GUATEMALA Y EL EXTRAÑO CASO DE UN JAGUAR-MAYA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En el diario chileno El Mercurio pudo leerse que el presidente de Guatemala, Oscar Berger, «de profundos ojos azules, pelo canoso, escaso bigote» tiene el aspecto «y semblante de estadista». Se sabe, si alguien tiene ojos azules debe ser inteligente, honrado, íntegro. Un estadista. No es la tele la única envenenadora serial constante.

De cualquier modo muchos en el país centroamericano discrepan con la periodista mercurial –de seguro muy joven, aunque penosamente ya pervertida por aculturación–. Un economista guatemalteco (de ojos oscuros) señaló hace poco: «Los países centroamericanos somos como los patojos que rinden la lección ante el maestro. Eso no tendría que estar sucediendo, porque el acuerdo ya fue firmado. No deja de ser, hasta cierto punto, humillante, porque se creía que estaba concluida la negociación».

Pablo Rodas Martini se refería a nuevas exigencias, que algunos califican brutales, de las autoridades del «hermano grande del norte» frente al tratado de libre –es un decir– comercio entre América Central y EEUU. No es la única piedra en el camino de ese hombre de «profundos ojos azules» –¿los tendrá muy debajo de la piel?–. Veamos:

Las organizaciones que agrupan a los campesinos resolvieron y declararon el miércoles 15 de marzo de 2006 Día de la Resistencia de los Pueblos en la Lucha contra el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. ¿Por qué la fecha? Sencillo: fue además un homenaje al sindicalista Juan López, que muió el 15 de marzo de 2005 por las heridas recibidas durante las protestas contra el TLC en el occidental departamento de Huehuetenango.

Con los responsables, como corresponde, no pasa nada.

Daniel Pascual, que tampoco estará de acuerdo con la periodista de El Mercurio, es dirigente de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas y denunció que el TLC antepone los intereses del gran capital a los de la población rural empobrecida.

Se perfila el currículum del estadista.

Otro que no la pasa bien es el flamante y siempre nuevo presidente costarricense: existe unanimidad entre los dirigentes y activistas sindicales de que al país le esperan fuertes vientos y tormentas si a Arias, cuando asuma el poder, le da con esa porfía de insistir en la aprobación del mentado TLC. Arrecho, el alguna vez Premio Nobel de la Paz advirtió urbe et urbi que «no claudicará» y que la concreción del acuerdo bilateral debe ir «a toda costa».

Las organizaciones sociales autónomas y los gremios del sector público, por su parte, insisten que el TLC conforma un atentado a la soberanía nacional. Más allá de estos desacuerdos todos los expertos están contestes en que el dichoso tratado favorece en especial a las transnacionales estadounidenses. Como hecho a su medida, o sea.

Acaso piense el doctor Arias que, al revés de lo que ocurre en todos los demás países que se metieron en semejante brete, el TLC será una panacea para la economía costarricense, lo que permitiría recuperar la «inversión» de no pocos millones de dólares en propaganda electoral durante su campaña.

Tampoco están muy contentos los nicaragüenses. Por enésima vez desde su fundación hace más de 30 años el Frente Sandinista de Liberación Nacional advierte que EEUU «mete la mano» en los asuntos internos de Nicaragua, decidido a todo para impedir el eventual triunfo de Daniel Ortega en las próximas presidenciales.

Una música diferente –pero que contribuye al desorden general– la tocan los trabajadores de la salud, apoyados por el estudiantado de medicina. Los médicos llevan largas semanas de huelga y están decididos a copar la calles de Managua.

fotoVolvamos a Guatemala.

Ese hombre con «semblante de estadista», Oscar Berger, anota entre sus más sonados «triunfos» que Bush, el pequeño –y no es que su antecesor en la presidencia haya sido grande–, se comprometiera en «la lucha contra el narcotráfico».

La lucha contra el narco –como el antiterrorismo– es el nuevo pretexto enarbolado por los sectores dirigentes latinoamericanos para permitir el acceso de sus empleadores estadounidenses a los asuntos internos de los países que la solicitan.

Para Guatemala, por ahora, hay equipos de transporte y comunicación y otros elementos de la complicada logística militar y paramilitar. El plan –siempre hay un plan, como siempre alguien paga el legendario pato de la boda– tiene un nombre: Plan Bilateral Maya-Jaguar.

«En el marco del plan bilateral ‘Maya Jaguar’, las tropas estadounidenses apoyarán los allanamientos que el Ministerio de Gobernación realizará en Tajumulco (en el departamento de San Marcos) para desarmar a los pobladores y erradicar la siembra de amapola», dijo Berger a El Mercurio.

La periodista no consigna si pestañeó.

Por ahora conviene dejar establecido que hace tiempo y allá lejos, en 1954, fueron «asesores militares» estadounidenses y dinero de la CIA quienes condujeron la lucha contra Jacobo Arbenz. Testigo de esos días fue un joven argentino llamado Ernesto, al que seis años después medio mundo conocería como Che.

Berger probablemente se mira en el espejo de Álvaro Uribe, el tipo que desde la presidencia colombiana viene haciendo todo lo posible para entrregar su país al hermano grande que nos vigila. El problema no es leve. La gente centroamericana es levantisca y están curados del espanto que provocan los marines y otros grupos parafernálicos.

Por ahora los colegas de los sumidos en la derrota de allá en Iraq preparan su actuación. «Mediante lineamientos del plan Maya Jaguar, Estados Unidos apoyará los allanamientos que el ministerio de Gobernación pretende realizar en Tajumulco, San Marcos, con el fin de desarmar a los pobladores del área y erradicar la siembra de amapola». Los elementos norteamericanos servirán de apoyo al ejército nacional y al personal del ministerio público y j.

«Allí está el narcotráfico; hay mexicanos que compran y dan la semilla, y la solución es que dentro del Plan Maya Jaguar se haga un operativo de alto impacto para quitarles las armas», detalla Carlos Vielmann, ministro de Gobernación (Interior), puntualizando que en 2005 fueron destruidas 14 millones de matas en esa región.

El funcionario explica que la intención es resolver primero el problema de la narcoactividad y luego un conflicto territorial entre Tajumulco e Ixchiguán.

Algunas personas, sin mirar precisamente debajo del agua, se dicen que resulta francamente absurdo, aun si no participaran tropas extranjeras, «que se anuncie con anticipación en dónde se van a realizar los mentados allanamientos, porque con ello se alerta a los que tengan algo que ocultar para que lo oculten en otra parte. Cualquier persona con tres dedos de frente sabe que un anuncio como el que se hizo público en este caso sólo sirve para que la delincuencia se prepare y adopte medidas que protejan sus intereses».

Y agregan: «Pero, además, el ministro Vielmann aclara que se trata de operativos de alto impacto destinados a quitarles las armas a la población local. E informa, como extraña novedad noticiosa, que Guatemala es país productor de amapola, planta de la cual se extrae la heroína. Es decir, que Guatemala exporta heroína o materia prima para procesarla.

¿Por qué nadie en el país se había enterado nunca antes de hechos tan relevantes como los que señala el ministro? Tampoco se había informado al país que Tajumulco es un foco en donde pulula la gente armada, al punto de que se requieren tropas extranjeras para requisarlas».

Quizá la respuesta al siguiente interrogante permita saber por dónde viene la madre del insólito cordero. ¿Por qué se hacen presentes precisamente en San Marcos, departamento en donde la población de uno de sus municipios, en ejercicio pleno y hermoso de su dignidad, rechazó, tras una amplia y participativa consulta, la exploración y la explotación minera? ¿Qué sigue en esta carrera intervencionista? ¿Destruir laboratorios de opio en Río Hondo, Zacapa?

Es claro, pues, que la medida en el fondo no apunta hacia el combate del narcotráfico, porque alertan a las bandas criminales con suficiente antelación. Pero aún en el caso de que se tratara de eso, (que evidentemente no lo es y que, a todas luces, sólo lo están empleando como excusa), también valdría la pena preguntarse: ¿Las tropas del ejército de los Estados Unidos combaten a las poderosas mafias de narcotraficantes dentro de su propio país?

Lo cierto es que no lo hacen. En absoluto, porque, de acuerdo con su propia legislación, esa tarea no le corresponde al ejército, ni siquiera a su Guardia Nacional, sino a otras fuerzas como el FBI, la DEA y otros cuerpos policiales estadounidenses.

La eficiencia o ineficiencia con que lo hagan ya es harina de otro costal. Allá ellos con sus problemas domésticos. Por graves que sean, son suyos y a ellos les toca encontrar las soluciones correspondientes y aplicarlas.

Si Estados Unidos quieren soltar a su ejército en las calles, pues que lo hagan en las de su propio país. Ya Latinoamérica y el mundo saben los altos costos que pagan los pueblos cada vez que la política norteamericana libera sus perros de la guerra, cosa que suelen hacer en cualquier país excepto en el suyo propio. Al menos por ahora, ya lo harán.

En términos reales, la presencia de esas tropas operando en territorio nacional –afirman los disconformes– se convierte en la puerta abierta de una peligrosísima caja de Pandora de la que sólo saldrían monstruosidades. Basta mirar lo que ha significado Palmerola para el pueblo hondureño. Sólo informémonos de los índices de SIDA que presenta Honduras y analicemos las causas que explican esos altísimos indicadores: la base militar se constituye en una de las principales fuentes propagadoras de esa mortal enfermedad.

O demos un rápido vistazo a la historia de los pueblos mesoamericanos. ¿Qué significó William Walker para Nicaragua, Costa Rica y El Salvador allá por 1856? ¿Cuánta sangre pagó Nicaragua para liberarse de la invasión estadounidense entre 1925 y 1932?

No olvidemos, tampoco, la invasión a Grenada, en 1983, durante la cual un país chiquito, de menos de 100 mil habitantes y más pequeño que cualquier departamento de Guatemala, tuvo que soportar toda la fuerza de las tropas élite y de la tecnología militar gringa, que desarrolló una sangrienta operación militar a la que pusieron de nombre Furia Urgente y actuaron en consecuencia con ese título.

¿Y cuánto tuvo que luchar el pueblo panameño para recuperar su soberanía sobre la zona del Canal? Hasta una cruenta invasión que causó miles de muertos sufrieron como regalo de navidad en diciembre de 1989. Y no olvidemos la base de Guantánamo en Cuba, ni por las que ha tenido que pasar el pueblo puertorriqueño para deshacerse de la base de Vieques y de otras ya cerradas tras largas luchas populares. Esto, para mencionar solamente algunos ejemplos relevantes.

De hecho, el Plan Maya-Jaguar le ha permitido al jaguar darnos ya otros zarpazos. Uno de ellos, que ha pasado inadvertido, fue la instalación, en Alta Verapaz, de una Escuela Militar Interamericana que sustituye a la tristemente célebre Escuela de las Américas, creada en Panamá en 1946, a la cual el expresidente de Panamá, Jorge Illueca, describió como «la base más grande para la desestabilización en América Latina,» y uno de los principales diarios panameños la apodó «La Escuela de Asesinos.» La historia apoya estas acusaciones.

Ahora toca rechazar la escuela de asesinos que han abierto en las Verapaces.

Claro que Guatemala debe hacerle frente al problema del narcotráfico. Eso nadie lo cuestiona. Es una necesidad incluso urgente. Pero es Guatemala quien debe hacerle frente. Bien haría el ministro si revisa entre sus propias filas y entre las de las fuerzas castrenses, para ver si allí se encuentra con gente comprometida con esas gavillas de mafiosos.

El Plan Maya-Jaguar, junto con el Plan Puebla Panamá y el Tratado de Libre Comercio, constituyen una diabólica trinidad desde la cual se pretende sembrar de hambre, dolor y miseria al pueblo de Guatemala y a los pueblos de Centroamérica. Son, los tres juntos, una articulación maligna y bien urdida: El TLC en lo económico, el Plan Puebla Panamá en cuanto a infraestructura y el Plan Maya-Jaguar en el terreno de lo militar.

El Plan Maya Jaguar nunca fue consultado con el pueblo. Fue negociado y ratificado a espaldas de la población y de sus organizaciones. Fue una traición más, como lo fueron también el TLC y el PPP, a los cuales nace unido indisolublemente.

El Plan Maya-Jaguar es la garantía armada que necesita la Casa Blanca para asegurar el desarrollo e implementación del TLC. Es la presencia militar que les asegura la represión y mediante la cual pretenden garantizarse el silencio del pueblo.

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* Informe de Adriano Corrales, desde Costa Rica.

Otras fuentes: Agencia Prensa Latina, cabes de AP, diarios El Mercurio, La Prensa Libre y otros de Centro América.

Como ocurriera con la información sobre el gato ‘e campo respecto de los felinos domésticos, presentamos en esta oportunidad nuestras excusas por ofender a la familia de los jaguares de América Central.

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