La guerra contra el terror: – ENGAÑOS, CORRUPCIÓN E INCOMPETENCIA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hace pocos días la Casa Blanca acusó a The New York Times de cometer traición periodística cuando publicó la noticia de cómo la administración Bush rastreó secretamente cuentas bancarias de estadounidenses, como si los astutos terroristas no hubieran pensado en esa posibilidad. Aún más grotesco, el Departamento de Justicia preparó una trampa en Miami, destinada a demostrar que el departamento de Seguridad Interna sirve de muro entre nosotros y los fanáticos terroristas que operan bajo nuestras narices, y para atemorizar a las masas espectadoras de TV.

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El Fiscal General Alberto “Vigílalos y Tortúralos” González (izq.) anunció que su operación atrapó a siete hombres negros –cinco ciudadanos, un haitiano legal y un haitiano aparentemente ilegal en Estados Unidos–. Se enfrentan a una posible condena de cadena perpetua si se les declara culpables de planificar volar la Torre Sears de Chicago y de cometer otros actos violentos contra Estados Unidos –aunque un agente provocador suministró las ideas y ofreció armas al grupo–.

Para envolver a los crédulos en un absurdo melodrama, el Departamento de Justicia utilizó a los ansiosos medios, que sirven como el equivalente de los falsos compradores que el en siglo 19 ayudaban a convencer a los pueblerinos de que compraran a los charlatanes ambulantes sus curas milagrosas para las mordeduras de serpiente y la sífilis. Es más, la publicidad actual continúa atrayendo a los tontos para que compren productos que detienen el proceso de envejecimiento, si no la muerte misma.

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González, el nuevo animador del reciente acto en el circo del terrorismo, anunció esta pieza central de publicidad en la guerra de Bush contra el terror. Sin embargo, el recién arrestado septeto brindó al público una noción más clara de la palabra que empieza con t –al menos en el diccionario de Bush: “terrorista es igual a negro musulmán o cristiano, crédulo y con dificultad para expresarse”–.

Un abogado reclamaría que hubo “incitación al delito” y señalaría a un provocador del FBI que atrajo a siete hombres vulnerables a una trampa. Él convenció al grupo de que hiciera un juramento a Al- Qaeda –en cámara–. ¡Imagínense a personas que creen que un representante de Al Qaeda haría una búsqueda de talentos en un vecindario afro-norteamericano en Miami! .

¿En qué se beneficia el FBI?

Bueno, los funcionarios del Buró aún llevan la carga de su pobre desempeño anterior al 11/9. No supieron atender a los memos de los agentes que pudieron haber detenido a los verdaderos secuestradores de aviones antes de que atacaran. En vez de proteger al público, fueron en busca, en aras de la publicidad, de hombres que no poseían dinero ni explosivos, ni el conocimiento para usarlos.

Hasta el vice director del FBI John Pistole admitió que los “planes para atacar la Torre Sears fueron más una aspiración que una operación”. Oigan, como miles de otros hombres, yo “aspiré” durante décadas a convertirme en jugador de béisbol de las grandes ligas. Igual que los hombres arrestados, yo carecía de unos cuantos componentes necesarios para el éxito.

A pesar de que estaban en la “etapa de aspiración”, Pistole insistió en que los siete ejemplificaban “la amenaza representada por pequeños grupos sin conexión con las redes del terrorismo internacional”. Alertó que “estos son miembros de una célula terrorista hecha en casa. Su meta era sencilla: realizar ataques contra Estados Unidos”. Sí, admitió Pistole, el grupo no tenía una conexión real con Al Qaeda, pero el hombre de la trampa del FBI los convenció de que hicieran su juramento televisado –aunque ninguno de ellos sabía a quien estaban jurando “fidelidad eterna”–.

El infiltrado del FBI convenció al líder de estos “aspirantes” a jihadistas, Narsela Baptiste, que él representaba a Al Qaeda y que podía suministrar a Bartiste “botas, uniformes, ametralladoras, radios y vehículos”. El crédulo Baptiste incluso pidió chalecos antibalas y 50.000 dólares.

¿Por qué iba a necesitar esos artículos para plantar explosivos en la Torre Sears? El FBI asegura que los siete hasta habían dado su número de botas al operativo del Buró. Cuando los asaltos sincronizados se llevaron a cabo en un almacén de Miami y en otros lugares donde los hombres residían, los asaltantes no encontraron armas, bombas –ni los materiales para fabricarlas–.

Sin embargo, González insistió en que el Buró había salvado al país, que había “identificado y desbaratado un plan terrorista antes de que pudieran hacer daño”. Aseguró que “estos individuos deseaban realizar una guerra terrestre total contra Estados Unidos”. Uno de los sospechosos dijo al infiltrado del FBI que él deseaba “matar a todos los diablos que podamos”.

Esposados y con grilletes, los hombres que aparecieron en el tribunal el 25 de junio no coincidían con la representación de “peligro”. No eran árabes, musulmanes ni hombres con graves antecedentes penales. La madre de uno de los arrestados, un trabajador de la construcción, dijo que ella recibía el salario semanal de su hijo y que él no sabe nada del Islam ni tiene ninguna pugna con su país. Una hermana de uno de los hombres dijo que él ni podía deletrear “Al Qaeda”.

¿Por qué, se pregunta uno, los medios dieron semejante cobertura a tal comedia policial tan pobremente montada? O es que la gente de Seguridad Interna se siente tan insegura que tiene que fabricar una versión norteamericana de La pandilla que no daba en el blanco?

Como el Buró manipuló exagerada y públicamente a los medios acerca del peligro de los hombres que había “entrampado”, González más tarde contradijo su evaluación preliminar de la “célula terrorista hecha en casa” al decir que “no significaban una amenaza inmediata”.

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Habiendo mostrado su capacidad de vigilancia al encontrar a los no complotados, la policía de Seguridad Interna ignoró aplicadamente a los verdaderos conspiradores. En Miami los activistas anti-Castro, a pesar de ser ciudadanos de la tercera edad, prosiguen con sus proyectos juveniles: asesinar a Fidel Castro (izq) y lanzar una invasión contra Cuba.

Desde 1959, el gobierno de EEUU los ha ayudado y alentado a acopiar montones de armas y bombas. A lo largo de tres décadas la CIA también ha suministrado a los violentos enemigos de Castro tecnología sofisticada, como veneno para sus puros y trajes de buceo en la década de 1960, y una pistola dentro de una cámara de TV para matar al líder cubano en una conferencia de prensa en Chile en 1971.

Cuando Jimmy Carter retiró brevemente el apoyo a tales esfuerzos, algunos enemigos de Castro volaron una oficina de correos y atacaron otras instalaciones del gobierno de EEUU. Sin embargo, Reagan reanudó el apoyo a los violentos grupos anti-castristas. Que han continuado conspirando y ocasionalmente alardeado acerca de planes de asesinato y bombas en Cuba.

Luis Posada Carriles (abajo, der.), por ejemplo, alardeó ante los reporteros Anne Bardach y Larry Rohter, de The New York Times, que habían conspirado para poner bombas en un hotel cubano, y describió esos hechos “como actos de guerra con la intención de inutilizar al régimen totalitario privándolo del turismo extranjero y de las inversiones”. Un turista murió.

Posada describió la muerte del turista italiano como un accidente, pero declaró que tenía la conciencia limpia al decir «duermo como un bebé».

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En 1976 un cable del FBI identificó a Posada como responsable de una conspiración exitosa para volar un avión comercial cubano sobre Barbados. Setenta y tres pasajeros y tripulantes murieron. Posada, actualmente de 77 años y en prisión por violar la ley de inmigración, aún no ha sido acusado de terrorismo. Más recientemente, otros gerontes anti-fidelistas aseguraron que el gobierno de EEUU los alentó a que prosiguieran con sus planes violentos.

En abril, en las afueras de Los Ángeles, Robert Ferro fue arrestado por las autoridades locales debido a la posesión de unas 1.500 armas, incluyendo explosivos y lanzacohetes. Ferro aseguró que el gobierno sabía de estas armas y lo había alentado a que las usara para entrenar un ejército que invadiría Cuba. Las autoridades arrestaron a Ferro en 1992 en Pomona, California, donde dijo que estaba entrenando a un grupo de mexicanos para invadir a Cuba, y nuevamente en 1995 en Miami, con una gran carga de armas.

Ferro no enfrentó acusaciones graves e incluso le devolvieron las armas.

En Miami, José Antonio Llama declaró que se habían hecho serios planes de asesinato con el conocimiento del gobierno de EEUU. Las autoridades habían arrestado a Llama y a otros cuatro exiliados anti-castristas en Puerto Rico en 1997 bajo la acusación de conspiración para asesinar a Castro, quien se estaba preparando para asistir a una Cumbre Ibero-Americana en Isla Margarita, Venezuela. Los hombres dijeron a un agente de la Aduana de EEUU que funcionarios de EEUU les habían dado el permiso para matar a Castro.

“Estábamos impacientes con la supervivencia del régimen de Castro después de la caída de la Unión Soviética y el campo socialista”, dijo Llama. Y aseguró que puso su propio dinero en un complot a principios de la década de 1990. “Queríamos acelerar la democratización de Cuba usando cualquier medio para lograrlo”.

Un jurado los declaró inocentes después de que un juez no aceptó las declaraciones de uno de los acusados que se auto-incriminó. Es más, los jurados de Miami consistentemente se han negado a declarar culpables a los complotados contra Castro.

El terrorismo grave amerita la preocupación del público y el diálogo. Miles de cubanos murieron como resultado de ataques terroristas apoyados por EEUU a partir de principios de la década de 1960. De manera similar, se realizaron cientos de verdaderos planes de asesinato contra Castro –ninguno exitoso, por supuesto–. En el Medio Oriente y otros lugares, muchos planes están en curso. Es más, cada día en Iraq las bombas explotan y la gente muere.

Cuando el Departamento de Justicia prepara trampas que ningún productor de Hollywood que se respete usaría en un filme, indica un nivel de desesperación dentro del gobierno. ¿Cuánto tiempo puede utilizar la Administración Bush la “guerra contra el terror” para ocultar un historial de engaño, corrupción e incompetencia?

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* Integrante del Instituto para Estudios de Política.
En la revista Progreso semanal.
www.progresosemanal.com.

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