La presidente tiene pena, Mendoza Collío un balazo en la espalda ¿Qué tiene la presidente?

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Lagos Nilsson

Queda detrás de Jaime Mendoza Collío un hijo pequeño. ¿A quién le importa? Era un comunero, es decir: nadie. Los muertos son nada, son muertos, pasto de olvido, disquisiciones tribunalicias, ira que se acumula, otro asesino libre. Quizá esta vez no. Quizá es uno de los nombres de la esperanza. Marrichiweu el de la certeza.

La bala de una pistola semi automática de 9mm disparada por Patricio Jara Muñoz, policía con entrenamiento especial para agredir civiles penetró por la espalda del joven mapuche. Lo mató en forma instantánea. Raros estos mapuche, pelean no de frente, atacan dando la espalda. Por lo menos eso se desprende de la versión oficial: el suboficial disparó su arma en defensa propia.

Dicen las fuentes oficiales que en los bolsillos de la ropa de Mendoza Collío encontraron los policías víctimas de la agresión piedras y un cartucho de escopeta. No se encontró arma alguna: en eso, al menos, no mienten.

Una pistola con un ánima por la que cantan canciones de muerte proyectiles de 9mm no es juguete. La misión "pacificadora" del gobierno (porque Carabineros obedece órdenes del gobierno o el gobierno es una ficción) merodea el Wallmapu armada con armas de guerra. ¡Es que son tan revoltosos los mapuche! Cinco siglos de matanzas, negaciones, sometidos a mentiras, engañados no impiden que ahí estén, con el mismo argumento del comienzo: ésta es nuestra tierra y la queremos devuelta.

Pero no. Mendoza Collío, que tenia 24 años, tendrá toda la tierra que puedan abarcar sus brazos muertos.

Michelle Bachelet tiene pena, envía sus condolencias, pero también enviará más tropa y habrá más allanamientos y violencia contra mujeres, no importa si embarazadas –es mejor quebrarles los dientes a ls embarazadas: así abortan y se contará un mapuche menos–, y niños y ancianos. Michelle Bachelet sabe que todos los seres humanos son iguales, sólo que algunos más cerdos son que otros. ¿Será responsable por mandarlos a matar? Su gobierno cuenta tres cadáveres y un niño desaparecido luego de ser apresado y subido a un furgón de las "fuerzas del orden".

No importan los hechos ni lo que dijeron quienes vieron la muerte de Mendoza Collío. El fiscal militar –¿por que un fiscal militar para un asesinato en descampado?– tiene cinco días (le quedan cuatro) para determinar si procesa o no al asesino. Sergio Cabrapán Millape, un testigo de los hechos aseguró que vio a un grupo de alrededor de ocho jóvenes huir llevando consigo “palos y boleadoras”, no armas de fuego, mientras unos quince carabineros disparaban detrás de ellos:

“Yo vi cuando venían los chiquillos del fundo de Sergio González, venían arrancando de los carabineros que venían disparando”, dijo. Y agregó: “Mi señora me dijo que había uno botado hace rato y ninguno de los carabineros vino a verlo. Carabineros no lo fue a ver… de lejos lo miraban”.

De lejos, no fuera a ser cosa que estuviera vivo. Ni por boca de esos forajidos ni de la boca de la presidente escapan suspiros de fresa.

¿Cómo es que gritan los mapuche cuando el grito es necesario? ¡Ah!, gritan "Marrichiweu", una palabra compleja que, si algo enseña, es que la violencia no es fuente de victoria, que sólo el olvido de lo propio es derrota –y por eso los invasores apagan la cultura del invadido– y que se puede vencer tras diez combates perdidos, porque nunca un combate en verdad se pierde si no nos perdemos nosotros mismos, en fin: decir marrichiweu es lo mismo que decir (al final) venceremos.

Tarde o temprano la lágrima enseña el camino a la sonrisa, del mismo modo como se levanta y se esfuma la niebla sobre una laguna. En cuyo fondo, atados de algas, pudriéndose infinitamente clamarán perdón los asesinos, sus entrenadores y sus mandantes. ¿Sabrá eso la presidente tan ligera en condolencias?
 
 

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