La ficción y lo otro. – SUDACAS EN LA WEB

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Comenzaron a enviarle proyectos de agencias de empleo virtuales, las que se quedaban con un siete por ciento de lo que cobrara si era seleccionada. La mecánica consistía en ofertar para diferentes postulaciones. Con el tiempo se dio cuenta que debía proponer cifras muy bajas para conseguir el ansiado trabajo.

Paralelamente se anotó en páginas de anuncios gratuitos ofreciendo sus servicios. La contactaron de una empresa con residencia en Madrid para que realizara contenidos de introducción a distintos sitios web con diversa temática. Ella, muy entusiasmada, le envió su currículum y notas que avalaban su amplia experiencia. La empresa realizó una exhaustiva selección y le escribieron ofreciéndole la cantidad de ciento cuarenta y cinco euros mensuales por cinco horas diarias de trabajo en su casa.

Indignada, les contestó que se manejaba con otras tarifas y la respuesta que obtuvo fue la siguiente:
“Ahora que revisamos su experiencia entendemos que estamos lejos de la propuesta. Le pedimos que si conoce a algún estudiante dispuesto a realizar la tarea por favor nos lo comunique.”

Sus sueños comenzaron a desmoronarse. Evidentemente, los del primer mundo estaban contratando mano de obra barata para sus trabajos. Ella pensó que lo que a ellos les resultaba conveniente ya no era pagar un sueldo bueno acorde con el país de origen, siendo de todas formas más económico para ellos, sino que los contratos eran esclavistas.

Países que se llenaban la boca hablando de los derechos humanos, en circunstancias como a las que a ella le habían tocado vivir, sencillamente explotaban a los “sudacas”.

La frase de Perogrullo que sostiene que el trabajo dignifica parecía ya no tener sentido, no sólo para los empleadores de su país, quienes toman pasantes para realizar trabajos con la promesa de un puesto efectivo que en pocas ocasiones se traduce en una realidad, sino para aquellos que se manejaban en los países desarrollados. Ellos conocían la situación socioeconómica de Latinoamérica y especulaban con “el muerto de hambre”.

Investigó y supo que los españoles para un primer trabajo de las características del que le habían propuesto no cobrarían menos de ochocientos euros. Indignada, ya no se sentía expulsada de su país sino del mundo, un lugar donde su nacionalidad era discriminada.

La experiencia la puso a tono con el nuevo escenario mundial. Las grandes posibilidades que ofrece internet pasaron a ser parte del juego siniestro de la explotación humana.

En esos días recibió ofertas de “negocios” para realizar desde su casa pero por suerte alguien muy cercano la advirtió con respecto a que ese tipo de sistemas a lo único que apuntan es a venderle a ella un paquete de productos o herramientas para vender en la web y con eso, este tipo de empresas, realizan sus mejores ventas disfrazadas de oportunidades para el desocupado.

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Siguió intentando, ya más alertada, y visitó sitios en la red donde en teoría pagaban por ver publicidad. Se dio cuenta que era una nueva forma de venta, donde –por intermedio de referidos– la firma en cuestión hacía su estrategia de marketing.

El canibalismo en extremo, tecnología mediante, se había adueñado de la web, un mundo virtual dentro del esquema real.

Pero ella no se resignaba al maltrato y comentó sus experiencias en un foro virtual de colegas. Era una forma de advertir a futuros profesionales en que consistían este tipo de ofertas y también, por que no, difundirlo.

Lo peor del caso es que todo era legal. Ella se sintió desprotegida. Leyó un artículo periodístico de Irina Sternik que corroboraba su impresión: “Hablar de la situación de los teletrabajadores en la actualidad en la Argentina, es ingresar a un terreno lleno de realidades y un vacío de formalidades. En el terreno del periodismo, los conocidos colaboradores ‘free lance’ pasaron de ser un recurso complementario al método de contratación per se. Esta situación tiene sus costados positivos y negativos. Es una forma de subsistir como periodista, de seguir siendo autónomo y de manejar la libertad profesional, en el mejor de los casos. Sin embargo, la ausencia de leyes al respecto hace que los periodistas ‘free lance’ estén totalmente desprotegidos ante cualquier cambio de planes por parte de los dueños de las empresas periodísticas.”

Por supuesto que este tema iba mucho más allá de los trabajadores periodísticos y de la web, y el cambio debía ser a nivel político.

Volviendo a la web, la vio como el reflejo de una realidad que se daba en amplios sectores de la sociedad. Era una forma descarnada de mostrar rápidamente como funcionaba el circuito.
Seguía considerando a internet como una herramienta maravillosa, pero como tal mal usada, la observó como la manifestación más cruda del sistema.

Consiguió, a través de ella, vincularse con profesionales para armar redes de contención y, así, comenzó a rescatarla.

La web también proporcionaba lugares de encuentro donde se discutía la temática y por allí alcanzó a ver una lucecita en el oscuro camino del internauta que busca trabajo. Pero con esto no alcanzaba, reflexionaba ella. Debía haber un marco proveniente de los sectores de poder que intentaran un cambio hacia una sociedad más justa, por supuesto no sólo dentro de la web.

Lo que ocurría en este medio es que la mayoría que tenía acceso evidentemente era parte de una elite, ya que por lo menos contaba con una computadora y banda ancha, pero ni siquiera esto hacía que el posicionamiento dentro del mercado fuera óptimo, por lo menos, para los que habían nacido, como ella, en el Tercer Mundo.

La pregunta que se formulaba era como dignificar el trabajo por este medio contando con recursos intelectuales y las herramientas apropiadas. Se suponía que esto era una garantía de un mejor posicionamiento en la sociedad. Sin embargo, ya no era respetado. Tal vez en la internet de los primeros tiempos, diez años atrás, se podía trabajar con un buen rédito. Pero ya no era así.

Quedó, de esta forma, su planteo hecho y su compromiso por la lucha de defender el conocimiento y el capital que involucra el tener a mano una computadora integrada al mundo virtual.

Por el momento, las redes de contención. Se involucró en una red de contactos con una persona que le hizo el mismo planteo y juntos se pusieron a pensar en generar un lugar donde el planteo concreto fuera la esclavitud moderna y la web como su difusora. Era un comienzo, llevaría mucho tiempo concientizar a los usuarios de este maltrato disfrazado de oportunidad, pero valía la pena.

La web debería estar al servicio del trabajador y no a la inversa, como estaba planteado el modelo vigente.

Siguió pensando y se le ocurrió crear un boletín electrónico con contenidos relacionados con la temática acerca del trabajo virtual. La virtualidad le fascinaba y no estaba dispuesta a que sólo unos pocos se beneficiaran con ella.

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La tarea de difusión estaba en marcha, se sentía plena, y, aunque sin un salario fijo todavía, con la conciencia en paz porque tenía claro que su experiencia era la muchos otros que se habían ilusionado y frustrado por las mismas causas.

Una web digna, un trabajo digno, un espacio donde poder realizar y potenciar lo mejor de ella la esperaba.

Como decía el antiguo dicho, “las cartas estaban echadas”. Había encontrado una misión dentro de su mundo virtual, ese espacio donde el intercambio era rápido y fluido.

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* Opiniones y comentarios pueden hacerse activando, al final del texto, el enlace Comente la nota, no se exige una identificación formal; mensajes personales a la autora pueden ser enviados a soviet@pieldeleopardo.com, le serán remitidos de inmediato.

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