Enrique Contreras Ramírez* / Más allá del imperialismo

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Nos encontramos en presencia de un nuevo modelo económico-social superior al capitalismo, pues éste supera el concepto marxista del imperialismo. Estamos en presencia de la fusión del capital financiero con el capital industrial para formar conglomerados, que se apropian de los procesos productivos y del mercado, obteniendo un monopolio absoluto de la economía del planeta.

 

Es bien sabido por todos los analistas económicos y políticos internacionales, que el nuevo ordenamiento del mundo deja atrás el viejo capitalismo, capitalismo que solo queda como reseña histórica de la acumulación de riqueza a través de la explotación de la fuerza de trabajo del hombre por el hombre, para adentrarse en un nuevo modo de producción excluyente en el marco del propio capitalismo, donde la ciencia y la tecnología juegan un papel determinante, encontrando y desarrollando nuevos procesos productivos, procesos productivos que se ubican dentro de unas nuevas relaciones técnicas de producción, obteniendo de esta manera el exclusivo monopolio de la producción y el mercado, trayendo como consecuencia adicional en todo el mundo, una gran masa desempleada que solo queda como testigo viviente y marginal de un “nuevo desarrollo” mejor conocido hoy como la globalización o mundialización, eliminando las fronteras entre naciones para aplastar la soberanía y la independencia de los pueblos, implantando el monopolio del mercado y obligando a las naciones del mundo a obedecer los mandatos hegemónicos del pensamiento único de su brazo ejecutor, representado en los grandes conglomerados del capital petrolero, capital financiero y el capital industrial.

 

Las potencias con probada vocación imperial se debaten en la necesidad de controlar y definir un nuevo espacio geográfico (el control de los espacios) que responda a las realidades derivadas del momento que hoy vive el capitalismo globalizado.

 

En ese panorama, la actual estrategia del pentágono norteamericano y de las multinacionales se inscribe en tres ejes diferentes que se manifiestan y superponen en la política definida después de la llamada guerra fría, para obstaculizar e impedir de manera decidida la posibilidad del resurgimiento o surgimiento de alguna potencia que ellos consideren rival, semejante a lo que fue la desaparecida Unión Soviética; de otro lado, la lucha global contra lo que ellos denominan terrorismo, las naciones que lo apoyan y también los que decidieron adquirir armas de destrucción masiva o ya se las procuraron; y la guerra iniciada el 7 de octubre del 2001 contra Afganistán y luego más tarde contra Irak, con sus repercusiones y prolongaciones. En medio de estos tres escenarios, no dejan de mirar los mundos asiáticos, chino, eslavo, indio y árabe —que los politólogos norteamericanos designan como el Sudoeste Asiático—. Y en lo que nos corresponde a nosotros, el espacio latino caribeño que intenta recolonizar, se expresa en el ALCA, Plan Puebla-Panamá y Plan Colombia.

 

Más allá del imperialismo

 

Nos encontramos en presencia de un nuevo modelo económico-social superior al capitalismo, pues éste supera el concepto marxista del imperialismo. Estamos en presencia de la fusión del capital financiero con el capital industrial para formar conglomerados, que se apropian de los procesos productivos y del mercado, obteniendo un monopolio absoluto de la economía del planeta.

 

Es un nuevo modelo de dominación técnico-científico, cultural, ideológico, político, jurídico, militar y económico, somete a los pueblos del mundo especialmente a los subdesarrollados, a mantener sus economías maltrechas, endeudadas y sin las posibilidades mínimas de encontrar salidas dentro de éste “paradigma del desarrollo”, trayendo como consecuencia más hambre y miseria, mayor desnutrición en la población más joven, sobre todo en los sectores infantiles, menos posibilidades de empleo, vivienda, educación, salud, vestido, con una deuda externa en los países subdesarrollados que cada hora que pasa aumenta en montos que definitivamente la hacen impagable y que obliga a los pueblos a “vivir” en la más oscura e indigna pobreza, borrando de esta manera todo vestigio de una vida digna para las naciones.

 

Ese nuevo reordenamiento del mundo a través de la llamada globalización, sigue requiriendo de la energía petrolera, del gas y el carbón para seguirse expandiendo en sus planes de dominación que no es otra cosa que la recolonización del planeta. A Estados Unidos, Rusia, China —entre otros países— no les importa lo que tengan que hacer para imponerse ante el resto de las naciones, con tal de conseguir la realización de sus ambiciosos planes imperiales. Para ellos les importa poco la ética social, no les interesa absolutamente para nada la necesidad de cuidar el medio ambiente, ni la coexistencia del hombre con la naturaleza. Explotar y explotar la tierra, parece ser su permanente y absurda ejecutoria, para exprimirla y sacarle la última gota con tal de obtener el máximo beneficio, no importa que en tal ejecutoria estén asesinando el planeta y junto a él, al hombre y su historia.

 

Las nuevas guerras declaradas, avisadas y ejecutadas como las de Afganistán e Irak, y las que vendrán, hay que ubicarlas dentro de estos planes y no bajo los argumentos mentirosos de lucha contra el terrorismo, situación y posición ambivalente, pues el mundo sabe hoy más que nunca, que los planes de expansión de los países imperiales por el control de los espacios, no responden a los intereses de los pueblos invadidos, ni al concepto de justicia social, ni a los de la democracia y libertad, ni mucho menos a la solidaridad y el bien común entre las naciones, sino que constituyen en su más profunda intencionalidad, una conducta que sólo puede calificarse de terrorismo de estado, pisoteando la dignidad del hombre y de sus países, negando la independencia, la soberanía y por lo tanto la autodeterminación de las naciones.

 

La moral del petróleo

 

Si hoy día nos correspondiera juzgar la guerra que le hace Estados Unidos a los pueblos que no se someten a su voluntad, a la luz de la historia moral de la guerra, en sus tres fases más conocidas: bellum justum (como un posible medio de justicia); raison d’Etat (como una prerrogativa de la soberanía) y como crimen, sin lugar a dudas esta última sería la ubicación exacta de las acciones bélicas, que ese país ha cometido contra la humanidad a lo largo de su vocación histórica imperial.

 

Para los Estados Unidos de Norteamérica, China y Rusia, solamente para nombrar a los más voraces, es innegable que el petróleo hoy día es causa determinante de su expansionismo colonial. Su modelo de desarrollo así lo exige, expertos petroleros señalan que estos país consumen más del 85% de la gasolina que se produce en el mundo.
Estas llamadas superpotencias, sin este preciado liquido, además del gas, no podría satisfacer sus necesidades de transporte, electricidad, su desarrollo industrial, su carrera armamentista para someter y asesinar a los pueblos; escrito de otra manera: su vida y desarrollo dependen del petróleo, de allí que este vital mineral donde quiera que se encuentre será asediado por estos países y no estarán tranquilos hasta apoderarse del mismo, no importando la forma de obtenerlo. Para los países más desarrollados el petróleo es un objetivo militar, de ello depende su seguridad, defensa y supervivencia.

 

Después de la desarticulación de la Unión Soviética y de su mal llamado socialismo, Estados Unidos quedo solo y transitoriamente aprovecho la oportunidad en su ambición de dominar el mundo, trazando un nuevo mapa geopolítico-energético, visualizando de esta manera los objetivos a ser tomados en su control para obtener el combustible que tanto necesita. De esta situación puede dar testimonio el pueblo árabe-islámico, sus espacios geográficos de manera descarada han sido acosados, hostigados y ocupados; Palestina es ejemplo viviente junto a Irak y Afganistán, producto de operativos militares con fines de exterminio en una guerra declarada como de alta intensidad, para borrar inclusive la memoria y el liderazgo histórico-nacionalista de los pueblos.

 

Las operaciones militares norteamericanas junto a sus aliados, tienen como objetivo fundamental ocupar plenamente el Medio Oriente (Katar, Kuwait, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Irak e Irán), además de esta situación, no dejan de tener amplio dominio sobre los corredores geográficos de Asia Central (Afganistán y las ex repúblicas soviéticas islámicas).

 

América Latina y el Caribe

 

En ese mismo mapa geopolítico-energético, América Latina está incluida; nuestro continente posee un poderosísimo corredor no solamente de energía petrolera y de otros minerales necesarios para la industrialización occidental, sino que también los norteamericanos saben que el agua y el oxigeno se agota en el planeta producto de los ecocidios, que a nombre del desarrollo ellos mismos han cometido contra la tierra y su humanidad.

 

En América Latina y el Caribe lo pueden encontrar todo, corredor energético que van a tomar “definitivamente”, si los pueblos son colonizados y domesticados a través de planes muy puntuales que se encuentran en pleno desarrollo y tienen su expresión concreta en el ALCA, Plan Puebla- Panamá y el Plan Colombia.

 

Desde luego, que estos nuevos planes de dominación no son de ahora, tienen sus antecedentes históricos en nuestro continente, de allí que el problema socio económico que se nos presenta hoy y que va más allá del problema político, si entendemos que la guerra es la prolongación en su etapa superior de la política, que plantea hoy día (la globalización) un nuevo proceso de recolonización, que necesariamente a de estudiarse dentro de un contexto de criterio histórico de totalidad, para poder comprenderlo, analizarlo y sobre todo poder enfrentarlo con conciencia histórica, es decir con conciencia de patria, nación y pueblo.

 

Ejemplos de lo que estoy afirmando abundan en nuestra historia latinoamericana; los historiadores Ricardo Martínez y Ramiro Guerra nos dan testimonio de esta situación al citar al senador Albert J. Beverigdge, en su discurso en el senado [EEUU] del 27 de abril de 1898 señalaba lo siguiente:
“Las fabricas americanas están produciendo más de lo que su pueblo puede usar. El suelo americano está produciendo más de lo que puede consumir. El destino se ha encargado de formular el texto de la política a seguir: el comercio del mundo ha de ser y será nuestro. Y lo conseguiremos conforme a las indicaciones de nuestra madre Inglaterra. Estableceremos centros comerciales a través de todo el mundo para la distribución de los productos americanos. Nosotros con nuestra marina mercante abarcaremos el mundo. Hemos de construir una flota de guerra que corresponda a nuestra grandeza. Grandes colonias, con gobiernos propios, ondeando nuestra bandera y comerciando con nosotros, crecerán en torno a nuestras avanzadas comerciales. Nuestras instituciones volarán tras nuestros negocios en alas de nuestro comercio. Una ley americana, una civilización americana y una bandera americana serán llevadas a tierras hasta ahora ensangrentadas y tenebrosas, las que entonces serán iluminadas y embellecidas por esas instituciones de Dios”.

 

Semejante discurso, solo expresaba para ese tiempo la clara vocación y la intencionalidad imperial que siempre han tenido las cúpulas económicas y políticas estadounidenses por apoderarse del planeta y particularmente de América Latina, recién logrado nuestro desprendimiento del colonialismo español. En este mismo orden de ideas recordemos las palabras del presidente norteamericano Thomas Jefferson al reafirmar la agresión armada para tomar posesión de las colonias en América Latina: “… absorber las colonias españolas pedazo a pedazo”.

 

Resistencia cultural

 

Hoy nos encontramos ante nuevas realidades económicas, ideológico-culturales y, por supuesto, de orden jurídico-político. Si observamos cuidadosamente cada uno de esos planos, podemos advertir claramente que las reformas y los reacomodos que se han dado en naciones y pueblos de todo el mundo, obedecen a los exclusivos intereses de los que promueven, impulsan e imponen el mundo globalizado. Hay que anotar la complicidad de las elites económicas y políticas que junto a los gobiernos de turno de cada país, se prestan y se siguen prestando para tan nefastos intereses, a cambio de que los dejen en el poder entregando los recursos naturales de los pueblos junto a su soberanía e independencia, entrega y traición que hacen en nombre de la democracia, la libertad, la justicia internacional e incluso hay quienes lo hacen en nombre de una revolución, para justificar sus acciones a cambio de miserables privilegios, prebendas y unas cuantas monedas de oro; conducta que quedara registrada en la historia de cada pedacito de patria, para seguir motivando eso sí, y sin lugar a dudas la rebelión de los pueblos, la resistencia heroica de siempre, para continuar escribiendo esa historia digna de los hombres y mujeres que seguimos soñando, añorando y peleando por un mundo distinto, donde se pueda plasmar un nuevo modelo civilizatorio preñado de utopía, donde el canto de los pájaros, el agua de nuestros ríos y quebradas, el frió de nuestras montañas, el viento que acaricia las aguas de nuestros mares, arrulle la solidaridad entre las naciones y los hombres que poblamos la madre tierra en búsqueda nuevamente de la armonía cósmica.

 

Hoy esa dominación, que practican los señores del gran imperio no es solamente de carácter militar, los Estados Unidos han comprendido que a partir de la Segunda Guerra Mundial, no basta solamente el poderío bélico para dominar a los pueblos, se requiere de una sociología que les permita conocer a los habitantes de cada nación que aspiran dominar, su composición de clase, su religiosidad y espiritualidad, costumbres, folclor, pensamiento político, los factores geográficos junto con sus riquezas naturales, todo esto en su entorno geopolítico.

 

De allí, que en el mundo globalizado preparar una guerra pasa por variables sociológicas, psicológicas, ideológicas, políticas, geopolíticas y por último de operaciones en el campo estrictamente militar. Son variables que se suman y que son abordadas con criterio de totalidad en las confrontaciones modernas, donde la ciencia y la tecnología tienen su papel predominante en todas las disciplinas del conocimiento.

 

Es un nuevo escenario mundial, por un lado el reordenamiento de la economía a través de la globalización, en la búsqueda de la recolonización del planeta y por el otro una ciencia y una tecnología que no solo incide de manera determinante y excluyente en el proceso productivo y en el modo de producción, sino que se utiliza también en los medios de comunicación para manipular, domesticar, alienar y colonizar los pueblos en nombre de la libertad. La guerra que hoy hace EEUU a los pueblos que no se someten por la vía dócil o del llamado conflicto de baja intensidad a sus intereses, es una guerra impregnada de gran contenido ideológico además de bélica. Esta guerra enfrenta una lucha a muerte de valores contra valores, es un choque que en lo cultural la han de ganar los pueblos que se niegan asumir el pensamiento único de la sociedad occidental.

 

Estados Unidos a la luz del capitalismo globalizado neoliberal, cambio su doctrina militar, de igual manera, los pueblos del mundo y sus respectivos movimientos emancipatorios con gran contenido nacionalista y patriótico tendrán que también modificar de manera muy puntual y profunda su doctrina militar. Es aquí donde jugarán gran importancia los poderes creadores del pueblo, para poder resistir contra la globalización neoliberal. En esa resistencia cultural se incorpora plenamente la memoria histórica de las naciones, sus luchas, sus guerras de independencia, su espiritualidad y religiosidad, su moral combativa, su perseverancia revolucionaria, costumbres, folclor, su ciencia y tecnología popular, sus formas de producir, sus creencias, su modo de vida, para poder abrirse paso en la confrontación que se libra y tendrán que librarse en todas sus formas de lucha que le dará el rearme ideológico, político y militar al pueblo y así mantenerse como alternativa y conservar su propia identidad. Estamos en presencia, sin duda alguna, ante una nueva doctrina militar, que enfrentaremos por la vida.

 

En el presente artículo, la intención es contribuir al debate para precisar quién es el enemigo principal, y poder marchar con conocimiento claro hacia las grandes tareas nacionales e internacionales, que permitan la unidad en la lucha contra la globalización neoliberal y sus respectivos planes.

 

Hoy más que nunca, la posición visionaria de Bolívar y Simón Rodríguez —entre otros— está presente y cada día que pasa, se hace más actual. Sólo se logrará la emancipación si nuestro continente Abya Yala marcha junto, enarbolando la bandera de la soberanía e independencia, porque al fin y al cabo, “para nosotros la patria es América”.
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* Columnista de http://ruptura.org

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