El rostro de un poeta de cien años

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Veo el rostro de Nicanor Parra en una foto en color usada para un reportaje de una página cultural digital. El texto es de una cronista que siempre me ha sonado feroz, Leila Guerrero, sobre una visita que hizo a la casa del poeta.

Por pura casualidad la celebrada cronista pasa por Caracas. Sorprendido, la escucho en radio, tiene una sabiduría no común en nuestros escritores, conoce sus límites, además tiene la voz dulce de las mujeres firmes.

Regreso a Parra, su rostro es delgado y algo parecido a una colina de donde bajan quebradas que marcan surcos, pocas arrugas. Parece el rostro de un hombre delgado y fibroso. Es una foto de hace tres años. Sospecho  que no se arrugará más. Este año cumplió 100 años (otra fecha redonda más) y no creo que haya agregado una arruga más a su rostro. Su cabellera va hacia un lado  como si pasara un fuerte viento sobre él hacia la izquierda. Como si en su cabeza estallaran  explosivos todos los días.

Se nota que se peina con las manos. Sus cejas son como dos rectángulos descuidados, o mal dibujados, no tienen canas,  a diferencia de su cabello blanquísimo como la nieve. Las bolsas arrugadas que caen de sus ojos lanzan un mensaje: no duerme o duerme poco. Mirada serena y gesto burlón en sus labios. Parece un italiano del sur. Su rostro está mal afeitado, con cañones que crecen sin apuro y en desorden. Es como si se hubiera afeitado sin espejo. Su barba se sospecha negra, entrecana. Nunca se ha hecho tratamientos faciales. De ojos negros, nariz gruesa y decidida. Recuerda a esos pescadores del norte español, con sus medianas y gruesas patillas, mira directo al ojo de la cámara. Se burla, sin duda se burla de apurado fotógrafo, que no sabe cómo huir de esa mirada de piedra que sabe que va a morir.

Lo que intuyó Bolaños sobre Parra parece cierto, escribía para el futuro.

Observo otra foto del poeta chileno, algo  más joven, el pelo es más oscuro, pero siempre en ventolera, despeinado, es el mismo rostro que ahora trato de descifrar. Por alguna razón desconocida me recuerda a Pier Paolo Pasolini. Puede que sea ese rostro dibujado a mano con rasgos gruesos, tosco, rudo, como un estibador de puerto. Parece todo eso. Un hombre simple que escribió lo que íbamos a leer. Parra es la demostración de lo residual que son las vanguardias, su Ecopoema lo afirma en su contemporaneidad: ataca al capitalismo y su condena por los crímenes ecológico (sobre lo que no hay dudas) y lo que el llamaba cómicamente el “burrocratismo” del socialismo que lo hacía peor.

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