Interrogante: quién abrió la jaula de los gorilas

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Cristián Joel Sánchez*

Esta frase pertenece al embajador de Venezuela ante la OEA Roy Chaderton y la pronunció el domingo al reunirse de manera extraordinaria ese organismo para tratar el golpe de Estado perpetrado aquel mismo día en Honduras. La intervención de Charderton, improvisada en medio de la tensión de ese minuto –cuando las noticias del zarpazo de la oligarquía contra el presidente Manuel Zelaya iban llegando a la mesa de los embajadores ahí convocados–, es una pieza oratoria de excepcional valor.

Sus palabras conmovieron a los presentes al recordar el pasado vergonzoso de la OEA, cuando este organismo no era sino un apéndice del imperialismo estadounidense y sus integrantes meras marionetas manejadas a su antojo por la CIA y el Departamento de Estado en Wáshington.

Además del papel indigno jugado por la OEA avalando una agresión a Cuba que recién ahora se deroga luego de casi medio siglo, el embajador Chaderton recordó dos hitos más en la cadena de silencios y de sometimientos de los gobiernos del área a los designios del imperio: la invasión de EEUU a Guatemala y el golpe de estado contra el presidente Allende en Chile, orquestado por la CIA bajo la mirada cómplice de la OEA.

Quedaron otros en el tintero pues la historia tenebrosa del intervencionismo norteamericano es larga.

Roy Chardenton agregó que las repercusiones dolorosas del derrocamiento del presidente constitucional de Guatemala Jacobo Arbenz en junio de 1954, estaban en la nebulosa de su memoria pues en aquel tiempo era todavía un niño, pero ellas quedaron ahí como símbolo de la génesis de su actual condición de revolucionario bolivariano y de militante del proceso emancipador que vive su país.

Me sentí especialmente tocado por sus palabras. De igual forma, en los meandros imprecisos de mi propia infancia me veo desfilando de la mano de mi madre en medio de una muchedumbre que coreaba emocionada el nombre de la Guatemala y del presidente Arbenz por las calles de Santiago. Entre los jirones de ese recuerdo infantil está la emoción de un señor que, desde un balcón, agradecía esa multitudinaria muestra de solidaridad del pueblo chileno y que mi madre me señaló como el embajador de Guatemala en mi país.

Con el devenir de los años, ya incorporado de lleno a la trinchera en la que aún permanezco, me tocó participar en múltiples marchas y actos de solidaridad con los pueblos que sufrían el atropello brutal de un imperio que todavía prevalece. La tónica general de todas estas muestras masivas de respaldo internacional, era la enorme conciencia política y social de la sociedad chilena en donde prevalecían los jóvenes en la vanguardia de esta solidaridad. Eran, sin duda, otros tiempos.

La amarga experiencia que sufre a estas horas el pueblo hondureño a manos de estos gorilas que escaparon de su jaula, ha servido para demostrar acá en Chile la magnitud de la enajenación de un país en el cual la "clase" política, con la complicidad de los medios de comunicación, ha creado una burbuja aberrante en la que se trastoca todo el orden de los valores que otrora tuvieran a Chile como la vanguardia política de América Latina.

Aquellos valores, entre los cuales estuvieron siempre los de la solidaridad con la lucha emancipadora de los pueblos en cualquier lugar del mundo y, más aún en el continente,  han sido remplazados por una alienación sin precedentes que ha aislado a la población de sus propias reivindicaciones como pueblo, como sociedad humana sujeta a los mismos vaivenes que hoy sacuden al mundo. La labor de zapa de la clase dirigente también ha logrado adormecer bajo un colchón de egoísmo individual, la otrora proverbial fraternidad de Chile con sus hermanos continentales con los cuales tiene un destino común en la defensa del progreso, la libertad y la democracia.

A esta aberración ha contribuido en igual importancia el casi completo desconocimiento en el que se ha sumido al pueblo chileno respecto de la trascendencia de lo que ocurre más allá de sus fronteras. Este pueblo ha sido sistemática y conscientemente desarmado de su bagaje político como una forma de adormecer su espíritu revolucionario y solidario, demostrado en experiencias que dejaran huellas en la sufrida historia de América Latina.

Los medios de comunicación, hoy abrumadoramente en manos de la clase minoritaria poseedora de la inmensa mayoría de las riquezas del país, ha implantado una política de desinformación y de modelos espurios, que han penetrado paulatinamente en el inconsciente popular de las masas, al punto que las vicisitudes de la farándula, de la delincuencia y en el mejor de los casos del deporte y el consumismo, ocupan hoy la prioridad casi absoluta del chileno medio, indiferente a una realidad extraterritorial de la que, por lo demás, ni siquiera se le informa en los medios de comunicación dominados por la oligarquía local.

El último ejemplo palmario ha sido la situación dramática que se vive a estas horas en Honduras y que concita en interés mundial más allá de cualquier otra consideración. En Chile la noticia ocurrida los días previos al golpe gorila en Honduras, aquella del robo por parte de los militares de los materiales de votación que debían usarse en el plebiscito de este domingo, fue simplemente  silenciada.

No importaba si era la principal noticia desde nuestras fronteras hacia afuera. En los medios locales no sólo se la minimizó como es costumbre en este terreno, sino que en algunos casos, como la televisión, lisa y llanamente se la ignoró totalmente, dedicando la mayor parte de los espacios, y por varios días, a la muerte de Michel Jackson sobre la que se especuló, y se sigue especulando hasta la majadería.

Los medios informativos en manos de la reacción finalmente se vieron obligados  a dar el domingo 28 de junio la noticia de la consumación del golpe gorila en Honduras porque ella ocupaba la transmisión completa de la prensa extranjera. Optaron entonces por deslizar de manera burda la tergiversación de los hechos sembrando la duda sobre la legitimidad de los actos del presidente Manuel Zelaya que justificarían la ruptura del orden institucional y democrático por parte de los golpistas y la instalación de un monigote para oficiar como presidente de facto.

De la cantidad de insidias que se han escurrido entre líneas, el mejor ejemplo vuelve a  darlo el inefable El Mercurio, experto en el apoyo sibilino a los golpes de Estado del fascismo oligárquico, que publica una carta de un lector donde se refleja el fondo de todo lo que estamos argumentando. Luego de disparar por boca de este lector contra Chávez, Ortega y Evo Morales –a los que ubica detrás de Zelaya para justificar el golpe–, agrega un corolario que es sin duda la declaración de principios de una oligarquía que en Chile encontrara un paraíso que la mantiene a resguardo de las tribulaciones por las que pasan sus congéneres en América Latina:

“Reflexionemos como país, entonces, sobre el valor de la paz social, el orden, la institucionalidad y la desideologización antes que la incomprensión intente instalarse de nuevo sobre nuestra República convaleciente”.

He ahí el meollo del “espíritu del tiempo” implantado por la derecha con la complicidad de la cúpula política en Chile. Debemos reconocer con amargura que, al menos momentáneamente, esta política enajenante de estigmatizar a las ideologías como causantes de los males de la sociedad cristiana y occidental, ha terminado por imponerse en el colectivo nacional.

La justificación que esgrimen  estos medios periodísticos para desinformar sobre lo que ocurre en el mundo ha llegado a ser, por desgracia, real, aunque se haya gestado en bastardos intereses. Llenar las páginas y las imágenes con las noticias de la farándula, mostrar con rentable morbosidad los crímenes y desgracias de la miseria humana, alinear bajo las banderas deportivas la inquietud desorientada de los jóvenes, es lo que “vende”, lo que en verdad se le ha inducido a aceptar a la sociedad bajo un trabajo sicológico de masas de larga data.

Ya no hay marchas por Guatemala, por El Salvador, por Vietnam, ni ahora por Honduras. La más amarga lección que deja la experiencia dura que vive el pueblo hondureño y que en Chile no se está en condiciones de asimilar es, sin duda, que la capacidad sediciosa de la oligarquía y la complicidad que encuentra en las fuerzas armadas sigue peligrosamente vigente, está latente, repta subrepticiamente por los grandes salones y por los herméticos cuarteles.

Ningún gobierno democrático que intente ir más allá de los parámetros que le establece la legalidad oligárquica está a resguardo del zarpazo pardo. De ahí que la vigorosa reacción de la comunidad latinoamericana encabezada por los gobiernos auténticamente democráticos del continente, es sin duda, un pilar valioso en la defensa del gobierno legítimo de Honduras.

Sin embargo, en último término, será la movilización popular, como la que a esta hora se enfrenta en las calles de Tegucigalpa con las fuerzas golpistas, la única que podrá amarrar las manos de estos gorilas escapados de la jaula oligarca. Y no sólo las manos de los gorilas hondureños, sino también las de aquellos que, estando aún enjaulados, esperan pacientemente el llamado de sus amos para salir a sembrar el terror sobre sus pueblos.

Especialmente, señor lector de El Mercurio, sobre los pueblos que están ideológicamente desarmados.

* Escritor.
 

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