El Tea Party y la crisis política estadounidense

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De panzazo llegó la solución momentánea de la crisis de gobernabilidad estadunidense, pero dicho acuerdo de última hora de ninguna manera garantiza una nueva funcionalidad al viejo orden político cohesivo y estable de la era de modernidad industrial, que desde hace más de un siglo solía anteponer la eficiencia capitalista a cualquiera de sus diferendos partidarios.

El espectáculo político ofrecido a la nación y al mundo por el ultra-derechista Tea Party hace unas semanas, que involucró el cierre parcial del gobierno y la incertidumbre frente al pago de una enorme deuda externa, ejemplificó algunas de las contradicciones actuales del modelo neoliberal y su impacto en el sistema político de democracia electoral.

Factores estructurales, geopolíticos, ideológicos y subjetivos confluyen en la inestabilidad política estadounidense. Por un lado, las tensiones propias de la transición histórica entre dos modelos capitalistas distintos –él de la era industrial moderna y el neoliberal posindustrial- y la revolución de las tecnologías comunicativas. Esto a su vez ha incidió en el achicamiento de la clase media y la reconfiguración de las clases sociales de la modernidad industrial; el aumento de la brecha -porcentual y de calidad de vida- entre pobres y ricos; la inseguridad laboral; la reorganización de la división sexual de trabajo; y finalmente, en la reconceptualización del espacio y el tiempo. Aunado a esto, el agotamiento de la hegemonía unipolar del sistema mundo que quedó después del derrumbe del socialismo real, es otro hecho que influye en la inestabilidad estructural y política, en la psicología social de un pueblo ansioso de no perder los privilegios y en la renovada añoranza de una nación-identidad imaginada de excepcionalísimo divino.

No menos importante en este rompecabezas es la gran recesión que resultó de la crisis económica financiera de 2008, con sus efectos nefastos para millones de personas, lo que explica la consolidación de un ethos emocional marcado por el miedo, el enojo, la frustración y la inseguridad. Otro elemento explicativo corresponde a las estrategias de organización política al interior de los Estado Unidos. Uno se remite al diseño partisano –particularmente del Partido Republicano- de rezonificación distrital en los estados, asegurándose así franjas geopolíticas difícilmente disputables de representaciones ideológicas-electorales. eeuu tea party

La hiper-capitalización de los procesos electorales es otra pieza que contamine la democracia liberal. La decisión de la mayoría conservadora de la Suprema Corte de personificar las corporaciones en caso de Citizens United (2010), inyectó sumas ilimitadas de capital anónimo a las competencias electorales. Finalmente no es de menor peso el hecho de que un hombre negro habita la Casa Blanca, sobre todo en un país que se formó, se independizó y se desarrolló a partir del trabajo esclavo y posteriormente, la racialización del trabajo barato de las personas de color se sustentó sobre ideologías racistas y la negación de la igualdad plena.

Dentro de este contexto complejo se explotó en el verano de 2009 la rabiosa voz colectiva de un actor populista de ultra derecha, aparentemente organizada de manera espontánea pero en realidad financiada por los mismos sectores multimillonarios de capital anónimo que en la exclusiva democracia neoliberal posindustrial se han vuelto los electores verdaderos.

Exigen la reducción del gobierno federal a sus meros huesos, lo que sitúa a la reforma obamiana de seguranzas de salud como emblema de un gobierno desenfrenado. Enaltecen la llamada responsabilidad individual, sin considerar su significado diferencial por la profunda desigualdad social. Insisten en su derecho de proveerse de armas de todo tipo y portarlas libremente. Promueven una patria imaginada excepcional de anglosajones cristianos, gobernados por valores bíblicos y la teología de la prosperidad, una filosofía religiosa neoliberal que considere la afluencia de intención divina y la pobreza como esencialmente violatorio de dicha intención. Rechazan lo multicultural, los migrantes y la reforma migratoria.

Así que por encima de un auténtico levantamiento popular libertario, el Tea Party es un vehículo de sus patrocinadores, constituido sobre la misma alianza entre el Partido Republicano y los evangélicos milenaristas que eligió a Ronald Reagan a la presidencia e instauró la revolución conservadora. A diferencia de aquellos tiempos, ahora pretende ser la fuerza hegemónica del partido, definir su plataforma, determinar sus candidatos/as y decidir su estrategia. Proponen fusionar los valores cristianos anglosajones a un ejercicio intransigente de gobernanza, sin negociaciones, edificando a un país orientado por la fe, la familia, la bandera y el capital sin restricciones.

*Profesora-investigadora del Departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte, México

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