Estados Unidos: hacia Libia, con Dios de nuestro lado

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Saul Landau y Nelson Valdés.*

“Nunca dudaré en usar a nuestros militares de manera rápida, decidida y unilateral cuando sea necesario defender a nuestro pueblo, a nuestra patria, a nuestros aliados y nuestros intereses fundamentales. Por eso vamos a perseguir a al-Qaida donde quiera que ellos busquen un asidero… Dios los bendiga, y que Dios bendiga a Estados Unidos de América”.
Discurso de Obama acerca de Libia, el 28 de marzo de 2011.


“Estados Unidos (…) debe tratar de no ser ampliamente percibido como que trata de manipular la religión en la busca de intereses estrechamente establecidos”. Consejo de Chicago de Asuntos Globales, 22 de febrero de 2011, Informe de la Fuerza de Tarea. (Relaciones con comunidades religiosas en el exterior: Un nuevo Imperativo para la política exterior de EEUU).

“Si el presidente ordena un asesinato, seguramente es legal… Si el presidente ordena la tortura, seguramente es legal”. – Condoleezza Rice (ver aquí). Arrebatar a otros pueblos sus tierras e interferir en sus asuntos se hizo tan norteamericano como el pastel de manzana antes de la anexión de Texas y del “Destino Manifiesto” como el motor de la política exterior estadounidense.

En momentos inspiradores del siglo XVII, Dios envió desde Inglaterra a Sus escogidos a fundar la “ciudad en una colina” (Boston). Él ya había despachado a otros selectos súbditos británicos a colonizar “la tierra prometida” (Virginia). Según John L. O’Sullivan, en 1839 Dios tenía la intención de que “el logro de nuestro destino manifiesto se extendiera por el continente asignado por la Providencia para el libre desarrollo anual de nuestros multiplicantes millones”… Vean de qué manera los norteamericanos hablaban a Dios antes de Pat Robertson —antes de que Dios nos castigara con huracanes por permitir que los homosexuales retozaran.

En 1898 Dios, en la persona del asesor de Seguridad Nacional del presidente McKinley —mientras sugería simultáneamente titulares a William Randolph Hearst— respondió las oraciones de McKinley en busca de consejo. El Gran Hombre me dijo que “tomara las Filipinas”, explicó McKinley a la prensa cuando lanzó la guerra hispano-estadounidense.   El secretario de la Guerra Elihu Root exaltó las virtudes de esa guerra porque “el soldado norteamericano es diferente a todos los otros soldados de todos los otros países desde el inicio del mundo. Él es el guardián de avanzada de la justicia, de la ley y el orden, y de la paz y la felicidad”. (En Peter Maguire, La ley y la guerra: una historia norteamericana. Columbia University Press, 2002, págs.53-54).

Root omitió mencionar la participación de las tropas norteamericanas en la masacre de filipinos sospechosos de resistir la invasión. Nuestros soldados de vanguardia mataron a unos 600 000 antes de que el presidente Herbert Hoover terminara la ocupación en enero de 1933. (Howard Zinn, Sueños comunes, 6 de junio de 2007.)

Woodrow Wilson sostuvo una guerra santa a favor de la democracia. Harry Truman lo hizo para detener a un dictador comunista en Corea del Norte y apuntalar a uno fascista y cristiano en Corea del Sur. Y tanto Kennedy como Johnson y Nixon invocaron Su nombre. Reagan invadió Granada, pero no recordó quién se lo aconsejó, y Bush ordenó lo de Panamá después de su tercer Martini del almuerzo. El renacido Bush II sabía que sus orientaciones provenían de arriba. Los iraquíes y los afganos quedarán por siempre agradecidos de esas guerras.

Hacer la guerra sin una declaración del Congreso se ha hecho tradicional. Algunos pensaron que el ganador del Premio Nobel de la Paz eliminaría tal comportamiento. Pero, explicó él, tenía que matar (usó eufemismos) a los libios malos para salvar a los buenos. “Dios nos bendiga a todos”, agregó al final del discurso.

¿La foto de un Obama sonriente dando la mano al presidente Gadafi se tomó antes o después de que Obama supiera que era un libio malo? ¿La sonrisa de Obama era resultado de una constipación o es que Dios solo le informó recientemente después de rezar que Gadafi era malvado? ¿Convenció a Obama una consulta divina de no salvar la vida de los rebeldes en Bahréin y Yemen? Él no hizo nada cuando sus desagradables líderes los asesinaron por protestar.

¿O es que Dios, otra vez como asesor de seguridad nacional, explicó las importantes funciones religiosas del rey de Bahréin (anfitrión de la flota de EEUU) y del presidente de Yemen (que tortura a los que EEUU considera sospechosos de ser de Al-Qaida)? Soldados de EE.UU. con cámaras de sus teléfonos celulares envían a sus seres queridos por correo electrónico fotos de prisioneros desnudos y de esa manera revelan secretos de seguridad, tal como hicieron en Abu Ghraib y Guantánamo.

Obama no podía permitir a todos los déspotas que obedecen a EEUU matar a su pueblo con impunidad; así que junto a los aliados de la OTAN lanzó una intervención “humanitaria”. Aviones y barcos de guerra lanzaron misiles contra objetivos libios mientras se especulaba correctamente que los medios principales no preguntarían si estos impresionantes ataques explosivos matarían a civiles. Bueno, aunque mueran algunos no es intencional.

Posteriormente puede que sus familiares hasta cobren una compensación. Somos generosos con los gastos de guerra. Al llamar “humanitaria” a la misión la distinguimos de misiones anteriores cuando los belgas masacraron a unos 12 millones de congoleses. Entre 1903 y 1906, los alemanes mataron a 60 000 hereros en Namibia.   En 1964, la CIA suministró a Indonesia el nombre de más de un millón de sospechosos de ser ateos y comunistas. Nuestros amigos anticomunistas en esa obediente nación musulmana los aniquilaron —humanitariamente

Nuestros soldados mataron a unos cuatro millones en Viet Nam, la mayor parte civiles —es difícil recordar por qué—. Y nuestro entusiasta amigo latinoamericano general Ríos Montt (un ferviente cristiano) exterminó a unos 70 000 campesinos guatemaltecos (1965-1977) –y así sucesivamente. 

Estados Unidos asegura que tiene la autoridad para matar a gente en Pakistán, Somalia y Yemen sin realizar acusaciones formales –olvídense del proceso debido— si el presidente (después de rezar) decide que puede que sean enemigos. Así que equipos estadounidenses de muerte (¡ah, la colaboración!) y aviones sin piloto (¡la alta tecnología es una maravilla!) borran del mapa a sospechosos de ser enemigos (enemigos de Dios, por supuesto).

¿Matan estas entidades recién nombradas a más personas que ese Gadafi maldito de D…? ¡Vaya! Por poco uso el nombre de Dios en vano —un pecado—. Pero no hay de qué preocuparse, las armas que Obama instruyó a la CIA que entreguen a los “libios libres” llevarán la bendición de Jesús.   ¡Dios bendiga a Estados Unidos!

* Saul Landau es cineasta, su último filme, Por favor, que el verdadero terrorista se ponga de pie, está disponible por medio de cinemalibrestudio.com.
Nelson Valdés es profesor emérito de la Universidad de Nuevo México.

En http://progreso-semanal.com

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