Informe ONU: La Infancia en el mundo en este año 2012 (VIII y final)

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El bienestar de los niños viene determinado en gran medida por su entorno. Sus necesidades y prioridades particulares deben traducirse en esfuerzos por mejorar la vivienda, la infraestructura, la seguridad y la gobernanza. Por ello, las labores de administración local y de planificación urbana han de acometerse en un reconocimiento explicito de los derechos de la infancia y los jóvenes, y con una mayor atención a la edad y el género, subraya el Informe Estado mundial de la Infancia 2012, realizado por el Fondo de las Naciones Unidas, UNICEF.| GISELA ORTEGA.*

 

Esto comportará un marco de referencia más amplio en lo que concierne al desarrollo urbano, que acoja a las y los chiquillos de todas las edades y necesidades —bebés, pequeños, adolescentes, discapacitados y no escolarizados— y permita mitigar los peligros que les amenazan.

 

Asegurar que los pobres de las metrópolis dispongan de moradas adecuadas y de una tenencia segura de las mismas debe ser prioritario. Entre otros beneficios que reporta a la sociedad, la vivienda digna puede proteger a las y los chicos, y familias que viven en zonas densamente pobladas frente a numerosas lesiones, accidentes y enfermedades.

 

Las políticas sólidas son las que combinan las intervenciones para mejorar y expandir las casas en beneficio de los necesitados de las urbes con servicios de extensión. Por ejemplo, el programa Minha Casa, Minha Vida, del Brasil, tiene como objetivo edificar tres millones de residencias en cinco años, al tiempo que prioriza las prestaciones sociales dirigidas a los necesitados mediante la educación, las transferencias condicionadas d efectivo y la creación de empleo.

 

Sin duda es necesario fortalecer la gestión de las zonas urbanas con el fin de posibilitar que genere políticas y servicios que beneficien y salvaguarden los derechos de la infancia. Demasiados gobiernos metropolitanos sirven a intereses creados y aceptan sin dilación el orden establecido, que a menudo incluye acuerdos oficiosos no planificados, pero de enorme alcance, que no satisfacen las exigencias de la población. Hay una necesidad manifiesta de incrementar la responsabilidad.

 

Además es necesario que la planificación y la programación de las capitales se fundamenten en un compromiso con la equidad y con los derechos humanos. Uno de los rasgos distintivos de un compromiso de este género sería la implicación de organizaciones de base en el diseño, la supervisión y la ejecución de las políticas y programas referidos a las zonas urbanas.

 

Los enfoques participativos pueden dar origen a soluciones sostenibles, pues los puntos de vista de los miembros de una comunidad y de sus niños suelen ser muy valiosos para mejorar la planificación y el diseño de las ciudades.
La recuperación tras las situaciones de desastre precisa una planificación a la medida de las necesidades de los pequeños de las urbes.

 

Dos evaluaciones practicadas para valorar la respuesta al terremoto que en 2010 asoló a Haití revelan la necesidad de mejorar en lo concerniente a conjurar las intervenciones humanitarias con las necesidades concretas de los menores en las capitales. Un estudio realizado puso de manifiesto que los organismos no se hallaban suficientemente preparados para el carácter urbano de aquella catástrofe, debido a lo cual no lograron adecuarlas respuestas al entorno urbano.

 

La conclusión alcanzada en un análisis independiente fue que las intervenciones en materia de agua, saneamiento e higiene habrían sido más rentables de haberse basado en una comprensión más profunda de la topografía configuración residencial de las zonas urbanas, y de las necesidades y conductas de su población, en especial de los infantes.

 

Los desafíos que plantean la pobreza y la desigualdad en la mayoría de las metrópolis requieren de una alianza activa entre los pobres y sus gobiernos. Es menester que las autoridades locales y las comunidades coordinen esfuerzos a fin de emplear de forma más eficaz y equitativa los recursos limitados, de aprovechar, y no minar, los esfuerzos y activos de los necesitados, que tanto les ha costado acumular, y de incluir a las personas que viven en la pobreza –con frecuencia la mayor parte d la población— en los planes del desarrollo y la gestión general.

 

La opinión y la participación de los niños, niñas y adolescentes puede ser un aspecto importante de esta alianza; si bien, con demasiada frecuencia, la participación de la infancia deviene en una mera cuestión de formas. Ejemplos en todo el mundo muestran los numerosos beneficios, tanto para la niñez como para los responsables de la formulación de politicas que trae consigo el promover la representación a escala municipal.

 

En cuatro ciudades de América Latina, por ejemplo, la aplicación a largo plazo de un proceso de consulta en varias etapas con los gobiernos locales sobre cuestiones de carácter urbano ha fructificado en unas ciudades más seguras y equitativas. Entre los logros alcanzados figuran las mejoras en la infraestructura pública de Rio de Janeiro, y Sao Paulo en Brasil, el incremento de los índices de alfabetización en Cotacachí, el Ecuador, y el aumento de los índices de inscripción de nacimiento en Ciudad Guayana, Republica Bolivariana de Venezuela.

 

Gracias a la iniciativa internacional Ciudades amigas de la infancia, se ha logrado que los derechos de las y los chiquillos ocupen una posición preponderante en los programas urbanos. Para que una urbe merite la calificación de “ciudad amiga de la infancia” debe ser capaz de demostrar que promueve la participación de la puericia y que honra los derechos de ellos en sus estrategias, su legislación, sus presupuestos, sus valoraciones sobre la repercusión y sus programas de concienciación pública.

 

Esta decisión presenta muchas posibilidades para la expansión, sobre todo en países de ingresos medios que registran procesos rápidos de crecimiento y urbanización.

 

Debería animarse a los niños y adolescentes a que se impliquen ellos proyectos dirigidos a mejorar sus ciudades. Su participación les confiere una oportunidad muy beneficiosa de expresar sus opiniones, y les inicia en la comprensión del diseño urbano y en el respeto de su entorno.

 

Proyectos fructíferos como Map Kibera, implantado en Nairobi, Kenya, han permitido demostrar que los jóvenes pueden contribuir a generar una base de conocimientos útil para la programación del desarrollo. En Johannesburgo, Sudáfrica, chiquillos de ambos sexos entre 10 y 14 años procedentes de barrios de bajos ingresos lograron determinar cuáles eran las zonas de riesgo de su ciudad y proponer mejoras viables.
Estas juventudes declararon que la experiencia había acrecentado su confianza y su conocimiento del entorno.

 

Este tipo de ejercicios cartográficos pueden facilitar que las comunidades organicen espacios para juegos y el ocio que, además de constituir un derecho a la infancia, son fundamentales para su crecimiento. Con un apoyo modesto por parte del gobierno local, por ejemplo, los residentes pueden crear pequeñas zonas recreativas entre las viviendas. Este emplazamiento permite que progenitores y cuidadores estén cerca.

 

Tanto las organizaciones de bases comunitarias como las no gubernamentales también pueden cumplir una función importante cuando la capacidad de las autoridades municipales no sea suficiente. Un ejemplo es Kilikili, una institución radicada en Bangalore, la India, cuyo cometido es crear espacios verdes para jugar, implicando a los niños, sobre todo aquellos con necesidades especiales, en su proceso de diseño.

 

Los espacios públicos para jugar pueden mitigar el hacinamiento y la falta de privacidad en el hogar, y permiten a los chiquillos mezclarse con compañeros de distintas edades y entornos. Esta experiencia temprana de la diversidad puede contribuir a sentar los cimientos de una sociedad más equitativa. Además, existen numerosos indicios de que el contacto con los árboles, el agua y los parajes naturales son beneficiosos para su bienestar físico, mental y social.

 

Trabajar unidos
Los proyectos y programas que se presentan en el Informe Estado mundial de la Infancia 2012, ofrecen una idea de lo que es posible lograr cuando los derechos de la infancia se sitúan en el centro de los programas urbanos, en un contexto de alianza activa con las comunidades.

 

En estos tiempos difíciles, es preciso que agentes de todos los ámbitos, desde el comunitario al mundial, de la ciudadanía y del sector público y privado, aúnen sus esfuerzos y energías con el fin de crear unos entornos conducentes al respeto de los derechos de la infancia.
Las comunidades y las autoridades locales deben comprometerse a fondo para que los derechos de la infancia se respeten.

 

Además, las cuestiones de naturaleza transfronteriza, como la migración y la trata de seres humanos, exige una acción coordinada urgente.
Las alianzas internacionales de organizaciones ciudadanas pueden aprovechar el potencial de las entidades que las integran para promover los intereses de la infancia y para poner en relación a comunidades de todo el mundo.

 

Un ejemplo es Shack/Slum Dweellers Internacional, esta red reúne a federaciones de base —muchas de las cuales dirigen y mantienen mujeres—, integradas por pobres de zonas metropolitanas, en las que se abordan cuestiones como la vivienda, su titularidad y problemas básicos de infraestructura. Estas redes facilitan el intercambio entre comunidades marginadas de todo el mundo y sirven como nexo de unión entre estas colectividades, las autoridades locales y nacionales y los organismos internacionales.

 

Las políticas e intervenciones concernientes a las capitales en las que participan diferentes esferas gubernamentales exigen una mayor coordinación. Por ejemplo, para hacer frente a la violencia urbana que afecta a la infancia es preciso colaborar al objeto de abordar las realidades políticas y económicas de ámbito local y nacional, de influir en las normas y actitudes culturales y de restablecer la confianza entre las autoridades, las instittuciones y el público en general.
Las corporaciones ciudadanas, y en particular las de base comunitaria, deberían figurar en la programación y la gobernanza urbanas, dado que desempeñan un papel fundamental en lo que se refiere a facilitar que los grupos locales influyan en las políticas.

 

Ciudades más justas
Más de la mitad de la población mundial vive ya en ciudades grandes y pequeñas, de modo que cada vez son más los adolescentes de ambos sexos que crecen en entornos urbanos. Sus infancias reflejan las enormes disparidades que se viven en las metrópolis: el pobre junto al rico, la oportunidad frente a la lucha por la supervivencia.

 

La equidad debe ser el principio rector de las intervenciones en pro de todos los jóvenes de las urbes. Las y los infantes de los tugurios, nacidos y criados en las circunstancias más desafiantes de pobreza y desvalimiento, exigirán una especial atención: pero no debe ser a expensas de chiquillos de otros lugares.
Es preciso no perder de vista el objetivo principal: unas ciudades más justas y más acogedoras para todas las personas, empezando por los niños y niñas.

 

La vida de las personas en los suburbios del mundo no puede mejorar sustancialmente sin una acción concertada para erradicar la pobreza y el hambre: lograr la educación primaria universal; promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el VIH/SIDA y fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

 

Las pruebas sugieren que la manera de enfocar el problema de las barriadas mejora en la medida en que los países se distancian de las políticas negativas, tales como negligencia, el desalojo obligatorio o el reasentamiento involuntario, y adoptan tácticas más positivas tales como participación comunitaria, el mejoramiento de los barrios y las políticas basadas en derecho. Desde el año 2000, el número de habitantes de las ciudadelas aumento en 60 millones.

Los barrios marginales son manifestaciones físicas de la urbanización de la pobreza. Un número creciente de habitantes de las ciudades son necesitados, y la desigualdad en las metrópolis da señales de disminuir. Las futuras metas internacionales tendrán que tomar en cuenta la escala en expansión del problema.

 

El informe sobre el estado mundial de la infancia 2012 señala que la escasez y la desposesión afectan de una manera desproporcionada a los niños y las familias más pobres y marginadas. Y demuestra que este problema es tan frecuente en los centros urbanos como en las zonas rurales aisladas que generalmente se relacionan con la pobreza y la vulnerabilidad.

 

Los datos son alarmantes: para 2050, el 70% de todos los seres humanos vivirán en las metrópolis. Hoy, uno de cada tres habitantes de las ciudades vive en un barrio. En África esta proporción es aterradora: 6 de cada 10 personas viven en estas condiciones. El impacto sobre los niños es inmenso. Desde Ghana y Kenya hasta Bangladesh y la India, las y los niños que viven en tugurios son quienes menos probabilidades tienen de asistir a la escuela. Y las desigualdades en manera de nutrición entre los chiquillos ricos y pobres de las urbes y los pueblos de África subsahariana suelen ser más acusadas que entre los menores de las zonas urbana y los de las áreas rurales.

 

Todos los niños desfavorecidos son el testimonio de una afrenta moral: a saber, la incapacidad de asegurar su derecho a sobrevivir, a prosperar y a tener un lugar en la sociedad.
Y cada menor excluido representa una oportunidad perdida, pues cuando una sociedad no presta a los adolescentes de las ciudades los servicios y la protección que les permitirían llegar a ser individuos productivos y creativos, deja de beneficiarse de los aportes sociales, culturales y económicos que habrían podido hacer.

 

Si se logra superar los obstáculos que no han permitido a estos niños acceder a los servicios que requieren y a los cuales tienen derecho. millones más crecerán saludables, asistirán a la escuela y tendrán vidas más productivas.
——
* Periodista.
Fuente. Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)
La entrega anterior, penúltima, se encuentra aquí.

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