La política de seguridad de Estados Unidos: regreso al pasado

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Oscar Ugarteche*

Para comprender mejor las bases de Estados Unidos en Colombia y las ahora 872 bases militares de que tiene alrededor del mundo hay que mirar algunos elementos adicionales y sintetizar la política real.  En América Latina hemos tenido el secuestro en México, en mayo del 2009, del profesor colombiano de literatura de la UNAM, Ángel Beltrán Villegas, y su reaparición en Bogotá en una cárcel de alta seguridad. Esto ha sido un apéndice de la política de secuestrar a presuntos terroristas de Al Qeda y llevarlos a Guantánamo para su tortura mientras los mantienen sin acusación por un periodo indefinido. Lo único que se asemeja a eso es el Plan Cóndor de los años 70.

Los acusados de entonces eran secuestrados en un país, remitidos a otro y torturados por el ejército de dicho país. Esa política terminó con la doctrina Carter de Democracia y Derechos Humanos en 1979 y ha reaparecido con la doctrina Bush de seguridad.
 
En julio del 2008 se revitalizó la IV Flota naval creada en 1943 durante la segunda guerra mundial, primero para asegurar que los Nazis no penetraran el hemisferio y, luego, para evitar la llegada de los comunistas. “La IV Flota concentrará sus esfuerzos en la lucha en contra del tráfico ilícito, y en proveer ayuda humanitaria y socorro en casos de desastres”[1] dicen los marinos ahora. La IV Flota se desbandó e integró en la II Flota en 1950 sustituyéndose la seguridad naval hemisférica por los programas UNITAS[2] de cooperación naval a partir de 1959. UNITAS ya cumplió 50 años de existencia y ahora es la articulación de las marinas de guerra de países suramericanos, con excepción de Venezuela y Cuba.

La reaparición de la IV Flota, en este marco, es redundante pero sugerente si se considera que fue tres meses después del ataque colombiano en la frontera ecuatoriana a una unidad de las FARC donde murió Raul Reyes, el mediador de paz de dicho grupo.
 
Existe entonces, el asunto de la narcotización de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, más con unos países que con otros, pero en general subrayados por la lucha contra el narcotráfico que en Colombia y México incluyen presencias militares grandes y abiertas, pero en el Perú implican presencias encubiertas como en los valles de los ríos Apurímac y Ene (VRAE)
 
La percepción del gobierno de Estados Unidos en América Latina con el desenvolvimiento de la primera década del siglo XXI se ha visto complicada. Tras haber sostenido una política de derechos humanos, aunque contradictoria, en la primera década la abandonó e implementó la tortura como instrumento en la lucha contra el terrorismo. Los defensores de derechos humanos lucharon contra la tortura en todas sus formas por lo ocurrido en los años 70 durante las dictaduras sudamericanas.

http://www.larepublica.es/spip.php?article6898

*Economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México.

 

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