Jaivas en La Moneda, acá seguimos cantando

1.537

Sandra Lidid.*

El recibimiento de Obama en La Moneda estuvo impregnado de citas de Neruda. Supongo que Los Jaivas cantaron por millonésima vez Ven a nacer conmigo hermano. Este tipo de homenajes a los ancestros siempre me hace pensar en una frase que me dijera la periodista mexicana, Rosa Rojas, algo así como: “Aquí se respeta sólo a los indígenas muertos”.

 Hasta las llaves de la ciudad le entregaron un poco a la fuerza al renegado Obama (Yes, we can = No, we cannot) que se olvidó de las promesas hechas en una campaña electoral espectacular y costosa. En eso se parece al “bracitos breves”, como lo llama un amigo a Piñera; los que votaron por ellos se sienten traicionados. Obama prometió terminar con la guerra y cerrar Guantánamo y ahora va por varias otras guerras, Guantánamo sigue allí; el otro, el de bracitos breves, ya sabemos todo lo que prometió.

Debería haber titulado este artículo “La última traición”, o “Un poco más de lo mismo”, pero da igual el nombre del cuento, la verdad es que nunca me gustaron Los Jaivas, no me agradan esos coros masculinos afiataditos, donde sobresalen los gritos destemplados de uno que revienta sus cuerdas vocales para reemplazar la voz de una mujer que estos grupos neo se niegan a incorporar; aparte que los veo demasiado producidos: más producción que arte, más vanidad que entrega y si agregamos el vestuario de algodón blanquito el resultado es un pastelito de jaibas acaramelado y macho.

Me dirán que tienen una mujer en un rol muy importante: la batería. Si, allí está y a pesar de su calidad como instrumentista representa a “la regalona del patriarcado”[1]. De hecho, la llaman “Juanita” (atrapándola a perpetuidad en el rol de la hija, de la reemplazante) y no Juana como supongo que es su nombre.

En una ocasión escuché a Los Jaivas en vivo y en directo. Fue en, Rótterdam, Holanda, en esos encuentros de exiliados que organizaba Jorge Arrate con platas holandesas de la solidaridad con Chile y a los que acudíamos  muchas y muchos para sentirnos parte de algo de acá, aunque fuera por unos días.

Allí se enseñoreaban Richard Lake, Ominami, Tironi, Judith Astelarra, creo que Brunner y otros que mejor no me desgasto en tratar de recordar. Ahora pienso que ya preparaban “el consenso”, ese engendro —la historia lo demostraría— que no era más que acuerdos secretos con el imperialismo, la derecha chilena y los milicos ¿Y cuál era el grupo artístico invitado de honor?: los ínclitos Jaivas.

Muchos años han pasado desde entonces y este grupo ha ocupado hasta la saciedad todos los espacios de difusión “artística”, siempre con los mismos temas y el mismo perfil relamido, por lo que no debe extrañar que ante tan ilustre visita, la de Obama, ellos serían los elegidos para exhibir su arte ante lo más granado de la sociedad chilena: el Negro Piñera, la derecha facha de apellidos extranjeros, lo que va quedando de la Concertación y cuanto pelotudo en situación de rico con apellido alemán merodea por Palacio, como lo llaman ahora.

Pero los Jaivas no son innovadores en esto de las genuflexiones a los depredadores del Norte y sus cómplices, ya Neruda lo hizo por los años 60 cuando fue a USA a recibir un premio, y, de paso, a tomar  un tecito en la Casa Blanca con la señora Nixon. Era la época de los juguetes-bombas en Vietnam, del Napalm, del agente naranja, de las aldeas estratégicas y todo lo demás que hoy vuelve a suceder, con el agravante de que el periodismo canalla transforma cualquier guerra imperialista en espectáculo televisivo con el fin de no conmover a nadie.

Como dice el tango, la historia vuelve a repetirse. Invasiones criminales y actos obsecuentes para asesinos genocidas.

Y aunque el periodismo canalla lo oculte, también existe el otro  territorio, el de la dignidad, el de la búsqueda de la verdad con porfía y dedicación; el espacio donde están y han estado siempre quienes resisten. Se me vienen las imágenes de ayer y de hoy donde el recuerdo de un amigo que cantaba y tocaba la guitarra por allá, a fines de los 60, me llena de emoción.

¡Como no echar de menos al Conejo o Caningen como llamábamos a Jorge Grez Aburto; el mismo que un día en la Universidad de Concepción intentó increpar a Neruda por su presencia en USA, por lo que fue violentamente expulsado de un homenaje al vate; el mismo Conejo que después fue expulsado de la Universidad por reemplazar la bandera norteamericana, que flameaba en el Foro Universitario por la bandera cubana.

El mismo conejo cuyo nombre, Jorge Grez Aburto, está en la lista de los 119 detenidos desaparecidos de la dictadura. El mismo conejo que con su guitarra y su boina guerrillera está tan vigente como entonces.

[1] Margarita Pisano. Un cierto desparpajo. Ed. Número Crítico, 1996.

* Ensayista, feminista crítica y autónoma.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.