Eppur si muove: la izquierda anticapitalista en Francia e Italia

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Massimo Modonesi

A pesar de la derechización social y cultural, sancionada y reforzada por las victorias electorales de Berlusconi y Sarkozy, las izquierdas anticapitalistas italiana y francesa se mueven. En Francia, la Liga Comunista Revolucionaria acepta disolverse para promover la formación de un partido anticapitalista amplio y plural. En Italia, el Partido de la Refundación Comunista rechaza disolverse en un indefinido partido de izquierda y relanza su acción política en el terreno del conflicto social.

Iniciativas distintas pero orientadas en la misma dirección: reconfigurar y potenciar a la izquierda antisistémica que sigue existiendo y resistiendo a contrapelo de la derechización que recorre Europa y asume tintes francamente reaccionarios en Francia e Italia.

La LCR, surgida al calor del mayo 68, después de décadas de relativa marginalidad política, aumentó sensiblemente su presencia a partir de las elecciones presidenciales de 2002, cuando su joven candidato Olivier Besancenot obtuvo el 4% de los votos y se convirtió en un fenómeno mediático y el referente de una nueva generación de militantes radicales, principalmente altermundistas. Este mismo resultado obtenido en 2007, en ocasión de la victoria de Sarkozy, mostró la existencia de una izquierda radical al margen de las fuerzas tradicionales de la izquierda francesa (Partido Socialista y Partido Comunista).

Estos resultados rebasaban el horizonte político de una pequeña organización trotskista y, en consecuencia, sus dirigentes propusieron la conformación de un nuevo partido anticapitalista claramente diferenciado del “social-liberismo” del PS y de la inercia nostálgica y pragmática de un PCF reducido a sus mínimos términos. En enero de 2008, el Congreso de la LCR llamó a la convergencia a todos los individuos y organizaciones en lucha en contra del neoliberalismo que se reconocieran en una perspectiva anticapitalista. A lo largo del año se formaron alrededor de 400 comités en toda Francia en los cuales confluyeron los miembros de la LCR, militantes de otros grupos menores y un número sorprendente de nuevos activistas, en su mayoría jóvenes sin militancia previa en organizaciones políticas.

El proceso concluirá en enero de 2009 con la disolución de la LCR y la fundación del nuevo partido-movimiento cuyo nombre y forma se definirán en la marcha pero cuyas coordenadas ideales se han perfilado a lo largo de los debates de estos meses: prioridad a las luchas sociales frente a las elecciones, diferenciación e independencia del PS, nítida postura anticapitalista centrada en las clases trabajadoras y enriquecida por las perspectivas aportadas por el feminismo, el ecologismo, el antirracismo y el altermundismo.

En Italia, el PRC, después de la histórica derrota de las elecciones de abril, optó por un giro a la izquierda después de un dramático enfrentamiento en su reciente Congreso. Desde el fracaso de su participación en el gobierno Prodi, al interior de Refundación se levantó la fronda en contra del grupo dirigente formado alrededor de Fausto Bertinotti a lo largo de más de una década. Criticando la línea que llevó el partido a su mínimo histórico a nivel electoral y lo alejó de las luchas sociales, los opositores se opusieron a la propuesta de disolver a Refundación en un nuevo partido que uniera a todas las agrupaciones políticas y sociales situadas a la izquierda del Partido Democrático.

El Congreso, por pocos votos de diferencia, eligió sorpresivamente a Paolo Ferrero como nuevo Secretario General en lugar del candidato oficial y aprobó un documento que marca una discontinuidad fundamental con el pasado reciente: fin de todo acercamiento con el PD, defensa del PRC frente a hipótesis de disolución, giro hacia la izquierda, apuesta por el conflicto social y los movimientos, vínculo prioritario con los sujetos en lucha por encima de las alianzas con agrupaciones partidarias, privilegiar las relaciones con fuerzas comunistas y anticapitalistas a nivel nacional como internacional. En síntesis, relanzar la Refundación Comunista corrigiendo, hacia la izquierda y en el terreno del conflicto social, el rumbo emprendido en los últimos años.

Más allá del entusiasmo que las anima, los límites reales de estas iniciativas de renovación de la izquierda radical europea no pueden soslayarse. Tanto en Francia como en Italia el clima no es favorable y, aunque el otoño se anuncie caliente, las luchas sociales no han todavía logrado tomar un vuelo político que detenga a las ofensivas patronales sostenidas por los gobiernos de derecha. Los partidos social-liberales (PS y PD) a pesar de las derrotas, las divisiones y las derivas que los caracterizan, cuentan con una sólida presencia institucional y no dejan de ser los referentes de amplios sectores medios y populares moderados, atrincherados y siempre más despolitizados.

El riesgo que, en este contexto, las izquierdas antisistémicas se vean reducidas a un papel testimonial es real. Sin embargo, varias consideraciones abonan a la validez y la oportunidad de mantener, reformular y reforzar una postura política radical. En primer lugar, las estrategias moderadas tanto en Italia como en Francia han sido derrotadas tanto en las urnas como en el terreno de la iniciativa política. En segundo lugar, la intensidad de las ofensivas derechistas está destinada a suscitar crecientes movimientos de resistencia, al interior de los cuales, sin pretensión hegemónica, puede prosperar la reconstrucción de culturas políticas radicales que se nutran de las luchas sociales y la retroalimenten.

En tercer lugar, considerando las señales a nivel mundial, no está totalmente garantizada la normal y ordinaria administración de la dinámica gobierno-oposición leal y de conflicto-negociación y, por lo tanto, es oportuno desarrollar hipótesis radicales para enfrentar eventuales circunstancias de crisis económica, social y política. Por último, en todo caso, no sólo es legítimo, sino profundamente necesario sostener lecturas críticas y profundas de la reestructuración capitalista y desarrollar su contraparte, movimientos antagonistas que frenen la privatización del mundo, nutran contraculturas solidarias y vislumbren alternativas a pequeña, mediana y gran escala.

En esta lógica se colocan las recientes iniciativas de las izquierdas anticapitalistas italiana y francesa, sin nostalgia, sin liturgias ni sectarismos, sin la ansiedad inmediatista del resultado electoral o del impacto mediático promoviendo, desde el irreductible núcleo del antagonismo, la politización y la radicalización de la resistencia y la lenta construcción de otro mundo, posible y necesario.

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