partido se le cuestiona) y a que teme hacerse humo como Humala.

Gran Bretaña.
EL LABORISMO, ¿DE BLAIR A BROWN?

La conferencia anual laborista concluye y despeja el camino para quien ha de suceder a Tony Blair como primer ministro. Algunas peculiaridades británicas

En el Reino Unido la conferencia anual del partido gobernante siempre ocupa el centro de la atención. Esto se refuerza en una ocasión, como la actual, en la cual el primer ministro anuncia su retiro y la única fuerza que puede elegir a su sucesor no es realmente el electorado, la reina o el parlamento, sino el laborismo, que controla más del 60% de la Cámara de los Comunes.

El sistema parlamentario uninominal británico es muy distinto al republicano de las Américas. El Reino Unido carece de una constitución escrita y de un presidente electo por un periodo determinado. Su jefe de Estado es hereditario y vitalicio y la reina es quien oficialmente nomina al primer ministro en base al líder del partido que obtiene más del 50% de la Cámara de los Comunes.

El sistema parlamentario británico está diseñado de tal manera que garantiza un bi-partidismo y que el que gana se queda con la mayoría absoluta. El partido gobernante tiene la potestad de mantenerse en el poder hasta durante un quinquenio, pero en medio de éste puede cambiar al primer ministro o adelantar elecciones. De allí que el laborismo sea hoy el único que pueda decidir quien remplazará a Tony Blair.

La conferencia laborista que se realizó entre el 24 y 28 de Septiembre no resolvió hasta qué día Blair se quedará en su puesto ni quien lo remplazará. Sin embargo, los hechos que le precedieron y que le procederán han abierto una importante lucha interna.

Blair y Brown

Pocas semanas antes de la conferencia una serie de funcionarios y parlamentarios –algunos de ellos provenientes del entorno leal a Blair– fueron pidiendo al primer ministro una fecha para su retiro. Lo que más les asusta es la perspectiva de que el desgaste oficialista ha logrado por primera vez en casi dos décadas colocar a un líder conservador por encima del laborismo en las encuestas.

Blair, presionado, se vio obligado a anunciar que se iría en menos de doce meses. Esto satisfizo a Gordon Brown, su secretario del Tesoro, quien aspira a remplazarle. Sin embargo, abrió grandes heridas entre Blair y Brown.

Ambos ocupan los dos principales cargos en todo gobierno británico. El primero vive en el número 10 de la calle Downing y el segundo al lado en el número 11. En público Blair dice que Brown es el mejor canciller del tesoro que ha tenido su país y Brown dice lo mismo de Blair como primer ministro. Ambos se ufanan de haber logrado hacer que la economía británica crezca cada año y que se haya disminuido la inflación y el desempleo heredado de los conservadores.

Sin embargo, detrás de las adulaciones mutuas, existe una fuerte rencilla. Blair inicialmente manifestó que hubiese querido mantenerse todo lo que dura un tercer mandato, es decir hasta cumplir 13 años en el premierato. Pero Brown siempre le ha presionado para que le ceda el paso.

Mientras Blair es el mejor orador que tiene el mundo anglo-parlante, Brown le queda muy atrás en retórica pero ha demostrado dotes de administrador. Entre ambos hay diferencias de estilo y ambiciones, pero también hay distintas posibles tendencias, las mismas que hoy no aparecen muy demarcadas.

El discurso de Brown

El lunes 25 de Septiembre Brown dio lo que muchos llaman el más importante discurso de su vida. En una hora debió convencer a miles de delegados y cientos de miles de televidentes que él debe ser el siguiente primer ministro. Allí se arrepintió por sus pugnas con Blair a quien llenó de halagos, aunque tuvo la suficiente habilidad para decir que Blair también se retracta de ello.

Su discurso fue muy cauto al no referirse a espinosos temas como la guerra iraquí, el planteo de Blair de dotarse de más armas nucleares o del submarino atómico Trident, las reformas de la seguridad social, etc.

Para muchos ello implicaría que él podría ser quizás más permeable al retiro de tropas de Iraq. Sin embargo, Brown votó por la guerra y en su discurso manifestó la necesidad de seguir la cruzada antiterrorista en alianza con EEUU. No obstante, buscó ligarse al campo pacifista que existe en el laborismo insinuando que no se volverá a declarar una guerra sin que el parlamento la vote.

Brown reivindicó el «nuevo laborismo» (la renovación que hizo Blair de su partido al apartarlo del proteccionismo social para abrazar el monetarismo), pero también insinuó que él tenía valores del viejo laborismo. Para The Guardian Brown quiere combinar blairismo con «confianza y conciencia social», cosas que muchos activistas laboristas sienten que se han ido perdiendo.

Sostuvo que sus ejes serán ir hacia lo más cercano que se pueda del pleno empleo y a convertir al sistema educativo británico en el mejor que haya para poder competir mejor en la globalización. Brown insinuó que podía favorecer una constitución escrita.

Dudas ante Brown

Su discurso, empero, no convenció a muchos blairistas ni a muchos izquierdistas. En el primer sector Cherrie, la esposa de Blair, agrió dicha presentación acusando a Brown de «mentiroso» ante un grupo íntimo –ella desmintió eso tras siete horas en que la prensa lo había convertido en la comidilla del día; algo que no ha sido creído por los medios–. Para The Times el discurso de Brown logró hacer las paces solo con uno de los dos Blairs.

En el segundo sector hay disatisfacción por el hecho que Brown persiste en reclamarse blairista, en mantener la guerra antiterrorista y la introducción de los carnés de identidad, y en que no se pronunció sobre la privatización parcial del servicio nacional de salud (NHS). Esto último es un punto muy sensible. Al igual que en 2005 la conferencia laborista volvió a pronunciarse en contra, algo que enfureció a Brown y que el gobierno seguirá sin hacer caso.

Para el comentarista Simon Hoggart la reacción de la Blair fue un «desastre» que afectó al discurso de Brown. Horas después de dicho discurso Newsnight, el mayor programa político del país, reprodujo un sondeo ante votantes laboristas donde Brown se quedaba sin votos mientras el socialista John MacDonnell superaba el 10% y la estrella naciente es el ministro del interior John Reid.

La secretaria de relaciones externas Margaret Beckett y el vice-primer ministro John Prescott han salido a declarar que ellos apoyan a Brown en la sucesión. Esto implica romper el pacto de no hacer tal clase de declaraciones en medio de la conferencia. Sin embargo, muestra el intento de algunos sectores de buscar parar la posibilidad que emerja una candidatura blairista.

Hasta el momento solo se ha presentado una precandidatura para enfrentarse a Brown por la sucesión de Blair. Se trata de la de John McDonnell representando al ala socialista y anti-guerra. En el campo blairista se oscila entre aceptar a Brown o darle la lucha con un candidato alterno.

Blair no se pronuncia al respecto. Oscila entre dejarle la cancha libre a Brown evitando que una pugna interna pueda deteriorar la unidad partidaria y alentar a alguno de sus más leales para evitar que Brown sea presionado por la izquierda y mantenga su lealtad al nuevo laborismo.

Blair debe jugar con una escopeta de dos cañones. El hecho que mantenga la expectativa de que alguno de sus ministros más cercanos pueda disputarle a Brown el premierato obliga a éste a no distanciarse de su reclamo de querer continuar las reformas blairistas. Si Brown se aleja para buscar el voto del «viejo laborismo», entonces sí podrían lanzarle una candidatura alternativa.

Para Neil Kinnock, ex líder laborista, no es viable una candidatura blairista contra Brown. El debe estar calculando que en caso que ésta se diese y hasta pudiese ganar, heredaría un partido dividido con un ala brownista que se aliaría a la hoy débil ala izquierda. De allí que para los blairista el escenario ideal sería que Brown solo compitiese con candidaturas mínimas –como la de John McDonnell– y que fuese aclamado pero manteniendo una plataforma blairiana.

El discurso de Blair

El martes 26 fue Blair quien discurseó ante la conferencia laborista. Fue aún más aplaudido que Brown, demostrando que pocos tienen en el mundo tan buena retórica como él. Tardó en devolverle los cumplidos a Brown. En todo momento se mostró modesto y no altanero. El tono que dio al partido fue de sugerencia y no de imposición.

Sin embargo fue muy claro en afirmar que el laborismo debía mantenerse en el centro, mantener su actual alianza con EEUU –que no exige medias tintas–, las reformas pro-mercado en la seguridad social y la introducción del carné de identidad. Manifestó odiar al laborismo de los ochentas, es decir el que planteaba defender el estado de bienestar social y el auto-desarme nuclear. Blair planteó que en política es importante mantener decisiones firmes, aunque equivocadas, que es mejor que no tener ninguna.

El mensaje de Blair fue claro: no quiere acrecentar la división interna y está dispuesto a apadrinar a Brown si continúa sus políticas. Blair volvió a centrar su discurso en atacar a los conservadores y –de manera indirecta– atacó a los izquierdistas de su partido quienes tienen políticas que hoy los «tories» tratan de tomar (como ser críticos a la diplomacia de EEUU y a la introducción de carnés de identidad). Para él la única manera de derrotar a los conservadores es siguiendo como un partido pro libre empresa y no meramente sindical.

Al día siguiente fue el ex presidente estadounidense Bill Clinton el protagonista. Según The Guardian dio un gran espaldarazo de Blair y fue también un buen abogado de Brown.

Avances

Blair logró en esta conferencia dos avances. Se ha despedido con aplausos, con lo cual podrá buscar estirar su mandato hasta después de las elecciones municipales y regionales de mayo 2007 –y no antes como hubieran querido los brownistas–, y mostró su gran convocatoria interna y su capacidad de obligar a Brown a reivindicar su herencia.

Brown también ha obtenido dos grandes avances. Ha demostrado que puede ser un líder alterno y consiguió importantes adhesiones, mientras que aún viene logrando evitar que surja un contendor blairista por la conducción del partido y del país. Lo que podría estropear los planes de Brown sería distanciarse mucho de Blair, provocando la irrupción de Jon Reid u otro blairista, y el hecho que las encuestas muestren que el tory David Cameron le acrecienta en ventaja.

La izquierda laborista también ha logrado dos avances. Por un lado viene creciendo lo que se evidencia en la marcha de más de 50.000 personas contra la guerra en la inauguración de la conferencia y en el hecho que esta vez presenta un candidato contra la dirección. Por otra parte volvieron a derrotar al gobierno con una moción en contra de la privatización de áreas de la seguridad social.

Ni el blairismo ortodoxo ni la izquierda son capaces de derrotar a Brown. El sabe que debe esperar.

Incertidumbres

Sin embargo, Brown no tiene el camino asegurado. Es mas, incluso de llegar al premierato no podría demostrar que podría conseguir un cuarto mandato para el laborismo sea en el 2009 o 2010. Tres son las herencias negativas que recibe de Blair:

1) Desgaste del gobierno y en las guerras, en particular la afgana, que viene causando mayor número de víctimas británicas.

2) Que esto último siga haciendo crecer a las oposiciones conservadora y liberal, así como al ala roja interna antibelicista –la misma que lidera con Livingstone la alcaldía de Londres y tiene en John McDonnell a un candidato por el premierato–.

3) Que por primera vez en casi dos décadas los conservadores tienen un líder (David Cameron) que sí tiene la capacidad de copiarse postulados laboristas y de restarles sobrepasando en las encuestas.

Para el laborismo el gran susto es que les pase lo mismo que a sus camaradas socialdemócratas suecos que acaban de perder el gobierno, pese a atener una buena perfomance económica, debido a que la derecha se tornó centrista y «juvenil» y le ganó plagiando parte de su programa.

Muchos creen que Blair estaría entrando en una fase final tipo Thatcher en su año último y onceavo en el poder. La diferencia está en que Blair ha tenido el suficiente tino de anunciar su retiro antes que forzar una guerra interna y en que las diferencias internas dentro del laborismo entre sus alas mayores no son muy profundas.

Sacando las lecciones suecas el laborismo buscará una renovación. La cuestión será en que dirección irá y cuantas concesiones hará Brown a Blair y a la izquierda anti-guerra y anti-privatizaciones. El deberá buscar arbitrar entre ambas pero pegándose más al «nuevo laborismo».

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(*) Analista internacional. Reside en Londres. Sus trabajos se publican en distintos medios de prensa latinoamericanos.
www.bigio.org.

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