La crisis es global

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Wilson Tapia Villalobos*

En esta posmodernidad que juega a los equívocos, la palabra global le vino de perillas. Se habla de economía global, porque todo el mundo, el planeta, está involucrado. Y como la crisis que atemoriza hoy es económica, les cae a todos. La palabra global ahora sí puede ser bien utilizada. Lo global es el conjunto. Pero no sólo de la economía o de un área en particular.

La crisis que comenzó con el doloso desbarajuste financiero en Estados Unidos es una especie de carátula. Los capítulos interiores se han estado escribiendo durante los últimos cincuenta años. Como no había dinero a borbotones comprometido y las presiones sociales podían ser reprimidas, no existía crisis global. Ahora, las cosas son distintas. Ahora sí estamos en crisis. Pero no sólo económica. Es una crisis integral, paradigmática, tal vez. O sea, global.

En los años sesentas, se hablaba con un dejo de inquietud del "efecto demostración". De cómo los trabajadores chilenos, latinoamericanos, los pobres del mundo en general, acariciaban aspiraciones desmedidas al ver a sus pares estadounidenses con casas cómodas y automóviles a la puerta.

El efecto demostración hoy lo pone Bernard Madoff. Roba US$ 50.000 millones. La posibilidad de que los 850 millones de los hambrientos del mundo coman durante un año. ¿Será condenado a cadena perpetua? ¿Se crearán nuevos puestos de policía para combatir a estos delincuentes? ¿Los Bancos pondrán alarmas especiales para detectar a sus propios desfalcadores?

Hoy, el efecto demostración es dramático. La concentración de la riqueza crea pocos colosos y una cantidad inmensa de miserables. Hace veinte años que lo vienen diciendo Wallerstein, Bauman, Forrester y numerosos otros pensadores críticos de la globalización y del pensamiento único. Pero no han sido escuchados.

Curioso. La crisis ha permitido darnos cuenta cabal de que estamos en crisis. Pareciera que recién ahora se ha caído en cuenta que vivimos en una burbuja repleta de aire viciado. Que los ciudadanos dudan de sus instituciones con razón. Que la democracia, a nivel mundial, no está dando respuestas adecuadas, porque no es el gobierno del pueblo, para el pueblo.

Mientras las cosas marcharon con una economía creciendo de manera constante, el consumismo fue impuesto. Pero con él llegaron nuevas modas. Visiones de mundo diferentes. Banalidad a toda prueba. El hedonismo convenció que el éxito reemplazaba con ventaja a la felicidad. Y entramos en crisis con la educación, con los valores.

No se trata de tirar un ancla y frenar para volver atrás. La evolución es como la estamos viviendo. No es sinónimo de bueno. También podemos caminar, cual dinosaurios, hacia la desaparición como especie.

De allí que haya voces agoreras que hablan de la destrucción del planeta a manos del hombre. Que luchan por volver a una vida bucólica que nunca existió. Debemos pagar el costo de una evolución que permita mantener con vida digna a miles de millones de seres humanos. Tiene que ser el menor posible. Pero aún no encontramos el punto de equilibrio. Quienes manejan el poder imponen su avaricia por sobre el interés general. Y, también, porque a menudo los procesos evolutivos sobrepasan la rapidez del genio humano.

Los papeles que corresponden a la mujer y al hombre en la sociedad han cambiado. Ha sido la respuesta evolutiva. Pero no es un capítulo cerrado la incorporación de la mujer a la fuerza laboral y a responsabilidades de primer nivel. La sociedad continúa siendo patriarcal. Mujeres y hombres pagan un alto precio por la crisis en la relación de géneros. Aquí también se mira al pasado. Voces feministas añoran la reaparición de la Diosa. El rescate de lo matrístico, el reconocimiento del cuerpo, la aceptación del erotismo. El final de un largo período en que visiones religiosas han escindido al ser humano. Y, por otro lado, la ciencia impuso paradigmas que rescatan sólo la razón, dejando de lado la interioridad humana.

Todo esto ha hecho crisis. El gran paradigma newtoniano reforzado por la visión catersiana, ya no sirve ni a la ciencia ni a las aspiraciones ciudadanas. Y la salida no parece ser el nuevo paradigma que significará la comprensión de Dios a través de la ciencia. Ni tampoco tratar de comprender la naturaleza, renunciando a lo que somos.

La crisis tiene muchas aristas y tal vez sea errado pensar que se resolverá apuntalando a algunos bancos por muy grandiosos que hayan sido. O, con una postura más provechosa, dando nuevamente energía a una economía que es imposible que siga creciendo por siempre jamás. La evolución impone sus propias condiciones, que por lo general provocan reacciones humanas que las asientan.

Hasta ahora han hecho posible que el genio humano responda con soluciones que lo acercan a lo que concebimos como humanismo. Hoy somos más libres que hace doscientos años. La esclavitud no es aceptada, aunque se busquen formas para aplicarla de manera subrepticia y con otras características. Las expectativas de vida para mujeres y hombres siguen aumentando. Pero aún estamos lejos de transformarnos en el Dios que la biotecnología trata de dibujar. Los seres humanos cuentan con derechos que la crisis revela que tratan de ser sobrepasados.

La crisis es global. Bienvenida sea, si las respuestas también lo son.

* Periodista.

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