Estados Unidos: – LA MILITARIZACIÓN DEL ESPACIO EN LA ALTA ATMÓSFERA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El satélite, denominado USA-193, fue lanzado el 14 de diciembre de 2006, y poco después de entrar en órbita, perdió el contacto con las estaciones de Tierra por lo que comenzó a orbitar a la deriva, con el riesgo añadido de que podría caer en cualquier lugar de la Tierra a comienzos de marzo.

Ante el peligro de la hidracina en los tanques, el presidente estadounidense George W. Bush ordenó derribar el USA-193 para evitar que ese componente tóxico pudiera causar estragos al caer en nuestro planeta.

Al respecto, es necesario recordar que la caída incontrolada de satélites de gran peso desde la órbita terrestre no son acontecimientos de gran trascendencia. Así, en enero de 2002 cayó en la Tierra el satélite de investigaciones estadounidense Extreme Ultraviolet Explorer con una masa de 3,5 toneladas.

Como ocurre en la mayoría de los casos, la mayor parte de la estructura de ese ingenio se calcinó en las capas altas de la atmósfera (capas densas), y una cantidad menor de fragmentos en forma de lluvia candente cayó al océano.

De forma similar cayeron a la Tierra la estación orbital estadounidense Skylab y su análoga soviética Saliut-7/Kosmos-1686, cada una de ellas con una masa diez veces superior a recién derribado USA-193.

En general, en los casi cincuenta años transcurridos en la Era espacial, a la Tierra han caído al menos un centenar de satélites sin control, y en ningún caso, ocasionaron la muerte de personas o produjeron daños materiales considerables.

¿Cuáles pudieron ser las causas reales para que el presidente estadounidense ordenara derribar el USA-193 averiado con un misil?

Es poco convincente el argumento de que había que abatir el satélite para destruir cerca de media tonelada de hidracina congelada en sus depósitos. Porque combustible del mismo tipo (altamente tóxico) se emplea actualmente en muchos cohetes portadores, entre ellos, los Protón que fabrica Rusia.

Cuando ocurren lanzamientos fallidos de esos cohetes, la mayor parte del combustible se quema en las capas bajas de la atmósfera e incluso, cierta cantidad de ese carburante cae en la superficie de la Tierra junto con los fragmentos metálicos calcinados.

Según expertos, se trata de situaciones altamente desagradables pero que no suponen un peligro letal. En el caso concreto del USA-193 las posibilidades de que el tanque de combustible, con un diámetro de apenas un metro llegará hasta la Tierra fueron prácticamente nulas.

En ese sentido vale la pena recordar el trágico descenso de la nave Soyuz-1 en el que murió trágicamente el cosmonauta soviético Vladimir Komarov, en abril de 1967. Con una masa superior a las tres toneladas y un diámetro de dos metros, la Soyuz-1 al caer en Tierra ocasionó un gran incendio. Tras la extinción de las llamas, en el lugar de la caída sólo quedaron charcos de aluminio derretido, y algunas estructuras calcinadas de titanio.

Prácticamente tampoco quedó nada después del trágico descenso del transbordador estadounidense Columbia, en febrero de 2003.

Probablemente, la administración y los militares estadounidenses tuvieron otras razones para abatir el USA-193, y según algunos expertos, esos motivos pudieron ser dos.

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El primer motivo apunta a que EEUU decidió abatir el satélite para impedir que se descubrieran elementos secretos instalados en el USA-193.

Del artilugio sólo se sabía que pertenecía a la Dirección Nacional de Espionaje de Estados Unidos y que supuestamente estaba destinado a probar nuevos instrumentos y tecnologías para los satélites estadounidenses espías de nueva generación. Las mediciones fotométricas realizadas por los centros de control espacial de varios países establecieron que el USA-193 no tenía baterías solares características para la mayoría de los satélites y que constituyen el elemento energético principal de cualquier artilugio en órbita.

Algunos expertos suponen que a consecuencia de fallos, el satélite sencillamente no pudo desplegar sus baterías solares. Pero otros especialistas barajan la posibilidad de que en lugar de los paneles solares, el USA-193 estaba equipado con un reactor nuclear, lo que suponía una situación de riesgo muy diferente.

En su tiempo, la Unión Soviética (URSS) puso en órbita satélites para actividades de espionaje marítimo y para la ubicación y señalamiento de objetivos con fuentes de energía nuclear a bordo. Una vez concluido su período de vida útil, esos satélites se impulsaban a órbitas a gran altura, hacia las denominadas órbitas de sepultura, donde permanecen girando centenares de años.

No obstante, durante la fase de trabajo activo, uno de esos satélites atómicos sufrió una avería y cayó en el norte de Canadá. Entonces, la contaminación radiactiva ocasionada en el medio ambiente fue insignificante y la parte soviética tuvo que pagar importantes compensaciones por los perjuicios causados.

Es probable que para evitar que se repitiera un incidente similar, el gobierno estadounidense opto por destruir el USA-193 antes de que cayera a Tierra. Pero la mayoría de los expertos en Rusia apuestan que EEUU tuvo otros motivos de más peso para desembarazarse de su satélite espía.

Los análisis indican que los militares estadounidenses intentaron realizar bajo cuerda la experimentación de nuevas armas contra satélites, sobre todo cuando esa prueba cumplía prácticamente todos los requisitos de una situación real.

Según el escenario de esa prueba, para destruir el satélite se desplegaron tres destructores con misiles Standart Missile-3 y un radar flotante similar a los radares estadounidenses utilizados en el programa nacional de defensa antimisiles (DAM).

En el caso de un fallo en un primer intento (que no ocurrió) los dos destructores debieron de intentar abatir el satélite. Expertos rusos indican que en la prueba tuvo un carácter exclusivamente ofensivo, porque los estadounidenses ignoraron las consecuencias del experimento en la actividad del segmento orbital y la navegación de naves tripuladas en el espacio.

A pesar de que el Pentágono aplazó la destrucción del satélite hasta el feliz aterrizaje del transbordador Atlantis, en lugar de un satélite a la atmósfera cayeron miles de fragmentos metálicos algunos de tamaño considerable en una zona de caída muy amplia. Además, a consecuencia de la explosión, parte de los fragmentos quedarán en órbitas altas y permanecerán allí durante largo tiempo ocasionado un riesgo adicional para otros satélites e incluso para las naves con cosmonautas.

En relación a la seguridad de los vuelos espaciales tripulados, merece la pena recordar el revuelo que recientemente protagonizó la NASA cuando advirtió sobre la urgencia de alterar la altura de la órbita de la Estación Espacial Internacional (ISS) para evitar una colisión con los fragmentos de un satélite chino.

Entre otras cosas, ese satélite chino también fue abatido con un misil disparado por militares desde China en 2007. En el caso de los fragmentos chinos, afortunadamente la advertencia de la NASA resultó desproporcionada.

¿Cuál será ahora la situación de seguridad de la ISS y de futuros vuelos espaciales de las Soyuz TMA y los transbordadores estadounidenses tras la destrucción del USA-193 de mayor tamaño?

Observadores destacan el hecho de que la decisión de destruir el USA-193 se produjo días después de que EEUU rechazara tajante un proyecto de acuerdo internacional sobre la prohibición del uso de armas en el espacio propuesto por Rusia y China. Por lo visto, los estadounidenses están concentrando su atención en la defensa de su actual y futura flotilla de satélites de aplicación civil y militar y también las posibilidades de aniquilar las flotillas análogas de otros países.

En octubre del año pasado, el secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates en una de sus intervenciones afirmó: la prueba exitosa de interceptar satélites con misiles hecha por China demuestra que nuestra flotilla de satélites es vulnerable y considero necesario preparar una respuesta.

Esa respuesta pudo ser la orden de Bush de abatir el USA-193 con el MS-3 disparado por el Lake Erie desde el Pacífico.

Según la prensa, la operación para abatir el USA-193 tuvo un costo de entre 40 y 60 millones de dólares y el software del MS-3 fue adoptado para identificar al satélite.

Expertos militares en Moscú opinan que las pruebas también suponen una fase para la experimentación de modelos de armamentos estratégicos nuevos y para comprobar la eficacia de los elementos del DAM para la destrucción de aparatos en órbita.

La opinión de los expertos rusos es compartida por el Centro de Seguridad Espacial Henry Stimson estadounidense que considera que la destrucción de satélites con misiles tiene relación con los planes de EEUU para la militarización del cosmos. El Pentágono desarrolla programas de armas contra satélites, afirmó recientemente Michael Krepon, director de centro Stimson, una entidad independiente que también estudia proyectos sobre armamento espacial.

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* Periodista de la agencia de noticias rusa RIA NOVOSTI.
En un despacho de ARGENPRESS (www.argenpress.info), agencia de noticias independiente argentina.

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