Historia contemporánea: Roma y Cartago

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoRoma y Cartago eran las ciudades más importantes por allá del 300 A.C. Roma estaba donde siempre, y Cartago al norte de África. Eran vecinos desde hacía tiempo, y nunca se habían peleado de verdad, así que era cuestión de sentarse a esperar.

Y las guerras púnicas llegaron. Como todo buen éxito mundial de taquilla -hablo de las secuelas- las guerras púnicas II y las guerras púnicas III pronto estuvieron en pantalla para deleite de los historiadores.

Se dice que Roma fue fundada por Rómulo, un bebé criado por una loba y cuidado por un pájaro carpintero, para más datos: negro. Esto de los mitos fundacionales es todo un tema. Los seres humanos, ambiciosos y fantasiosos animales, reniegan de sus simples pero indesmentibles orígenes.

Nada de mi mamá es esa gordita que se ve allí o este pueblo lo fundaron nuestros abuelos acá porque los habían echado de todos lados. No, ellos adoran decir cosas como: esta orgullosa civilización tuvo como origen el descenso de un cóndor, que se cruzó con un tigre y tuvo tres chanchitos, que se casaron con tres gorilas, y de una de esas parejas nació Anastasio, el primer miembro de la dinastía de los guerreros de la valiente lechuga. Digo, ¿hace falta?

Paréntesis en México

Los historiadores más sinceros, que no los hay muchos, te cuentan la neta. Por ejemplo: a los aztecas, el gran y orgulloso pueblo que dominó y sojuzgó Centro América, los habían echado a patadas de cuanta fiesta había, y los mandaron a una islita de mala muerte, que había en la mitad de un lago que ocupaba parte de lo que hoy es la Ciudad de México. La islita en cuestión era para morirse de angustia, chiquitita, sin plantas, sin flores -y sin puentes-.

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Quédense ahí y déjense de joder, parece que les dijeron a los aztecas los monarcas de las cultas, civilizadas y refinadas culturas que se deshicieron de este lumpen, que venia del norte con muy malos modales.

Y claro, a los tipejos, encontrándose en el medio de la nada, les dio una rabia parida la discriminación, así que tratando de sobrevivir como pudieron, crearon las plantaciones flotantes, porque el hambre aguza el ingenio, armaron puentes, (sin comentarios) comerciaron con sus vecinos, y se prepararon para convertirse en patoteros, guerreros, y agresivos, y solo fue cuestión de unas cuantas generaciones para que barrieran a espadazos de obsidiana a las refinadas culturas circundantes y las pusieran a trabajar para ellos, por la razón o la fuerza.

El mito fundacional de los aztecas o náhuatls, que así se llamaban en realidad, ¡que aztecas le decían los españoles, porque -cuenta la leyenda- en las batallas por Tenochtitlán, que era el nombre de la ciudad que estaba en el medio del lago, los españoles venían a caballo y los náhuatls a pie, los españoles eran algunos cientos y los nahuatls miles, así que los españoles a los espadazos se abrían paso gritándole a los nativos, «¡hazte a un lado cabrón!»-. Como eran muchos los nativos para no perder tiempo apocoparon la frase, y quedo así, «haztecabron», pero el «bron» final era mas grave, así que lo que se escuchaba era «¡azteca!» , y de ahí el nombre, dice otro mito fundacional.

Empero, el verdadero mito de los aztecas o náhuatls es que había unos dioses, que venían del norte: el águila, y el nopal, y la viborita, y la cacha de la espada y la pata de la guagua. Y si bien es sólo un mito encontrarán mercados completos de animales mitológicos, y pinturas mitológicas, y mitos mitológicos, lo que, como contribuye al turismo, mejor dejémoslo así.

Y si ustedes se creen inmunes a esto de andar inventando mitos, les va esta pregunta, ¿que somos aquí en Chile, tigres, jaguares o gatos? ¿Vieron, no estaba tan lejos no?

De regreso a Roma

Bueno, el mito de Roma era Rómulo, la loba preñada y el pájaro carpintero.
Cartago, por su lado, fue fundada unos cuantos años después, por Elisa (nada que ver con Beethoven). Elisa, era  hija de Mutón, rey de Tiro. Más tarde, se la llamo Dido, la mujer que quería tanto a Atenea.

(Dido, ¿ok?, porque enalguna otra versión mítica, se la llama Dildo, y le atribuyen el uso de todo tipo de adminículos para fines non-sanctos, y yo quería aprovechar este espacio para desmentirlo. O al menos decir que a mí no me consta. Este chiste es un poco perverso; si no lo entiende, recurra a la internet).

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Romanos y cartagineses eran bastante diferentes en carácter y temperamento. Los cartagineses no tenían ideales, todo lo que querían era hacer buena plata y pasarla bien. Y pensando en esto, capaz que sí era Dildo el nombre de la… …

Los romanos, en cambio, eran dignos, duros trabajadores, frugales, y apegados estrictamente a las, así llamadas, virtudes latinas, gravitas, pietas, simplicitas y adulterías -la última no está confirmada-.

Los cartagineses eran gobernados por los hombres más ricos y, consecuentemente, eran una plutocracia (como nosotros); en cambio, los romanos eran gobernados por los hombres más ricos que quisieran, además de aumentar su riqueza, ocuparse de los asuntos públicos, y, consecuentemente, formaban una república. (¿También cómo nosotros?) Dejémoslo ahí.

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Los  romanos eran una sociedad hogareña. Solo salían de sus casas para ir a eliminar alguna que otra cultura. Por eso, en uno de esos fines de semana largos, liquidaron a los sabinos y, en otras vacaciones de invierno, a los etruscos. Y así, cada feriado lo aprovechaban para ir conquistando lo que después se llamó Italia.

(Los historiadores no nos hablan mucho acerca de los etruscos, pero por otro lado, ¿Por qué habrían de hacerlo? No sé).

Llegó un momento en que los romanos se sentían preparados para algo mejor, y aunque eran demasiado educados para reconocerlo, les parecía que quizás sería bonito poseer la parte cartaginesa de Sicilia.

¿Por qué no?, se preguntaban.

Mientras tanto, los cartagineses, esos burgueses, se hacían asquerosamente ricos comerciando con lanas, tinturas, objetos de vidrio, muebles, y artesanías varias en todo el Mediterráneo. Al principio usaron el trueque, pero después -como casi todos nosotros en algún momento de nuestras vidas- vieron que el dinero era un mal necesario. Y lo crearon.

Aprendieron esas gracias de sus ancestros, los fenicios, de los que se dice, por su diestro manejo del comercio, y sus escasos escrúpulos, que eran unos verdaderos fenicios. Los fenicios fueron los inventores del comercio, y de otra práctica que después, y hasta nuestros días, se hizo de muchos adeptos, y cuando se la diga, especialmente si es mujer (digo yo), a usted le va a gustar también: hacer el amor con extranjeros.

Con extranjeros usted era mujer; en cambio si era hombre con extranjeras, aunque en ninguno de los dos casos estaba prohibido innovar. Que cada quien haga con su… En fin, usted me entiende.

Los fenicios tenían un alfabeto de 22 consonantes, pero no dejaron literatura de ningún tipo. Bueno, para tener una literatura más o menos decente se necesitan unas pocas vocales, eso lo sabe todo el mundo.

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Las guerras púnicas: Amílcar

La cosa es que se inició la guerra y duró 24 años, si ls matemática no me falla: desde el 265 A.C. hasta el 241 A.C. Se llamaronn Guerras Púnicas y ésta fue sólo la primera, recuerden, porque Púnica viene del nombre latino puni o poeni, y eso a su vez viene de los poenicius o fenicios. Lindo dato: no sirve para nada, pero engalana.

Al final de la primera guerra Púnica, los romanos se quedaron con la parte de Sicilia que antes era Cartago, y con 40.000 millones de dólares de la época en déficit: ojo, Bush.

Después, y ya que estaban, conquistaron Córcega y Cerdenia, y después hubo paz por unos 22 años. Lo que nos lleva a hablar de Amílcar, el gran general cartaginés, que tanto hizo por la derrota de Cartago en las guerras púnicas.

Amícar tuvo 3 hijos, Aníbal, Asdrúbal y Mago. En la historia de Cartago había por lo menos ocho grandes hombres llamados Adrúbal -era un nombre bastante popular en la época, como ahora lo es Marcelo, dicho esto con toda modestia-.

Cuando Aníbal tuvo nueve años, pobre criatura, su papi, Amílcar, lo llevó al templo de Baal, y le hizo jurar que junto con hacer todas las tareas de la escuela, iba a odiar eternamente a los romanos. Hay que comprender estos ritos antiguos: a mí, sin ir más lejos, mi mamá, que era más práctica, me hizo jurar que me iba a lavar los dientes tres veces al día y que iba a ser doctor. No cumplí.

Además de esto, y de su entrenamiento -que ocupa al menos dos páginas de cualquier libro de historia universal que se precie-, Amílcar le enseñó a su hijo a disponer de elefantes en sus ejércitos, porque -le decía a su heredero- meten un miedo bárbaro.

A Amílcar, no muy fanático de leer historia como pasatiempo, se le pasó el hecho de que la primera guerra púnica había sido perdida con elefantes y todo, y que en el pasado, nadie había ganado batallas por tener elefantes, pero usted sabe como es esto, las tradiciones son difíciles de romper. Por ejemplo, vaya y dígale usted a Bush que arrasando Iraq no va a conseguir democracia en la región. ¿Me entiende, o le hago un dibujito?

Bueno, pero los cartagineses conquistaron España, y ahí murió Amílcar -aparentemente aplastado por un elefante- y después vino Asdrúbal el bello, al que mataron en una situación tan confusa que ningún historiador sabe como fue; la cosa es que el poder recayó, como usted y yo esperábamos, sobre todo después de haber visto la película El Silencio de los Inocentes, en Aníbal. Que no era bajo ningún aspecto, perdone ested la desilusión, caníbal.

Aníbal y sus elefantes

Así que Aníbal cruzó Los Alpes, con su correspondiente dotación de elefantes, rumbo a Roma. Respecto del cruce de los Alpes con elefantes, ni lo intente. Los elefantes no son para eso, trate con camellos o caballos, que es lo que indica la historia. Y Aníbal no lo desmiente, o sea: la cosa no debe de haber sido divertida.

Lo que sí es cierto es que algunos elefantes sobrevivieron, pero muchos soldados no. Se dice que Aníbal era insensible a la fatiga de sus soldados. El invencible e incansable Aníbal los miraba despectivamente y se burlaba de su escasa resistencia. Claro que -dicen los historiadores- Aníbal fue el único de los cartagineses que realizó la cruel caminata montado en un elefante. Así cualquiera.

Llegó a Italia, y se quedó unos cuantos años. Los elefantes, los bravíos elefantes que cruzaron Los Alpes, murieron poco después, suponemos que de aburrimiento, y Aníbal rogaba a los cartagineses que le mandaran más: pero estos se hacían los lesos, y le preguntaban -tres o cuatro meses de mensajero mediante- qué había pasado con los que había llevado al principio. Aníbal les explicaba, pero siempre había algún detalle que a los cartagineses -como buen gobierno no muy dispuesto a soltar las platas para nada que no sea su beneficio electoral- les interesaba aclarar.

Así que 22 años después, los elefantes de repuesto aún no llegaban y Aníbal nunca conquistó Roma, porque se la pasó esperando a los, para él, vitales elefantes. Si le cuentan otra cosa, es mentira.

Después Aníbal fue exiliado de Cartago y por eso cuando los romanos llegaron preguntando por él ya no estaba. Se había ido a Bitinia, que no se donde está, donde había un rey, Prusias, que le dio asilo: era el único amigo que le quedaba.

Prusias notificó a los romanos, dicen que para no meterse en líos, que Aníbal estaba ahí, y después, presa del remordimiento, se lo confesó. Sobre esto hay discusiones entre los científicos, porque se dice que junto con contárselo, por remordimiento, lo convidó una copa de veneno, que Aníbal tomó voluntariamente, aunque sobre esto también hay discusiones. Sobre lo que no las hay, es sobre aquello de que Aníbal murió.

Hay también discusiones sobre si Aníbal fue un gran hombre o no. A los romanos -que fueron los que escribieron la historia- les pareció que no, pero eso no nos parece confiable porque suponemos que los romanos albergaban los mismos sentimientos por Aníbal, que Bush por Sadam, o por Fidel, o por el Ayatola Ruhola o por Ten Ziao -Pong o Ping- primer ministro de Corea del Norte, quizás por Chavez, o vaya uno a saber por quién más. Bush todavía no publica una lista oficial de los hipotéticos futuros poseedores de armas de destrucción masiva.

(Usted por las dudas, tenga el pasaporte al día y lea los periódicos; porque hubo más de uno que después de ver a Bush disputar con los policías en la estación Mapocho por la entrada de uno de sus guardaespaldas, como que le corrió un sudor frío por la espalda, ¡niéguemelo!).

Se dice que Aníbal tampoco era apreciado por las mujeres. Se dice que hubo una cónyuge en España, pero desapareció, se separaron o algo así, probablemente porque no se entusiasmó mucho, como cualquier esposa ante cualquier proyecto de cualquier marido, con eso de hacer el cruce de Los Alpes en elefante.

Bueno, no se sabe mucho de la vida privada de Aníbal, pero con su fanatismo con los elefantes, cualquier psicoanalista de la época se hubiera hecho un picnic, ¿no cree? -basta asociar las siguientes palabras: trompa; larga; tamaño, ¿importa?; ¿usted, qué piensa?, etc.-.

Después de un tiempo, y mucho después de la muerte de Aníbal, los romanos sitiaron Cartago por tres años, luego entraron y masacraron a sus habitantes, la deshicieron la ciudad piedra por piedra, y sembraron pasto donde se suponía que estaba la ciudad.

Y esto último se los cuento, porque me imagine que querían saber como terminó el asunto.

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* Director ejecutivo de la Fundación Educacional ORT / Columnista de educación en Radio Universidad de Chile – Noticias.

Fuente: Radio Universidad de Chile. Publicado en Portal del Pluralismo.

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