Honduras, Navidad y masacre

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Es el país más pobre de Centroamérica, pero no es un territorio sin recursos. Uno de sus problemas inmediatos es la situación desbordada de la delincuencia común. A la versión «tolerancia cero» con la que intenta apretar a la delincuencia el presidente Francisco Maduro, la criminalidad respondió esta vez con la masacre de por casi la mitad de los pasajeros de un autobús del recorrido urbano de la ciudad de San Pedro Sula, la segunda en importancia de Honduras.

Tras la balacera los asesinos dejaron una «tarjeta navideña», pintada de rojo, dirigida al Ejecutivo y Parlamento. En las horas siguientes dos personas más, en hechos sin conexión con la masacre, fueron muertas a balazos en la misma ciudad.

Los asesinatos se produjeron al caer la noche del jueves 23 de diciembre cuando un grupo de pistoleros interceptaron al transporte público de pasajeros en el cual viajaban unas 70 personas, lo ametrallaron y luego fugaron sin que hasta después del mediodía de 24 las autoridades los hayan encontrado.

El gobierno hondureño aplica desde principios de 2002 una dura política para frenar la delincuencia, pero no obtiene resultados relevantes. La extrema pobreza urbana y la miseria en el las áreas rurales son el caldo de cultivo de las actitudes antisociales. «Es gente desesperada por su situación que ha perdido toda conciencia», señaló, desde el anonimato, un conocido profesional de San Pedro Sula horas después de haberse informado de la matanza de pasajeros del autobús del recorrido urbano.

Hacia la tarde del viernes el presidente Maduro hizo saber a la ciudadanía que los muertos sumaban 28 y 29 los heridos; fuentes cercanas al hospital temen que en las próximas horas se produzcan nuevos decesos entre los heridos.

Seis niños, el menor de apenas dos años, figuran en el recuento del brutal atentado.

Unos 2.500 policías y otras fuerzas de seguridad «peinaron» entre la noche del jueves y la mañana de hoy las ciudades de San Pedro y la capital, Tegucigalpa, en un vano intento por dar con los asesinos. Extraoficialmente se estima que unos 20 «mareros» -integrantes de pandillas violentas- fueron detenidos en la madrugada del 24 y son interrogados en cuarteles policiales.

Las mismas fuentes no descartan que los victimarios hayan contado con algún tipo de complicidad en las filas de la policía hondureña.

Honduras cuenta con alrededor de siete millones de habitantes. Su economía se desquició bruscamente con los cambios climáticos que produjo en 1977 la corriente cálida del Pacífico El Niño; luego fue azotada por el huracán Mitch, que hizo perder sus cosechas de café y plátano (bananas), sus principales exportaciones, y también las de maíz, sorgo y azúcar. Las autoridades gubernamentales desde entonces no han podido revertir la situación. El país enfrenta también la acelerada destrucción de sus bosques.

No es el primer crimen masivo que se atribuye a los delincuentes comunes. En agosto de 2003, una docena de personas -también pasajeros de autobuses- fueron ejecutadas en San Pedro, ciudad que registra los peores índices de violencia de Honduras. Desde entonces han sido decapitadas otras catorce.

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