Latinoamérica: Estado plurinacional y pueblos originarios

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La discusión acerca del papel de los pueblos originarios en nuestra historia fue uno de los temas importantes de debate cuando el Centenario de la independencia en cada país de América latina, donde expresaron su posición el peruano Manuel González Prada, los discípulos de la ecuatoriana Clorinda Matto de Tumer y los protagonistas de la Revolución Mexicana.

Así se fue aclarando que no se trataba de adoptar un criterio de discriminación positiva ni de «integrarlos» o -como se ha dicho hipócrítamente- de «asimilación» y aculturación.

Pronto los países hispanoamericanos conmemorarán el bicentenario de su iondependencia; es un monebnto propiciopara recoger las aspiraciones largamente anheladas por nuestros pueblos originarios, comprender sus recientes movilizaciones en la zona andina, en el área guaraní, en América Central, en fin, que ponen a la orden del día el debate sobre el Estado Plurinacional.

Para lograr este objetivo fundamental es necesario hacer una ruptura epistemológica con la concepción de Estado-Nación, que surgió en la Europa moderna con la finalidad de sojuzgar a las antiguas nacionalidades, como la siciliana en 1851 y las alemanas en 1871.

Al adherir acríticamente al concepto de Estado-Nación, las corrientes progresistas estuvieron casi un siglo soslayando las demandas de autodeterminación de las nacionalidades originarias de Asia, África y América Latina, donde eran obvias las
reivindicaciones de los descendientes de aztecas, mayas, incas, quechuas, aymaras y mapuches.

Situación de los pueblos originarios

fotoNi qué hablar de los conflictos de la nacionalidad tamil en Ceilán, de los kurdos en Irán y del las guerras llamadas interétnicas en el corazón de África. Hasta los franceses siguen sin resolver las. demandas de Córcega, al igual que Gran Bretaña con los irlandeses. En Europa oriental continúan aun sin solución algunos problemas de autodeterminación, después de los enfrentamientos entre serbios, croatas y chechenios.

En España es tan vigorosa la lucha por la autodeterminación de catalanes, vascos, gallegos y andaluces que los gobiernos centrales han tenido que gestar un Estado español dentro del cual conviven diferentes nacionalidades.

En América Latina, la noción de Estado-Nación, trasplantada de Europa, se mantuvo durante un siglo y medio, cometiendo los más graves atropellos a los derechos humanos de los Pueblos Originarios, como lo certificara en la colonia el padre Bartolomé de las Casas.

Sin embargo, las luchas de los Pueblos Originarios desde Tupac Amaru en la colonia hasta la Revolución Mexicana en el siglo XX replantearon los derechos de los Pueblos Originarios contemporáneos.

Surgieron entonces intelectuales comprometidos con la causa de los «indios», como se decía aún a principios del siglo XX. Manuel González Prada y, sobre todo, José Carlos Mariátegui, quien abordó la cuestión nacional, ateniéndose a las
especificidades de nuestro
continente: «El nacionalismo de los pueblos coloniales tiene un origen y un impulso totalmente diverso»1.

Los indígenas constituían para Mariátegui una nacionalidad: «En la sierra se conciertan no sólo los factores de una regionalidad, sino de una nacionalidad»2.

Aunque Mariátegui sostenía que el proceso debía ser homogeneizado por el proletariado, se daba cuenta que la cuestión indígena debía ser resuelta por ellos mismos: «La solución del problema del indio tiene que ser una solución social.Sus realizadores deben ser los propios indios.»3.

Novelistas como Miguel Ángel Asturias con Hombres de maíz,Ciro Alegría con El Mundo es Ancho y Ajeno, José María Arguedas con Yawar fiesta, José Eustaquio Rivera con La vorágine, Jorge Icaza con Huasipungo difundieron los anhelos y frustraciones de los pueblos Originarios.

Al mismo tiempo recrudecían las luchas indígenas, encarnadas en el colombiano Quiritín Lame y otros que llegaron a plantear repúblicas indígenas. La participación de descendientes de los mayas -la mitad de la población de Guatemala- en la Revolución de 1944-54, influenció a sus hermanos de Centroamérica. También en la Revolución Boliviana de 1952, participaron activamente los descendientes los incas,
quechuas y aymaras, llevando vientos frescos a los Pueblos Originarios de Perú y
Ecuador.

Un cambio radical

En este nuevo contexto, respaldado por la revolución cubana, se produjo en Nicaragua un acontecimiento fundamental: el cambio del carácter del Estado. La Nicaragua sandinista dio el paso de siete leguas al reconocer no sólo las nacionalidades originarias sino también resolver creativamente en 1982 el término del Estado-Nación y su reemplazo por un Estado Pluri-étnico, hecho inédito en la historia latinoamericana y mundial.

Esta propuesta ha sido criticada obviamente por la clase dominante y sectores de capas medias, quienes partidarios del terrorismo ideológico, han dicho que esto conduciría al separatismo y a una ulterior guerra civil.

Por eso, es muy importante debatir el tema, inclusive con algunos integrantes de los pueblos originarios que tienen dudas sobre el concepto de Estado Pluriétnico, en el sentido de que podrían acogerse etnias no originarias, como los inmigrantes de otros continentes.

Debe esclarecerse en la discusión que alemanes, ingleses, franceses, italianos, españoles, yugoslavos, judíos, árabes y otros que llegaron como inmigrantes, no constituyen un Pueblo-Nación como lo son las nacionalidades de los Pueblos Originarios de nuestra América.

Es fundamental dejar bien en claro que autonomía no significa separatismo, como tampoco lo es el carácter de Pueblo-Nación, categoría distinta a la de Estado-Nación, pues se refiere solamente a la nacionalidad originaria, que es preexistente al Estado, y no como decían los ideólogos latinoamericanos del siglo XIX en el sentido de que el Estado forma la nación y, por ende, la nacionalidad.

El nuevo Estado plurinacional debe generar una nueva legislación, creando un ministerio de Asuntos de los Pueblos Originarios y estableciendo una representación autónoma parlamentaria y municipal de ellos, elegida democráticamente.

Tierra y territorio

Otro importante tema de discusión es la diferenciación que hacen algunos líderes aborígenes entre tierra y territorio; como dice un dirigente mapuche de Chile, Aucán Huilcamán: «tierra es un concepto individual que relaciona a una persona con un lugar específico -persona / propiedad- en tanto el concepto de territorio es colectivo y se refiere a un conjunto de personas con una porción de tierra colectiva. El concepto de territorio encierra elementos de identidad, de cultura, de organización. Nuestra concepción es que el territorio es el espacio físico, amplio donde el pueblo mapuche debe tener control, planificación y autonomía»4.

La idea de territorio es esencial para comprender el hondo significado de la palabra «mapu», que no sólo es tierra, sino hábitat, ambiente, concepto de totalidad que comprende la estrecha relación entre la sociedad humana y la naturaleza.

Con su cosmovisión los pueblos originarios pueden ayudarnos a superar la concepción dualista de sociedad, por un lado, y naturaleza, por otro, como si los seres humanos estuviesen fuera del ambiente -no del medio ambiente, como mal se ha dicho, ya que si el Ambiente es la totalidad de la sociedad con la Naturaleza, no puede ser medio-.

Si se trata de ecología -o mejor aún de ambientalismo- tenemos harto que aprender de los pueblos originarios, que con sus sabios conocimientos de siglos pueden contribuir a superar la actual crisis ecológica, la más grave de la Humanidad, que puede conducir a la extinción gradual de la vida en gran parte de nuestro planeta Tierra.

Algunos políticos opinan que los derechos de los pueblos originarios se resuelven
dándoles una hectáreas de tierras, como pensaba la oligarquía terrateniente del siglo XIX y el Estado «benefactor» del XX.

El Estado, la sociedad civil y los movimientos sociales tienen que promover el debate en pro del reconocimiento de la cultura de cada pueblo originario -que va más allá de una porción de tierra- pues la cultura significa cosmovisión y vida cotidiana creada durante siglos.

Reconocer su identidad es enriquecer la nuestra, porque sabremos apreciar las diferencias y contribuir, a su vez, a enriquecer la de ellos. Reconocer la cultura de los pueblos originarios es un paso para apreciar sus bailes, música y expresiones artísticas, y difundirlas respetando sus especificidades. Nos permitirá, comprender las costumbres de sus mujeres, su relación con el trabajo y sus derechos respecto de la tierra, de la descendencia -que por siglos fue matrilineal- y muchos aspectos que debemos aprender de ellos, sobre todo la forma de conversar en círculo y su concepción de la vida en comunidad, tan importante en esta fase neoliberal que nos ha impuesto la incomunicación.

Todo esto es un reconocimiento de la deuda histórica que tenemos con los pueblos
originarios, razón por la cual hay que abrir un debate acerca de la forma de reparación que se merecen por lo que han sufrido desde la colonia. Reparación que se ha planteado en otros continentes, como África, respecto de la importación de negros desde el siglo XVI, para generalizar la esclavitud, como señaló el antropólogo
Rodolfo Stavenhagen en el Congreso Internacional de Americanistas realizado en Chile en 2003.

Dicha reparación debería, a nuestro juicio, ser discutida por las actuales comunidades de pueblos originarios en conjunto con los movimientos sociales. Así podremos conocernos mejor para plantear, con mayor base social de apoyo, otros puntos, como los siguientes:

a) Garantizar la atención hospitalaria pueblos originarios, respetando y aprendiendo de su propia medicina ancestral, que algunos denominan natural. Es importante la colaboración del Colegio Médico de cada país para llevar a la práctica, con mayor eficiencia, los proyectos concretos que se formulen.

b) Fomento a la educación de los niños y jóvenes de pueblos originarios a todos los niveles de la enseñanza: primaria, media y universitaria, con clases interculturales, donde se aprenda mutuamente con alumnos de otras culturas; unas clases bilingües y otras en el idioma de cada pueblo originario; cursos sobre costumbres y vida cotidiana, bailes, música y artes plásticas de pueblos originarios, haciéndonos cada vez más multiculturales. Cursos especiales dictados por educadores de los pueblos originarios, sobre su historia cultura] y su visión de la naturaleza, para poder superar la contaminación actual y la devastación de los bosques nativos.

Estas sugerencias acerca de la educación podrían ser implementadas por un equipo de profesores universitarios, medios y primarios, con estudiantes de los tres niveles, en estrecha relación con las comunidades, respaldados por los Colegios de Profesores de cada país.

c) Buscar la maneras de financiar radios y TV con el fin de difundir música y bailes de los pueblos originarios.

d) Organizar festivales a nivel regional con las expresiones más representativas de dichas culturas

e) La difusión masiva de la cultura originaria contribuirá a la extinción del racismo. Sería importante que en cada país de América Latina se realizara un seminario abierto a todos los movimientos sociales, donde delegados de pueblos originarios y profesores de ciencias sociales presentaran ponencias sobre las manifestaciones de racismo en la historia de su país.

f) Derechos Humanos: que los organismos de DDHH de cada país latinoamericano intercambien ideas con las comunidades con el objeto de elaborar un trabajo sobre los Derechos Humanos de los pueblos originarios para terminar con la discriminación y plantear medidas de reparación para los presos y procesados de pueblos originarios que lucharon y luchan por sus derechos.

g) Protección de las áreas con restos arqueológicos de los pueblos originarios: que se estimen tesoros de la humanidad.

h) Preservar la propiedad intelectual de las creaciones artísticas, musicales, científicas y medicinales de los pueblos originarios.

i) Participación de los pueblos originarios en las instituciones estatales y organizaciones de la sociedad civil sobre problemas del ambiente.

j) Que las Universidades y colegios secundarios propongan terminar con el uso de palabras, como araucano y otras impuestas por los conquistadores, que nunca correspondieron a la identidad de cada pueblo originario, divulgando el nombre que corresponde y su fundamentación.

k) Criticar los mitos que aún subsisten desde la colonia hasta el presente, a través de cursos especiales en universidades y en la enseñanza media, procurando difundirlos por radio y televisión.

l) Abrir un debate sobre el mestizaje en cada país latinoamericano, señalando las causas por las cuales se ocultó esta realidad. En el debate del Bicentenario esperamos que se esclarezca, con pruebas históricas, que desde la conquista somos en su mayoría mestizos.

m) Profundizar en el conocimiento de los problemas que tienen los integrantes de los pueblos originarios que habitan en las ciudades e incluso en las áreas urbanas de provincias y regiones de nuestra América.

Ellos pueden contribuir en gran medida a que los que vivimos en las ciudades podamos crear una nueva relación, experiencia que estamos haciendo en Chile desde 1991 con la generosa solidaridad del colectivo de danzas TUN. Su alma mater, Miriam, un día sacó de su ser más profundo las siguientes palabras:

«La nueva relación consiste en que dos culturas que son diferentes se puedan relacionar de igual a igual, aunque nosotros pensamos que los mapuches nos conocen mucho más de lo que nosotros los conocemos a ellos. Porque saben mapudungún y castellano y nosotros sólo sabemos castellano: desconocemos su idioma, que es lo más importante de una cultura.

«Nuestra intención dentro de la nueva relación no es convertimos en mapuche sino intentar que los chilenos terminen con su afán de aculturizar al pueblo mapuche con elementos sociales, políticos y económicos que les con totalmente ajenos. Queremos que el pueblo mapuche y el pueblo mestizo se relacionen respetando sus diferencias culturales, para crear en nuestro territorio una gran comunidad pluricultural.»

Notas

1 José Carlos Mariátegui: Ideología y política. Lima, 1969, p. 29.

2 José Carlos Mariátegui: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Ed. Peruana, Lima,1976, p. 77.

3 José Carlos Mariátegui: Peruanicemos al Perú, En Ideología y política. Op. cit., p. 33.

4 Aukin Wallmapu Ngulam (Consejo de Todas las Tierras): Pueblo mapuche, su territorio y sus derechos. Temuco, 1997.

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* Historiador, profesor yescritor, con una vasta obra publicada sobre historia, sociología y política latinoamericana, la cuestión feminista, sociología de la literatura del continente y problemas de la identidad.
Catedrático de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

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