LLEGÓ LA VIOLACIÓN TECNO. SE METE BAJO LA PIEL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La literatura de ciencia-ficción lo viene anunciando desde hace varias décadas: un sistema limpio, para nada incómodo y 100 por ciento efectivo. Apenas un granito como de arroz que se inserta en un brazo, una mano, quizá en la pantorrilla, en los glúteos, el lóbulo de la oreja.

Lo fabrica una empresa «seria»: VeriChip, filial de Applied Digital Solutions, de Palm Beach (Florida), autorizada desde octubre de 2004 por la Dirección de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA) para comercializarlo.
(www.adsx.com y www.verichipcorp.com, respectivamente).

Por ahora el implante tiene el tamaño y la forma de un grano de arroz, pero no se descarta que pronto se parezcan más a una lenteja. Su colocación es fácil: se inyecta.

¿Y para qué sirve?

Se trata de una mínima astilla, una ficha insignificante de material plástico neutro, que podría ser incluso de vidrio –un chip en la jerga tecno– con los microcomponentes electrónicos necesarios para tener grabados sus datos personales, o su historia clínica, o información comercial, su rendimiento escolar si estudia, etc… susceptible de ser escudriñada por otro aparato, que la leerá y puede eventualmente archivarla en un ordenador.

Las últimas informaciones encontradas sobre el chip en cuestión no mencionan si la dichosa ficha puede transmitir, vía microondas o por otro procedimiento, la información que contenga a un dispositivo central lejano. Si no lo puede hacer, es cosa de tiempo para que una nueva generación de adminículos lo haga.

El diario El Mundo de Madrid afirma que una discoteca en Barcelona la ha puesto de moda entre sus habitués, que gracias a ella pueden vanagloriarse de su calidad de»clientes VIP» del local.
Levante piedras, cemento o el plástico en las ciudades y no encontrará gusanitos, sólo imbéciles.
www.elmundo.es/navegante/2006/02/20/esociedad/1140428758.html).

Mucho control

Se lee en la versión impresa de Clarín de Buenos Aires (www.clarin.com):

«Con el criterio de que la seguridad bien entendida empieza por casa, una compañía de videovigilancia es la primera empresa de los Estados Unidos en utilizar microcircuitos de identificación implantados en el cuerpo humano, para controlar a sus empleados. La decisión levantó las protestas de varias asociaciones de derechos civiles, que lo consideran una intromisión en la intimidad de los trabajadores».

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La empresa en cuestión es Citywatcher –vídeocámaras de seguridad– comenzó a implantarlos en sus empleados para controlar el acceso a las áreas restringidas. El mandamás de Citywatcher, que junto a la plana mayor se sometió a la singular inyección, aseguró que la ficha sólo se empleará en aquellos de su personal que la acepten voluntariamente. No dijo si, también voluntariamente, la empresa los echaría a los renuentes.

La publicidad de los fabricantes –VeriChip– hace hincapié en las potencialidades benéficas de tener un chip incrustrado debajo de la piel: «Es muy útil en pacientes con dificultades para comunicarse, pues mediante un escáner se puede acceder a su historia clínica». Bravo.

Ya saldrá la conveniencia de meterle en alguna parte a muchos alguien el «historial político», su «historial de deudas», un «panorama erótico». Lo bueno, señala un cínico del barrio acodado en el mesón de uno de los últimos bares sin pretensiones de pub que el dispositivo quizá hará diminuir la cantidad de «spam». ¿para qué enviar miles de correos que de todos modos ya nadie lee si podrán acceder diractamente a los datos escaneando a las personas?
(entre paréntesis: decía un viajero irlandés que cómo en América Latina se les ocurría llamar «pubs» a los engendros de plástico, bebidas al borde del congelamiento y sándwiches sin gusto a nada que se han puesto de moda).

La próxima guerra:
por ser como somos y punto

Sin que nos demos cuenta nuestra individualidad, que no debe confundirse con el individualismo que fomenta el capitalismo, es amenazada desde todos los ángulos: por el riesgo de una bomba «obsequio del pueblo de Estados Unidos de Norteamérica» –que nunca mandaría se nos enviara–; por los desconocidos organismos policiales y de secreto espionaje; por las corporaciones que destruyen el ambiente natural sin que a los gobernantes que firman para autorizarlas les temble la mano; por los amos del crédito «familiar»; por las universidades que no son nada universales, ni entregan conocmientos, ni disponen de laboratorios ni bibliotecas, ni campos para el deporte; por los fabricantes de alimentos que no alimentan; por la prensa que des-informa con maña; por políticos ambiciosos, etc…, etc…

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Y desde luego por esta tecnología hasta ayer futurista, que con insidia y relaciones públicas ha comenzado a convencer a la población de sus bondades, omitiendo decir quién tendrá el control de la información que necesariamente esos chips tendrán grabada.

La siesta latinoamericana no parece –todavía– capaz de conmoverse. Pero esta tecnología agresiva y sin respeto por la intimidad de las personas, ha comenzado a sumar detractores. Por ejemplo los profesionales de la tecnología con responsabilidad social, un grupo ubicado en el riñón de la industria tecno de EEUU, que inició una campaña ante al «pésima iniciativa» de un chip para cada uno.

Lisa Smith, integrante del grupo pone así su rechazo: «la sola idea de llevar algo implantado en el cuerpo, que no se puede apagar, supone una invasión total de la intimidad».

¿Ha comprendido, caro lector, lo que se nos viene encima?

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