La batalla por el petróleo de Libia y la esquizofrenia occidental

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Alfredo Jalife-Rahme*

Desde el inicio de la extática revolución del jazmín que impregnó los cuatro rincones del mundo árabe, han sido defenestrados dos sátrapas aliados de Estados Unidos (EU), Gran Bretaña (GB) y Francia en el norte de África (Bin Ali Baba y Hosni Mubarak; este último también adepto de Israel) y se han escenificado en el lapso de una semana dos intervenciones (eufemismos que encubren guerras donde el común denominador se subsume por el control de los hidrocarburos): Bahrein y Libia.

 

Resulta inconsistentemente insostenible la descabellada propaganda occidental sobre la protección de civiles de Bengasi para implementar la zona de exclusión aérea en toda Libia mediante las operaciones bélicas de Francia, EU y Gran Bretaña –en ese orden secuencial y para citar sólo a tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.

Occidente emerge fracturado con la abstención relevante de Alemania respecto a la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad, además de la inhibición conspicua del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), ya no se diga la reticencia de Turquía.

¿Por qué Occidente (sin Alemania) no protege entonces a los civiles contestatarios de Bahrein y Yemen, cuyos regímenes son aliados de EU, GB y Francia?

¿Son diferentes los civiles de Bahrein (ver Bajo la Lupa 16/3/11) y Yemen (Bajo la Lupa 2/3/11) a los de Bengasi?

Lorientlejour.com (19/3/11), uno de los rotativos mas pro occidentales del mundo árabe, narra que las autoridades de Bahrein destruyeron la Plaza de la Perla para facilitar el tráfico vehicular. La desacralización es mayúscula: la Plaza de la Perla representa el monumento que se convirtió en el símbolo de la contestación reprimida violentamente (¡súper sic!) por las fuerzas gubernamentales.

¿Que tan violenta deberá ser la represión gubernamental para que valga un operativo bélico de Francia, GB y EU, bajo el resguardo de una resolución del Consejo de Seguridad?

En Occidente el petróleo decide su axiología.

La batalla por Libia no tiene nada que ver con la hipócrita protección de los civiles, lo cual enunciamos en la radio española Prisa en una entrevista con Ángels Barceló en Hora 25 Global (18/3/11).

Si el represor de civiles posee petróleo y es aliado de EU, GB y Francia, pues tan sencillo como esconder la cabeza como avestruz.

Al contrario, si el represor es una potencia petrolera volátil, como Libia, en sus relaciones sado-masoquistas con Occidente (no olvidar las excelentes relaciones del coronel Kadafi con el ex primer británico Tony Blair y con el mismo Sarkozy, sobre las que podemos redactar una truculenta enciclopedia), entonces, se invoca selectivamente la salvación del género humano en Bengasi.

Cabe destacar que Libia es un país cuya rivalidad entre sus dos polos históricos de poder es explotada por Occidente: Tripolitania (capital Trípoli) y Cirenaica (capital Bengasi).

En la fase del caos inherente a la transición del incipiente orden multipolar, Occidente no cuenta con Alemania, que se ha acercado más a Rusia y a China, mientras se aleja de la impetuosidad legendaria de Nicolas Sarkozy, de la eterna perfidia británica de David Cameron y de la notable inconsistencia de Obama, quien se debate dramáticamente entre el viejo orden del poder duro militar y el poder blando del siglo XXI, cuando EU se encuentra empantanado en Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen y hasta en la transfrontera con México (con sus letales drones).

En una redición del entendimiento cordial (Entente cordiale) franco-británico reminiscente del anacrónico colonialismo decimonónico, ¿Sarkozy y Cameron le forzaron la mano a Obama, quien lanzó la orden de disparar sus misiles durante el inicio en Brasil de su gira mercantilista a Latinoamérica?

El costo aventurero de la fractura occidental por Libia puede ser enorme.

Steve Clemons, muy consultado jefe de política exterior de New America Foundation, quien suele ser amigable con Obama, revela que la Casa Blanca vuela sin estrategia y que tenemos ahora una presidencia reactiva (sic) y no una que sea estratégica (The Foreign Policiy 18/3/11).

Los problemas del siglo XXI no se resuelven con cañoneros reflejos condicionados de las decadentes potencias coloniales. Son tiempos de prudencia y de ajuste realista, no de fugas hacia delante.

El avispero de Libia, sea cual fuere su desenlace, que no parece halagüeño para nadie, es apenas el prólogo de un voluminoso libro que está por escribirse en el mundo árabe, pero también en toda África, donde se celebrarán numerosas elecciones este año que pueden despertar los demonios legados por el colonialismo.

¿Tendrán aviones y pilotos suficientes Francia, GB y EU para imponer zonas de exclusión aérea –es decir, el modelo libio– en los 22 países árabes o en los 57 países de la Organización de la Conferencia Islámica o en los 53 países de Unión Africana?

Alea jacta est: la moneda está en el aire.

*Analista internacional mexicano, columnista de La Jornada

 

 

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