La gran apuesta rusa en el tablero internacional

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Sebastián Pellegrino*

El Kremlin amplía sus vínculos con Latinoamérica mientras disminuye la influencia de Washington sobre su descuidado “patio trasero”. Venezuela, Cuba y Brasil, los favoritos de la región.

Mientras Estados Unidos debate acerca del albedrío financiero liberal, del previsible puesto que aguarda por George W. Bush en el ranking histórico de las peores administraciones y del potencial de “cambio” que arrastra la “obamamanía”, el mundo es testigo de los movimientos estructurales que desafían la estabilidad del bloque de las potencias hegemónicas globales.

Las siglas BRIC (que identifican, respectivamente, a los cuatro gigantes emergentes, Brasil, Rusia, India y China), resuenan en los cinco continentes como una sólida alternativa al poder concentrado del selecto Grupo de los Siete (G-7, conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido).

Los ministros de economía de los países que integran el BRIC realizaron una reunión -a comienzos de noviembre- para actuar frente a la crisis financiera internacional. De allí surgió la postura común que adoptarán en los próximos meses los cuatro grandes: reclamar igualdad de representación en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Banco Mundial (BM); retomar las negociaciones de la Ronda de Doha y prevenir el proteccionismo de las potencias industriales; y avanzar en la integración del naciente bloque.

Asimismo, en los últimos meses los países del BRIC se han lanzado a conquistar las simpatías (y los mercados) de las regiones del mundo en desarrollo. Sobra trabajo para los aparatos diplomáticos y las corporaciones energéticas y de tecnologías de Asia y Brasil.

El Gigante euroasiático en Latinoamérica

Rusia lidera la gran apuesta en materia de política exterior. Además del BRIC, el Kremlin centra su atención en Latinoamérica -región estratégica para el desarrollo del nuevo siglo- por la localización de recursos naturales que ya escasean en el Viejo Continente y por las enormes reservas de hidrocarburos.

Según el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, “la activación de la cooperación política, económica, comercial, científica, humanitaria y cultural con los países de América Latina y el Caribe figura entre las prioridades de la política exterior rusa”.

“Para Rusia América Latina es un socio natural constructivo. Además, el ascenso al poder en varios países del Continente de líderes nuevos, su aspiración a consolidar el rumbo independiente en la política exterior y la creación de la economía de mercado socialmente orientada abren posibilidades adicionales para el desarrollo de nuestras relaciones”, explicó el Ministro durante una entrevista publicada el pasado miércoles 19 de noviembre.

En los últimos años las relaciones comerciales entre el país euroasiático y América Latina han crecido de manera gradual, pero aun el intercambio se halla muy lejos de los niveles deseados por Moscú. El incremento interanual del intercambio comercial ronda entre el 25 y 30 por ciento, aunque Rusia espera aumentar esa cifra para cuando finalice el 2008, y principalmente durante el transcurso del próximo año. (Ver: “El ‘oso ruso’ en Latinoamérica”. APM 03/10/2008)

El acercamiento ruso a la región no se limita a la búsqueda de nuevos mercados donde insertar los productos de su industria militar, aunque así pretendan mostrarlo los medios privados latinoamericanos (y aquellos analistas devotos de la hegemonía continental del país del norte).

“Este año nos proponemos hacer hincapié en la exportación rusa de altas tecnologías, la consolidación de la colaboración en materia de energía, la extracción y el transporte del petróleo y gas natural, la construcción de maquinaria, la metalurgia, el sector del transporte, el aprovechamiento de la energía nuclear con fines pacíficos y las exploraciones espaciales”, aclaró Serguéi Lavrov ante las especulaciones acerca de una estrategia rusa para perjudicar los intereses de Estados Unidos en la región.

El sábado 22 de noviembre comenzó la gira del Presidente ruso, Dmitri Medvédev, en Latinoamérica, con su primera escala en Perú. El país andino fue sede de la Cumbre de Líderes del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC), instancia multilateral que trata temas relacionados con el intercambio comercial, coordinación económica y cooperación entre sus integrantes.

En dicha Cumbre la mayoría de los mandatarios presentes coincidieron en rechazar las políticas proteccionistas (por parte de los países industriales como modo de evitar el impacto de la crisis financiera sobre la economía real), y abogaron por una mayor liberalización de los mercados centrales en condiciones igualitarias para todas las economías del globo.

Los próximos escenarios latinoamericanos que visitará Medvédev serán Brasil, Venezuela y Cuba, tres estados con economías en expansión, con gobiernos que rechazan la lógica económica estadounidense, y con lazos cada vez más fuertes con el Gigante Euroasiático.

Defensores de un nuevo Orden Multipolar

Venezuela será el tercer país sudamericano que recibirá, el 26 de noviembre, la visita del presidente ruso. Antes, Medvédev se reunirá con el gobierno de Lula Da Silva con el objeto de impulsar una serie de tratados comerciales y de transferencias mutuas de tecnologías.

El análisis de Venezuela en primer lugar responde al inmejorable estado de las relaciones entre Miraflores y el Kremlin, fortalecidas en los últimos años por la compra del Gobierno bolivariano de armamentos, bienes de producción y tecnologías al colosal aparato productivo ruso. Y es que tanto Hugo Chávez como Medvédev califican el acercamiento de sus países como parte de una “alianza estratégica” para el desarrollo y la seguridad regional, además de ser los principales promotores de un Orden Multipolar.

En agosto ambos mandatarios suscribieron acuerdos energéticos para la explotación de hidrocarburos en Venezuela y sentaron las bases para la conformación de un banco estatal ruso-venezolano que financiará proyectos binacionales, tema que será tratado en el próximo encuentro en Caracas.

Además, en los últimos años Venezuela obtuvo de Rusia préstamos por más de 4.000 millones de dólares para la compra de armamentos de defensa, destinados a la modernización de las Fuerzas Armadas bolivarianas. (Ver: “Destinos claves para el desarrollo”. APM 27/07/2008)

El próximo avance contractual estará enfocado en el desarrollo nuclear venezolano (Rusia construirá un reactor nuclear en aquél país) y en la transferencia de tecnología atómica para ser utilizada con fines civiles, según estimó necesario aclarar el mandatario de Miraflores.

La visita de Medvédev coincidirá con la llegada de una flota de buques de guerra rusos que, junto con la marina venezolana, realizarán ejercicios conjuntos de salvamento, vigilancia y comunicaciones en el Mar del Caribe. Claro que los ejercicios, impulsados por países soberanos (cabe la aclaración a pesar de la obviedad), ya fueron calificados como una amenaza al imperio estadounidense. Imperio, pues si no lo fuese no podría reclamar la postergación de los movimientos navales realizados en tiempos de paz en el marco del Derecho Internacional.

Una de gigantes

Rusia y Brasil comparten varias características: geográficamente, son dos de los países más extensos del globo y poseen incalculables riquezas naturales; económicamente, son dos de las cuatro economías más dinámicas del mundo y hasta ahora mantienen altos índices de crecimiento sostenido; diplomáticamente, poseen los aparatos de negociación más activos del globo y ambos dan prioridad a la política exterior; políticamente rechazan la hegemonía estadounidense en su configuración actual y no ocultan sus intereses expansionistas. Por si fuera poco, se saben gigantes.

Medvédev llegará a Brasil el 25 de noviembre con una clara misión: ampliar la colaboración con su par Luis Inacio Lula Da Silva en las áreas de energía nuclear y desarrollo satelital con fines militares, además de aprovechar la ocasión para reiterar tácitamente a Estados Unidos que el mundo sí cambió.

El ministro de Asuntos Estratégicos brasileño, Roberto Mangabeira Unger, anunció días atrás el acuerdo que firmarán Lula Da Silva y Medvédev en materia nuclear, que incluye la prospección de uranio e investigación sobre el uso pacífico de ese tipo de energía. Unger adelantó que, al igual que Venezuela, el acuerdo incluirá la construcción de reactores atómicos en Brasil con tecnología rusa.

Además, la visita del mandatario ruso a Brasil constituirá la culminación de los preacuerdos y de los procesos de negociación, que avanzaron en los días 17 y 18 de noviembre en Brasilia, en el marco de la V Reunión Intergubernamental Brasil-Rusia de Cooperación Económica, Comercial, Científica y Tecnológica (V CIC). En dicha reunión quedaron plasmados los intereses de ambas estados de ampliar considerablemente el intercambio comercial en los próximos años.

Socios con afinidades históricas

La Habana será la última escala de la delegación rusa. No hace falta aclarar las construcciones semánticas con las que bombardearon las corporaciones mediáticas durante la última semana: “revive la Guerra Fría”, “proyecto de nueva carrera armamentista”, “visita programada para irritar a Washington”, y sigue…

Todo un arsenal de histeria informativa destinada a deslegitimar lo que ya es una política de estado rusa: integrar un gran bloque de países emergentes para sostener el desarrollo obtenido en los últimos años con “recetas propias” y no impuestas por la hegemonía estadounidense, según las propias palabras del Ministro de Asuntos Externos ruso, Serguéi Lavrov.

Días atrás, Dmitri Medvédev declaró que Cuba ha sido y es hoy uno de los “socios clave” de su país en América Latina pues desarrollan de forma activa su cooperación en política y asuntos internacionales.

La visita del líder del Kremlin estará enfocada en una serie de contratos militares, comerciales y energéticos, además de buscar mayor integración entre ambos países. “Hemos superado la pausa que apareció en nuestras relaciones en la década pasada (en relación al período posterior a la desintegración de la ex Unión Soviética); hoy nuestros contactos son intensos y amistosos", afirmó Medvédev.

Rusia, tras casi 20 años de la caída del bloque socialista, ha retomado la iniciativa en la política internacional y no está dispuesta a consultar con Washington sobre sus áreas de influencia. El poder económico global se desplaza a Oriente, el concierto de naciones poderosas recibe, sin ganas, a las nuevas potencias y Latinoamérica se presenta al mundo como un escenario políticamente autónomo y económicamente próspero y determinante, en gran medida, de las relaciones internacionales.

Es el diseño de un bloque de potencias emergentes: la gran apuesta rusa en el tablero internacional.

*Publicado en APM

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