La ciudad acosada y gaseada

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Rivera Westerberg

La juventud chilena ha respondido al autoritarismo del Poder Ejecutivo; al mediodía más de 150 estudiantes secundarios habían sido apresados por las fuerzas de choque de la policía y se encontraban detenidos en distintos recintos policiales de la capital chilena; en las principales ciudades de provincia la situación es similar. La jornada de protesta se caracteriza por el celo y mano dura ordenada por el Ministerio del Interior para impedir la movilización estudiantil.

En el frío Santiago y a cuatro horas de intentar agruparse los estudiantes para marchar rumbo al barrio cívico en el centro de la ciudad, donde se encuentran las dependencias de gobierno —con excepción del Congreso, radicado en Valparaíso, distante el puerto más de 100 kilómetros— el saldo consiste en la imagen de una capital acosada y en combate en un amplio radio alrededor de La Moneda, antiguo caserón sede del Ejecutivo.

En defensa del orden público las instancias de gobierno (Interior, Intendencia de Santiago) no autorizaron las marchas de protesta ciudadana convocadas por los estudiantes secundarios para la mañana de este jueves y por el Colegio de Profesores y universitarios para las 18.30. Si la violencia desatada por las fuerzas antimotines de Carabineros dió la tónica matutina (los desórdenes no cesaban pasado el mediodía), se teme que ésta, la violencia, se multiplique exponencialmente antes de que caiga la noche.

Tanto las dirigencias del magisterio como universitaria ha ratificado de viva voz que la cita del crepúsculo se mantiene. Sin haber la policía podido quebrar la voluntad de los estudiantes secundarios en ninguna ciudad del país, lo cierto es que no caben dudas de que los "pingüinos" [estudiantes secundarios] se plegarán con sus contingentes no apresados esta mañana a la demostración.

Decenas de madres, especialmente, se agolpan frente a las comisarías de Carabineros a la esperea de información sobre sus hijos en ellas retenidos; no se les brindan datos. La espera es tan tensa como temerosa; a lo largo de más de dos meses la televisión ha mostrado cómo, en cada movilización, el espiral de la violencia policial aumenta. No se puede atribuir la dureza de carabineros a exceso de celo o a mala conducta de algún efectivo. Las fuerzas especiales obedecen órdenes superiores.

Desata la movilización de hoy jueves la declaración —no alcanza a ser una propuesta, ni menos respuesta— del Ministerio de Educación a los petitorios estudiantiles. Los setenta días de movilización escolar y universitaria cobraron, políticamente, una víctima importante: Joaquín Lavín, uno de los íconos de la alianza gobernante, reemplazado por Felipe Bulnes. Si Bulnes no logra doblar la voluntad juvenil probablemente deba seguir el camino de su antecesor.

El marco no es auspicioso para el presidente Piñera, que registra por estos días los niveles de aceptación más bajos y la mayor desconfianza ciudadana desde el reemplazo de la dictadura —incidentalmente muchos pro hombres de la dictadura son hoy parte de su gobierno.

Si otros sectores sociales del mundo del trabajo se activan en solidaridad con los estudiantes la situación del gobierno se verá seriamente comprometida; el país quedaría en situación de desobediencia civil. "Que se vayan todos", reclamó hace poco más de una década la ciudadanía argentina, el entonces presidente De la Rúa partió; lo mismo ocurrió en Ecuador y ni siquiera una orquestada campaña de asesinatos logró detener a Evo Morales, en Bolivia.

Mientras caen granadas lacrimógenas por las calles de Santiago, e incluso se "cuelan" en alguna estación del metro, la sociedad espera soluciones y crece el hastío ante una acción de gobierno que no parece querer —o simplemente no sabe— sintonizar a la ciudadanía y un comportamiento errático y oportunista de la oposición institucionalizada.

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