El último comandante
GT
No es un filme épico, aunque tal vez lo sea; no es un discurso político, aunque tal vez lo sea; no busca polémica (¿o sí?), pero la encontró Paco Jarquín, el atípico comandante que fuera en el lugar donde tantos murieron. Lo dice. "Soy de Matagalpa". Y entonces todos saben. Matagalpa es una herida. Jarquín una ficción, lo revolucionario un sueño y el cha-cha-cha lo otro. Que también duele.
La película es de 2010, se estrenó en Nicaragua, no le gustó al sandinismo actual. No le gustó que el el ex comandante Paco Jarquín (ficción) dejara las filas, desapareciera y —en fin— se dedicara en San José de Costa Rica a enseñar cha cha cha. Un crítico señaló que se trata de "historia humana de esas que seguro usted se habrá topado en cualquier esquina de su barrio".
Sucede que la historia se escribe y reescribe en forma constate y por doquier. 
Suele ser peligroso establecer analogías reales y símbolos subjetivos; es complejo querer ver contenidos políticos y es triste no querer verlos.
Ninguna fábula transcurre en un territorio determinado. Acaso ningún comandante sandinista cedió al llamado de la "celeste carne de mujer", a la arquitectura de muchos baños de mármol, a la gana del premio. Es lo más probable. Y entonces, si así fue, no puede ser posible, ni en la más loca ficción, el cuento de Paco Jarquín y su cha cha cha en San José.
El salto de la necesidad de la guerra a la necesidad subjetiva de la miserable auto realización esconde —en el cuento más loco— todavía un resto de meditación. La guerra del primer sandismo —y su derrota— será por generaciones una leyenda. Conforma parte de la ética latinoamericana.
La codirectora del filme, Isabel Martínez, conoce el paño que estira y presenta. Y lo hace como olvidada la de épica, conduciendo la diégesis a través de una cantante —una suerte de hermana de la Malena del tantgo—, 
de dos mujeres unidas-separadas y de un vínculo moral que trasciende la anécdota: el viejo Morita.
Dirán algunos enfrascados en lo inmediato que Morita es una bofetada para aquéllos que claramente han traicionado la lucha de la que Paco se apartó, quizá porque ya no era posible seguir. Cuando se pide para uno y entre los de uno algo se pudrió.
Así que hay una parábola después de todo en el héroe que deja en frente por el cha cha cha.
“Nuestra película no toma partido” (debido a los cambios que ha registrado el FSLN en los últimos años). En la misma se utilizaron filmes de archivos para hacer referencia a cosas concretas de la época de los muchachos que fueron a la guerra, la toma de posesión de Violeta Chamorro y cuando los nueve comandantes del FSLN perdieron el poder”. Dice Martínez.
Antes del triunfo sandinista de 1979, dicho sea entre paréntesis, Martínez vivió en Costa Rica donde su residencia fue casa de seguridad de Daniel y Humberto Ortega, y de Tomás Borge, entre otros.
Vicente Ferraz, dijo que para su país, Brasil, Nicaragua fue importante: “porque todo lo que pasaba en Nicaragua en esa época se discutía en Brasil muy apasionadamente”. La revolución sandinista “fue el último ladrillo del muro de las utopías en el mundo.
Es fama que a Tomás Borge la película no le gustó. Le pareció un invento fantasioso, “me pareció muy ingenua e infantil y no verosímil”.
Y dijo: “A pesar de que la hizo una persona que yo estimo, porque ella forma parte de un matrimonio revolucionario que vivió en Costa Rica, 
y la casa de sus padres fue de seguridad nuestra, la película no me gustó”.
Ficha
Dirección Isabel Martínez y Vicente Ferraz
Guión Manolito Rodríguez, Vicente Ferraz, Jaime Gamboa
Fotografía Vicente Ferraz
Montaje Samuel Larson, Juan Manuel Fernández, Sergio Meckler
Sonido Ricardo Istueta e Haymo Heyder
Intérpretes
Damián Alcázar,
Catania,
Anabell Ulloa,
Haydée de Lev,
Telma Darkings,
Ana Clara Carranza
Productora: Isabel Martínez
Producción: Três Mundos Produções
Año de producción 2010
Duración_ 96.44 minutos
Visita el sitio: /www.cinelatinotrieste.org