Lorenzo Parra Tapia. – PSICOLOGÍA Y REPRESIÓN

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Este es un diálogo en el que se hacen a un lado los tecnicismos, donde el diván sale volando por la ventana y sólo asoma el alma y la condición humana.

–¿Cómo vive un psicoterapeuta el dolor de su país?

–Siento que es un proceso doloroso. Desde luego no se puede aspirar a ser terapeuta si uno no ha buscado sanarse y está en ello. La posibilidad de reconocerse en el “otro” dolido, torturado, en su cuerpo y en su alma es una necesidad inicial que permite encontrar un algo que mostrarnos a nosotros mismos y a los propios seres históricos que han sufrido en su corporalidad en sus corazones. ¿Cuántos años tengo para resolver este dolor?, ¿cuánto me queda?

Más allá de los prejuicios dogmáticos está la humanidad y tenemos tiempo y espacio en nosotros, y eso es lo que tenemos que resolver. Debe haber una frontera, que no implica de modo alguno el olvido, y sí hacernos cargo de nuestras vidas, de nuestros actos y de sus consecuencias.

–¿Cuál es su formación? ¿Psicoanalítica o sistémica?

–Ni la una ni la otra. Más bien vivo en la permanente tarea de reconocerse en los acondicionamientos personales que están en nosotros ya desde los primeros años y a partir de los cuales desarrollamos diversas estrategias para poder sobrevivir, bajo la creencia e ilusión de que somos seres divididos, en alguna parte del camino perdimos la comunicación y el contacto con lo esencial, con la parte divina de cada uno y de allí en adelante nos lanzamos a la búsqueda de es «otra parte» fuera de nosotros, cuando está dentro de nosotros. Esto es: cada uno de nosotros tenemos un locus de valoración interna que vive predominantemente localizado en el presente, dando espacio a la vida, a la novedad, a la excitación y vitalidad lo que le da sentido a nuestras vidas.

Nuestros rasgos de personalidad los considero simplemente como hábitos y pautas de conducta, las que el algún momento fueron adaptativas, en la experiencia del contacto, que nos permite comprender que hay otras formas, otros caminos, fuera del acondicionamiento, fuera del anestesiamiento permanente en que vive la mayoría.

–¿Cómo puede elaborar un duelo el familiar de un detenido desaparecido?

–A un hombre cuya esposa ha fallecido se le señala como viudo, a un niño que pierde sus padres se le indica que es huérfano, a una persona cuyo familiar se le ha detenido y se le ha hecho desaparecer, se le señala como: “familiar de un detenido desaparecido”, el lenguaje no da cuenta de este hecho, nuestra lengua no es capaz de expresar el significado de la desaparición de un ser querido, no sólo no hay cuerpo para efectuar el ritual de la muerte, sino que tampoco hay lenguaje, al menos en la cosmovisión nuestra; puede ser diferente en la cosmovisión del pueblo mapuche, en donde los muertos conviven en tanto espíritu con los vivos, existe una comunicación con ellos, lo que podría arribar a alguna comprensión, pero sobre la base de la espiritualidad.

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El vacío que se genera en los cuerpos y mentes de quienes tienen familiares hechos desaparecer no se puede llenar fácilmente y quizás no se pueda elaborar un duelo como lo entendemos en el modo de vida occidental, por lo que siento y creo que sólo la comprensión posible de una espiritualidad puede acercarnos a esa elaboración del duelo, lo que debiera responder a la posibilidad de colocar esa ausencia en el espacio que existe…y eso al menos yo lo siento desde lo espiritual. Esto desde luego exige un esfuerzo intenso por desarrollar lo que internamente cada cual tiene para comprender de qué manera me relaciono con el ausente, con la ausencia.

–¿Basta con la catarsis de una Funa (denuncia pública)?

–Sostengo que la apatía de nosotros los chilenos es anterior a la experiencia de la dictadura, podríamos hablar de una aparente apatía, lo que para los jóvenes chilenos es “no estar ni ahí”. Considero que el mayor triunfo de la dictadura se expresa precisamente en la apatía, en la división en que nos encontramos en la desconfianza, en la pérdida del sentido de lo social, en el transformismo de la práctica política, en la adoración de los templos del consumo, de los supermercados, de los mall, del “compre ya”, en la imitación obsesiva de un modo de vida falso, sólo visto en la TV.

El que un grupo de jóvenes haya creado la práctica de ‘funar’, de denunciar públicamente a los violadores de DDHH en sus lugares donde viven y trabajan ocultos, es de una resonancia inmensa para esos sujetos. Para quienes la efectúan una forma de catarsis de muchos duelos pendientes, y como tal catarsis estimo que es insuficiente; no me refiero a la venganza física, sino que a la búsqueda por alcanzar un estado de vida personal y social en que nuestro sentido de vida sea luminoso, sea alegre, confié en la posibilidad del vivir, y no se quede empantanado en el rencor, que es lo que genera la simple catarsis, el refuerzo de lo que se quiere eliminar… o tal vez no se desea eliminar. Sostengo que es posible darle nuevos sentidos a nuestras vidas.

–La redacción del periódico El Clarín de Chile fue un centro de detención y tortura ¿cómo exorcizar y recuperar los espacios públicos de ayer?

–Creo que las manifestaciones del arte pueden acercarse a establecer una comunicación entre nosotros y quienes por allí pasaron o estuvieron detenidos, fueron torturados y muertos. Algo quedó allí, algo de sus vidas, por lo que siento que hay que darles más vida, debiéramos estar allí siempre cantando, sobretodos los niños, la juventud, exorcizando con alegría y pensamiento, con lágrimas y evocaciones, con esperanza; debiéramos convertir esos espacios en reales espacios públicos, espacios para la música, para el amor, para las parejas, las familias, los niños.

fotoHe estado en algunos centros de detención como la ESMA en Argentina y Villa Grimaldi en Chile, y en ambos existe el silencio, reina el silencio, y debieran reinar las risas y la conversación del hombre común, porque es por esos hombres por quienes nuestros hermanos están muertos o desaparecidos y otros miles inscritos en sus cuerpos la tortura.

–¿En qué consiste Programa de Reparación y Ayuda Integral en Salud y Derechos Humanos (PRAIS)?

–En entregar gratuitamente la atención en salud a quienes fueron afectados directamente por las políticas represivas de la dictadura, desde quienes perdieron su trabajo hasta quienes tienen algún familiar desaparecido, pasando por los miles de ex presos políticos, los exiliados. Esta atención en salud es en la red pública del sistema de salud, que en Chile carece de cobertura apropiada y efectividad real y oportuna para las principales patologías de la población. Un área sensible en PRAIS es la atención psicológica, sin embargo esta se ve enfrentada a carencias propias del sistema y la estrechez del programa.

–En la actualidad ¿cuáles son las debilidades del PRAIS?

–Podría señalar que al estar ligado a la red pública, ésta con sus deficiencias mantiene por largos periodos de meses y años a personas en lista de espera en especialidades, si consideramos que la edad media de los beneficiarios es de 50 años, la calidad de vida de estas personas se ve tremendamente deterioradas.

Por otro lado la estrechez de la comprensión en la reparación olvida que es en la familia donde acontece el drama angustioso del sobreviviente, sobretodo de quienes viven en el silencio y en el anonimato, la familia se resiente, y no existen planes ni soportes, tampoco financiamiento para desarrollar la atención de los miles de familias dañadas por la represión, expresado en disfuncionalidades, adicciones, violencia intrafamiliar, confusión en los hijos adolescentes, etc.

Desde luego hay que considerar que un programa como este no puede tener fecha límite de inscripción, habiendo miles de chilenos en el exilio que un día volverán y otros miles de chilenos que aun no se atreven a decir que fueron a afectados por la dictadura.

–¿Sin justicia es posible la reconciliación?

–No lo creo; es más, la impunidad sobre los crímenes de ayer entrega un salvoconducto a los delitos de hoy, a la imposibilidad de creer en las autoridades que uno mismo eligió, después que se muestran indolentes y desean cerrar el capítulo de los atropellos a los DDHH en Chile.

La propia impunidad hace dificultoso el duelo colectivo; al no haber castigo, no hay delito, al no haber delito, el dolor de lo que me pasó parece que no me sucedió, la impunidad me borra de mi pasado histórico, no me puedo reconstruir, no tengo un espacio para situarme y por tanto construyo un anclaje en el dolor, en el odio, en la desesperación.

–¿Utiliza la escritura como terapia en sus pacientes? ¿O usted mismo la utiliza como mecanismo de defensa?, ¿sublimación quizás?

–Para mí la escritura es ocasional, la experimento como un mirarme en lo que aconteció, como una posibilidad de acercarme a lo que realmente significo para mí tal hecho, como una forma de alcanzar la palabra que se abrace con el sentido del dolor y de la alegría vivida.

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* Periodista.
Entrevista publicada por el diario La Jornada Morelos y www.elclarin.cl. Se transcribe aquí por gentileza del autor.

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