Iglesia romana. – LA INTERNACIONAL DEL SEXO SUCIO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En una conferencia de prensa dada en esa ciuidad Milla, hija de hondureño y mexicana emigrantes,. hoy de 46 años, dijo que la compensación fue resultado de negociaciones que mantuvo con la arquidiócesis durante más de dos décadas.

«Estoy extremadamente feliz y aliviada de que mi caso esté finalmente concluido. Nunca podré huir de los recuerdos y siempre estaré luchando contra el trauma a que fui sometida», manifestó.

Según relató Gloria Allred, la abogado de Milla, ésta tenía 16 años cuando el «padre» Santiago Tamayo le hizo insinuaciones sexuales y mantuvo relaciones con ella. Después le presentó a otros seis sacerdotes, quienes abusaron sexualmente de ella y uno la dejó embarazada.

Tras confirmarse el embarazo, Tamayo ofreció a Milla dinero para enviarla a Filipinas y se hiciera un aborto. Años después, en 1999, el cura ¡le pidió disculpas! y con la conciencia carcomida aportó pruebas que vincularon a sus colegas con esta violación sostenida en el tiempo.

La arquidiócesis se abstuvo de formular comentarios sobre el caso y calla sobre el paradero de los otros sacerdotes. No obstante, en 2003, un tribunal californio determinó que el cura Valentine Tugade era el padre de la hija que ella se negó a abortar.

El cardenal Roger Mahony emitió hoy una declaración en la que reiteró el compromiso de la Iglesia Católica romana de EEUU de «continuar los esfuerzos para proteger a los niños, prevenir los abusos sexuales y el potencial de esos abusos».

La muchacha fue utilizada sexualmente por los representantes de dios sobre la Tierra durante cuatro años. No habló entonces por el temor reverencial que, desde su fe sencilla, despertaban en ella los ensotanados. Milla tuvo finalmente a su hija, a la que tampoco abandonó como pretendían los estupradores.

En julio de 2007 dijo a un periodista del diario español El País tratando de exp`licar por qué callaba los abusos:
«Yo era muy tontita, muy religiosa. Estaba como atrapada, como si no tuviera derecho de decir «No». Era como si yo no importara, como si sólo importaran los sacerdotes. A veces iba a confesión con otros sacerdotes y les contaba lo que pasaba, pero yo me sentía muy mal. Uno me dijo que era mi culpa, que así eran las mujeres.

Lo peor de relato de Rita Milla, sin embargo, viene después:

«Había otros que no abusaron de mí, pero sabían lo que estaba pasando y no dijeron nada. Después supe que unos estaban abusando de muchachos, de niños, y por eso no estaban interesados en mí. Cada uno hacía algo diferente, y unos se tapaban a otros.

(…)
«Quise hablar con los obispos para que lo que me ocurrió a mí no le ocurriese a nadie más (pero no hicieron nada). Eso fue lo que más me asustó. Los sacerdotes ya sabían que yo había hablado con los obispos, y les dijeron que no les importaba nada, como dándoles permiso para seguir.

(…)
«Era un tiempo muy horrible. Yo quería suicidarme, estaba muy deprimida. Fui a una psicóloga y ella fue quien me dio la idea de buscar a un abogado para poner una demanda. Y fue entonces cuando la Iglesia empezó a actuar como si esto le importara (…) Me gustaría que el cardenal Mahony estuviera en la cárcel porque lo que hacía era esconder a criminales».

( El texto está transcrito en este sitio).

La santa iglesia perdona los pecados propios
aunque en verdad prefiere mucho más ocultarlos de la justicia

No es la sospecha el espectro que sobrevuela los recintos eclesiásticos, anida debajo de altares y se alimenta en internados y hogares infantiles que administran y dirigen sacerdotes católicos; es la certeza de la corrupción, la deshonestidad, los abusos, el estupro, la violación y la hipocreasía que, si bien ocurren en todos los países donde El Vaticano pretende erigirse en valla para salvaguardar la moral, son espantosamente frecuentes en EEUU.

El domingo 17 de febrero de 2002, por ejemplo, el diario mexicano La Jornada publicó, firmado por Jim Cason y David Brooks, sus corresponsales en Estados Unidos bajo el título

Decenas de religiosos están bajo investigación por cargos de pederastia
el siguiente artículo:

(Washington y Nueva York, 16 de febrero). El máximo líder de la Iglesia católica de Estados Unidos, cardenal que encabeza a los 300 obispos de este país y es el responsable de recomendarle al Papa los candidatos a obispo y canonizaciones, hoy se encuentra en medio de lo que tal vez es el peor escándalo moderno de la Iglesia, por estar acusado de tolerar y encubrir el abuso sexual de niños por parte de decenas de sus sacerdotes.

El arzobispo, cardenal Bernard Law, se dedicó en Boston toda esta semana a declarar que no renunciará a su puesto después que se reveló que 80 religiosos de su diócesis (la gran mayoría de los cuales ya no son activos) están acusados de pederastia y comportamientos sexuales inapropiados.

En el caso más alarmante, uno de estos sacerdotes, John Geoghan, está acusado de haber abusado sexualmente a más de 130 niños a lo largo de 30 años; otro religioso es sospechoso de haber hostigado sexualmente a más de cien personas.

Law estaba enterado de estas acusaciones, pero trató de resolver estos problemas discretamente evitando toda mención pú-blica, incluso en las instancias en que hubo demandas legales e indemnizaciones a las víctimas. Pero el peor error del prelado no fue sólo encubrir estas violaciones a la ley, sino permitir que algunos de los religiosos permanecieran en funciones.

«Creo que ha perdido su autoridad moral. Aun si se mantiene en su puesto, será un líder herido», consideró Francis Schussler Fiorenza, teólogo católico de la escuela de religión de la Universidad de Harvard, en entrevista con el diario The New York Times.

Los nombres de estos curas fueron enviados a las autoridades de Boston por la diócesis en estos días, aunque algunos de los casos datan desde los años 60.

Pero el escándalo se amplió desde enero, cuando el arzobispo Law se disculpó públicamente por haber permitido que el sacerdote Geoghan ?un conocido pederasta? permaneciera en funciones hasta principios de la década de los años 90.

Para complicar aún más la imagen pública de la Iglesia, a finales de la semana pasada la diócesis de New Hampshire divulgó los nombres de otros 14 religiosos acusados de abuso sexual de menores en el pasado; uno de ellos aún cumple funciones de tiempo completo, otros seis están jubilados o enfermos pero participaban todavía en servicios religiosos.

Ahora los siete curas han sido suspendidos, y los siete restantes ya habían sido retirados de sus puestos a causa de las acusaciones, que habían sido reportadas a la Iglesia en el curso de los pasados 30 años.

Lugar inseguro para los niños

Igual que en Boston, el escándalo se profundiza precisamente por la falta de acción disciplinaria y la renuencia a presentar los casos ante las autoridades judiciales por parte de la jerarquía católica.

«La gente se pregunta no sólo qué ha hecho sobre esto la Iglesia de New Hampshire en el pasado, sino también qué está haciendo para que la Iglesia sea un lugar seguro para los niños en el futuro», comentó el obispo John B. McCormack, cuya diócesis incluye a New Hampshire.

Pero estos escándalos recién conocidos no son aislados, y la Iglesia católica de Estados Unidos se ha visto afectada durante años por acusaciones de abuso sexual y de otros tipos de comportamientos ilícitos ?tanto en términos de la ley divina como la temporal? por parte de sus sacerdotes.

La Iglesia católica es la fe religiosa organizada más grande de Estados Unidos, con unos 50 millones de personas. Durante los 30 años anteriores casi ningún tema ha sido más dañino que las acusaciones de abuso se-xual de menores de edad por parte de curas.

Casi siempre, la Iglesia ha buscado resolver estos casos en privado, a veces pagando decenas y hasta cientos de miles de dólares a las familias de las víctimas.

Por tanto, no hay datos fidedignos sobre qué tan grande es la dimensión de este problema. Los casos conocidos incluyen violaciones sexuales de niños de entre 10 y 13 años, desde sodomía hasta sexo oral.

Pero aunque a veces estos casos desembocan en demandas civiles ante los tribunales, la mayoría son resueltos en privado con jueces que permiten que la documentación sea clasificada, tanto por la edad de las víctimas como por el acuerdo de la resolución del caso, casi siempre con la Iglesia ofreciendo un pago.

Por ejemplo, en un caso reciente descubierto por el Boston Globe se registra el pago de 375 mil dólares por parte de la diócesis. Claro, la Iglesia prefiere mantener lo más privado posible estos casos legales para «no dañar» su imagen.

Pero no siempre se ha logrado evitar que estos escándalos salgan a la luz pública. En 1997 un jurado ordenó a la diócesis de Dallas pagar 119 millones de dólares a un grupo de 10 hombres que acusaron a un cura de haberlos hostigado sexualmente du-rante un periodo de 15 años, cuando ellos eran sus monaguillos.

Se cree que fue la pena monetaria más alta impuesta a la Iglesia hasta el momento por caso de abuso sexual de menores. En 1996 otro jurado impuso un pago de 13 millones en un caso de abuso sexual contra la diócesis de Florida.

Pero ahora, se están preparando varias demandas civiles contra el cardenal Law y la jerarquía católica en Boston, y se espera que éstas podrían multiplicarse.

El caso de Boston, donde casi la mitad de la población del área metropolitana es católica, está sacudiendo no sólo a la Iglesia estadunidense, sino incluso llega hasta su cúpula mundial.

En enero el Papa giró instrucciones para enfrentar estos casos internacionalmente, y solicitó que se reportaran directamente al Vaticano. Las autoridades de la curia romana han insistido en que el problema afecta a un porcentaje mínimo de los más de medio millón de curas de la Iglesia en el mundo.

Sin embargo, según John Allen, del Na-tional Catholic Reporter, rotativo católico, se calcula que la Iglesia ha pagado más de mil millones de dólares para resolver las diversas demandas legales que resultan de casos de abuso sexual.

Incluso existen organizaciones y redes de apoyo para las víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes en este país. Uno de estos grupos, Sobrevivientes de Abuso por el Clérigo –la organización tiene cinco oficinas regionales en todo el país–, reporta que entre tres y diez por ciento del clero de todas las denominaciones está involucrado en todo tipo de comportamientos abusivos, incluyendo la pederastia.

El hecho de que la figura más importante de la Iglesia católica de Estados Unidos, el cardenal Law, se encuentre en medio de esta controversia, está provocando una crisis nacional para la institución.

En una encuesta de católicos en Boston realizada por el Boston Globe la semana pasada, casi la mitad opinaba que Law debe renunciar, y una mayoría desaprueba la forma como se ha manejado el problema de abuso sexual en la Iglesia; tres cuartas partes opina que el arzobispado había encubierto los casos de pederastia.

Hace una semana Law reconoció que había voces que solicitaban su renuncia, pero dijo que no está considerando esa opción, y aseguró que «es importante recordar que un obispo no es un ejecutivo empresarial, no es un político».

Pero para muchos hay un enorme parecido entre esta institución religiosa y la Coca Cola o la Casa Blanca. Hay ejecutivos, una jerarquía, «secretos» (propiedad intelectual o asuntos de «seguridad nacional»), una preocupación constante acerca de las relaciones públicas, y existen responsables de las decisiones de esta institución.

Hace unos años, un hombre de Chicago, de visita en México, respondía a una pregunta rutinaria: «¿A qué te dedicas?»

«Tengo un despacho en donde soy empleado de la empresa trasnacional mas antigua del mundo». «¿Y cuál es esa?», se le preguntó. «La Iglesia católica», respondió. El hombre, vestido de civil, era un sacerdote.

La subsidiaria estadunidense de esa gran trasnacional ahora está sufriendo una de sus peores crisis de imagen, un escándalo que amenaza el empleo de algunos de sus más altos ejecutivos y que ocupa, junto con Enron y la guerra contra los «infieles», las primeras planas de los diarios del país.

En fin, que se sepa: viven los curitas tan cerca del culo y demasiado lejos del Cristo.

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