Estados Unidos. – NADER, LOS DEMÓCRATAS Y EL PODER CORPORATIVO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Ralph Nader ha decidido participar una vez más en la contienda presidencial, y muchos demócratas gimen y se lamentan. Dicen que si Nader no se hubiera postulado en el 2000, Al Gore hubiera resultado electo. Tienen razón. Ellos temen que si en 2008 las elecciones son reñidas Nader podría desviar nuevamente suficientes votos de la candidatura demócrata como para entregar la victoria a los republicanos. No es probable que la historia se repita de esa manera, y Nader ya no tiene en 2008 el mismo apoyo que tenía en el 2000. Sin embargo, no es un temor totalmente irrazonable.

Ni el temor a entregar la Casa Blanca al Partido Republicano ni todo el lloriqueo demócrata del mundo va a impedir a Nader postularse. Nader es un obseso, pero también tiene razón en algunas cosas. Lo que necesitan los demócratas en vez de atacar a Nader es robarle la iniciativa tomándose en serio su mensaje acerca de la dominación corporativa del sistema político norteamericano.

Los demócratas en la Cámara de Representantes dieron un pequeño paso en esa dirección la semana pasada cuando aprobaron eliminar $13 mil millones de dólares en rebajas de impuestos a las compañías petroleras. El voto es simbólico, porque ninguna industria es un mayor ejemplo del apabullante poder de las mega-corporaciones como las grandes petroleras. Sin embargo, a pesar del voto adverso en la Cámara, el poder de las petroleras, que se extiende por las tres ramas del gobierno, se encontraba en todo su esplendor a fines de febrero en Wáshington,

Por una parte, los analistas pronostican que los republicanos en el Senado, como han hecho en tres ocasiones previas, pudieran evitar que se vote la ley, la cual niega descuentos tributarios a las compañías petroleras y dedica el dinero a apoyar la energía alternativa. En caso de que el proyecto de ley logre sobrepasar a los perros guardianes de los intereses petroleros en el Senado, la Casa Blanca ha prometido que vetaría la legislación.

Pero no son solo el Congreso y la Casa Blanca los únicos buenos amigos que la industria petrolera tiene en las altas esferas. Una generación de dominación de la presidencia por parte de los republicanos ha garantizado que el Tribunal Supremo sea un lugar amistoso para los intereses corporativos, incluyendo a las compañías petroleras. Eso se hizo evidente una vez más cuando el 27 de febrero se presentaron los argumentos orales en el Tribunal Supremo acerca de un caso presentado contra Exxon Mobil por 32.000 nativos de Alaska, pescadores y trabajadores de empacadoras debido al vertimiento de petróleo del tanquero Exxon Valdez en 1989.

El desastre ocurrió cuando un capitán borracho empleado por la petrolera para navegar su barco lo encalló y provocó el vertimiento de 11 millones de galones de petróleo, la destrucción de miles de empleos y daños a 1 200 millas de costas en Alaska. Un tribunal concedió a los demandantes una compensación de US$5.000 millones por daños y perjuicios. Más tarde un tribunal de apelaciones rebajó la cantidad a $2.500 millones.

La preocupación por la «naturaleza excesiva de la compensación», y no las dificultades de los pescadores y el daño a la economía y ecología de Alaska fue lo más presente que tuvo la mayoría de los jueces del Tribunal Supremo, según reportes de prensa. Como era de esperar, el juez Antonin Scalia parecía listo a tomar partido por Exxon Mobil. El más moderado Anthony Kennedy también parecía inclinarse por los demandados. En cuanto al Presidente del Tribunal Supremo John Roberts, el periodista Dana Milbank de The Washington Post describe su expresión como molesta por la aparente injusticia del fallo compensatorio. Roberts pregunto al abogado de los demandantes: «¿Y qué puede hacer una corporación para protegerse de tales fallos compensatorios por daños?»

La respuesta del abogado de los demandantes de que podían contratar a personas aptas y competentes provocó la risa en el tribunal. Pero Exxon Mobil puede haber reído último, ya que hasta los jueces moderados estaban listos a reducir sustancialmente la cifra de la compensación. Entre los que participaron en el interrogatorio a los abogados, solo la jueza Ruth Bader Ginsburg se abstuvo de plantear que la compensación concedida a los demandantes era excesiva.

Esta situación revela el gran poder que la industria petrolera tiene en Washington. Pero la industria no es una excepción de ninguna manera. El poder corporativo está firme y ampliamente atrincherado en la capital de la nación y a menudo usa su influencia en contra del interés público. El Partido Demócrata puede quejarse todo lo que quiera de Ralph Nader, pero siempre habrá un Ralph Nader hasta que los demócratas dejen de andar de la mano de las grandes corporaciones solo un poquito menos que los republicanos.

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* Periodista de http://progreso-semanal.com

majcastro@gmail.com.

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