Fujimori: – JOHN WAYNE NO ERA JAPONÉS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Alguna vez Pablo Neruda escribió que John Wayne no podía mascar chicle y simultáneamente caminar. Golpe tremendo a la imagen del hombre que, en las pantallas de cine, con su sonrisa torcida y un caminar bamboleante –las botas de montar de taco elevado: herencia española del «Far West»– nunca dudó en desenfundar el Colt 45 para abrirse paso en las situaciones más apuradas. Fujimori, y no en el cine, luce también una sonrisa torcida, pero otros, se desprende de las acusaciones formuladas, eran los que apretaban el gatillo.

El «cow man» del lejano oeste ponía el cuerpo (en las películas), en la realidad el ex candidato a senador en Japón ponía las órdenes –pocas firmadas por él mismo, de ahí la necesidad de un proceso para probar su responsabilidad en algunos excesos –como llaman las derechas a estos actos criminales–. Alberto Fujimori será juzgado en Lima por dos delitos de lesa humanidad y cinco hechos de corrupción. El listado original por el que la justicia peruana pidió su extradición al Estado de Chile era bastante más voluminoso.
( Ver en esta revista aquí).

Si en la filmografía de John Wayne no abunda el humor –salvo el que se desprende de sus esfuerzos actorales–, la vida de Alberto Fujimori es un largo chiste cruel, y cuando no es cruel –hablamos de guerrilleros muertos no en combate, de estudiantes asesinados durante la noche– asombra por su capacidad (taoísta dirán algunos) para navegar por los hechos como si los hubiera programado: dijo, por ejemplo, que la extradición es una «oportunidad» para retornar a Perú y reencontrarse con su pueblo.

«Mi plan fue pasar por acá y reducir sustancialmente el número de acusaciones», dijo a un medio periodístico peruano al comentar que tras el fallo de la Corte Suprema de Chile, en Perú será juzgado por menos delitos de los que se afirmaron en el juicio por su extradición. Y como blanca paloma acusada de ser gavilán puntualizó:
«Eso me da la oportunidad de enfrentar el proceso porque las demás acusaciones quedan sin efecto».

Fujimori enfrenta un proceso por dos delitos de lesa humanidad y cinco de corrupción. Lo que no le afecta, porque –apuntó– tiene la conciencia tranquila, toda vez, se atrevió a comentar, que durante su gobierno quedaron resueltos «los problemas de la peor época de Perú, que parecían insolubles».

Refiriéndose a su «íntimo camarada de armas», Vladimiro Montesinos, ex jefe de la inteligencia peruana, Fujimori dijo algo que algunos capataces del dolor estadounidenses o israelíes podrían haber dicho: «El servicio de inteligencia fue criticado, pero (en la lucha contraterrorista) tuvo un rol preponderante para encontrar información y hacer seguimiento a los terroristas». Montesinos comenzó a purgar algo así como 200 años de cárcel, la mayor parte de ellos si no por al menos complicidad en asesinatos, por corrupción.

Si bien la resolución judicial final chilena es inobjetable en cuanto falló extraditar a Fujimori, Alan García no debe estar contento. Por una parte los que apoyan a ex presidente no son pocos y –con su hija Keiko a la cabeza– insisten en que el ex presidente no tendrá un juicio imparcial, que los juicios están politizados. Aseguran temer por su vida.

Desafiante, Keiko planteó un esquema de lucha: «No vamos a aceptar arrestos. Esperamos que Alberto Fujimori sea procesado en libertad», dijo. Y lo dijo a sabiendas que es imposible. Pero no se trata de preocupaciones por la salud del ex candidato al senado japonés. Lo dejó claro un dirigente del fujimorismo, Absalón Vásquez: «…Todo el pueblo peruano que reconoce la labor que hizo Fujimori, definitivamente va a ser movilizado para poder decirle alto a la persecución».

En Piel de Leopardo el periodista Wilson Tapia escribió cuando todavía la extradición era una batalla judicial:

«Aparentemente, a pocos conviene la extradición de Fujimori. Durante su mandato, el ahora presidente Alan García debió exiliarse en Colombia y luego en Francia. Era investigado por graves casos de corrupción que tuvieron lugar durante su primer mandato (1985-1990). Lo que parecía una devuelta de mano, ahora muestra claros visos de complicación. Con su popularidad en caída, el respaldo de los votos fujimoristas en el Congreso puede resultar indispensable para la aprobación de sus proyectos emblemáticos.

«En este complejo juego político Chile se ha visto implicado por razones que no son de público conocimiento. Pero las complicaciones que enfrenta sí son fácilmente comprensibles. El tema interesa a un país vecino con el que las relaciones a menudos no son fluidas. Con la circunstancia agravante -o la sutil complejidad, si se quiere– de que hoy las administraciones de Bachelet y García no pierden ocasión de declarar su buena voluntad de acercamiento y comprensión. Aunque ello no es óbice para que la rigidez que acompaña el entendimiento desde hace más de un siglo vuelva periódicamente.

«Capítulo aparte merece el comportamiento de la Justicia chilena. Es cierto que dos jueces pueden tener opiniones diversas. Pero en algún momento la aplicación de la ley se rige por la objetividad de las pruebas que tiene a la vista el magistrado. La fiscal Maldonado y el ministro Álvarez revisaron el mismo caso y evacuaron dictámenes tan diversos. Tal vez, la explicación sea la que entregó el ex juez Juan Guzmán: Álvarez siempre falló en contra de la preservación de los Derechos Humanos».

(El artículo completo puede leerse aquí).

Como se ve, John Wayne no era peruano. Ni japonés. La película Fujimori, en todo caso, aún no cuelga el cartelito que manda la tradición y el «The End» puede deparar alguna sorpresa –desagradable, ojalá no trágica.

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