El mundo: una parábola. – NO HAY VOLUNTARIOS Y LA MATANZA SIGUE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Israel tiene mucho interés en que se pongan en práctica las resoluciones 1559 y 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exigen el desarme de Hezbollah, algo que ha sido incapaz de conseguir durante las últimas seis semanas después de destrozar Líbano y de matar más de mil civiles libaneses.

Debo decir que no deja de tener cierta ironía ver cómo los diplomáticos israelíes examinan tan concienzudamente la redacción de estas resoluciones y cómo piden que se acaten cuando ellos se han pasado años flagelando a las mismas fuerzas de la ONU destinadas en Líbano que ahora deberán protegerlos.

La Fuerza Interina de las Naciones Unidas en Líbano )FINUL), lleva 28 años destinada allí y fue blanco de bromas, calumnias y difamaciones por parte de Israel durante todo ese tiempo.

Recuerdo que los israelíes acusaron al batallón irlandés –ya repatriado– de borrachos y antisemitas, a los funcionarios de la ONU de mentir y a un comandante de las islas Fiyi de transmitir la sífilis a varias mujeres de Qaná, ciudad arrasada por sus fuerzas por segunda vez en un decenio.

Sin embargo, ahora se supone que la nueva y reforzada FINUL debe garantizar la zona de parachoques tras la que Israel –cuyo ejército fracasó absolutamente en la tarea de proteger a su pueblo en esta última guerra– pueda sentirse seguro.

Uno no puede por menos que desear que los israelíes respetaran con la misma escrupulosidad las resoluciones de la ONU. Ojalá mostraran el mismo entusiasmo por cumplir con la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, por ejemplo, como el que muestran para que Jezbolá y el ejército libanés respeten las resoluciones 1559 y 1701. Pocos lectores necesitarán que se les recuerde que la resolución 242 exige la retirada de las tropas israelíes del territorio ocupado en la guerra de 1967.

Jezbolá, por supuesto, también está jugando con la ONU. El 12 de julio cruzó de forma ilegal la línea azul de la ONU que hay al sur de Líbano y mató a tres soldados israelíes y capturó a dos más. También ha dejado muy claro que no va a permitir que les desarmen y que sus miembros –»maestros de escuela, albañiles, estudiantes universitarios» (admiro, sobre todo, el engreimiento de esto último)– permanecerán al sur del río Litani sin empuñar las armas, aunque las tendrán al alcance de la mano. Y si la resolución 1701 acaba en la papelera de Jezbolá, ¿qué valor puede tener la 242 para los palestinos?

Sin embargo, algo mucho más peligroso puede ocurrir en el sur de Líbano, algo que está estrechamente ligado con el infierno en que hemos convertido a Iraq. Los famosos 3.000 soldados franceses que debían llegar a Líbano para prestar apoyo al ejército libanés se han reducido, de golpe, a 400 ingenieros.

Asimismo parece que tanto a españoles como a italianos les gustaría saber un poco más sobre el misterioso mandato de la ONU antes de sacrificar las vidas de sus jóvenes soldados en Líbano. Los españoles aún no han olvidado el precio que pagaron por apoyar la coalición de los dispuestos –que dentro de poco se convertirá en la coalición de los no dispuestos– en Iraq: no quieren que haya más atentados en el sistema ferroviario de Madrid. Y los italianos están cansados de los funerales de Estado por los muertos en Iraq.

Es cierto que los franceses no han olvidado a los 58 soldados asesinados en el edificio Drakkar de Beirut, el 23 de octubre de 1983, cuando unos terroristas suicidas relacionados con Jezbolá les atacaron por pertenecer a la fuerza multinacional en Líbano, otra creación estadounidense. Francia ha presenciado el derrumbe del proyecto estadounidense en Iraq y sospecha que sus soldados –a pesar de la posibilidad de reeditar de forma fantasmal el mandat français de las décadas de 1920 y 1930 en Líbano– podrían correr la misma suerte que los ejércitos que decidieron adentrarse en el sangriento pantano de Iraq con Bush.

¿Quién desarmará a Jezbolá? ¿Lo logrará alguien? ¿Y qué haremos si no lo conseguimos?

No pude reprimir una sonrisa cuando oí las declaraciones de Dan Gillerman a la BBC donde afirmó que si la ONU no podía desarmar a Jezbolá tendría que hacerlo Israel, pese a que ya ha demostrado de forma más que clara su incapacidad para llevar a cabo esa tarea. Y la última exigencia insólita de Israel es que las naciones musulmanas que no reconozcan el Estado de Israel no podrán formar parte de la fuerza FINUL al sur de Líbano.

Por el amor Dios, ¿qué sucede?

Me aventuraré a hacer una horrible conjetura. El fiasco de Iraq y el desastre cada vez mayor de Afganistán ha agotado la predisposición de los miembros de la OTAN para enviar fuerzas de paz, y menos aún para misiones que podrían conllevar enfrentamientos y violencia con musulmanes. Además, las naciones musulmanas a las que tal vez se podría convencer para que participaran en tal misión –sin tener en cuenta a Turquía, por supuesto– serán rigurosamente excluidas. Esto significa que, a pesar del despliegue de tropas libanesas, el famoso alto el fuego del sur del país está destinado al fracaso.

Haré otra conjetura. Los europeos empiezan a estar hartos y cansados de financiar y de sacrificar sus vidas para mantener la paz entre israelíes y árabes. En numerosas ocasiones he percibido en varias capitales europeas una ira que va en aumento por el hecho de que Estados Unidos echa por tierra todas las posibilidades de paz debido a su apoyo incondicional a Israel, mientras que los contribuyentes europeos deben aportar miles de millones de euros para reconstruir las ciudades de Gaza y Líbano que Israel ha arrasado.

Un diplomático europeo destinado en Beirut ha propuesto que la ONU debería crear una cuenta de plica controlada de forma internacional, a la que árabes e israelíes deberían aportar para sufragar sus repetidas y horribles guerras. Que los árabes paguen por los daños causados en Haifa. Que los israelíes –supongo que se refiere a Estados Unidos– paguen los miles de millones de dólares malgastados por la gentuza de las fuerzas aéreas israelíes para destruir las infraestructuras libanesas.

¿Por qué deberíamos seguir pagando por estos conflictos indecentes? Tal vez sea nuestro sentimiento de culpabilidad. Un sentimiento que deberíamos albergar.

Fue lord Blair de Kut al Amara el que apoyó la decisión de Bush de retrasar el alto el fuego en Líbano, un apoyo que costó las vidas de cientos de civiles libaneses que de lo contrario hoy estarían vivos. En Qaná yacen 29 civiles que murieron en el sangriento ataque contra la ciudad. Sin lugar a dudas, nuestro querido primer ministro pensaría en ellos.

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* Periodista y escritor inglés. Corresponsal de The Indepndent en el área.

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