La ética del mercado en Chile

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Wilson Tapia Villalobos*

Estamos viviendo un malentendido. La crisis actual ha servido de espejo. Y lo que se refleja no nos gusta. No es un forúnculo que haya aparecido en la noche y que al despertar nos sorprenda con su contorno rojo y abultado. La imagen estaba allí desde hace tiempo, pero nos negábamos a verla. Explicaciones hay muchas. Una atendible es que en esta sociedad virtual, lo que importa es la apariencia, la forma

Por eso, hablar de ética resultaba fuera de lugar. ¿A quién podía importarle esa disciplina que se encarga del comportamiento moral? Había algo mucho más eficiente y que mostraba gran empatía con el pragmatismo: el mercado. En eso estábamos, cuando se vino la noche. En todo el mundo, los Bernard Madoff se multiplican. Unos tienen cara de banqueros, otros de comerciantes o de emprendedores.

En síntesis, parece que vamos a tener que aprender la lección: si reemplazamos la felicidad por el éxito, dejamos al pragmatismo encargado de la eficiencia y al mercado cuidando los intereses de los ciudadanos, basado en las reglas inquebrantables de la oferta y la demanda, en el mundo sobramos más de cinco mil millones de personas.

En medio del diluvio en que vivimos, nuestros Madoff comienzan a aflorar. Ahora fueron las farmacias que dominan más del 90% del mercado del rubro. Se supo que se coludieron para fijar precios a su amaño. Una de las cadenas comprometidas, Fasa, reconoció su delito. Las otras dos, Salco Brand Y Cruz Verde, claman su inocencia. Pero en su contra está la realidad de los precios.

Ahora se ha descubierto una arista política. El candidato presidencial derechista, Sebastián Piñera, es dueño de algo más del 1% de Fasa. Nuevamente ha reflotado el tema del cruce de intereses entre los negocios y la política. Y Piñera se ha mostrado dolido por la “poca decencia” con que sus contendores lo tratan.

Piñera no es responsable de lo que hizo Fasa. Pero es un comportamiento que él no desconoce. El año pasado fue condenado a pagar algo más de $300 millones por utilizar información privilegiada que logró como accionista mayoritario de LAN Chile. Esta misma empresa ha sido condenada en los Estados Unidos a pagar US$ 88 millones por coludirse con líneas aéreas locales para fijar precios en el rubro de transporte de carga.

En el caso chileno, Piñera ni siquiera fue a juicio. Prefirió pagar la multa, arguyendo que así restaba argumentos a sus contendores políticos. La verdad es que los $300 millones representan un porcentaje muy menor de los beneficios que le había dejado la operación bursátil en que utilizó información que no debía.

Pero centrar las miradas sólo sobre el multimillonario candidato, me parece algo parcial. Los grandes conglomerados han copado área cables. La salud, con farmacias, clínicas e Isapre. Algo similar ha ocurrido en el "retail", donde desaparecieron las pequeñas y medidas empresas, reemplazadas por cadenas que no sólo son grandes tiendas, sino, a la vez, también bancos, supermercados, inmobiliarias, etc.

Y entraron pisando fuerte en la educación.

Desde hace quince años, en Chile la concentración económica se ha incrementado de manera aberrante. Sin embargo, los contrincantes políticos de Piñera carecen de estatura moral para criticar las malas prácticas. Finalmente, son ellos quienes las han permitido.

A los últimos cuatro gobiernos chilenos –incluido el que encabezó Eduardo Frei Ruiz-Tagle– les correspondía desarrollar un Estado fuerte que controlara los desmanes de la codicia privada. Por el contrario, facilitaron de tal manera las cosas, que hoy Chile ocupa un lugar destacado entre las diez naciones que peor reparten la riqueza en el mundo.

Ante el último escándalo farmacéutico, la derecha ha mantenido un silencio que uno tiene derecho a calificar de cómplice. Incluso, el presidente del Senado, Jovino Novoa –militante de la derechista Unión Demócrata Independiente– rechazó la idea de que los ejecutivos y directores de las farmacias coludidas puedan ir a la cárcel por sus delitos.

Es el mismo senador que clama por mayor represión en los casos de delitos comunes. O sea, cárcel para los malandras, multas para los ladrones de terno y corbata.

Coincidiendo con estos escándalos, los progresistas del mundo se reunieron en Viña del Mar. Allí estuvieron las presidentas de Chile y Argentina; los presidentes de Brasil y Uruguay; el jefe del gobierno español; los primeros ministros del Reino Unido y de Noruega, el vicepresidente de EEUU, el presidente del Banco Africano de Desarrollo y el Secretario General de la OEA.

El comunicado final de la reunión pone su acento en la necesidad de evitar la recesión social. Aunque la idea es impactante, no entrega fórmulas distintas a las exhibidas por el neoliberalismo. O sea, no plantea reformas estructurales, ni se refiere a los cambios éticos fundamentales.

Sólo es necesario advertir que la transformación no será fácil. Lo conservador maneja los hilos del poder. Un ejemplo que identifica la sociedad virtual en que vivimos: cuando el escándalo farmacéutico arreciaba, el diario El Mercurio exhibía, como foto principal de su primera página –con mirada profundamente crítica–, la basura que había quedado en la playa de Ritoque después de la celebración del inicio de clases de los universitarios.

Del fraude, ni una sola palabra en su portada.

* Periodista.

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