Gisela Ortega, crónicas ingenuas / La puntualidad

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La puntualidad es un valor social que va más allá de estar a la hora señalada en una cita o en el trabajo. Indica el orden en que una persona vive y sobre todo el respeto que tiene por aquellos con quienes se relaciona; nace de la cortesía hacia el otro, del cumplimiento del compromiso. La puntualidad ante los que nos rodean, es muestra de ser personas responsables, respetables, dignas de imitar.

La puntualidad —según definición en diccionarios y obras varias de consulta— es el cuidado, diligencia y exactitud en hacer las cosas a su debido tiempo. Es también certidumbre, seguridad, conformidad, conveniencia de una cosa para un fin.

Se adquiere desde los primeros años de vida mediante la formación de hábitos en la familia, donde las normas y costumbres establecen horarios para cada una de nuestras actividades.

Es reflejo de respeto hacia los demás puesto que, en la escuela y en la vida social, llegar a tiempo es un signo de buena educación. Al ingresar al colegio, se desarrollan todas las actividades de acuerdo con un horario que se establece en los reglamentos internos. Estos programas permiten tener un orden, además de  ayudar a la coordinación de las clases; todo esto consolida la actitud aprendida en  el hogar

Las personas de éxito son indefectiblemente puntuales: no pueden darse el lujo de desperdiciar el tiempo, y además manifiestan respeto hacia el convidado. El tiempo es oro, dicen, pero podríamos decir que el tiempo es vida. Un segundo puede significar la diferencia entre permanecer vivo o morir.

Sin embargo, muy comúnmente, las  personas suelen llegan tarde, y aunque generalmente presentan excusas, su actitud ocasiona un retraso para todos así como distracciones que rompen con el orden de las actividades que se hayan programado.

Una persona impuntual pierde el respeto de los demás, pues su descuido es señal de irrespeto por el tiempo de otros seres e incluso puede indicar menosprecio por otros;  en segundo lugar, el impuntual, muchas veces, desperdicia grandes oportunidades

La puntualidad en general, es una norma que exige de la persona ejecutar determinada acción en un plazo estipulado ya que, aunque la gestión sea realizada satisfactoriamente, hacerla fuera del plazo desequilibra el balance de tiempo de todas las demás fases del proceso afectado.

Ya sea en el trabajo, en una cita de negocios, un empleo, o en cualquier tipo de grupo social al cual se asista, la puntualidad es algo que debemos cumplir, pues todas las personas merecen respeto.

En nuestro país este valor está muy desprestigiado. Este comportamiento se puede ver en las clínicas: el paciente llega a la hora citada. Sin embargo, debe esperar hasta tres horas para que pueda ser atendido por el doctor, sin especificar la causa de  su impuntualidad.

En algunas culturas como la sociedad japonesa o en el sector militar, no existe básicamente ninguna permisividad por su incumplimiento; retrasarse es equivalente a demostrar desprecio por el tiempo de otra persona y se puede considerar un insulto. En tales casos, la puntualidad se suele hacer cumplir por medio de la aplicación de  penalidades  sociales, al excluir, por ejemplo, a los que llegan tarde.

La consideración de la puntualidad como valoración relativa del valor personal del tiempo puede ser la razón de la expresión, atribuida a menudo a Luis XIV: es la cortesía de reyes.

También hay otras afirmaciones relacionadas con la puntualidad

– Es el deber de damas y caballeros.
– Es necesidad de los hombres de negocios.
– Es costumbre de gente bien educada.

El valor de la puntualidad

Al padre Pascual le estaban haciendo una cena de despedida por 25 años de trabajo en una parroquia. Un político miembro de la comunidad fue invitado para dar un breve discurso. Como el político tardaba en llegar, el sacerdote decidió decir unas palabras él mismo para llenar el tiempo.

“Mi primera impresión de la parroquia la tuve con la primera confesión que me toco escuchar. Pensé que me había enviado el obispo a un lugar terrible. Ya que la primera persona que se confeso me dijo que se había robado un televisor, que le había robado dinero a sus padres, había robado también en la empresa donde trabajaba, además de tener aventuras sexuales con la esposa de su jefe…

"Me quede asombrado, asustadísimo. Pero cuando transcurrió el tiempo, Fui conociendo más gente y vi. que no todos eran así, vi una parroquia llena de gente responsable con valores comprometidos con su fe. Y así he vivido los 25 años más maravillosos de mi sacerdocio”.

Justamente en ese momento llego el político, por lo que se le dio la palabra.

Por supuesto, pidió disculpas por llegar tarde y empezó hablar diciendo: “Nunca voy a olvidar el primer día que llego el  padre a nuestra Parroquia. De hecho, tuve el honor de ser el primero que se confesó con él”.

Moraleja: ¡Nunca llegues tarde! La puntualidad es un hábito maravilloso.

Gisela Ortega es periodista.

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