Lander: En Venezuela las opciones no pueden ser stalinismo o neoliberalismo

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Hugo Prieto*

Al proceso venezolano lo atrviesa una contradicción fundamental: demandas populares de participaión democráctica y verticalismo, concentración de poder. "Pareciera un mundo esquizide", afirma el sociólogo Edgardo Lander. La palabra socialista, enunciada en reiteradas ocasiones, "no puede ser usada como etiqueta para impedir el debate".

 

La democracia participativa y directa, como fin último, no debe reemplazar a la democracia representativa; entre otras cosas, porque en las sociedades actuales "hay problemas de índole general que requieren, como un hecho inevitable, de mecanismos de representación para la toma de decisiones". La igualdad debe ser un valor y una construcción permanente en medio de realidades absolutamente perversas. En Estados Unidos, por ejemplo, el 2% o 3% de los más ricos se apropia cada vez más del crecimiento económico y los salarios se mantienen estancados por décadas. "El malestar, las protestas que derivan de ese hecho explican, en buena medida, la militarización del mundo". Son parte de los dilemas que marcan la convivencia.

 

-A partir del 18 de diciembre se crea un nuevo escenario caracterizado por una acción legislativa reducida, limitada, a raíz de la aprobación de la Ley Habilitante y la reforma del reglamento de la Asamblea Nacional. ¿Cuál es su lectura de estos hechos?

-Todas esas cosas, efectivamente, significan un paso en la reducción de los espacios de la esfera pública y del debate político. En términos numéricos estrictos, el Gobierno perdió las elecciones del 26-S, entre otras cosas, porque PPT está en creciente alianza con la oposición y eso significa 52% de los votos. Además está el problema de cómo se constituyó la Asamblea. Se estableció un régimen electoral que limitó la representación proporcional y la representación de las minorías, pero también se modificaron los circuitos, lo que dio lugar a situaciones como las de Caracas, donde la oposición ganó, pero la mayoría de los diputados electos son del Psuv. El sistema electoral, que venía siendo muy bueno, muy confiable, se hace, digamos, tramposo, en el sentido de que no refleja genuinamente la voluntad de los electores. Sin embargo, con esos resultados, el Gobierno carece de la mayoría calificada para la aprobación de leyes orgánicas y la designación de las autoridades de los poderes públicos.

-¿Por qué el Gobierno se empeña en negar esa realidad?
-Hay una impresión muy extendida en esta sociedad, no solamente reivindicada por la oposición, sino por quienes han apoyado el proceso de cambios en todos estos años, de que estamos ante un deterioro, de que la oposición ha ganado terreno, inclusive en sectores populares (Petare, La Vega, Caricuao), eso es una cosa innegable. En diciembre salieron dos documentos muy importantes. Uno de militantes del Psuv (Documento Propositivo para la Presente Emergencia de la Revolución Bolivariana) donde además de una reflexión crítica de muchos de los problemas, enfatiza mucho en la ausencia de liderazgo colectivo, de debate y de construcción colectiva. En un editorial de Tribuna Popular, la mayor preocupación se refiere a la ausencia de una dirección colectiva del proceso revolucionario. Eso lo dicen los comunistas. Se diga o no públicamente, el apoyo al Gobierno ha venido reduciéndose, y al interior de organizaciones sociales y del pueblo chavista hay un enorme malestar, así como exigencias de rectificación y de cambio.

Si se contrasta lo que ocurre en Venezuela con lo que actualmente sucede en Cuba, uno no puede menos que asombrarse. A raíz de Playa Girón, que pudiera ser el 18 de diciembre de Chávez, se radicalizó el modelo personalista y el modelo del socialismo del siglo XX.

La radicalización puede ir en múltiples direcciones. Uno podría plantearse, como es la demanda de muchos sectores populares hoy, una radicalización democrática, y eso sería otra cosa. Esto quiere decir abrir espacios de participación, espacios de debate y de la iniciativa plural de la sociedad venezolana. Pero lo que se está haciendo va en otra dirección: es más verticalismo y más concentración de poder. En ese sentido, creo que es una opción ciega, porque coloca el interés en el corto plazo y en la necesidad de mantener el control del Gobierno, el control del Estado sobre dos cosas fundamentales. Una, la construcción de una sociedad más democrática a través de la participación y de la construcción de nuevas hegemonías y de la sociedad alternativa y, dos, la viabilidad misma de la continuidad del proceso, porque cuando hay imposiciones desde arriba es muy poco lo que se genera.

-¿Esa brecha, que cada día se profundiza más, a dónde conduce?
-Lo peor que podría pasar en Venezuela es que nos encontremos ante una situación donde las opciones sean estalinismo o neoliberalismo. Ahí sí estaríamos fregados. Se dice, por ejemplo, que la oposición no tiene programa. El programa existe. El neoliberalismo es el programa. La noción de libre mercado, la apertura a la inversión extranjera, la probable privatización de Petróleos de Venezuela, todas esas cosas son un paquete que no hay que inventarlo porque ya existe. El neoliberalismo, obviamente, es una opción. Del otro lado, tenemos que ver si es posible la construcción de una sociedad democrática o si el socialismo es necesariamente estalinismo.

-¿Qué significa ser de izquierda actualmente?
-Los proyectos socialistas y de inspiración marxistas de los siglos XIX y XX estaban asociados a la construcción de un socialismo estatista y desarrollista; el imaginario colectivo era profundamente monocultural y eurocéntrico, que veía en el desarrollo de las fuerzas productivas, de la ciencia y la tecnología, el paso del reino de la necesidad al reino de la libertad. Actualmente, los retos de la izquierda tienen algunos rasgos comunes y fundamentalmente con el valor de la equidad, de la igualdad entre los seres humanos. Eso no quiere decir que se imponga un igualitarismo absoluto, porque no sería democrático. Pero sí implica un valor permanente, una lucha en contra de la desigualdad que la propia sociedad va generando. A mi manera de ver, ser de izquierda significa la reproducción de la vida como la condición ética, como el fundamento de toda acción colectiva. No podemos destruir la naturaleza y, por otro lado, implica el reconocimiento radical de la pluralidad del planeta, de la pluralidad de pueblos, de sujetos, de opciones. Esos son los retos: la convivencia entre la igualdad y la diversidad.

-La radicalización podría ser la democracia participativa, la democracia protagónica que pregona el chavismo, pero uno podría hacer la pregunta. ¿Qué tiene que ver eso con la democracia?
-Insisto en que la radicalización puede ir en una dirección o en otra. En este gobierno se ha producido la contradicción, a veces entre discurso y práctica; a veces entre las propias prácticas; a veces entre el impulso y la organización popular y la toma de decisiones extraordinariamente verticales. En Venezuela se han producido procesos de organización popular vastos, desconocidos en la historia del país, y ha habido profundas transformaciones en la cultura popular en términos de empoderamiento, de poder incidir, con dignidad, en su propio destino. Esa es una realidad del proceso venezolano. Pero eso está en pugna permanente con la concentración de poder y con el verticalismo. Se discute, pero a veces las decisiones caen del cielo. Es una especie de mundo esquizoide. Se corre el riesgo de vaciar la participación y eso es lo que vimos en la vetada ley de universidades, en la cual se habla del "modo de producción socialista", de la construcción de "la sociedad socialista", de la "patria socialista bolivariana", como si al decir socialista se estuviese resolviendo el problema; no, socialista no puede ser una etiqueta para impedir el debate.

-¿Democracia participativa versus democracia representativa?
-Hay muchas razones para advertir cuáles son las limitaciones de una democracia sólo representativa. Sin embargo, en las sociedades de nuestros tiempos hay problemas que son de índole general, que requieren de mecanismos de representación para la toma de decisiones. Eso es inevitable y eso requiere de una esfera pública democrática, que tiene como componentes importantes los medios, el debate y el Parlamento. La democracia participativa y directa, a su vez, es un componente sumamente importante para profundizar la democracia y crear contrapesos contra los mecanismos de concentración que lleva consigo la democracia representativa. La Constitución lo establece muy claro. Allí no se establece que la democracia participativa reemplaza a la democracia representativa; por el contrario, una y otra forman parte de un proceso cada vez más democrático.

-El chavismo actúa como si la oposición fuese algo inerte, como si estuviese condenada al fracaso y que por tanto las equivocaciones, los errores e incluso los fracasos, son obstáculos y "no volverán". ¿Alguien se cree eso?

-No se lo cree el Gobierno, no se lo cree la oposición, no se lo cree nadie. Si hay tanto malestar al interior del chavismo es porque hay un reconocimiento de severos problemas. Uno puede reconocer los problemas y rectificar en términos de la gestión pública, del verticalismo y de la ausencia de democracia efectiva. O se enfrentan los problemas o se asumen como una cosa que inventa la oposición y por tanto es mentira y se sigue hacia delante ciego, pero eso es ir al fracaso. Si aquí se clausuran los espacios de democracia desde el poder del Estado, a lo mejor se preserva el Gobierno, pero eso es el fracaso del proyecto, el fracaso de la transformación y de la democracia y eso tiene para América Latina tantas consecuencias negativas como tendría el regreso de la oposición y de la derecha.

*Periodista del diario venezolano Últimas Noticias
 

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