ESCRITORES CONDENAN QUEMA DE LIBROS EN LA UNIVERSIDAD DE CHILE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

«Ahí donde queman libros, terminan quemando hombres».
Heinrich Heine

Este acto criminal de corte fascista se produjo la noche del martes 28 de noviembre (2006) cuando, so pretexto de apoyar reivindicaciones del pueblo mapuche, fueron quemados más de mil libros patrimoniales de la Universidad de Chile, la primera fundada con el surgimiento de la república independiente.

Elementos que se encubren tras capuchas y consignas de apoyo a los mapuche usaron para levantar barricadas libros saqueados a la Facultad de Filosofía. Muchos de esos volúmenes irrecuperables fueron domados a la Universidad por: el Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda; Mariano Latorre, Premio
Nacional de Literatura; Mario Góngora, Premio Nacional de Historia; Ricardo Latcham; que fue presidente de la SECh, entre otros que corresponden al patrimonio literario nacional.

Estos libros se hallaban en la bodega de la recién inaugurada biblioteca, a la espera de ser clasificados.

Este crimen obliga a estudiantes, profesores, escritores, intelectualidad y pueblo todo a defender nuestro patrimonio cultural y a luchar contra el fascismo en todas sus manifestaciones, aun la que encubre una
provocación que se puede voltear contra la etnia mapuche.

Carta de la SECH a Jorge Hidalgo,
decano de la Facultad de Filosofìa y Humanidades

La Sociedad de Escritores de Chile, manifiesta su estupor e ira por la quema de libros que destruyó parte sustancial de la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

Los escritores chilenos empeñados en satisfacer el requerimiento de lectura de nuestro pueblo y fieles a nuestro compromiso y consecuencia democrática, repudiamos la violencia fascista que se oculta tras consignas libertarias.

La incineración de libros que afecta a la primera universidad de la república, nos recuerda los negros momentos del golpe militar, cuando ardieron millones de ejemplares a lo largo de todo el territorio,
mientras compatriotas nuestros eran asesinados y torturados.

Conscientes de la imposibilidad de recuperar este legado de sensibilidad, estudio, investigación, creación, y memoria que se pierde con el patrimonio destruido, hemos decidido entregar un sencillo aporte de libros a la Biblioteca afectada.

Expresamos nuestra condena moral a la ideología que propicia este crimen y a los autores que lo cometieron. Los escritores e intelectuales estamos decididos a luchar para que no se repitan semejantes atentados contra la cultura.

Por la Sociedad de Escritores de Chile

Reynaldo Lacámara C. / Presidente

El decano y vice decano a la comunidad universitaria

Una carta dirigida por las autoridades de la facultad de Filosofía y Humanidades señala que el pillaje de la biblioteca y destrucción de los libros constsituyó una acción que «se suma a varias otras que se vienen realizando desde los últimos meses y que han afectado gravemente las actividades que llevamos a cabo como Facultad y, en especial, como Escuela de Postgrado».

Informan que el saqueo fue de alrededor de 1.200 libroe «aparentemente (…) metidos en bolsas plásticas de basura y, como descubrieron posteriormente y con horror algunos de nuestros alumnos y profesores, fueron usadas para encender barricadas en Avenida Grecia. Fueron robados y quemados libros en una hoguera que recuerda los peores momentos del fascismo y de la dictadura. De los restos que pudieron ser rescatados, se advierte que algunos de esos libros formaban parte de colecciones patrimoniales, en concreto de la biblioteca donada por Mariano Latorre. Se trata por lo tanto de una pérdida no solo para la Universidad sino también para el país».

Indican haber adoptado, entre otras, las siguientes medidas:

«Petición al Rector para que se querelle judicialmente y por lo tanto solicitándole que se realice una investigación a fondo sobre lo ocurrido. Cuestión a la que el Rector ha accedido (…) a primera hora del jueves 30 de noviembre.

«Iniciación de un sumario interno para recabar toda la información posible acerca del acceso, robo y cuantificación de los libros faltantes en la bodega del subterráneo de la Facultad.

«3. Denuncia pública a los medios de comunicación, entre otros Radios Bio-Bio, Universidad de Chile y Cooperativa, diarios La Nación, El Mercurio y La Tercera. Todos vinieron y conseguimos la presencia del Rector.

«Información al Presidente de la FECH y CGR de nuestra Facultad, solicitándoles un pronunciamiento y repudio respecto a estos hechos».

(Firman: los profesores Jorge Hidalgo, decano, y Bernardo Subercaseaux, vicedecano).

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foto

* Escritora y periodista.

Addenda
CONVERTIR LA QUEMA EN SEMILLA

Llorar por la leche derramada –los libros que ardieron– resulta tan inútil como inevitable; más allá de la pérdida el llanto debe dar paso a la reflexión, esto es: meditar sobre universidades y libros. Mejor todavía: sobre educación y libros.

Desde luego, y en primerísimo primer lugar, dar a conocer las razones de por qué colecciones tan valiosas pudieron ser tomadas, embolsadas, llevadas a la calle y quemadas con tanta facilidad.

En cualquier institución razonablemente administrada esos libros –precisamente por su valor patrimonial– habrían sido puestos a buen recaudo en una sala o bodega adecuada y segura, y jamás quedado sin vigilancia. Al fin y al cabo y para proteger bienes mucho menos valiosos se suele instalar alarmas y poner rejas en las ventanas y puertas de las casas y departamentos.

Los volúmenes son irrecuperables, cierto. Hay un modo, sin embargo, de hacer que la pérdida se convierta en un hecho positivo; transmutar la energía que se desvanecerá en el duelo, en energía que actúe una vez secas las lágrimas. Y dar finalmente las batallas necesarias para dotar –no sólo a esa facultad– de bibliotecas dignas y útiles a las generaciones de alumnos.

La «razzia» anti libro de la dictadura, que particularmente se ensañó con las estanterías de las bibliotecas del otrora Instituto Pedagógico y otras escuelas y facultades, dejó vacíos que penan hoy, tantos años después. El país dispone de recursos para emprender el repoblamiento de las bibliotecas –y para poblar aquellas del ámbito secundario–.

Es el colmo que maestros y profesores deban facilitar habitualmente a sus alumnos fotocopias –sí, fotocopias– de textos de sus bibliotecas privadas porque las escuelas y facultades no disponen del acervo mínimo exigible. Ello también ocurre en la Facultad de Filosofía y Humanidades.

(En muchas universidades privadas sucede lo mismo. Eso sí: en todas los pagos mensuales se cobran con meticulosidad y exactitud).

Que el decano Hidalgo y el vicedecano Subercaseaux encabecen una campaña nacional pro bibliotecas. Se nos ocurre que tendrán mucha compañía para hacer el esfuerzo. Aprovechando la ola, seguro que los rectores de liceos y directores de escuelas en la metrópoli y provincias «surfearán» exigiendo de una buena vez también bibliotecas y laboratorios que tanta falta hacen. O que en algunas primarias desempolven computadoras metidas en bodegas –ninguna se compró barata– porque algún técnico o alguna maestrita o maestrito improvisados no supo operarlas y dictaminó su inutilidad.

Si la destrucción de esos 1.200 libros no genera un movimiento serio, fuerte, multitudinario con autoridades y académicos al frente, querrá decir que estaban condenados de antemano, y que los escritores que los donaron vivían en otro país –que es lo mas probable–.

L.N.

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