España: Disolver al pueblo y elegir a otro

965

Jorge Calero*

En unos folletos oficialistas distribuidos en Berlín, tras el aplastamiento de las revueltas de 1953 por los tanques soviéticos, se leía que el pueblo había perdido la confianza del gobierno (sic). Bertolt Brecht se preguntó, a raíz de esa afirmación, si no les resultaría más sencillo a las autoridades soviéticas "disolver el pueblo y elegir a otro".

Pero tenemos también otra visión del pueblo, la que nos proporciona el adagio latino que afirma "Vulgus vult decipi", el pueblo quiere que le engañen.
 
Y ¿qué tipo de pueblo tenemos? ¿El que disiente y es necesario "disolver" para que el poder establecido pueda elegir a otro, o el que quiere que le engañen? Recibimos, recientemente, señales contradictorias. A veces, parece desear ser engañado: vota masivamente, por ejemplo, listas electorales atestadas de corruptos.
 
Sin embargo, en ocasiones, como en el caso del movimiento Democracia Real Ya, toma posiciones que el poder no asimila fácilmente y que en algunos casos intenta disolver. En el desalojo de la Plaza Catalunya en Barcelona, por ejemplo, el intento de "disolución" tomó una vía policial (por cierto, notablemente desproporcionada).
 
Estas respuestas contradictorias han existido siempre, pero la crisis parece estar agudizándolas.
 
Las escaseces materiales generan un incremento de la sumisión a fuerzas que quedan fuera del conocimiento y el control de los ciudadanos (las llamamos "mercados" por usar un eufemismo, pero responden a intereses concretos de personas y grupos concretos). Pero, simultáneamente, la crisis ha retirado de amplias capas de la población las expectativas de seguridad material para el presente y el futuro a medio plazo, haciéndolas más propensas al disenso y la crítica.
 
Y estas capas son, además, más diversas que las que tradicionalmente se habían visto excluidas del progreso material en el capitalismo: muchos jóvenes de clase media tienen ahora motivos reales para el descontento no sólo abstracto.
 
En el próximo futuro, es probable que el balance entre los que quieren ser engañados y los que no se decante por estos últimos.
 
*Catedrático de Economía Aplicada. Columna en sección Opinión del diario Público de Madrid,

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.