Estreno: en 21 días tal vez a escena la farsa OEA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Cocteles son cocteles, como formalidades son formalidades y, ante el empate entre los dos candidatos que llegaron “a la final”, el correspondiente para recibir al nuevo Secretario General se postergó hasta después del lunes dos de mayo.

Los detalles, es un decir, de las cinco votaciones y los cinco empates –17 votos cada uno– entre los candidatos a la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos, señores Luis Ernesto Derbez y José Miguel Insulza (el primero canciller de México, el segundo ex canciller y actual ministro del Interior chileno), tal vez sean conocidos por la opinión pública latinoamericana –única a la que, desde luego improbablemente, podría interesar este asunto–.

“Contamos con 17 votos” había asegurado el Gobierno chileno: no se equivocó ni le fallaron sus aliados. El candidato Francisco Flores, salvadoreño, señaló que renunciaba para dar el paso al aspirante mexicano –el mayor de los hermanos menores de Centroamérica y parte del Caribe–: no erró ni lo abandonaron sus aliados, que entregaron sus secretos, otro decir, votos a Derbez.

Al margen de asombrar por la decoración de su edificio sede, que suele describirse como “lujosa”, la OEA –el aparato con el que la Casa Blanca orienta a su patio trasero– exige en sus normas que la elección del Secretario General se defina por la mitad más uno de los votos de los países que la integran, esto es: 18 voluntades.

Si nadie los obtiene, pues se vota de nuevo. Entre votación y votación se permiten los conciliábulos. En este caso, tras las tres de rigor hechas “al hilo”, se dio un descanso –para el diálogo– y se procedió a una segunda tanda. En fin, el empate persistió. Después de las 16.30 –hora estadounidense– los delegados ajustaron sus corbatas y resolvieron seguir votando en mayo, mes de Tauro: porfiados los bueyes.

¿Por qué el afán?

De la OEA, que camina a tropezones desde 1948 (Johnnie Walker –no confundir con el canciller chileno, que es Enrique Walker– lo hace desde hace más de un siglo y medio y nadie se queja–), dicen todos los expertos en política internacional independientes, y lo reconocen muchos dependientes, que no sirve para nada, en el sentido de que no es un organismo en el que “una cabeza vale un voto”.

La OEA es el apéndice del State Department encargado de cosas menores para América Latina: la voz de EEUU en sus regiones, o sea. ¿Por qué entonces el afán de los actuales gobiernos mexicano y chileno por el honor (dudoso) de que la administre y represente uno de sus ciudadanos?

En términos deportivos –las informaciones brindadas por las estaciones de radio y TV de Latinoamérica, y cuando usted lea esto la que habrán dado los periodicos de la mañana del martes 12 de abril– lo que ocurrió en la votación parece en verdad el relato de un partido de fútbol. Pero la elección es un encuentro menor, aunque Derbez e Insulza son jugadores de primera división, como lo era Flores. México y Chile han gastado tiempo, dinero y muchas horas-hombre para ganar el “match”.

Probablemente Derbez, si es elegido secretario, tendría en la OEA un refugio político si las cosas se desmoronan, como algunas indicaciones del final del gobierno al que sirve parecen señalarlo; en efecto, la situación política de México no es grata y quizá Fox se vaya sin los aplausos que tuvo al asumir. Pero el hombre de Potosí no es persona de pocos recursos financieros y, por cierto, no necesita de la OEA para llevar algo a la olla familiar, problema que sí lo es para el 60 por ciento de sus conciudadanos.

Conoce Derbez la tierra de su rival. Trabajó 14 años para el Banco Mundial –como responsable de diversos proyectos de desarrollo de áreas regionales en América Latina, África y Asia– y participó en la puesta en marcha de 105 programas de ajuste estructural en Costa Rica, Honduras y Guatemala. Y Chile. Fue también a lo menos supervisor de los informes macroeconómicos de esos países, así como de otros en el área financiera.

Insulza, en cambio –al que no pocos en Chile llaman “el panzer”, no por un equívoco en la pronunciación de su sobre peso, sino por los tanques de von Rommel en el norte de África– es uno importante en la “cohabitación” que gobierna Chile y que, todo lo indica, seguirá manejando el desastre ambiental y social de ese país. Y –porque en el alto mundo de la economía y la política nada es casual– tampoco es un desconocido en México, país en que vivió buena parte de su exilio dictatorial.

Si miramos con los ojos del apesadumbrado “ciudadano medio”, constataremos que no necesita, como no lo necesita Derbez, el sueldo de secretario general; ha servido, aunque brevemente, en el servicio exterior chileno, y sólo en Buenos Aires, en un cargo adjunto a la embajada chilena en la Argentina, supo depositar en su cuenta corriente, o de ahorro, por concepto de ingresos, cheques superiores a los US$ 18.000 mensuales –algunos dicen que entre pitos y flautas cantidades que rozaban los 20.000–. Algo habrá ahorrado.

¿Entonces qué?

Como uno de los candidatos es mexicano, tal vez no sea impropio recordar que el sub Marcos recomienda mirar “abajo y a la izquierda”. Más: como en Chile y en México el juego de los dados no es desconocido, ver “por abajo”, no lo que muestra el cubo, sino lo que el dado esconde pegado al tapete es una necesidad. Las comuniadades mapuche –en Chile–, por otra parte, niegan a Insulza autoridad moral para aspirar al cargo al que postula.

El politólogo Napoleón Campos asegura que por la influencia de Estados Unidos (en rigor dice “las influencias”: frase nada de críptica en México y otros países para aludir a la tarea de “convencimiento” que se realiza, digamos, chequera en mano) algunos gobiernos favorecerán al candidato mexicano. Serían Jamaica, Bahamas y Haití.

Así, reformulemos el interrogante: ¿qué buscan el PAN y la Concertación?

De quienes se habla

Lo que conforma al Partido de Acción Nacional es tan viejo como la Revolución mexicana de 1910, aunque su constitución tenga otra fecha. El PAN históricamente representa lo «mejor» de la derecha mexicana. Nunca bregó por ganar el gobierno, sino para recuperar lo que le pertenece, tomado a mansalva por el PRI.

El Partido Revolucionario Institucional –en el gobierno desde el fin de la Revolución –asesinatos de Villa y Zapata mediante, y de muchísimos otros además– fue con el uso del poder adquiriendo las tinturas de las banderas del PAN. Lo inflitró la pompa y manierismo de Maximiliano, olvidó al señor Juárez, hizo del “Grito” una ceremonia banal, repartió tierras repartidas –y permitió su recompra o llano apoderamiento–, se puso corbata, planchó sus trajes, se corrompió. Pero mantuvo a la oposición con generosidad; mientras ésta no traspasara ciertos límites nadie baleaba a nadie. Tuvo una política exterior formalmente independiente: recibió a miles de españoles tras la Guerra Civil, no rompió con Cuba, homenajeó a Salvador Allende…

Hasta que la popular “mordida” y la avidez de sus prohombres superó la capacidad de producción del país, y el narcotráfico y las narcofinanzas y sus rencillas internas rompieron ventanas mucho tiempo clausuradas.

Vino entonces la escisión y una mirada –con el rabillo del ojo, cierto– hacia la izquierda, comenzaron a pesar los muertos, se expresó el cansancio del pueblo que más sabe en América de injusticias y traiciones –con la sola excepción de Bolivia–, y ¡zas! por esas leyes de la historia a la insurgencia zapatista, allá en el sur, se contrapuso la diferente continuidad de Vicente Fox.

Fox no gana el poder, lo recupera, y hoy el PRI quiere volver. No tiene con qué. Lo traicionó todo. No le queda ni el recuerdo de su lejano origen. No pactará con Fox, pero está a su lado para detener “al populismo”.

La Concertación chilena es un ayuntamiento de olvidadizos –no de maestros y discípulos– que permite acceder al diálogo fantasmal del poder a un revoltijo de cuasi golpistas, golpistas, ex víctimas, mediocres, astutos, traidores, acomodaticios y tecnócratas. Se encumbra a través de un pacto con los asesinos de 1973/90 y sobre mucha, ay demasiada, sangre vertida en vano, al menos por ahora.

La sórdida negociación que puso fin al gobierno de Pinochet recién comienzan a conocerla los chilenos, pese a que está documentada –por ejemplo en ensayos como el de Felipe Portales Chile, una democracia tutelada o en los textos de Luis Vitale, para no terminar con una sábana de citas y títulos–.

A 15 años del primer gobierno de la Concertación encabezado por el señor Alwyn, uno de los que contribuyó al golpe de Estado –aunque fuere, dándole el beneficio de la duda, sin advertirlo él– el país austral “luce” con Brasil (y México) como uno de los más repugnantes de América por el injusto reparto del producto social, un grado de depredación ambiental que supera con creces las proyecciones de la dictadura, y una voluntad política nula para revertir semejante realidad.

Los chilenos nunca jugaron bien al fútbol, y en la actualidad parecen haber olvidado la dignidad detrás del juego. Chile es el país de las declaraciones, de la negación del adversario, de la ceguera social, de la vía única. Es una curiosidad histórica y sociológica, una anécdota que recordarán los que zafen; se ha barrido con la solidaridad social, con la igualdad ante la ley, con las expectativas de los pobres. Unos pocos se creyeron jaguares, son gatos escaldados.

No todo es blanco, ni negro, desde luego. Se construyen caminos y autopistas, bulevares, rascacielos; se renovó en los últimos años la burocracia estatal; aumentaron los costos de la educación media y superior hasta hacerlas inaccesibles incluso a las capas medias; se integran localidades a la internet y se pretende que todos hablen inglés sin saber escribir en castellano. Los conductores de buses urbanos duermen, literalmente, en los pasillos de las máquinas, se drogan para resistir jornadas de 14 horas en el tráfago urbano. Las hemorroides los atormentan. El país se ha convertido en una estadística ajena a su realidad.

La teoría de las prefecturas

México fue virreynato, Chile capitanía general. Como autoridad monárquica absoluta gobernó con su dedo el presidente de México; como capitán general lo hizo el dictador chileno. Los tiempos cambian a veces con suma rapidez. La percepción de la realidad tarda un poco más.

Las elites mexicanas y chilenas –en o fuera del gobierno– advirtieron la llegada de la unipolaridad; no advierten –no quieren hacerlo– que ésta es tan violenta y rapaz como breve será su paso. Eligieron –la elite mexicana con 10 años de triste anticipo, la chilena con ditirambos vergonzantes– asociarse a ella.

¿Resultado? Monstruosos logros “macro”; terribles cuentas a pagar por los que Mariano Azuela llamó “los de abajo” en México; y la “mejor economía” de América del Sur y la más grande desazón social en Chile. Cuestiones “micro”. Llueve sangre de murciélago.

Abreviemos.

Roma necesitó controlar sus vastos territorios. Pero los Poncio Pilato no bastaron, fue necesario contar con una red administrativa local. Entregó ciudadanía, abrió la oficialidad de sus legiones, creó cargos, coimeó, otorgó reconocimiento y honores: todo por el imperio.

La sede del imperio contemporáneo necesita asegurar su Egipto, esto es: la corriente de materias primas, de mentes formadas, de sirvientes. Necesita el puerto de Alejandría.

Como en las provincias del norte y en la Judea de la Antigüedad, los límites son inestables. No bastan los macdonald’s ni el cine made in Hollywood ni la CNN en los territorios de ultramar. Esos bárbaros musulmanes y los decadentes europeos no son de fiar. China termina de desperezarse. El mundo dejó de ser ordenado, pierde pulcritud. Carnivore no puede espiarlo todo. El “way of life” está amenazado.

Aferrado entonces a la metáfora de América como hemisferio del planeta, el imperio coordina su retaguardia por si la suerte es adversa entre el Mediterráneo oriental y la peninsula de las dos Coreas. Pero, por poderoso que sea, aprendió del III Reich –Napoleón es demasiado viejo y francés– que no se pueden abrir frentes aquí y allá sin debilitarse. La solución es obvia. Una zanahoria.

Más allá de los usos que se hace de ella en algunos filmes y chistes porno, la zanahora es famosa por sus vitaminas y porque hace caminar a los borricos. Los vecinos del sur bien gozan con lo porno –el imperio sabe (gracias CIA) de las(os) amantes de sus dirigentes– y se muestran harto borricos, para decir la verdad. Muchos de sus intelectuales ni llegan a asnos, aunque algunos se crean en algo grandes como burros, y a sus políticos de labia fácil les encanta las zanahorias del “reconocimiento” cuando las acompañan algunos ceros vitamínicos.

Quién sabe, amparados en la filosofía de Will Durant y la práctica de maese Teodoro –con un toque de John F. y el ejemplo de Bill– los funcionarios del imperio seducen, culebrean, prometen, separan. Los vastos territorios egipcios son divididos. Una extensión va del Río Bravo –para no decir de más al norte– hasta Colombia e incluye el Caribe; la otra se mide desde Amazonia hasta la Península O’Higgins, de mar a mar.

México, lo establece en un discurso el señor Bush, será el “amigo” que lo represente en la primera división –aunque no en Colombia, que será protectorado–. El problema es América del Sur.

De los rioplatenses ni hablar. Menos de Brasil, agazapado para entrar en el club de los importates. En cuanto a los andinos, no se puede confiar en ellos: son ladinos, mestizos y revoltosos. Como los brasileños y rioplatenses no cambian a Bolívar por Pershing, no les interesa Mac Arthur y de la Condoleeza sólo miran las piernas. Salvo…

Salvo esos otrora “comunistas” de la Concertación. Parecen haber aprendido algo. Firmaron el TLC con pocas protestas, no joden con eso de la propiedad intelectual, se creen californios y blancos. Aunque tarde avanzan sobre sus sioux propios, a los que llaman mapuche. Y se sienten inferiores a los argentinos –absolutamete excecrables–, pero mejores que los bolivianos…

Lagos habla inglés –un poco chapurreado, cierto, pero mejor que otros–, y dejará el gobierno a alguna de las damas que ayudó a formar –que también algo saben del idioma de Sinatra–; si no se le encabritan una sobrevivirá: el candidato más afín, el Fox del sur, cría su úlcera y su derrota con entusiasmo.

Pero es Chile el no confiable, ninguna olla a presión lo es. Por tanto los de la “Concertation” no pueden aspirar a más que a una gendarmería sub regional. Está Brasil por ahí, en alguna parte.

La política es un ajedrez. O una pirinola: toma todo, todos ponen. Veamos cómo los del sur se manejan en la elección de la OEA, forzada por ese ladrón al que hicimos elegir y que ahora está preso en Costa Rica.

Naturalmente hay otras lecturas. Por ejemplo: que el señor Insulza, (a) el pánzer, pudiera encabezar un movimiento segregacionista. Contaría con Venezuela –el horrendo Chávez y todo su petróleo–; con el poco fiable Lula: al fin y al cabo alguna vez trabajó, a diferencia de muchos de sus colegas; con el sucesor de Toledo, que lo ha hecho excelente; tal vez hasta con los bolivianos (una playa no es más que una playa al fin de cuentas); seguro que con esos paraguayos, si dejaran de interesarse por los 4X4 y la marihuana for export; por los ecuatorianos apenas echen a Lucio. Y está Fidel, que tose y no muere y –lo peor– habla; y Tabaré silencioso en su país secreto; y Martín (algo habrá heredado de su padre); tampoco se puede confiar mucho en los ticos, y…

El imperio no es dado a especular ni a los sueños. Mueve sus piezas. Egipto bien vale una crucifixión inesperada.

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* Informe de Magalí Sylveira y Gonzalo Tarrués.

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