En son de paz con Cuba – DISCULPAS A FERNÁNDEZ RETAMAR

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Estimado Roberto.
Tal vez ni se enteró, pero publiqué en la desaparecida revista Rocinante (Chile) y en el diario La Jornada (edición Morelos, México) una nota muy hostil contra usted. El motivo: la «Carta de los escritores cubanos a Neruda» (1966).

Mi investigación retoma la tesis de Carlos Fuentes (Infidelidades, diario Reforma), reproduce la respuesta que usted escribió para La Jiribilla y en su libro Recuerdo a (1998), sus declaraciones a Volodia Teitelboim y a Hernán Soto –subdirector de la revista Punto Final– y obviamente las diatribas nerudianas de La Barcarola (Losada, 1967), Incitación al Nixonicidio (Quimantú, 1973), Canción de gesta (Quimantú, 1973) y Confieso que he vivido (Losada, 1974).

La doctora Ana Pizarro lo defendió en Rocinante (julio, 2005) y nuevamente emprendí una irrupción literaria, esta vez con más antecedentes, en el suplemento cultural Umbral: «Roberto Retamar fue uno (el principal) de los cuatro redactores de la carta de 1966 junto a Lisandro Otero, Edmundo
Desnoes y Ambrosio Fornet (esos mismos cuatro redactores que Lisandro Otero
confirma en su libro Asalto a la utopía (1998); agregando a Nicolás Guillén, Félix Pita Rodríguez y José Antonio Portuondo, y señalando que la idea de la carta le fue «sugerida» a Nicolás Guillén nada menos que por el primer presidente de la Revolución cubana, Oswaldo Dorticós (…) Ana Pizarro quien
parece ignorar que ese papel ha sido declarado por el mismo Roberto Retamar
–ver la entrevista de Jaime Sarusky a Retamar en la revista Casa de las Américas (número 200 de julio-sept 1995)».

Lamento haberlo descalificado, pero estaba seguro que usted vivía en París para la época de la Carta de 1966, el archivo de Punto Final, era la prueba que necesitaba para armar el rompecabezas de 1966, para precisar: en el número 10 (agosto de 1966) sale publicada la Carta abierta a Neruda –con treinta firmas–, y en el otro ejemplar consultado de Punto Final, el número 15 (noviembre de 1966), se publica la entrevista a Retamar El compromiso del intelectual; en la presentación del texto dice: «(Retamar) Fue hasta hace poco agregado cultural de Cuba en París… Punto Final lo entrevistó recientemente en La Habana».

Recibí tres cartas que señalaron mi error, son tres amigos vuestros y de Neruda, la escritora Virginia Vidal, el filósofo español José Carlos Rovira, y el filólogo Hernán Loyola. La indiscreción que a continuación haré podría costarme la confianza de mis queridos amigos, pero me siento en deuda con usted y estoy seguro lo entenderán:

Virginia Vidal, la única periodista de América acreditada para la entrega del Nobel en 1971, la solidaria amiga de Matilde Urrutia en los días de la muerte del poeta, a pesar del miedo desatado por la dictadura de Pinochet, Virginia Vidal, la compañera mejor informada de los asuntos culturales de la Unidad Popular; por ejemplo, ella sabe todos los detalles del Museo de la Solidaridad Salvador Allende –que cuenta con donaciones de Joan Miró y Roberto Matta entre otros–, Vidal la eterna colaboradora de El Siglo, Punto Final, Rocinante, Archipiélago y Araucaria me escribió:

“Querido Mario: Muy interesante e investigado tu trabajo. Te diré que entre agosto de 1964 y agosto de 1966, mi marido el crítico literario Yerko Moretic y yo éramos profesores de castellano en la Universidad Jan Comenio, Bratislava (entonces Checoslovaquia). De seguro, en el año académico de 1965, se anunció la visita de Roberto Fernández Retamar y lo fuimos a esperar al aeropuerto.

Nos encantó su apariencia: delgado, con boina, amable, un joven caballero con aire quijotesco; nos reímos mucho por su maleta atada con cuerdas, como si fuera la de un de campesino, lo que hablaba bien de su nulo culto a las apariencias. Con mucha alegría, los estudiantes se comunicaron bien con él. Fernández Retamar grabó su lectura para nuestras clases, algo muy importante, porque escaseaba este tipo de material.

Más tarde, yo incluí su poema Con estas manos de acariciarte en mi libro para los estudiantes de castellano de dicha universidad, preparado con mi distinguida alumna Elena Rackova. En esa oportunidad, el joven y carismático poeta nos habló de su reciente labor de diplomático en París, ya concluida porque trabajaría dentro de Cuba»
(e-mail del 21 de diciembre de 2005).

El segundo señalamiento a mi error, viene desde España, José Carlos Rovira, doctor de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense, además jurado del Premio Cervantes 2005 (para nuestro querido Sergio Pitol). Rovira me adelantó que en su biografía de Neruda abordará el tema de la Carta de 1966:

“Difícil tema el que me plantea en su último correo y me pide opinión sobre
él, relativo a, efectivamente mi amigo, Roberto Fernández Retamar. En una
biografía de Neruda, breve, que aparecerá en los próximos meses, digo todo
lo que tenía que decir sobre ese asunto que, en cualquier caso, trataré siempre al margen de polémicas en periódicos que no acaban aclarando casi nada. Y lo digo con todo el respeto a los periódicos en los que, cuando tengo tiempo, también escribo, pero nunca de cuestiones que exigirían trazar bien y ampliamente contextos históricos y sociales, y en su interior comportamientos, difíciles de construir en unas pocas páginas”.
(e-mail del 24 de diciembre de 2005).

Finalmente, el crítico literario Hernán Loyola –editor de la Obras Completas de Neruda abrió su corazón y memoria:

“Llegué a La Habana por primera vez en septiembre 1966 –últimos diez días–. Retamar ya estaba allá y no me parecía recién bajado del avión, él y los otros tres (Otero, Desnoes y Fornet) me convocaron a un encuentro en el Hotel Habana Libre para explicarme lo de la Carta recién publicada, por eso lo recuerdo bien; allá y entonces (septiembre de 1966) conocí a Retamar, soy testigo de que al menos la segunda mitad de 1966 estaba en Cuba y no en París.

«Recuerdo además una larga y emocionante conversación (que devino inesperadamente confidencial) entre Haydée Santamaría y yo en la Casa (de Las Américas), conversación que fue dos o tres veces interrumpida por Retamar porque había otra gente esperando hablar con Haydée, pero ella quería hablar sólo conmigo y durante unas tres o cuatro horas me hizo impresionantes confidencias personales (…) y Retamar estupefacto, después me dijo «oye chico, y tú ¿qué le has hecho a esta mujer? ¿la has embrujado?» (…) y allá mismo me hizo invitar con mi mujer de entonces para el Encuentro con Rubén Darío de febrero 1967, donde conocí a Julio Cortázar y donde también él se entusiasmó conversando conmigo de jazz por 4 horas y Retamar otra vez tuvo que despachar a las decenas de personas que esperaban –como yo había esperado– el cuartito de hora que julio
reservaba a cada uno»
(e-mail del 20 de diciembre de 2005).

Ahora bien, le recuerdo que Hernán Loyola escribió una Carta abierta a Retamar en el Confabulario del sábado 16 de julio de 2005 –suplemento cultural de El Universal de México–; por cierto, la Carta abierta a Retamar, tiene una dedicatoria a mi persona y trabajo.

Estimado Roberto ¿no piensa contestar la Carta abierta de Hernán Loyola?, ¿sólo Carlos Fuentes y el diario Reforma merecen su atención? Por eso me atrevo a publicar el correo de nuestro amigo Hernán Loyola, para que lea los recuerdos tan bellos que tiene de la Casa de las Américas, de Haydée y de usted.

Aclarado el punto de su estancia en París, me perdonará pero en el resto de mis argumentos no hay rectificación:

Sobre la animosidad de Neruda que «conocemos … desde las viejas querellas con Vicente Huidobro y otros» y dado que Ana Pizarro es una reconocida autoridad sobre Huidobro cabría preguntarle: antes del Aquí estoy nerudiano de 1935 –ver el libro La guerrilla literaria de Faride Zerán, Fondo de Cultura Económica, 2005– ¿cuántos y cuáles ataques públicos de Neruda contra Huidobro se conocen? y ¿cuántos y cuáles ataques públicos de Huidobro (incluyendo los con pseudónimo y los firmados por sus súbditos) contra Neruda se conocen antes del Aquí estoy de 1935?

Hay incluso una defensa de Vicente Huidobro escrita por Neruda en 1924. ¿Conoce Ana Pizarro alguna «defensa de Neruda» escrita por Huidobro?

Resumiendo: Neruda no comenzó ninguna de «las viejas querellas» a que alude Ana Pizarro y las eludió hasta cuando lo hacían reventar, ¿sobre qué objetiva base textual Ana Pizarro equipara la animosidad de Neruda con la de Huidobro? y mejor no hablemos de los otros a que ella alude, en particular Pablo de Rokha.

Le pido de favor, a la investigadora Ana Pizarro, que contabilice comparativamente los ataques desde y contra Neruda entre 1932 y 1935 y veamos si después insiste en la violencia del feroz Neruda contra sus pobres e indefensos enemigos (…) Lo mismo con Retamar que insiste en tratar a Neruda como a un agresor injustificado. ¿Comenzó Neruda esta «querella» con Guillén-Carpentier Retamar y otros? ¿Dio él a esta «querella» política el falso carácter de «querella literaria»?

Detrás de la «carta de intelectuales y escritores y artistas» había una Carta Política con un mandante político real que Lisandro Otero en su libro Asalto a la Utopía (1998) identifica explícitamente en el presidente Oswaldo Dorticós –quien no firmó la carta– y que Retamar en su libro Recuerdo a (1998) así como en la entrevista con Sarusky identifica, no menos explícitamente, en «la dirección de la Revolución Cubana» –que tampoco firmó la carta–.” (La historia también se escribe en panfletos, Por Mario Casasús, Umbral, 18 de diciembre de 2005).

Estimado Roberto, he devorado los tres tomos de las cartas de Julio Cortázar
editadas por Alfaguara, en especial las dedicadas a usted –desde la primera, fechada el 17 de agosto de 1964, hasta la última del 1 de noviembre de 1981–. Me conmueve la ternura que Cortázar le profesó toda su vida.

Las cartas de Julio Cortázar me hicieron sentir un compañero de nuestra Casa de las Américas. En verdad tengo una curiosidad periodística, casi literaria de hablar con vos. Hace poco entrevisté a mi vecino y amigo, el escritor José Agustín y nos detuvimos mucho rato en su experiencia como jurado del Premio Casa de las Américas (1985), hablamos de nuestras coincidencias, de haber conocido al comandante Fidel, que para ambos fue uno de los momentos más significativos en nuestras vidas –obviamente Fidel no lo recordará, pero lo conocimos y hasta charlamos con él: José Agustín en 1961 y quien le escribe en el 2002, a mis 22 años de edad–.

Si pudiera recibirme en La Habana de mis amores para una entrevista le haría llegar personalmente mis más sinceras disculpas.

Tengo por lo menos dos temas para compartir con la Casa de las Américas, en
busca de su solidaridad:

1.- El prólogo inédito de Neruda para su libro Canción de gesta (editorial Quimantú, 1973), todo el tiraje fue destruido (30.000 ejemplares) junto a
los 5 millones de libros quemados o picados por la dictadura de Pinochet,
sólo en las bodegas de la editorial Quimantú.

El único ejemplar sobreviviente se encuentra extraviado dentro de la Biblioteca de Literatura Extranjera de Moscú (el escritor José Miguel Varas me lo señaló enuna entrevista para la revista Rocinante de agosto de 2004).

2.- La Fundación Neruda. El 11 de agosto de 2005, publiqué en La Jornada
Morelos
una nota que denunciaba a la Fundación Neruda por invertir más de dos millones de dólares en una empresa de Ricardo Claro, quien prestó sus barcos Maipo y Lebu como centros de tortura en la dictadura de Pinochet.

Juan Agustín Figueroa, titular de la Fundación Neruda, declaró al pinochetista diario La Tercera de Santiago: “Neruda habría estado totalmente de acuerdo con la inversión” (21.08.2005).

Me he cansado de pedirle a la Fundación Neruda un comunicado oficial del retiro de su inversión, necesito la solidaridad de Cuba para cuestionar a Figueroa ¿todavía piensa que Neruda avalaría que sus derechos de autor se vayan a las manos de Ricardo Claro?, golpista, asesor del canciller contraalmirante Ismael Huerta –desde el 12 de septiembre de 1973–. Ricardo Claro “puso a disposición de las fuerzas de seguridad dos barcos de otra de sus empresas, la Compañía Sudamericana de Vapores, para ser usados como centros de detención y tortura. Uno de ellos, el Maipo, trasladó a 380 detenidos desde Valparaíso hasta Pisagua. Muchos de sus “pasajeros” perdieron la vida. El otro, el Lebu, cumplió el rol de cárcel flotante y más de dos mil personas pasaron por sus bodegas y camarotes”. (Diario La Nación de Chile, 05.12.2005).

Estimado Roberto Fernández Retamar, me despido con las siguientes preguntas:

– ¿Por qué en cambio Neruda hasta hoy no ha merecido reparaciones ni excusas
por algo que él vivió –y era su derecho de agredido– como un evidente ataque a su integridad política?

– ¿Acaso Neruda no fue un activo y leal combatiente revolucionario hasta su muerte?

– ¿No lo fue mucho más que muchos firmantes de la Carta de 1966 que después traicionaron o abandonaron a la revolución cubana?

– ¿Por qué un poeta leal a la revolución cubana murió sin recibir una reparación efectiva (o sea política) de parte de quien lo agredió políticamente a través de esa Carta de 1966?

– ¿Cuento con la solidaridad de Casa de las Américas para cuestionar a la Fundación Neruda y sus pinochetistas inversiones?

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* Periodista. El artículo se publicó en La Jornada Morelos el dos de marzo de 2006, y puede verse en:
www.lajornadamorelos.com/index.php?module=pagesetter&func=viewpub&tid=1&pid=12544.

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