HORST FANTAZZINI EL ÚLTIMO DE SU ESPECIE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El siguiente es el texto leído, en diciembre de 2001, por Patricia Diamante –Pralina–, su última compañera, cuando su funeral. Da luces sobre una personalidad que bien pudo haber sido la última de su especie:

Unas pocas palabras por la vida extraodinaria de un hombre que nunca se negó, ni calculó, ni tuvo miedo frente a los esbirros, ni siquiera cuando le disparaban para asesinarlo, y al no haberlo logrado intentaron sepultarlo en la cárcel, de apartarlo de sus afectos y de su vida, empleando miles de recursos y de métodos coercitivos, sutiles extorsiones afectivas. Horst jamás se doblegó frente al poder, sin embargo ha mostrado su lado tierno, el de niño indefenso que gritaba «el rey está desnudo».

Por eso lo he amado intensamente y todos nosotros lo hemos querido, conociendo su vida y su historia y no siempre estando de acuerdo con sus elecciones.

En la última época, Horst tenía unas ganas increíbles de llevar una vida normal, la vida normal no es esa vida insulsa vacía de tensiones existenciales, sino una vida que fuese justa inclusive con el niño que él mismo era, el artista que era –que salía luego de pasar 40 años de cárcel– justa conmigo también que pasé por todas las condiciones de disgregación de la familia y de cárcel que supera en mucho a la institución carcelaria.

Estos últimos cinco años para nosotros fueron difíciles sin duda, pero hermosos, lleno de tensiones. La relación con Horst era de absoluta sinceridad, como decía él «eres la persona más pura que conocí y te quiero como un padre, porque para mí eres como una niña». En la relación con Horst había mucha sensualidad, erotismo, juego, locura, proyectos a realizar, amistad; teníamos una hermosa casa inmersa en el verde y hace poco un perro, pero ningún lujo; tampoco vivíamos en la abundancia.

La hermosa casa que construyó Libero para él, y que él llamaba «nuestro nido» tenía constantes y urgentes problemas que necesitaban ser solucionados y esto lo saben bien sólo quienes la frecuentaban, los pocos que daban una mano para hacerla habitable. A falta de dinero, los trabajos se hacían lentamente y algunas veces reciclábamos los muebles que sacábamos de la basura, pero éramos felices. Pese a los miles de problemas, algunos lujos nos dábamos sin pedir nada a nadie. Nada más y nada menos que un almuerzo o una cena, Horst estaba cansado de comer la bazofia asquerosa de la cárcel.

Dignidad

Fuimos dignos en todo, deseábamos un bien inmenso, verdadero que no se pude cuantificar. Quizás el momento más difícil por el que pasábamos era cuando Horst salía de la cárcel a las seis de la mañana para ir a trabajar en la oscuridad y con el frío; trabajaba en un depósito, con la campera puesta para resguardarse del frío, tenia problemas de salud bastante serios que no había contado a nadie –porque cuando un preso en estado de libertad vigilada está enfermo vuelve la cárcel–; venía a casa unas horas, y volvía rigurosamente a las 10 de la noche no interesaba cómo estaba el clima, dormía solo dos o tres horas durante la noche porque en los sectores de presos en libertad vigilada hay muchos problemas.

Estaba muy cansado, dolorido, delgado y, en especial, dormía poquísimo.

Sin embargo, inclusive en esas condiciones –desconocida por la mayoría de los compañeros– hacía un poco de espacio para nosotros. Las simples cosas cotidianas: prepararle un café, un plato de tagliatelle con salsa casera, adquiría el significado de un verdadero hogar, de verdadera familia.

Le decía: ahora que luchamos tanto para que tengas semilibertad y que estamos esperando el perdón si cometieras alguna otra estupidez, no solo tirarías a la mierda a las pocas personas que han confiado en ti, sino que aruinarías todo.

El final

fotoPero evidentemente la tensión por la libertad era muy fuerte en él, y un dia sin haberme hecho partícipe, me enfrentó al hecho consumado. El llamado telefónico de su abogado, fue un golpe muy fuerte mientras regresaba a casa en tren con un dinero en el bolsillo. Acababa de vender dos retratos, estaba feliz porque él me alentaba a que dibujara, también porque teniamos esperanzas concretas para ambos detrás de esos encargos…

No lo juzgo, sino al gesto frágil y en el fondo ridículo de este sistema de mierda que no ha sabido ofrecerle otra cosa que un pesado trabajo en un depósito a su edad (62) y con tantos años de cárcel por delante.
El dolor que siento frente a un fin tan injusto, absurdo, y tan normal, dado que en la cárcel se van así los pobres desgraciados… ¡No pueden imaginarlo siquiera!

Restan pequeñas y grandes humillaciones, nunca perdonadas ni olvidadas, que algún día publicaré. Horst, mi dulce y gracioso Horst, se fue para siempre, no volverá más a ninguna cárcel. Te llevaré siempre en mi corazón y siempre honraré tu memoria, tu coraje, lo que has escrito, lo que me has dicho, tu deseo de que yo sea una gran artista.

Junto a la memoria de mamá Berta, de María, de Líbero, con amor…

Gracias a todos ustedes que estuvieron cerca…
Libertad a todos,viva la Anarquía!

¡Chau ratoncito!

Tu Pralina Fantazzini

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* En: urtica@listas.nodo50.org
Existe una página en la internet que lo recuerda: www.horstfantazzini.net

La fotografías se han tomado de ese sitio.

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