La MINUSTAH debe cesar ya su desastrosa acción en Haití

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El 4/9 la radio Montecarlo de Montevideo informó que el comandante en jefe de la Armada de Uruguay, Alberto Caramés, había dispuesto el cese en el cargo del jefe del contingente naval en Haití. El jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, José Bonilla, estuvo de acuerdo con Caramés.

Mujica y Fernández Huidobro enviaron una carta al presidente Martelly pidiendo disculpas por lo sucedido. “Vengo en mala hora a pedirle a usted y al querido y heroico pueblo de Haití las debidas disculpas ante el atropello que algunos soldados de mi país han perpetrado contra el señor Jhony Biulisseteth”, decía lo publicado por el diario La República.

No vaya a creerse que estos abusos sexuales y explotación sexual de mujeres, incluso niñas, es la primera vez que ocurren o que están limitados a los uniformados charrúas.

La MINUSTAH cuenta con militares de    Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Guatemala, Japón, Jordania, Nepal, Paraguay, Perú, República de Corea, Sri Lanka y Uruguay. La lista es aún más dilatada en materia de policías y gendarmes. En estos años hubo denuncias de índole sexual contra efectivos de Sri Lanka, Nepal y Uruguay.

Pero las acusaciones han menudeado por otros motivos, más políticos, como mal trato, detenciones arbitrarias y hasta asesinatos contra la población civil, sobre todo entre 2004 y 2007. En ese tiempo y con el argumento de lucha “contra los bandidos”, los “cascos azules” metían bala todo el tiempo contra las manifestaciones y los barrios más humildes de Puerto Príncipe, como Cité Soleil. En julio de 2005, cuando esos sectores populares se aprestaban a celebrar el cumpleaños del desterrado Aristide, la balacera de los efectivos provocó más de 30 muertos entre los pobladores. La mayor responsabilidad  recae sobre Brasil, que siempre tuvo la jefatura militar de la Misión.

 Mucha cólera

Balazos a los haitianos pobres, que son el 80 por ciento de la población; abusos sexuales a niñas y niños, y explotación sexual de mujeres, no agotan el repertorio de críticas que recibe la MINUSTAH.

En setiembre-octubre del año pasado comenzó una epidemia de cólera que mató hasta hoy a 6.200 personas y enfermó a 300.000.

¿Qué tiene que ver eso con los “cascos azules”? Bastante, pues hubo voces autorizadas que señalaban la posible responsabilidad de los efectivos nepaleses en el brote de cólera. La base de esos militares está cercana al río Artibonite, donde arrojaban sus heces. Fidel Castro dijo que había que estudiar esa hipótesis, dándola como muy plausible. En mayo de 2011 un estudio de la ONU concluyó: “la cepa aislada durante el brote de cólera en Haití y las que circulaban en el sur de Asia, incluido Nepal, al mismo tiempo en 2009 y 2010 son similares”. Bingo.

Haití (o Ayití, país de las altas montañas) está históricamente azotado por el colonialismo, las dictaduras, la dependencia, los golpes de Estado y el empobrecimiento. Como si no tuviera suficiente con eso y las enfermedades como el cólera, el 12 de enero del año pasado fue colapsado por un terremoto que dejó oficialmente 300.000 muertos. La cifra real puede trepar a medio millón.

En esas condiciones la discusión no puede limitarse al caso de la violación de un adolescente por los militares uruguayos, ni a una disminución del contingente como sugiere Brasilia.

El mantenimiento de la cuestionada misión militar cuesta a la ONU exactamente 853.827.400 dólares, presupuesto aprobado para el período julio de 2010 – junio de 2011. ¿No sería más apropiado que ese dinero fuera invertido en programas sociales, educativos y productivos en la nación más empobrecida del continente?

Vía comparación, hay que consignar que la Unasur sólo entregó 100 millones de dólares y luego de la visita de Rafael Correa prometió otros 200 millones. De la Comisión Internacional presidida por Bill Clinton, ni noticias…

La verdadera solidaridad es la de Cuba y Venezuela, que enviaron alimentos, medicinas, herramientas, médicos, maestros y otros colaboradores. Así se han mitigado tantos dolores y salvado vidas. Muchos jóvenes haitianos se han graduado de médicos en la Escuela Latinoamericana de Medicina, becados en La Habana, y volvieron a su país a asistir heridos en el terremoto y enfermos de cólera.

Esa es la mejor manera de ayudar a la primera nación independizada del colonialismo francés, en 1803. La otra “ayuda”, de mandarle tropas de ocupación, se parece muchísimo al proceder de las grandes potencias. 

*Publicado en La Arena

 

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