Gaza 2001. – EL AUSCHWITZ ISRAELÍ

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoEl periodista cubano Juan Dufflar Amel recordó poco antes de la reunión citada por el presidente estadounidense George W. Bush en Annapolis, en noviembre de 2007, al historiador británico Arnold Toynbee; éste, en su Estudio de la historia publicado 1953, escribió: “Las repugnantes acciones que los judíos sionistas llevaron a cabo contra los árabes palestinos son comparables con los perpetrados por los nazis contra los judíos”.

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Es poco probable que el presidente Bush, absorbido por las tareas que le demandan el cuidado de sus perros Barney y Miss Beazley y su gato Willie, haya nunca leído a Toynbee –en el caso de que algo haya leído alguna vez–, y por eso, en agosto de 2007, no le tembló ni voz ni mano para anunciar otros 30.000 millones de dólares en ayuda a Tel Aviv.

Dineros que tienen volumen de tanque, diseño de aeronave de combate, peso de proyectiles, silueta de lancha patrullera artillada, rostro de «bulldozer» destructor de viviendas, mezquitas, escuelas, olor, en fin, a cadáver sobre el polvo y calor de incendio de sembradío y cosecha.

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En 1948, tras una intensa campaña terrorista perpetrada por extranjeros, en su mayor parte europeos, de religión judía en Palestina, se logró el establecimiento del Estado de Israel; desde entonces decenas de miles de palestinos de religión musulmana –pero también cristianos– han nacido y muerto, muchos asesinados por tropas israelitas o por causa de bombardeos, en campos de concentración –eufemísticamente denominados «campos de refugiados»–, o viven en Siria, en Líbano, en Chile, en la Argentina, en Venezuela, en Ecuador y otros países.

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El espanto puesto en marcha por el III Reich fue detenido en 1945, cuando las tropas soviéticas rompieron la última resistencia nazi en los aledaños de Berlín (incidentalmente, si bien la contribución estadounidense fue importantísima en la II Guerra Mundial, quien ganó la guerra en Europa fue el Ejército Rojo, asunto que suele escamotearse en los textos escolares de América, de toda América, y a la hora de recordarla en los periódicos y revistas «de interés general»).

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El horror acunado a partir de Ben Gurión galopa desde hace más de medio siglo por esa tierra a la que sólo por efecto de una locura inconmensurable se puede llamar todavía santa.

Somos los habitantes del resto del planeta testigos mudos y cobardes, y merodeamos en torno de un genocidio que mira desde masacres, asesinatos, terrorismo y la criminal represión de la población civil palestina por tropas de Israel que, en la actualidad inmediata, se refleja cruda y desnudamente en Gaza.

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La Franja de Gaza la conforman unos 350 kilómetros cuadrados donde poco más de un millón y medio de seres humanos están presos y hacinados, constituyendo uno de los lugares de mayor densidad de población del mundo.

Gaza amaneció al siglo XXI como el nuevo modelo de Auschwitz. La brutal paradoja es que fueron sobrevivientes de la crueldad nazi quienes planificaron esto, y son sus descendientes y discípulos los que lo llevan a cabo.

Sin rumbo a los campos de trabajo –eufemismo alemán– a las víctimas se les confiscaba y robaba todo cuanto de valor poseyeran, y una vez muertos se les quitaban hasta los remiendos dentales de oro, en Palestina el despojo es diferente –diferente, no menos repugnante–.
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Primero se les quitó el huerto, la casa, el sendero, el árbol, la calle; se los despojó de su nacionalidad.

En esta etapa se les quita el agua, el derecho a transitar libremente por su tierra, que es –al revés de lo que ocurre con la mayor parte de los israelíes– también el lugar donde fueron sepultados sus ascendientes. Sin tierra ni agua apenas logran sembrar y cosechar, y si lo consiguen, para esto están las armas de los triángulos enlazados de David: las cosechas son quemadas.
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Suma y sigue: se les raciona el combustible y los alimentos, la electricidad parpadea o se apagó luego de ser atacada la central termoeléctrica, el comercio desaparece –¿qué comerciar?–. Tampoco pueden circular los palestinos no israelíes: se levantó un muro, se han establecido puntos de revisión de los viandantes.

En la Franja de Gaza si algo significa Hamas, mirado con perspectiva, es la organización de un sector palestino para luchar por su vida; recordemos: niños y adolescentes –la intifada de las piedras– son enemigos de Israel. Por eso se los mata y encarcela.

Nunca imaginaron los ideólogos nazis quienes resultaron sus mejores alumnos.

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