Estados Unidos: – HORA DE DEFINICIONES

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Elecciones claves

El globo tiene puestos sus ojos en las elecciones norteamericanas –las más costosas de la historia humana– y que han de definir muchas cosas que alterarán otras hasta en las comarcas más recónditas en países lejanos.

Este proceso se da en una coyuntura crucial: el atascamiento de la mega-potencia en la “guerra global anti-terrorista” y al borde de una recesión que puede arrastrar hasta al tendero o trabajador de la Patagonia o de la Polinesia. Igualmente las políticas inmigratorias que EEUU siga afectarán a las decenas de millones de emigrantes latinoamericanos y tercermundistas en todo el planeta.

En EEUU solo hay dos partidos que pueden alternarse en el poder: los demócratas (que son más centristas y liberales) y los republicanos (más derechistas y conservadores). Ambos deben pasar por un extenso proceso de elecciones internas en las cuales, en todos los 50 Estados de la Unión además del distrito capitalino y otros territorios, las sucesivasr votaciones van eliminando precandidatos, hasta que las convenciones partidarias proclamen a los que reúnan más delegados. [Ver recuadro adjunto]

Este proceso se inició con las asambleas (“caucus”) de Iowa el tres de enero de 2008. Y luego que afiliados de ambos partidos han sufragado en seis e siete estados, este martes cinco, se producen votaciones simultáneas en más de veinte estados –incluyendo los más poblados, como California o Nueva York–.

Los demócratas votan en 22 Estados que representan el 52% de sus delegados al congreso partidario y los republicanos lo hacen en 21 Estados que eligen el 41% de sus delegados.

Los republicanos están unidos en plantear más firmeza y tropas en Iraq y Afganistán y en evitar la recesión reduciendo los impuestos, mientras que los demócratas quieren un cronograma para retirarse de Iraq y piden un programa económico que estimule beneficios sociales, salario mínimo y gasto público para impedir una debacle en la economía del país y en el mundo.

Los republicanos tienen hoy tres candidatos importantes. John McCain es el único de ellos que tiene más preferencias en las encuestas que cualquier demócrata y que plantea crear consensos con ese partido al tiempo que pondrá más hombres y recursos en Bagdad hasta ganar esa guerra. El ex pastor bautista Mike Huckabee y el ex obispo mormón Mitt Romney piden una mayor influencia de la religión en la sociedad y la política, rechazan cualquier amnistía a los indocumentados y son más militaristas y más conservadores en lo social y económico.

Los demócratas, en cambio, se han reducido a Hillary Clinton y a Barack Obama, quienes son más permeables a legalizar a los indocumentados –aunque los dos votaron a favor de construir el muro entre EEUU y México– y comparten una similar política interna y externa. Ella se jacta de su experiencia y de que inicialmente votó a favor de invadir Iraq, mientras que Obama afirma que él siempre se opuso a esa guerra y es más proclive a reunirse con los presidentes de los “Estados parias” de Irán, Siria, Venezuela y Cuba.

En cierta manera estas elecciones son atípicas pues por primera vez en dos tercios de siglo no es candidato el presidente o su vicepresidente en ejercicio. Todos los principales postulantes representan algo nuevo. Si los demócratas deben escoger entre llevar a su primer presidenciable negro (Obama) o mujer (Clinton), los republicanos deben optar entre tener su primer candidato que no sea un protestante (sino el mormón Romney) o hacer que alguien que no ha nacido en EEUU y un octogenario (McCain) debute en la Presidencia.

Lo usual es que cada vez que EEUU entra en un bajón económico gana la presidencia el partido opositor. De allí que los demócratas se sientan optimistas, aunque no solo quisieran ganar éste y el siguiente mandato cuatrienal, sino abrir una larga era donde su partido domine el poder.

Los demócratas fueron la fuerza predominante en la primera mitad del siglo XIX hasta que los republicanos lideraron la amplia mayoría de gobiernos desde 1861 hasta 1932. Luego, desde ese año hasta 1969, todos los presidentes (salvo Ike Eisenhower en 1953-61) fueron demócratas. En las siguientes cuatro décadas los republicanos han estado siempre en la Casa Blanca (salvo durante dos administraciones). Una fuerte derrota republicana tal vez podría abrir las puertas a un prolongado periodo demócrata donde la mega-potencia sea más cauta en hacer invasiones unilaterales y retroceda en sus políticas pro libre comercio.

Demócratas contra Republicanos

Desde hace siglo y medio la política estadounidense se basa en dos grandes partidos (el republicano y el demócrata), los mismos que son los más grandes de Occidente y del mundo industrializado. De los 200 millones de estadounidenses aptos para votar unos 55 millones están registrados como republicanos, 72 millones como demócratas y solo una minoría de 42 millones como independientes.

La posibilidad que se estructuren terceros partidos nunca ha roto ese duopolio. Candidaturas que competían con los republicanos desde la derecha, como la del multimillonario Ross Perot ayudaron a que Bill Clinton gane en 1992 y 1996. La candidatura ecologista de Ralph Nader quitó por la izquierda algunos pocos votos al demócrata Al Gore, con lo cual perdió ante Bush en el 2000.

Los roles de estos partidos han cambiado con el tiempo, pues en ambos se ha operado una gran transmutación. El Partido Republicano se fundó en 1854 postulando erradicar dos plagas: la esclavitud y la poligamia (la primera estaba legalizada en los Estados del sur y la segunda en Utah). Su reducto era el Noreste, el cual fue clave para que en 1860 Abraham Lincoln fuese el primero de sus 18 Presidentes en ser electo. Entonces Marx y los socialistas les veían como progresivos y les apoyaron durante la guerra civil (1861-67). Tras la Guerr de la Secesión, que emancipó a los afroamericanos, éstos tendieron a alienarse con los republicanos.

El Partido Demócrata hunde sus raíces en el movimiento que Thomas Jefferson creó en la última década del siglo XVIII y en los gobiernos que tuvo EEUU entre 1801 y 1841. Si bien tenía una retórica contra la aristocracia y a favor de los granjeros, trabajadores e inmigrantes irlandeses, los demócratas impulsaron guerras contra México y la población originaria. En la cuestión de la esclavitud ellos toleraron ésta en el sur y cuando la guerra civil estalló muchos de sus sectores no quisieron combatir en el bando abolicionista. La principal base de dicho partido era el “sólido sur”.

Sin embargo el noreste ha pasado de ser el baluarte de los republicanos a convertirse en el de los demócratas. Con las reformas sociales de Franklin D. Roosvelt (presidente en 1933-45) y el apoyo a los derechos civiles con los gobiernos de John Kennedy y Lyndon B. Johnson (1961-69) los afroamericanos fueron emigrando desde el republicanismo hacia los demócratas, a punto que hoy ellos son el sector que más mayoritariamente les apoya. Sin embargo, ese giro fue alienando a los conservadores blancos del sur, que se irían apartando de los demócratas y que han hecho que hoy el sur sea republicano. En las últimas presidenciales Bush ganó ampliamente en todos los Estados sureños. Utah es el Estado que hoy da los mejores porcentajes electorales al republicanismo mientras que los mormones que le dominan son la religión que más se ha identificado con Reagan y los Bush.

Los republicanos se han ido re-posicionando como uno de los partidos más conservadores del mundo, mientras que los demócratas, quienes inicialmente estuvieron a su derecha, desde hace casi un siglo se le ubican a su izquierda. En política externa los republicanos han dejado de ser una casa abierta a los anti-intervencionistas (como los que se opusieron a participar en las dos guerras mundiales) para convertirse en paladines del intervencionismo militar unilateral.

Las diferencias

Ambos partidos comparten el mismo modelo de capitalismo de libre empresa privada con un sistema republicano y una política exterior y militar que garantice la hegemonía de EEUU en el mundo. Si bien esto hace que algunos consideren que demócratas y republicanos sean dos brazos de un mismo cuerpo, lo cierto en que hoy ambos partidos representan distintas orientaciones y bases sociales.

Los republicanos tienen mayor peso dentro de la mayoría blanca protestante, así como dentro de los más pudientes y las corporaciones, los cristianos y muchas zonas rurales. Ellos son el baluarte de las distintas formas de conservadurismo en lo político, económico, social, religioso y en materia de política externa e inmigratoria.

Postulan políticas monetaristas que buscan estimular a las inversiones reduciendo impuestos, controles y regulaciones. Plantean que el gobierno debe dejar de abarcar tanto en el campo económico para concentrarse en brindar mejor seguridad interna y externa. Cuestionan muchos gastos públicos y los beneficios sociales. A diferencia de los conservadores de Canadá, Reino Unido y Francia, que defienden sistemas de salud universal y gratuita, los republicanos norteamericanos lo rechazan pues aducen que es “medicina socializada” y plantean que la salud sea pagada y ésta y los seguros deben estar en manos privadas.

Los demócratas se han convertido en la principal fuerza dentro de las minorías étnicas (a excepción de quienes han llegado a EEUU escapándose de los regímenes de Cuba y Vietnam), de las feministas y de los homosexuales. Son fuertes en las ciudades y dentro de los sindicatos y entre los sectores más pobres y marginados. También tienen mayor influencia en el mundo académico y profesiones liberales. Los estados que más les apoyan son los más inclinados a ideas liberales como el Noreste, la zona de los grandes lagos y el Pacífico (incluyendo Hawai). Los republicanos dominan en el resto: el sur y el Oeste no costero.

Los demócratas tienden a plantear más impuestos a las ganancias y una economía más regularizada. En 1932 crearon con Roosvelt el “New Deal”, donde se promovieron formas de estado de bienestar social y de protección a los más necesitados para incentivar el consumo y la economía. Hoy la mayoría de los economistas profesionales son demócratas pues muchos de ellos se sienten atraídos por el ideal de una economía mixta con un presupuesto balanceado que busque disminuir la pobreza y las desigualdades con una redistribución tributaria. Este partido plantea más inversión en colegios y hospitales estatales para mejorar dichos servicios hacia los más necesitados mientras que los republicanos creen que eso perjudica el derecho que debe tener cada familia para decidir que centro de salud o de educación más le conviene. A pesar de prometer establecer un sistema universal de salud no lograron implementar. En 1993 Bill Clinton le dio a su esposa Hillary la tarea de hacer ello pero ambos retrocedieron ante la presión de las grandes corporaciones médicas.

Estas diferencias económicas se manifiestan en cuestiones como el salario mínimo (que los demócratas apoyan pero que los republicanos creen perjudica a los inversionistas) o la protección del ambiente natural (que los demócratas llaman a privilegiar para “no destruir al planeta” mientras que los republicanos creen que nuevas regulaciones pueden jaquear nuevos capitales y empleos).

En el plano social los demócratas son más abiertos a apoyar al derecho al aborto y el de los homosexuales para unirse o adoptar niños, a la investigación de células madres y al pluri-culturalismo, mientras que son más duros contra la proliferación de la venta de armas. Los republicanos, en cambio, están muy influidos por la derecha religiosa que llama a defender la vida «desde su comienzo», a que se instauren rezos en los colegios, que postula que los únicos matrimonios que debe haber y deben adoptar chicos son los que se da entre un hombre y una mujer, no quieren muchos controles al uso de armas por parte de los ciudadanos y se oponen a que se usen células humanas en esos experimentos.

Muchos demócratas acusan a los republicanos de que si bien hablan de obligar a las mujeres a continuar con embarazos que no quieren, incentivan la cultura de la muerte pues son campeones de la pena capital y la venta libre de rifles. Estos últimos, en cambio, retrucan que ellos son más serios en atacar al crimen.

Los republicanos son un reducto de las congregaciones cristianas (especialmente las de tipo pietista y los mormones) que llaman a que dios y la Biblia dominen la escena política, moral y cultural, o a que en los colegios se enseñe que los humanos descienden de Adán y no la Teoría de la Evolución. El fundamentalismo bíblico fue impulsado por Bush para contrarrestar al islámico.

En cambio los agnósticos y sectores más pro-ciencia se sienten más cómodos con los demócratas. El 70% de los judíos y usualmente (aunque no siempre) los cristianos litúrgicos (como los católicos, episcopales o luteranos germanos) suelen votar por los demócratas. Tras las guerras contra Al Qaeda la comunidad musulmana, tradicionalmente conservadora, ha ido enajenándose del republicanismo para preferir a su competencia.

En política externa los republicanos se han caracterizado por ser más duros e intervencionistas. Apoyan haber invadido Iraq sin la venia de Naciones Unidas y la actual estrategia de Bush allí. Los demócratas les critican porque su unilateralismo les está empantanado en esa guerra, les ha hecho perder aliados y ha hecho que Al Qaeda avance en adeptos y acciones.

Los demócratas, si bien plantean restablecer la imagen internacional de su país, han sido también muy intervencionistas. Son ellos quienes lideraron a su país para que entre, contra una inicial fuerte oposición interna, a pelear en las dos guerras mundiales. Harry Truman, presidente demócrata en 1945-53 y gestor de la OTAN y la guerra fría, entró en la guerra de Corea sin apoyo formal del congreso. Con las administraciones demócratas de Kennedy y Johnson (196-69) se acentúa la guerra de Vietnam y se lanzó la fracasada invasión a Cuba, por lo que casi estalla la primera guerra nuclear.

En la cuestión militar los republicanos son proclives a pedir más soldados para Iraq y Afganistán y a aumentar el gasto militar –aunque puedan querer disminuir el gasto en servicios sociales–, mientras que los demócratas son más permeables a recortes en el presupuesto bélico o en el uso de cierto tipo de armas. Mientras que Bush no considera que los combatientes no convencionales (“terroristas”) deben ser tratados según las reglas sobre prisioneros de guerra de Ginebra, los demócratas creen que sí deben hacerlo y piden desmantelar Guantánamo.

Todos los republicanos aceptan que se pueda ir a bombardear Irán (cosa que Clinton podría compartir pero de lo que duda Obama), aunque algunos de ellos llaman incluso a lanzar misiles nucleares contra campos terroristas.

Los candidatos sobre América Latina

Ninguno de los candidatos le da mayor importancia a esta región, es el Medio Oriente y otras zonas las que dominan la discusión sobre política externa. En muchos casos el interés por América Latina se reduce a qué hacer ante Chávez: los republicanos son más duros y los demócratas pueden ser más accesibles a tratar con él. Ninguno de los candidatos es fluido en castellano o portugués.

Algunos investigadores destacan la contradicción de los republicanos, quienes llaman a hacer una lucha mundial por la libertad mientras desestabilizan gobiernos electos que no les son favorables –como los de Venezuela y Palestina– y apoyan con todo a dictaduras como la saudita, pakistaní o uzbeka.

Dentro de los republicanos Romney tilda a Chávez de “tirano” con lo que no descartaría justificar alguna forma de violencia para derrocarlo. Dice que bajo su administración no habrá diálogo con Cuba ni corte del boicot. Sin embargo los líderes cubanoamericanos creen que más serio ante Castro es McCain y el senador Mel Martínez le ha considerado como la mayor pesadilla que tiene Fidel.

Obama, por el contrario, ha manifestado que en el inicio de su gestión podría reunirse con Castro o con Chávez. Su objetivo es no dispersar fuerzas y concentrar todos sus energías en abatir a Al Qaeda. La senadora Clinton, en cambio, dice que continuará el embargo a Cuba y no muestra ninguna disposición a entrevistarse con esos mandatarios latinoamericanos izquierdistas.

Ante los Tratados de Libre Comercio los republicanos son los que los han impulsado, mientras que los demócratas prestan oídos a los proteccionistas. En la Cámara de los Representantes la gran mayoría de los demócratas votaron contra el TLC con América Central (el CAFTA) y muchos de ellos ponen objeciones al que Bush quiere suscribir con Colombia y Panamá.

En relación a Latinoamérica, la mayor preocupación de los norteamericanos es qué hacer con los 12 o más millones de indocumentados –la mayoría mexicanos y centro y suramericanos– y el hecho de que cada año cruzan sus fronteras medio millón de “ilegales”. Mientras los republicanos son más duros contra los “sin papeles”, los demócratas están dispuestos a aprobar programas que les permitan legalizarse y convertirse en ciudadanos. Esto último es algo que ha hecho que el grueso de los hispanoamericanos, aunque sean socialmente más conservadores, se sientan más atraídos hacia los demócratas aunque en el 2004 Bush cosechó muchos votos entre de ellos.

Si los republicanos ganan y extienden las restricciones a la inmigración generarán precedentes para Europa, Japón y Australasia. Si los demócratas vencen posiblemente continúen construyendo el muro, pero buscarán formas de amnistía total o parcial en las cuales se impongan ciertas multas a quienes quieran ser ciudadanos.

Los candidatos republicanos

Cada una de las alas de ese partido está levantando su propio precandidato. John McCain representa a los “centroderechistas” o “moderados”. Él, si bien plantea hoy recortar impuestos, votó dos veces cuando Bush quiso hacerlo. Ha sido crítico de Bush, contra quien compitió en las internas del 2000. En varias ocasiones ha hecho bloque con varios demócratas en el congreso contra el grueso de su partido. Esto último contribuye a hacerlo popular entre los independientes, pero le ha quitado puntos dentro de la militancia partidaria tradicional.

Si bien ha concitado el voto de muchos evangélicos por ser pro pena de muerte y oponerse al aborto y a las uniones «gays», la derecha religiosa desconfía de él porque: podría aceptar formas de amnistía a los “ilegales”, ha votado por ciertos controles a la venta de rifles, ha chocado con importantes “lobbies” como el del tabaco y plantea anular ciertas “técnicas de interrogación” a los prisioneras de guerra que en otras partes son caracterizadas como tortura.

McCain nació en una base militar en el Canal de Panamá y su abuelo y padre fueron almirantes. Estuvo cinco años y medio en prisión –cuando la guerra– en Vietnam. A pesar de eso fue uno de los primeros republicanos en pedir restablecer relaciones con esa república comunista. Su aureola de héroe de guerra y de experto en combate le dan mucho respaldo en los sectores más ligados a las FFAA. Él, al privilegiar el asunto Iraq, quiere mostrarse como el hombre que sí podría acabar con tanta tropa allí pero ganado la guerra y para eso pide más energía y más tropas.

Entra al “Súper Martes” con el viento en su favor. Ganó en La Florida, donde no votaron los independientes sino solo militantes del partido. MacCain es el republicano que más delegados tiene y el que lidera las encuestas a nivel nacional (incluso ante los demócratas). Tras haber sido despreciado por ser un “disidente” ahora empieza a ser apoyado por varios líderes del “stablishment” republicano. Lo apoyan desde el general Norman Schwarzkopf –jefe de la coalición que atacó a Iraq en 1991– hasta el gobernador de California Arnold Schwarzenegger.

Rudy Giuiliani, el ex alcalde de Nueva York que en el 2007 llegó a liderar las encuestas dentro de los republicanos, se retiró para darle su apoyo. Él inicialmente fue muy popular al acentuar su rol en el 11-S y postular la seguridad ciudadana, pero no caló en muchos conservadores, quienes le cuestionan haberse casado tres veces o aceptar formas de aborto.

Hoy McCain es el favorito en ganar la nominación de su partido. Le respaldan los sectores menos duros y tradicionalistas, los hispanos y quienes creen que es la única garantía para lograr mantener a su partido en el poder.

Sus dos principales competencias apelan a la derecha religiosa y al conservadurismo. Mitt Romney tiene más millones que él para gastar en la campaña en la cual ha buscado presentarlo como un liberal que puede ser bien visto por Kerry o el New York Times, pero que está alejado del “republicanismo tipo Reagan”. Le acusa, además, de no saber mucho de economía. McCain ha admitido que ello es una debilidad suya –a la par que cometió el error de sugerir bajar el consumo para evitar la recesión (cuando es todo lo contrario).

Romney lidera al ala de los conservadores económicos, quienes piden más exoneraciones tributarias y cuestionan el récord de McCain de haber votado contra éstas en alianza con demócratas. Y lo critica por no pedir deportar a todos los ilegales. Esto, si bien le quita votos latinos, le hace crecer dentro de los blancos. El llama a redoblar Guantánamo y se opone a cuestionar las “técnicas de interrogación”.

En la cuestión del medio ambiente mientras McCain es más permeable a introducir regulaciones, Romney le critica por haberse opuesto a excavar petróleo en reservas naturales de Alaska. McCain retruca que en lo único que Romney es consistente es en haber cambiado de posiciones en todos los puntos importantes: Iraq, aborto, homosexualidad y control de armas.

Muchos republicanos creen que Romney no tiene suficiente experiencia de gobierno (es más, quiere sacar provecho de eso presentándose como el líder del pueblo ante los incompetentes de Wáshington) y piensan que un cuarto de los electores puede que nunca vaya a votar por un mormón.

Mike Huckabee es el principal exponente del ala evangelista. No sólo condena el aborto y a las uniones «gays», sino que llegó a afirmar que la homosexualidad es un pecado y algo que pone en riesgo la seguridad y salud de la población (planteando incluso aislar de la población a los infectados con el virus del SIDA).

Huckabee plantea atacar a los países donde puede haber terroristas e impedir que los ciudadanos de países donde éstos existen (como Pakistán) puedan emigrar a EEUU.

Mientras McCain buscaría ser una cara republicana más aceptable y conciliadora ante demócratas e independientes, Romney insiste en ser el guardián del conservadurismo republicano, el cual él cree que es esencial para poder ofrecer un programa monetarista que muestre que su partido si puede sacar al país de su actual bajón económico.

Un dato importante es quien será el compañero de fórmula de McCain pues en el 2013 él tendrá 86 años, edad en la que podría necesitar un relevo.

Los candidatos demócratas

En este partido solo quedan dos aspirantes serios: Hillary Rodham Clinton y Barack Hussein Obama. El reciente retiro de John Reid Edwards puede que favorezca más a la primera que al segundo.

Edwards ha tenido un discurso populista y proteccionista y llamó a imponer el servicio universal de salud y a beneficios para los más pobres. Con ello logró calar dentro de muchos trabajadores y varones blancos. Al dejar la carrera sin apoyar a nadie seguirá buscando negociar su apoyo a uno de los dos finalistas a cambio de concesiones políticas o tal vez para que le vuelvan a poner, como lo hizo Kerry en la elección pasada, dentro de la plancha presidencial. Su vacío le quita a la Clinton una barrera para llegar al electorado blanco que ella cree poder atraer mejor que su rival afroamericano.

Los Clinton representan, al centro de su partido, un ala que logró hacer que los demócratas sean elegibles al desafilar su anterior prédica pro reforma social distanciándose de su pasado de keynesianismo económico. Para la izquierda del partido Clinton se acercó muchos a los republicanos al no implementar el sistema universal y gratuito de salud, al reducir impuestos y al lanzar varios ataques militares en Sudán y la ex Yugoeslavia. Por eso algunos de sus sectores vieron con simpatía la candidatura de Nader contra el vicepresidente Gore.

En la cuestión de la guerra de Iraq, mientras Edwards se arrepiente de haber votado a favor de ésta y Hillary no –aunque ahora llama a retirarse– Obama se jacta de su voto en contra cuando ésta y Bush eran muy populares.

Ambos candidatos postulan irse replegando de Iraq para concentrarse en Afganistán y en dar con Bin Laden. Sin embargo, Obama va más lejos que Hillary Clinton en tender la mano a los regímenes contestatarios: dice estar dispuesto a entrevistarse con Fidel Castro, Hugo Chávez, Bashar Assad y Mahmoud Ahmadinejad, algo que ella considera prematuro mientras no descarta apoyar un bombardeo sobre Irán.

La senadora Clinton se ha ido acercando a posiciones halconas durante la actual administración. Apoyó a Israel cuando invadió Líbano y por la construcción de un muro para aislar a los palestinos.

Ambos plantean que en sus administraciones EEUU no volverá a actuar tan unilateralmente y buscará restablecer su imagen mundial, ella con un rostro femenino y él con uno de color. Obama insiste en que él, a diferencia de la senadora, votó contra el unilateralismo y también plantea ir hacia un desarme que acabe con la eliminación de todas las armas nucleares del mundo.

Ambos plantean restablecer ciertos impuestos para levantar el sistema de salud y extender seguro al desempleo. Sin embargo ninguno de los dos quiere seguir la ruta británica de tener un sistema de salud completamente público y buscan fórmulas mixtas, donde tengan participación las corporaciones privadas de salud y seguros médicos.

Obama y Clinton apoyan la pena capital. Ella, si bien dice oponerse al aborto, no lo penalizará; y si bien dice rechazar los matrimonios homosexuales acepta uniones legales de parejas del mismo sexo.

Entre los Clinton y Obama se han producido fuertes choques personales. Ella le ha acusado de ser amigo y haber sido financiado por Tony Rezko, a quien acaban de volver a detener por fraude. Él recuerda que ha sido abogada y accionista de Wall Mart/ ASDA, una mega cadena de supermercados cuestionada por muchos sindicalistas por sus bajos sueldos y malas condiciones laborales.

Si la Clinton llegó a tener hasta 30 puntos de ventaja sobre sus rivales y anhelaba con ser coronada, la irrupción del “joven afroamericano” la ha desestabilizado. Su marido al intervenir tanto en atacar a Obama la desfavorece mostrando la posibilidad que los Clinton sean otra familia que remplace a los Bush o que vaya a una suerte de co-presidencia.

La forma como los Clinton han golpeado a Obama ha hecho que Toni Morrison, el Nobel de literatura que acuñó la frase que Bill Clinton fue “el primer presidente negro de EEUU”, les cuestione y apoye a Obama. También ha hecho que Ted, jefe del “clan” Kennedy, se haya decidido a hacer campaña por Obama –a quien, por otra parte, la hija de JFK caracteriza como el sucesor y heredero de su asesinado padre–. Aunque dos hijas de Bob Kennedy apoyan a la Clinton, lo acontecido viene haciendo que la pugna por la candidatura demócrata enfrente a las dos principales dinastías de ese partido.

Perspectivas

Según los sondeos en el súper martes deberían quedar en la lid los dos candidatos que el New York Times ha recomendado: McCain y Clinton. Sin embargo, Romney y Obama tienen mucho vapor en sus maquinarias.

El millonario mormón dispone de mucho dinero y apoyo dentro del corazón conservador de su partido, mientras que Obama viene despertando gran entusiasmo en capas jóvenes y de color que anteriormente no se sentían atraídas por la política. Él es uno de los factores que hace que crezca ampliamente la participación de la población en las internas y caucus demócratas.

Una polarización entre McCain y Clinton pondrá a los moderados de ambos partidos tratando de competir por el centro mostrando cada cual muchos conocimientos y experiencia. Si Romney logra la proeza de derrotar al viejo zorro McCain ubicará a su partido en el campo de la derecha dura, desde la cual buscará mostrar más consistencia, aunque también le puede quitar votos, especialmente en sectores asustados por sus creencias religiosas o su extremo conservadurismo.

Si Obama se convierte en el primer candidato negro a la presidencia generará grandes expectativas, incluyendo a votantes republicanos, que puedan ilusionarse con un cambio, algo que es la consigna de su campaña. Una pugna entre él y Romney será entre la del primer afroamericano que quiera llegar a la Casa Blanca para postular más igualdad y conciliación entre las razas y el representante de la única iglesia que hasta hace 30 años negaba a la gente de color el derecho de ser sacerdote pues creían que la tez oscura es una mancha del pecado. También será entre dos semi-“outsiders” con poco o nula experiencia en Wáshington.

Romney si llega a competir con él o ella les echará en cara que los demócratas debilitan a EEUU al proponer salirse de Iraq, con su liberalismo social pro uniones «gays» y pro aborto y no querer seguir reduciendo impuestos. Sin embargo, si él es candidato su partido será más vulnerable cuando los demócratas traten de capitalizar al centro, a los moderados y a las minorías étnicas.

McCain, mientras tanto, viene encabezando las encuestas mostrándose como un republicano que puede llegar a acuerdos con el otro partido y que tiene mucho coraje, experiencia y honestidad.

El resto del mundo, entre tanto, debe seguir mirando desde lejos y sin poder intervenir en como los EEUU eligen a su presidente. Esto, a pesar que dicha elección puede a la postre afectarles mucho más que tal vez muchos de problemas internos que puedan tener.

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* Analista internacional. Trabaja en Londres.
www.bigio.org.

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