Huellas que son autopista. – EL CÓNDOR ANIDÓ EN ORLETTI

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoTreinta años después de los crímenes cometidos por la dictadura militar en el centro clandestino de detención que completó el tablero local del Plan Cóndor, poco y nada se avanzó desde la justicia en el camino del esclarecimiento de la desaparición de ciudadanos argentinos, uruguayos, chilenos, bolivianos, paraguayos y cubanos. Pese a contundentes testimonios de las víctimas y hasta de algunos ex represores, la verdad permanece dormida.

Por Orletti pasaron con seguridad unos doscientos detenidos de todo el Cono Sur y hasta se sabe con certeza que dos diplomáticos cubanos fueron llevados allí. Regenteado por la banda del paramilitar Aníbal Gordon, con la colaboración de militares uruguayos, chilenos, paraguayos y bolivianos, Orletti fue el centro de reclusión argentino del Plan Cóndor.

Los nombres de los uruguayos Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Gerardo Gatti, Léon Duarte, Sara Méndez, y el matrimonio de Marcelo Gelman y María Claudia García de Gelman, entre otros, persisten estampados en legajos de causas judiciales en busca de justicia, patrocinados por organismos de derechos humanos o abogados tozudos. La anulación de las leyes de obediencia debida y punto final, hace casi tres años, reactivó decenas de causas judiciales con tibios pero firmes resultados hasta hoy en otros puntos del país. ¿Qué pasa con Orletti? Una mirada a los últimos 23 años, es decir, la edad de la democracia recuperada, permite echar luz al difícil maridaje entre gobierno civil y servicios de inteligencia.

Organigrama

Para entender el valor emblemático de Orletti y su estatus de intocable hay que remontarse al nacimiento de la actividad represiva ilegal en Argentina. La estructura de poder que dominaba Orletti tenía sus raíces en la conducción de la SIDE, que en 1976 dependía directamente de la Presidencia –específicamente del Ministerio del Interior a cargo del General Albano Harguindeguy– y del ejército, que proveyó a sus jefes, el general Otto Paladino y su segundo, el coronel Óscar Terrile.

La SIDE se dividía entonces en dos áreas, la Dirección de Inteligencia Interior y la Dirección III, encargada de los grupos operativos conocidos en la jerga interna como ot. El ot 1 estaba a cargo del vicecomodoro Néstor Guillamondegui, el teniente coronel Rubén Visuara y otro oficial de apellido Salvadores. Estos tres personajes tenían bajo su mando el ot 18, conocido finalmente como Automotores Orletti, bajo la responsabilidad de los capitanes de ejército Marcos Calmón y Eduardo Cabanillas, superiores inmediatos de la banda de Aníbal Gordon.

Hasta aquí nada novedoso, teniendo en cuenta los años de investigación y reconstrucción testimonial lograda por los sobrevivientes del centro clandestino, la labor de los organismos de derechos humanos y de los familiares de las víctimas, como Juan Gelman, que fueron atando cabos con paciencia hasta esbozar el organigrama del horror. La novedad, en todo caso, es que este esquema fue corroborado por un miembro de la SIDE y ex integrante de Orletti que aceptó brindar información a Brecha.

Colaboración en democracia

Según documentos desclasificados por el Departamento de Estado estadounidense y analizados por la historiadora uruguaya Clara Aldrighi en febrero de 2002, la colaboración entre los organismos de seguridad argentinos y brasileños con la policía y las fuerzas armadas uruguayas se inicia al menos en 1971, en la época de la ofensiva contra el MLN-Tupamaros.

La SIDE estableció un estrecho contacto con el Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal argentina –a la sazón la única área que no fue reestructurada con la llegada de la democracia en 1983 y en su edificio de la calle Moreno mantiene un altar en memoria del comisario Alberto Villar, uno de los emblemáticos líderes de la Triple A–, y desde allí se organizó la estructura de informaciones en busca de la detención de ciudadanos extranjeros.

“En 1974 el Departamento de Contrainteligencia de la SIDE encargado del interrogatorio de los detenidos estaba conformado por el teniente coronel Nieto Moreno, ya fallecido; Luis González, “Pinocho”; Carlos Sánchez, “Pintón”; Marta Tezanos Pinto, y Marcelo Solá”, señala la fuente ex Orletti. Tezanos Pinto fue denunciada por la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires como empleada del canal de televisión estatal en la producción de varios programas. Sus relaciones sociales como ex esposa del actual embajador argentino en Londres, Federico Mirre, habrían facilitado su permanencia en el canal hasta febrero pasado.

“Por el lado del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal trabajaban el Subcomisario Gutiérrez, un inspector conocido como Rody, que fue pasado a retiro por recibir un disparo en el pie durante un operativo y otro agente conocido como Vaqueta, que ya falleció”, agrega la fuente, que además aporta un dato significativo al ubicar la apertura del local de la calle Bacacay –antecedente inmediato de Orletti– en 1973, como centro clandestino de interrogatorios. “Allí estaban el Teniente Coronel Queizán, apodado “Chicho el Grande” y ya fallecido; Jorge Pomponi, “Chicho el Chico”; Eduardo Ruffo, “Zapato”; Patricio Miguel Finnen, ‘Pady’; Juan Rodríguez, el “Gallego”; César Albarracín, “César”; Rubén Escudero, “Cornalito”; Enrique Escobar, y un tal Palacios, apodado “Pal Cherokee”.

A ellos se sumaron poco después Aníbal Gordon, Julio Casanova, Honorio Martínez Ruiz, apodado “Pajarovich”; Alejandro Enciso, “Polaquito”, yerno del General Paladino; Julio Canaris, el “Loco”; Miguel Save, “Pepe”; Luis Porcio, “Lagarto Juancho”, Luisito o el “Enfardador”, y Daniel Silva, “Pericles”; Víctor Gard Antokoletz, el “Oso”; Hugo Carlet o Carniglia, apodado el “Ratón”; Osvaldo Forese, “Paqui”; Daniel Cherutti, el “Loco”, Luciano Guazaroni, “Lucho”, y un tal Piraino, apodado la “Cata”. Con esta gente se llevó adelante el secuestro de los uruguayos Michelini y Gutiérrez Ruiz, por nombrar los casos más emblemáticos”, señala el hombre de la SIDE.

Al mismo tiempo, y para hacerse del botín en los operativos, había un grupo reducido constituido por Aníbal Gordon y un contador de apellido Benítez, apodado el “Pelado”, “empleado orgánico de la SIDE que ya se debe haber jubilado”, asegura el informante. “En Orletti al remate de joyas y propiedades producto del robo a los detenidos se le llamaba Morgan. El Morgan era distribuido sobre una mesa y bajo la supervisión de Gordon y Benítez. Parte del dinero robado fue a parar a la agencia de seguridad Magíster, propiedad de Paladino, ubicada en Córdoba y Carlos Pellegrini. Sus socios eran Gordon, Ruffo, Luis González, Cacho Gutiérrez (ex policía federal), Pino Enciso y el policía de la dae Rody”, relata.

Génesis del terror

Los datos permiten cruzar historias de lumpenajes y miserias. La conformación del grupo Orletti tiene dos vertientes que de alguna manera explican la evolución de la represión.

Por un lado aparece la patota de la Triple A fundada por el ministro de Bienestar Social del gobierno de Isabel Perón, José López Rega, en 1974, nutrida de elementos gremiales provenientes de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y de agrupaciones nacionalistas ligadas al peronismo. Por otro lado, el Ejército va adueñándose de la SIDE, hasta que el general Jorge Videla llega a la jefatura del arma en julio de 1975 y coloca esa dependencia definitivamente bajo su égida y a cargo del general Paladino.

Según el libro de reciente aparición La fuga del brujo. Historia criminal de José López Rega, de Juan Gasparini, el jefe de los matones de la UOM era Juan el “Gallego” Rodríguez, que más tarde pasaría a integrar el bando de Gordon.

La coexistencia entre los matones de la UOM y los de la SIDE era imposible, y hubo sangrientos enfrentamientos entre ambos. En uno de ellos, en 1975, los hombres de Gordon masacraron a referentes del grupo sindical en una parrilla del Gran Buenos Aires, despejando el camino a la represión estatal, ya no paralela. Preanunciaba lo expresado por Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la junta militar el 24 de marzo de 1977: “las Tres A son las tres Armas”.

Datos de represores

Lo cierto es que los integrantes del staff de Orletti siguieron operando luego de la caída de la dictadura. En 1997 el ex Orletti Jorge Pomponi participó del robo al Banco de Crédito Argentino. El caso tuvo fuertes repercusiones en los medios porque los delincuentes cavaron un túnel de 67 metros para alzarse con un botín de 20 millones de dólares, de los cuales apenas se recuperaron 500 mil. Pomponi ya fue liberado.

Más cerca en el tiempo, el 24 de junio pasado fue descubierto el robo a las cajas de seguridad de la casa matriz del Banco Nación y entre los detenidos figura Honorio Martínez Ruiz, otro ex Orletti ahora indagado por el Juez Federal Norberto Oyarbide.

En los años de Menem, la SIDE fue conducida por Hugo Anzorreguy, quien creó la Dirección de Terrorismo Internacional sobre la base de lo que se conoció como el grupo Sala Patria. Allí fungían varios ex Orletti –entre ellos Eduardo Rufo– encargados de investigar el atentado a la AMIA de abril de 1994. Como si fuera poco, cuando en 2000 se destapó el escándalo del pago de sobornos a los senadores peronistas por parte del gobierno de la Alianza para que aprobaran una polémica ley laboral, la SIDE fue la que puso el efectivo en billetes.

En la causa judicial aparece citado el Jefe de seguridad de la SIDE en esos días, Luis Porcio, otro ex Orletti. “A Porcio le decían el ‘Enfardador’ –recuerda el ex agente que habló con Brecha–.Tenía la costumbre de atar varios cadáveres con alambres de fardo como si fuera un paquete para después quemarlos”. Y otro ex Orletti, Daniel Silva, fungió como asesor del radical Enrique «Coti» Nosiglia, ministro del Interior de Alfonsín, por lo menos hasta 1989.

Principal nido del Cóndor en Argentina, hijo dilecto de la SIDE –a diferencia de otros centros de detención clandestina, que respondían directamente a los comandos superiores de cualquiera de las tres fuerzas–, Orletti gozó hasta ahora de impunidad. Sus integrantes lograron reciclarse en democracia, pasando inadvertidos u ocupando cargos de responsabilidad. Con sumas de dinero siderales y prebendas a disposición durante el menemismo, la SIDE demostró que podía espiar abultadas cuentas bancarias y sensuales sábanas de funcionarios, políticos, Jueces y militares.

¿Cómo investigar a la máquina del terror sobre la que el poder sigue montado?

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* Periodista argentino. Publicado en la revista uruguaya Brecha.

(www.brecha.com.uy).

Addenda

AUTOMOTORES ORLETTI

foto
Se lee en la página digital del Barrio Floresta:

Era un antiguo taller con un cartel al frente: Automotores Orletti. Había una puerta grande con cortina metálica de enrollar; a la izquierda, puerta blindada con mirilla, se abría mecánicamente, la consigna emitida por radio era «Operación Sésamo».

Constaba de dos plantas. En la planta baja, un gran salón de 6 a 8 metros por 30 metros. Una división baja separaba del retrete –uno para treinta personas– y del lavadero. De allí salía una escalera de base de concreto y peldaños de madera. Piso de hormigón, sucio de tierra y grasa. Chasis de autos desparramados. También automóviles secuestrados. Tanque de agua grande con una roldana arriba de donde colgaban a los presos para el submarino. Banderola junto al techo.

En la planta alta funcionaban una sala de interrogatorios, otra de torturas y una terraza donde se colgaba la ropa a secar. Los militares llamaban a ese centro El Jardín.

En torno al campo de concentración Automotores Orletti, en el barrio de Floresta, Buenos Aires, hubo un botín de guerra millonario. En la base había dos bandas: el argentino Aníbal Gordon de la Triple A y la OCOA (Organización Coordinadora de Operaciones Antisubversivas), que dependía del ejército uruguayo.

La trama secreta de los desaparecidos que fueron trasladados a Uruguay, el robo de botines y la aberrante venta de vientres forman parte de esta historia.

Más información:
www.la floresta.com.ar

www.desaparecidos.org

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