Europa occidental y Rusia se acercan

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Immanuel Wallerstein*
El lento proceso de crear una alianza geopolítica duradera de Europa occidental con Rusia tiene una larga historia, que madura lentamente. Puede rastrearse a la visita del presidente Charles de Gaulle a la Unión Soviética en 1944, donde él firmó el Tratado Franco-Soviético de Alianza y Asistencia Mutua. Fue una forma de reafirmar la centralidad de Francia en la política europea y de tomar distancia de sus aliados (de algún modo renuentes): Estados Unidos y Gran Bretaña. Para De Gaulle, los intereses geopolíticos se impusieron a las diferencias ideológicas.

El siguiente momento crucial fue el empeño del canciller social-demócrata de Alemania occidental Willy Brandt en pos de la llamada "Ostpolitik", tras llegar al cargo en 1969. Esto implicó una nueva détente, una relajación diplomática, con la Unión Soviética (y también la apertura de comunicaciones con Alemania oriental).

El tercer momento crucial fue el gran debate a finales de las décadas de 1970 y 1980 por la construcción de un gasoducto de la Unión Soviética a Europa occidental, que fue apoyado por Alemania, Francia y aun la Gran Bretaña de la señora Thatcher.

El cuarto momento crucial fue la proclamación que hiciera en 1987 el primer ministro soviético Mijail Gorbachov, de la necesidad de construir "un hogar europeo común".

El punto en común de los cuatro momentos fue que Estados Unidos consideró a todos dudosas propuestas, por lo menos, y en el peor de los casos como iniciativas que potencialmente socavaban sus intereses globales.

Tras el colapso de la Unión Soviética, la Rusia de Boris Yeltsin congeló todas estas ideas, y le dio prioridad a desarrollar relaciones cercanas con Estados Unidos. Todos los regímenes poscomunistas de Europa centro-oriental, descansaron al ver disminuir los signos de relaciones más cercanas entre Europa occidental y Rusia.

Sin embargo, cuando a Yeltsin lo sucedió Vladimir Putin, las políticas públicas rusas se revirtieron hacia la búsqueda de relaciones más estrechas con Europa occidental, y con Francia y Alemania en particular. Esto pareció madurar en febrero de 2003, cuando los tres países unieron esfuerzos para derrotar el intento de Estados Unidos y Gran Bretaña de hacer que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas respaldara la invasión de Irak que estaba a punto de ocurrir. Esta vez, Estados Unidos, bastante abiertamente, definió esta colaboración como hostil a los intereses globales estadunidenses.

. El gasoducto conocido como Nord Stream iría de Rusia a través del Mar Báltico a Alemania dándole la vuelta a Ucrania, Bielorrusia, Polonia y los estados bálticos.

El South Stream iría de Rusia vía el Mar Negro a Bulgaria, y de ahí tendría dos ramales, una vía noroeste a través de Serbia, Hungría y Eslovenia hacia Austria y otra vía al suroeste cruzando Grecia y el Adriático hacia Italia.

Estados Unidos impulsa un tercer proyecto de gasoducto llamado Nabucco, que intenta rodear Rusia obteniendo gas de Turkmenistán. Cruzaría el Mar Caspio a Azerbaiján, seguiría por Georgia, Turquía, Bulgaria, Rumania y Hungría a Austria para ir de ahí a Alemania y a la República Checa. Pero debido a que las existencias de Turkmenistán son limitadas, el gas tendría que venir, a fin de cuentas, de Rusia, lo que disminuye su utilidad geopolítica.

En cualquier caso, en lo que Le Monde llama "golpe maestro", Putin llegó a París a finales de noviembre para sellar un trato con los franceses para trabajar junto en lograr los gasoductos Nord Stream y South Stream. Una figura francesa clave, el director ejecutivo de GDF Suez, Gérard Mestrallet, dijo que "Rusia es un socio indispensable para el futuro y para Europa".

El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, hizo un llamado a "un espacio de seguridad común" entre Europa y Rusia. Éste es el mismo Sarkozy que es alabado en Washington como el más pro estadunidense de los presidentes franceses desde 1945. De nuevo, los intereses geopolíticos avasallan a las diferencias ideológicas.

Los estados de Europa centro-oriental terminarán alineadas, descontentas y temerosas. Pero la realidad geopolítica es que Estados Unidos puede hacer muy poco por disminuir el paso de la gran alianza que se avecina.

 

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