LIBRE MERCADO, LIBRE HOLOCAUSTO: SUS PROFETAS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Luego, en lejano 1958, en Milán, vi un museo itinerante judío donde aprendí más sobre los horrores de aquella inusual idea de los “hombre perfectos” Difícil olvidar: yo era joven, muy joven (ya pasaron más de cincuenta años desde entonces). Y me dije varias veces que aquel escenario la Humanidad no lo iba a permitir más, no sería más capaz de reproducirlo.

El ejemplo que nos llegaba a través de las películas siempre más numerosas de una sociedad justa, como la “americana”, iba a contaminar muy pronto al mundo con su bondadoso manto de libertad y sentimiento igualitario, que la democracias y las nuevas comunicaciones a través de una prensa de “mente abierta” no lo iban a consentir, que el hombre estaba pisando nuevas fronteras, me ilusionaba. Luego se acrecentó el entusiasmo en los días que el hombre llegó a la luna, las incansables transmisiones de radio derrochando optimismo, y la televisión –aún en blanco y negro– con su visión risueña reforzaron ese sentimiento.

Sin embargo, al apagarse los ecos de aquellos horrores de la memoria colectiva, vuelven a aparecer nuevas posibilidades de renovarse bajo otros formados, con nueva promesas cargadas de novedosos beneficios para la humanidad, recetas de futura felicidad, panacea que todo lo resuelve.

Pero a futuro.

Desde siglos la humanidad espera que se hagan realidad las promesas de amor y equidad predicadas por las distintas religiones, que nunca llegan ni se cumplen. Los ciclos de mentiras continúan y hacen mella en mucha gente que ya no consigue tomar noción hasta de su propia condición de tan excluida que se encuentra. El río de la historia humana corre con su impetuoso caudal, ahogando a todos aquellos que no supieron adaptarse o aprender a nadar en aquella correntada caudalosa y desordenada, alejando rápido los cuerpos inactivos hacia el olvido.

Aquel escenario horroroso se materializa otra vez, ahora de la mano de profetas que preparan el clima necesario para que eso acontezca. Los profetas llegan cargados de palabras infalibles y prospectan un mundo lleno de promesas y felicidad.

Esos profetas también cantan la gesta del Libre Mercado. Sus personas inspiradas pueden ser periodistas –si se dicen de izquierda mejor– u otros comunicadores sociales, politólogos, economistas, ex ministros, ex políticos o políticos, monjas o sacerdotes, arzobispos o papas, gente devota o pecadora, de “ráting” o nadie, un simple transeúnte que hizo algo gracioso y llama la atención volviéndose popular por eso. Como profeta su misión es la difusión de los mandamientos del Libre Mercado asociado a la palabra “globalización”.

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Diciéndolo en términos estrictos y prácticos: la finalidad de la globalización es poner a resguardo dinero y poder. Dinero y poder para unas pocas empresas multinacionales que dominan el panorama económico mundial, bancos especialmente. Perverso se puede decir, pero tan real que suena como un absurdo inevitable. El dinero es lo que da el poder y dinero tienen mucho, pero no lo distribuyen porque eso despertaría ansias en la clase dominada. Es el poder y la voluntad de poseerlo y preservarlo lo que se esconde detrás de la globalización.

En la practica detentar el poder es saber quien mandará en las directiva políticas y económicas del planeta en el futuro.

Los que poseen dinero y poder jamás han sido generosos con la gente de menores recursos que sí fueron utilizadas como un medio para su acumulación. Podría ser peligroso por eso que hay muchos de aquellos des-preparados que tienen parientes pobres.

Es así que se presenta este nuevo holocausto vestido de modernidad donde los países ricos se llevan gratis los recursos de los países emergentes. Una prensa complaciente que se encarga de criticar a los gobiernos que quieren aportar beneficios a sus propios ciudadanos (por ejemplo: los de Venezuela, Bolivia y Argentina), prensa que es parte de círculos cerrados donde se maneja una ideología hegemónica de las comunicaciones. Donde las grandes multinacionales tienen intereses en común con los medios de prensa más importantes del mundo. Y todo esto a expensas del ingenuo ciudadano que piensa en una realidad color de rosa.

Y se acumula este nuevo y moderno holocausto con millones de excluidos, la mayoría victima del hambre y de las enfermedades. Sin embargo… ¿que hacen los profetas y sacerdotes del culto?: Dicen que la situación es inevitable y que hay que rezar porque de “los pobres será el reino del Cielo».

Luego encontramos otros profetas, los de las comunicaciones, que hablan de mecanismos precisos que se deberían implementar para lograr una globalización que funcione correctamente –y por eso suponen o proponen efectuar una mejor distribución social de los recursos–. Eso suena del mismo modo que un político, cuando, en tiempos electorales, hace promesas que luego nunca cumple. Lo que acontece con el político es que hay ingenuos que le creen; en este caso también.

Difundir que la globalización en una primera instancia es dura de soportar, en el sentido que causa muchos desequilibrios sociales, para luego tener una segunda etapa blanda donde, se supone, todos viviremos con un mejor nivel de vida es una mentira con cuatro patas. ¿Qué se puede esperar de un país cuyos recursos han sido absorbidos para beneficiar a otro Estado, lejano a tu propia tierra? La tierra de las empresas “faraones”.

Tenemos como ejemplo en el muro de Berlín, que al caer no mejoró el nivel de vida de nadie, al contrario lo empeoró. Mis esperanzas apuntaban a lo mismo cuando cayó el muro. Me dije: ahora que el capitalismo está solo y no tiene trabas o ideologías que lo obligan a comportarse de una manera más radical, puede relajarse y pensar un poco más en su gente, en los ciudadanos que contribuyen a la acumulación del capital. Fracaso total, todo fue más arduo y difícil.

El abismo social que crearon estas medidas “globalizantes” en la sola América Latina son impresionantes e instauraron unas terribles desigualdades en la región. La distancia entre ricos y pobres también es abismal. El 25% de los latinoamericanos viven bajo la línea de la pobreza con un ingreso de dos dólares diarios, según afirma un informe del Banco Mundial sobre pobreza en la región titulado Poverty Reduction and Growth (Reducción de la pobreza y crecimiento).

Por otro lado la CEPAL concuerda con ese informe reafirmando que el 10% más rico se queda con la mitad de los ingresos que genera la región (48,6%) Mientras que el 10% más pobres se queda con tan sólo el 1.6% de la misma torta. En la práctica eso quiere decir que un alto porcentaje de chicos (pobres) mueren de hambre cada año, que hay número monstruoso de personas desnutridas, destinados a soportar la misma suerte de muerte prematura. Digamos unos 150 millones de personas, algo así como la mitad de la población de EEUU, el «país insignia».

Y todo eso se debe a las grandes presiones de lobby ejercidas por las empresas multinacionales que invaden con sus “inversiones” los mercados emergentes, compran –con su gran capacidad económica– las empresas competidoras de los países pobres, luego las cierran para disponer de los precios de mercado (¡libre, libre de competencia!) que les resultan más convenientes, dejando un tendal de desocupados. Y la gente piensa que con las inversiones ha llegado el progreso…

Los profetas economistas dicen que sin inversiones un país no puede vivir… Pero hay un medio, señor profeta economista: que esas mega-empresas extranjeras no obstaculicen el desarrollo de la industria nacional con empresarios del país. ¿O no es así que lo hicieron los Estados Unidos y todos los países del primer mundo?

No se debería ni hablar –o considerar– la globalización, sin embargo el drama crece y avanza y nos vemos obligados a hablar –sólo hablar, lo único que podemos hacer–. Por el resto la fuerza de su arremetida es tan abrumadora que es casi surrealista e incomprensible su crecimiento desmedido. Avanza y avanza de la mano de medios complacientes que la muestran como una posible receta de la felicidad.

En el futuro ideal del mundo globalizado, un “sistema operativo” se encargará de sacar con eficiencia los muertos de hambre de la calle haciéndolos aparecer “muertes accidentales” (esto ya lo vi en Brasil) y un coro de loros obsecuentes –la prensa– confirmando todo con optimismo. Este es el mundo feliz que sueña la derecha que aspira a la globalización. Un mundo perfecto donde los excluidos lo son por una selección natural del medio ambiente y sólo quedan los más fuertes.

¿No oímos alguna vez algo parecido a los pensamientos de Hitler con eso?

Los profetas prometen la reducción de la burocracia: ¿Que? ¿La reducción de la burocracia del Estado? Siempre se habla de eso. Se reduce esa burocracia y los ciudadanos pagan el triple por los servicios privados, solo que sin contemplación de ningún tipo. No habrá consideración si, por imprevisto, no se paga un servicio.

Tenemos ejemplos harto claros en Argentina donde todo ha sido privatizado. Para eso privatizaron primero con convencimiento el alma de la gente, luego la gente se dio cuenta del engaño. Demasiado tarde ya todo costaba cuatro veces más y los teléfonos o los trenes siguen tan ineficientes o más que antes. Y mil inventos de “voces e ítems” antes inexistentes para hacer abultar de a poco las tarifas.

Sin contar que el dinero que antes entraba en las arcas del estado ahora se fuga al exterior sigilosamente fortificando las finanzas del país de origen de la multinacional. Y eso, como es claramente visible (sólo ciertos ministros de economía no lo ven) diminuye el dinero disponible y obliga a tomar prestado a los países por donde se fugó el dinero a intereses usureros. Perverso, muy perverso. Los ministros de economía estudian tanto para luego hacer todo equivocado.

Hasta Kirchner, presidente de Argentina, comenzó a hablar de globalización con un “sí, globalización, pero con rostro humano”. Una vez más el dinero conquista el alma de los héroes y diluye sus gestas. Y Cristina, su mujer electa como futura presidente, hará una gestión aún más a la derecha: (“Adieu, Buenos Aires, adieu Argentina de mis esperanzas. Estaré en la esquina del tango no ya ‘en espera’ pero sí “stand by”) Je.

El dinero no tiene ética y la globalización es acumular más y más dinero de manera más y más segura. Esta es su finalidad última. El resto no cuenta, todos los beneficios que dicen los profetas o que se manifiestan para hacerla aparecer viable o justificarla es no ver este primordial objetivo: ganar dinero sin tener en cuenta a la gente. Dejar de lado la política social para disponer siempre de mano de obra barata y dócil.

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Los bancos, los intercambios, la eficiencia, los ajustes de las fallas políticas, de los cuales varios profetas hablan, siempre resultaron, a más de inverosímiles, usureros. Es una cuestión de orgullo el serlo para quienes digitan y dan impulso a la globalización. Cuentan con la impunidad total de sus actos. Entre banqueros de raza se jactan de eso y sonríen por las arbitrariedades cometidas, es demostrarse y saber cuan poderosos son.

Recuerdo una experiencia personal que me relató la excelente periodista y escritora Olga Whormat cuando, invitada por el entorno del ex presidente de la Argentina Menem, en un chalet privado situado en un camino difícil de las montañas que rodean la ciudad Anillaco asistió a una fiesta/reunión privada donde se derrocharon cajas y cajas de champagne Cristal cuyo costo por botella era próximo a los 500 dólares. Luego que el alcohol comenzó a hacer sus efectos (vino veritas), comenzaron a aflorar las verdaderas personalidades de los presentes.

Desenfreno y permisividad eran las consignas y circularon los chistes crueles sobre la gente común relatados como experiencia vividas in directo por los participantes. Lo que sucedió por largo rato fue que se bromeó con la inocencia de la gente que aún cree en los valores cristianos de convivencia. Otro mundo que desconocemos.

Sigamos: los banqueros, las multinacionales, la prensa asociada y los políticos corruptos no ven la pobreza y sus dramas, la exclusión social, sólo ven sus interese y para más ventajas se valen de asesinatos, guerras, acciones mafiosas para lograr sus propósitos económicos. En términos prácticos no hay ética para el dinero, la ética sólo existe como pantalla para la gente “menor”, la que se utiliza para su colecta; la ética es el pañuelo blanco que se le pone delante de los ojos para enturbiarle la visión a los desprovistos de recursos, pero útiles para aumentar el capital.

Decir –como lo hacen algunos profetas docentes, escritores, periodistas– que la globalización es inevitable es hacer un aco de terrorismo psicológico para intimidar las esperanzas de quienes creen en una solución diferente a los problemas de las desigualdades sociales que provoca, es contribuir a su afirmación. Es lo mismo que durante la guerra de las Malvinas los ingleses hicieron circular, en cierta prensa acomodada, la idea que, en caso inevitable, se arrojaría una bomba atómica sobre la Argentina, claro para asustar su población que se sentía un bloque sólido en contra del Reino Unido. O como la exhibición de las armas que posee EEUU –aviones con tecnología superior, bombas láser, etc.– por medio del Discovery Chanel u otros canales afines.

Dan el recado claro de intimidar, como decir: ni sueñen en ponerse en contra de nosotros y nuestra pretensión imperial, ¡miren como somos poderosos! Mientras tanto disfruten del espectáculo…

¡Que ironía! Hasta se permiten este lujo. Lenguaje de ganador que primero quieren ganar tu cabeza, luego, cuando ya estás convencido, llegan como amigos. ¡Ah, Maquiavelo!

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* Periodista. Director de www.losbuenosvecinos.com.ar.

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