En México, todos los días es el Día de los Muertos

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Como los emigrados se negaron a pagar el precio de la extorsión, los asesinaron. Sólo quedó un sobreviviente que pudo contar la historia. Los inmigrantes latinoamericanos que intentan pasar hacia Estados Unidos son también un valioso botín para el crimen organizado. La Comisión Nacional de Derechos Humanos calcula que en año cerca de 10.000 migrantes fueron secuestrados y extorsionados por las bandas criminales.

Violencia sin fin, polifónica. “Olvidar a los muertos es olvidar nuestra historia, perder la memoria, perdernos como país”, dijo Sicilia. Ahí están las cruces para recordarlos. “Rigoberto Quintero Sandoval, 28 años. Asesinado a tiros junto con su padre y una persona más en Chihuahua”, “Mario Gómez Sánchez, 49 años. Asesinado a tiros en un auto lavado de Huetamo, Michoacán”, dicen dos cruces dispuestas en el pasto. Otras recuerdan la matanza de 45 personas en Acteal, Chiapas, en 1997. Hay centenas. Hoy están expuestas, recién salidas del encubrimiento donde las mantenía el miedo. Hasta este año, pocos sobrevivientes o familiares se animaban a denunciar la violencia. Los ausentes no tenían identidad y los vivos no tenían respaldo.

En abril de este año, Cuernavaca liberó la palabra y el miedo contenidos. Después del asesinato del hijo de Sicilia, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad animado por el poeta instaló una mesa en la Plaza de Armas de Cuernavaca. Sobre ella había una libreta de tapas rojas para convocar a las víctimas de la violencia a denunciar los casos. La libreta se convirtió en cuadernos y con el correr de los meses en un archivo digitalizado con más de 500 casos de ejecuciones, desapariciones y secuestros. La lista se agranda a medida que se aleja el miedo y la gente se acerca a las caravanas y marchas organizadas por el Movimiento de Sicilia a lo largo del país. La meta consiste en generar una red y organizar un congreso de víctimas para darles más peso a los grupos que llevan años trabajando contra la violencia. Los datos son escalofriantes. En los últimos siete meses se registraron 4000 muertos y hay un número indeterminado de desaparecidos. “Entre marzo y noviembre de este año, la muerte se hizo visible, las víctimas dejaron de ser una noticia más de cada día para tomar cuerpo en la sociedad. Fuimos los primeros sorprendidos, tanto por el eco que las marchas encontraron en la sociedad como por la forma en que las consecuencias de la violencia iban surgiendo a nuestro paso. Fue como si todos esos enterrados, asesinados y desaparecidos se hubiesen puesto a hablar. Su voz nos rebasó”, explica Germán, otro miembro del grupo de Sicilia. Los organismos independientes de derechos humanos, los movimientos contra la violencia y de asistencia a las víctimas están llevando a cabo el trabajo del Estado. El gobierno combate el crimen organizado con una estrategia cada vez más criticada, pero es la sociedad la que paga el tributo de esa guerra y las ONG las que se encargan de recuperar la memoria de los muertos y reclamar el fin de la impunidad que rodea los crímenes colectivos. Asesinatos sin culpables, sin justicia. “De qué sirven las cifras y que atrapen a capos del narcotráfico, si el país no se pacifica, no encuentra su justicia y su dignidad”, dice Javier Sicilia. Lo que sirve hoy es otra cosa, es la acción de la sociedad civil, las manos de esas mujeres que, sentadas en las escalinatas de la Columna del Angel, bordan pañuelos con los nombres de los desaparecidos, las fechas de los asesinatos, hilan la memoria de lo que nunca se debe olvidar.
 

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