Los cisnes… «No son buenos chilenos»

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El viernes 17 de diciembre, en el diario La Tercera las periodistas  Sandra Barría y Oriana Fernández informaron: «el gobierno descartó que la Planta Valdivia de la empresa Celulosa Arauco y Constitución (Celco) sea responsable directa de la muerte que han experimentado los cisnes de cuello negro del Santuario de la Naturaleza del río Cruces, el ecosistema más importante de aves en el sur del país».

Con palabras más o palabras menos, pero todas semejantes, los medios de comunicación de esa república fijaron en sus lectores-oyentes-espectadores el mismo concepto.

«Todo está en el cuerpo» -suele decir un personaje de esas teleseries policiales cuyo escenario es la morgue-. Y los cuerpos de las aves, esos manojos de plumas acabadas, descartan, a su vez, toda posibilidad de que se trate de un triste fenómeno natural. Los cisnes examinados murieron por altas concentraciones de metales pesados, hierro y hambre. El hambre porque la planta acuática que es su alimento, el luchecillo, había muerto primero.

El enigma: ¿qué los mató?

La desaparición, pues, de esa planta, los cisnes con la panza vacía y «ametalados» y la falta de crías plantean un enigma. Es evidente que la naturaleza -salvo excepcionalmente, como en el caso de una erupción volcánica, no altera de la noche a la mañana un ambiente. Hizo desaparecer al luchecillo y mató -y mata- a los cisnes una o varias sustancias producidas por la actividad humana. Por la actividad industrial humana, que un rastreo de la zona indica que no existen.

El único monumento a la gran industrialización es la planta de Celulosa Arauco, absolutamente inocente del avatar de los cisnes (y de otra fauna y flora, sobre la que no se informa adecuadamente, por lo menos no todavía). Tal vez «buenos chilenos» las mantienen ocultas a esas industrias para no preocupar a la población vecina. Tal vez sean laboratorios extranjeros camuflados por la lluvia frecuente en el área. Quizá alguna perversa rogatina mapuche hizo que los dioses, ¡paganos, además!, envenenaran y hambrearan a los cisnes.

¿Qué sabemos? Que unas aves miserables, sin duda malas chilenas, han tomado esa costumbre de morirse de la que alguna vez habló Borges. Para la directora de la Comisión Nacional del Medio Ambiente -de acuerdo con las investigaciones realizadas por científicos de la Universidad local, las muertes fueron por la interacción de tres factores: la alta acumulación de hierro en hígados y riñones, alta presencia de parásitos patógenos (gastritis parasitaria) y carencias de alimento, por la desaparición del luchecillo, alga de la que se alimentan.

Paulina Saball agregó que no hay pruebas que relacionen el fenómeno registrado en el santuario con alguna actividad determinada, como la planta de celulosa. «Hoy sabemos que las causas de muerte de los cisnes radica principalmente en la falta de alimentos, parásitos y excesiva presencia de hierro. Ninguno de esos tres elementos puede ser atribuido al funcionamiento de Celco».

Estos estudios de carácter preliminar serán acabados entre febrero y marzo de 2005. No se registró presencia de agentes clorados ni se analizó si había dioxinas. Lo curioso es que se informa que, por eso de controlar fuentes emisoras, se fortalecerá el plan de fiscalización y control de Celulosa Valdivia. La empresa deberá informar de las modificaciones que ha efectuado al sistema de autorización ambiental.

¿Para qué, si ha sido exonerada de toda responsabilidad?

Otros chicos malos

La conversión en asunto idílico de la muerte de los cisnes se topó con el infaltable león sordo de todos los conciertos. La Asociación de Médicos Veterinarios de Fauna Silvestre, en efecto, dijo que la declaración de las autoridades «aporta antecedentes vagos que impiden establecer una causalidad» sobre la muertes. Señalaron su inconformidad por la «dispersa y contradictoria información».

fotoNo son los únicos. El académico y patólogo de aves de la Universidad de Chile, Héctor Hidalgo, sostuvo que la hemacromatosis aparece «en algunas especies de aves como los tucanes». Cabe preguntarse si los cisnes no estarán en un proceso de transmutación alquímica que los convertirá en tucanes.

Los ornitólogos de Chile a través de su dirigentes Jurgen Rottman, afirman que el estudio realizado «no explica qué provocó la baja de peso, el déficit reproductivo y la muerte» de los cisnes.

La directora del programa Chile Sustentable, Sara Larraín, puso en duda el informe y dijo que «es inconcebible que no se mencione ningún tipo de responsabilidad» de Celulosa Arauco. Por su parte el director ejecutivo de Fundación Terram, Rodrigo Pizarro, dijo que «si la única hipótesis verosímil es que la contaminación se debe a la planta de Celco, entonces la autoridad tiene la obligación de clausurarla».

El economista afirmó que la situación del santuario de Valdivia «es muy grave y si bien el primer estudio no da cuenta de responsabilidades, sí da cuenta de una anomalía en los cuerpos de los cisnes y, por consiguiente, en el ecosistema». Las aves anidan en el santuario desde hace más de 40 años «y nunca tuvieron ningún problema grave, salvo en estos diez meses en que ha funcionado la planta».

Pizarro señaló que «el principio precautorio establecido en la legislación ambiental obliga a la autoridad a actuar ahora y no después. Por ello (las autoridades deben) cerrar a la brevedad la planta de celulosa, mientras se determinan con mayor claridad las responsabilidades».

Es lo que se hubiera hecho en un país serio.

Marcel Caude, de Corporación Representa y Fundación Océana escribió:

«Según los científicos de la Universidad Austral, la muerte de los cisnes en el Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter se explica por la presencia de compuestos químicos como el Cadmio, es decir, el fenómeno que afecta al ecosistema no tiene causas naturales. Se sugirió que también se debía a la falta de comida: el mentado luchecillo. Pero, lo más importante, no está claro el origen de los compuestos químicos y no antes del próximo marzo se podría saber algo al respecto.

¿Queda algo por agregar? Pienso que nada, todo está claro, aunque oculto.

Todos sabemos acerca de la planta de celulosa del grupo Angelini, ubicada en la provincia de Valdivia. Ésta ha permanecido por uno u otro motivo, de manera permanente, en la mira de todos los chilenos. La operación de esta planta se inició en febrero pasado generando inmediatamente polémica por los olores que afectaron a una amplia zona geográfica. En Valdivia, distante a 50 kilómetros, las protestas de la comunidad se hicieron escuchar con fuerza.

La muerte de los cisnes destapó otro conflicto, aunque no es nuevo, ya que desde 1997 se ha venido planteando la disconformidad, por parte de la comunidad y de diferentes organizaciones civiles, con la realización del entonces proyecto. Ya en esa época se detallaron los riesgos que ahora se están produciendo e, incluso durante el mes de noviembre de 1998, interpusimos, junto al Movimiento de Defensa del Santuario de la Naturaleza Río Cruces, un recurso de protección en contra de la Comisión Regional del Medio Ambiente de la Décima Región por los perjuicios que causaría dicho proyecto.

Ya en ese entonces existían antecedentes sobre los riesgos, argumentándose que uno de los problemas más críticos y graves iba a ser la descarga de residuos industriales líquidos y otros agentes contaminantes, tales como cloro, metales pesados, entre otros, que «alterarían en forma definitiva e irreversible el Santuario de la Naturaleza». Obviamente, la mencionada acción legal fue rechazada de plano por la justicia. No nos sorprendió.

Hoy, sin embargo, se difunde información que tiende a liberar a la planta de cualquier responsabilidad directa y se posterga enormemente el conocimiento científico de las causas: «el documento no es concluyente respecto de la eventual contaminación industrial»; «las necropsias revelaron un alto grado de desnutrición en las especies»; «las fuentes serán determinadas en los próximos meses y se comunicarán en marzo 2005».

A los que nos hemos vuelto muy suspicaces en la lectura de las noticias, no nos deja de irritar el manto de impunidad que ya se está tejiendo sobre este hecho para dejarlo en nada, como a menudo sucede en nuestro país, cuando poderosos intereses financieros están en juego.

No se necesita ser un especialista en el estudio de las necropsias para saber con meridiana claridad la causa de semejante desastre. Es obvio y de sentido común. Sin embargo, los estudios científicos, en el mejor de los casos, dejan sin explicación las causas, como ha acontecido en la muerte de los cisnes. Hasta aquí el texto de Claude.

Es evidente que el presidente Lagos deberá levantar, admonitorio, otra vez su dedo profesoral para decirle al país -¿cuándo?- no es de buenos chilenos…

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