Manifiesto anticivilizatorio II. – CARACTERIZACIÓN, UN RELATO Y FORMA DE LUCHA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

CONTRA SU HISTORIA

foto«Una pintura de Klee titulada Angelus Novus muestra a un ángel que parece alejarse de algo que contempla fijamente. Sus ojos miran con atención, tiene la boca abierta y las alas extendidas. Así se imagina uno al ángel de la historia. Su cara está vuelta hacia el pasado.

«Allí donde percibimos una cadena de acontecimientos, él contempla una simple catástrofe que sigue acumulando ruinas sobre ruinas y las arroja a sus pies. Al ángel le gustaría quedarse, despertar a los muertos y recomponer lo que ha sido triturado. Pero sopla una tormenta desde el Paraíso; se ha cogido a sus alas con tanta violencia que ya no puede cerrarlas nunca más. Esta tormenta le empuja irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras la pila de escombros que se encuentra ante él crece hasta el cielo.

«Esta tormenta es lo que llamamos progreso.”
(W.Benjamín)

58. La Historia humana no es la historia de las ideas, ni las fechas de batallas ni los grandes hombres. Eso es mentira.

59. La Historia humana no es la historia de la lucha de clases, una contra otra, de forma dialéctica. Eso es mentira.

60. Nn, no es la historia de un pueblo oprimido, ni un género oprimido ni nada de eso.

61. La Historia humana no es la historia del Progreso; de hecho el progreso es una invención ideológica que empieza a fraguarse en el Renacimiento, idea y práctica que se desarrolla en la Ilustración cantando loas a la maquinización de la sociedad y al renacimiento del ídolo vuelto único dios en el panteón social: el Dios Tecnología y sus emisarios: la Razón mecanicista y la Ciencia surgida de las entrañas de la superstición, magia y alquimia.

El Progreso es olvidar el pasado o reinventarlo para justificar un futuro en el nombre del que sacrifica el presente. Es pensar que los males no tienen raíces sino curas en un futuro ideal tecnológico que nunca llega. El Progreso es reducir a números la felicidad y mirar la historia humana como una línea recta dirigida, por la fuerza del sino, a un final tecno-feliz.

Y la historia humana no es lineal, sino más bien como un ir y venir zigzageante, es el telar de Penélope deshaciendo y tejiendo los hilos en espera de la vuelta a casa de Ulises… Y ningún futuro tecnológico se vislumbra feliz…

62. Empero, aun cayendo en inevitables simplificaciones, hace falta algo simple que nos dé una pista de la evolución humana, una vez liberados de la cínica interpretación que la identifica

con el supuesto progreso. Y esa pista no está en las progresistas visiones de lucha de clases, confrontación de ideas, o la lucha de sexos. Todo eso son verdades parciales que por parciales se convierten en su conjunto en simple mentira. Quien no quiera cambiarlo todo, combatir al sistema, encontrará reconfortante cobijo en estas historias fragmentadas.

63. Tres han sido los momentos básicos de la Historia humana tras la ruptura con su modo de vida salvaje (libre). Tres los pasos de la anti-libertad. El primero es la domesticación. La domesticación del ser humano creando superiores e inferiores devino en todas las demás jerarquizaciones (clases, sexos, edades, especistas…).

64. Una vez domesticado el ser humano, una vez domesticados los animales y plantas (ganadería, agricultura…), una vez creada esta separación de la natura y dominación jerárquica, las civilizaciones estatales y religiosas, la historia humana de la eterna inadaptación al cambiante medio, dio lugar al segundo momento: la maquinización de la sociedad.

65. El proceso de maquinización es gradual, imposible sin el descubrimiento del reloj mecánico en la Edad Media, pero tiene su explosión con las revoluciones industriales a fines del XVIII y principios del XIX. Esto significó la total conversión de la sociedad en algo mecánico sujeto al Gran Reloj que con su látigo regula los remazos de esta galera a la deriva.

La maquinización social devino también en masificación del individuo, maquinizando el funcionar de la sociedad y todas las relaciones dentro de ella. No es por casualidad que al surgir esta sociedad masa-máquina surja también el nacionalismo y demás teorías –reaccionarias o revolucionarias– que pretenden la homogeneización y un gigantismo social: “todos iguales en la Megamáquina”, si bien interpretada está en clave nacional o política (su superestructura ideológica).

66. El tercer momento es un proceso, al igual que los otros dos, aún en curso. Hoy lo estamos empezando a notar, hoy está en fase de consoilidación. Ésta puede ser la última etapa de la historia humana o la segunda parte de la historia de la libertad humana –no hay términos medios, como explicaremos cuando hablemos del sistema tecnológico-.

67. La tercera etapa es la actual: nanotecnología, manipulación genética, reestructuración económica para encarar la automatización del trabajo, y urbanismo carcelario para acallar las revueltas (junto con la internacionalización de la represión, el sistema, etc.).

68. Se nos meterá chips en la piel para controlarnos, como hoy empiezan a metérselos a los yanquis, como desde ayer se los meten a los perros. Mil ojos conectados a un ordenador nos vigilarán. Mil porras nos esperan porque este sistema se está viniendo abajo.

69. Los ecosistemas mutarán radical y velozmente gracias a la estupidez humana expresada en las cubetas de la manipulación genética. Una vez que un agente o un gen nuevo es lanzado a un ecosistema no se puede recuperar: mutará el ecosistema.

El número de variables a considerar es infinito, imposible de predecir, imposible de regular, y no hay vuelta atrás: una vez modificado un ecosistema la modificación hecha no puede ser borrada. Un error mata a cientos de especies, muta a otras tantas… y el ser humano no vive fuera del ecosistema.

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70. Escuchamos, y eminentes científicos y tecnócratas nos advierten del peligro de la nanotecnología, de la robótica con inteligencia artificial, temiendo que en breve será completamente incontrolable. La tecnologización supone delegar más y más en las máquinas, si hoy las apagásemos nos moriríamos y nos sumergiríamos en el caos. Hoy, siendo sus amos somos sus esclavos, pero cuando la inteligencia artifical se desarrolle seremos de seguro, mucho más esclavos.

71. Escuchamos, y eminentes científicos nos advierten que la ingeniería genética acabará con el hombre tal y como lo conocemos, pues se le rediseñará un cuerpo biológico para intentar lograr el fracaso milenario de la domesticación: la adaptación al medio. Nos creará un cuerpo genético para adaptarnos al mundo nuevo que hayan rediseñado las nuevas máquinas.

La sociedad humana es cada vez más impersonal y autoritaria, el cuerpo es la última cárcel a conquistar por la autoridad: la represión externa ahora, gracias a la ingeniería genética, estará acompañada de la represión biológica.

72. Estamos en la etapa donde la novela Un mundo feliz encuentra a 1984, Huxley a Orwell… y se quedan mudos. La última etapa de la historia de la domesticación o la segunda de la libertad. A ti te toca mover la ficha hacia un futuro tecnocrático civilizado o creativo y “primitivo”.

LA EREMITA HEREJE

“En ti vive todavía lo irredento de mi juventud; y como vida y juventud estás ahí sentada, llena de esperanzas, sobre amarillas ruinas de sepulcros.

«Sí, todavía eres tú lo que reduce a escombros todos los sepulcros: ¡salud a ti, voluntad mía! Y sólo donde hay sepulcros hay redenciones.“

(Así habló Zaratustra. Friedrich Nietzsche).

73. En lejano lugar, apartado de la civilización por pedregosas montañas, por salvajes bosques de verde frondosidad, y por inquietos y juguetones ríos azules de verdes centelleos, vivía una mujer.

74. Era conocida en toda la comarca con el nombre de la Eremita Hereje. Había quien pensaba que era una bruja que había huido a su recóndito escondrijo, escapando de las garras inquisitoriales, y que desde las alturas de la montaña seguía haciendo sortilegios contra sus enemigos. Otros aseguraban que era un demonio que por los siglos había vivido allí, que había nacido en las profundidades de las raíces de una secoya muerta, y la había amamantado una loba, y que quien se acercaba a sus dominios perdía todo su uso de razón pues el bosque había sido encantado.

75. Otros, los pocos, no creían nada de esto, considerándolo una vulgar superstición popular. Solían ser gentes que venían de lejos buscando la sabiduría y la tranquilidad que de ella emanaba, según cantaban ciertos juglares que juraban haberla visto y vendían amuletos que ella misma había bendecido.

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76. Un día que la misteriosa mujer estaba cortando leña para hacer una fogata, apareció entre los helechos que bañaban los pies de los árboles uno de estos viajeros.

77. El viajero se presentó. Era un hombre entrado en años y de aspecto venerable, que al parecer era una reconocido sabio en la ciudad de donde venía. El viajero habló a la mujer con la segura tranquilidad del que se cree en posesión de toda verdad, y le dijo:

“Vengo a usted porque donde yo vivo la bondad humana parece haber desaparecido, como si un malvado duende la hubiese secuestrado. Los príncipes se disputan territorios y riquezas, sólo para aumentar su ego, mandando sin piedad a sus pueblos a morir a las más cruentas guerras. Los hombres de palacio conspiran los unos contra los otros, para estar más cerca del trono, por codicia, gastando el heraldo público en cortesanas y fiestas, mientras la gente no tiene para comer”.

El viajero calló, y bajó la cabeza apenado por el recuerdo esperando alguna respuesta de la mujer, pero ella siguió cortando a hachazos la leña. El viajero, desconcertado prosiguió:

“Los vicios, la corrupción y la inmundicia son de igual modo los que imperan en el pueblo. La gente sólo mira por sus propios ombligos, sin importarles el vecino. Trabajan de sol a sol, y se pisan los unos a los otros solo por conseguir unas monedas más, mientras la putrefacción se adueña de la urbe y la gente cae enferma por esta pestilencia que nadie quiera curar. ¡Oh, amiga mía! He venido para que me dé consejo. Dicen que es usted una especie de sabia santa. Dígame, pues, no se haga más de rogar. ¿Qué puedo hacer para inculcar a mis vecinos, aunque sea un poco, el altruismo y la compasión con la que la providencia la ha bendito, mi señora?»

78. La mujer al oír esto dejó su tarea. Clavó el hacha en el suelo. Se secó el sudor que se deslizaba por su frente. Y apoyándose en el palo de la herramienta se sentó junto al viajero, y le dijo:

“Amigo mío, gran favor es el que le quieres hacer a tus vecinos intentándoles volver altruistas y compasivos. De todas maneras vienes al sitio equivocado si lo que quieres es encontrar aunque sea una pizca de altruismo o compasión. Nosotros no gustamos de vejar a nadie, querido amigo, de la misma manera que no queremos que nadie nos agravie.”

79. Turbado por la inesperada respuesta el viajero le contestó:

“Eso último me parece muy sabio. Pero hay dos cosas que no entiendo bien… Usted a dicho nosotros…

“Nosotros he dicho rió la mujer–: no se habrá creído las fábulas de la eremita de los bosques» –y cuando decía esto salían tres hombres y una mujer de la gran cabaña de madera frente a la cual estaban charlando.

El viajero pareció desencantado con tal circunstancia, como si hubiese perdido para él un halo exótico en busca del cual había caminado, por jornadas, día y noche. Entre dientes, como refunfuñando, inquisidoramente empezó a decir: “Entonces lo de la Eremita Hereje…”

Los contertulios rompieron en carcajadas, sin mala fe. La mujer puso su mano sobre el hombro del viajero y cándidamente explicó: “No puede usted hacer caso de los rumores de las gentes. Lo siento si le he defraudado. No he sido yo la que me he puesto ese ridículo nombre, de hecho no me he puesto jamás nombre alguno. No, ni soy una ermitaña, ni soy una asceta ni nada de eso; de hecho no hay nada que más me guste que el gozar y la compañía humana… No veo porqué nadie querría privarse del contacto carnal, de la conversación sencilla con otras personas, o la convivencia con quien ama”.

80. El viajero, alarmado, se echó para atrás librándose de la mano que le tendía la mujer, e indignado preguntó repitiendo las palabras de la mujer:

“¿Quiere usted decir que usted ama a los cuatro… carnalmente”?

Sobraron palabras para la contestación. El viajero se enrojeció, y la sensación de vergüenza le hizo arder en cólera.

“Ahora veo que los rumores populares eran ciertos, es usted una bruja, una libertina. Yo he venido aquí engañado. Le he venido a hablar de la trágica situación de mi ciudad, pero veo que ustedes aun son más depravados, pues además de libertinos se mofan de los sentimientos más elevados del ser humano: el altruismo y la compasión. ¡Oh, sí! Estaban bien en lo cierto quienes la pintaban como un ser salido de los avernos. No tengo más que hacer aquí. Pero dígame, sólo por curiosidad, ¿cómo pueden ustedes estar orgullosos de no tener una pizca de compasión y altruismo?”

81. La mujer ante tal avalancha de palabras y descalificaciones perdió la sonrisa. Sus ojos se volvieron resplandecientes y pícaros, y contestó lo que sigue:

“Amigo mío, usted quiere saber porqué hemos renegado de la compasión y del altruismo, pero yo ya se lo he dicho. Nosotros no gustamos de menospreciar a nadie. Es por eso que no nos compadecemos de nadie. Cuando un amigo sufre nos duele a nosotros, pues en nuestro extremo egoísmo no nos gusta ver sufrir a la gente. Nosotros sentimos por los demás al identificarnos con ellos y su dolor, no los compadecemos desde una distante posición, y menos aun les denigramos y menospreciamos con limosnas piadosas y compasivas, sino que les damos lo que es suyo o lo que queremos.

«Es así que cuando un amigo cae enfermo los demás le cuidan para que sane cuanto antes porque no nos gusta ver sufrir y porque así queremos ser pagados por nuestros iguales si nosotros caemos enfermos. Ustedes, en cambio, lo hacen como si fuese un favor o una obligación social, o divina, que al fin y al cabo es lo mismo.

«Mandan al enfermo o al viejo lejos porque no aguantan verlo sufrir, porque se sienten culpables, porque no pueden compartir su dolor. Ustedes pagan a otros para que cuiden al que no puede cuidar de sí y de está forma alivian su remordimiento, por haber sido compasivos, altruistas… Ustedes dan al mendigo la limosna de su altruismo, compasión y generosidad, que no es más que un despreciable instinto de superioridad, porque ustedes gustan de mirar por encima del hombro: por eso su príncipe manda al pueblo a morir a la guerra, por eso los hombres de palacio conspiran, el pueblo pisa cabezas y se arrodilla por unas monedas… Por eso usted ha venido aquí a buscarme.

«Porque usted antes de venir estaba ya convencido de estar en posesión de la verdad, y era para usted un premio que yo le diese la razón a sus teorías. Es por eso que usted está ahora de pie, inquieto y molesto, porque usted ha visto que mi realidad nada tiene que ver con la suya, y de hecho la pone en tela de juicio”.

82. La mujer paró un momento, se levantó, arrancó el hacha del suelo, y con ella entre las manos extendió los brazos ofreciéndosela al viajero, al tiempo que le decía:

“Amigo mío, me preguntó que es lo que creo que debería hacer. Pues, si quiere consejo, éste es el único que puedo darle. Coja usted el hacha y destroce en mil pedazos el tronco muerto de su cultura, pues lo mejor que usted y sus conciudadanos pueden hacer es destrozar todas las instituciones y valores que mantiene sobre sus espaldas el árbol muerto, y una vez despiezadas haced una hoguera con ellas, para que pueda volar un nuevo ave fénix”.

83. El viajero ante tales argumentos se enfureció, rechazó el hacha, les dio la espalda y volvió a su ciudad. Diciendo a su vuelta a todo el mundo que era cierto, la Eremita Hereje era una demonio amamantado por una loba, y que el había logrado salir con vida por suerte, pues ella había intentado matarle a machazos y tirarlo en una hoguera.

84. El rumor circuló rápido como pólvora por la ciudad. Y todos maldecían a la Eremita Hereje. Pero esta situación no duró mucho, pues no tardó mucho en llegar el ataque de un rey más fuerte y avaro a esta ciudad, y todos sucumbieron.

SALVAJES HASTA MORIR

“Cuando los individuos están sometidos a una mecanización social que cubre todos los ámbitos y la propia biosfera se encuentra en peligro, lo que se impone es un conservadurismo más neolítico. Conservar el sol y el espacio, la naturaleza animal, la comunidad primigenia, la curiosidad experimental.”
(P. Goodman)

“La misma sobriedad y sencillez de la vida del hombre en la Edad Primitiva abona lo que digo, o por lo menos, denota que aquél no era más que un transeúnte en la naturaleza, y que una vez reparadas las fuerzas con alimento y descanso, ponía su vista nuevamente en el camino. Habitó este mundo como si fuera una tienda de campaña, enhebrando valles, cruzando llanuras y escalando montañas.

«Pero ¡ay! Los hombres se han convertido en herramientas de sus propias herramientas. Aquél que con total libertad tomaba el fruto del árbol para calmar su hambre se ha vuelto agricultor; y el que se acogía al árbol en busca de refugio cuenta hoy con una casa. Hemos dejado la acampada de pernocta para fijarnos en la tierra olvidando el cielo. Hemos adoptado el cristianismo como si se tratara simplemente de una forma mejorada de agri-cultura. Así, hemos edificado una mansión para este mundo y una tumba acorde para el otro. Las mejores obras de arte son la expresión de la lucha del hombre por liberarse de su condición.”
(H. D. Thoreau)

85. No queremos el Paraíso, ¡eso sería un infierno! Nada nos gustan esos sueños sucedáneos tecno-cristianos de paraísos post-revolucionarios por venir, ya sean marxistas o anarquistas. Nada nos gustan los lloros trastocados ideológicamente de la mayoría de las religiones a un supuesto Paraíso pretérito dejado atrás. No queremos una sociedad donde todo sea opulencia, paz, armonía y pájaros cantando a las sociedades de humanos honrados, buenos y solidario-piadosos.

86. Nosotros sólo queremos ser salvajes, y nada más. No nos hace falta una regla para medir el cambio, ni un arquitecto que nos defina el nuevo Leviatán político con sus derechos/obligaciones, comités, parlamentos y demás. No necesitamos ni queremos chamán alguno que nos intente atrapar en su religión con su retórica. Nada de eso: ¡Ningún poder a los soviets! ¡Ningún mercado, libre ni esclavo! ¡Ninguna imaginación al Poder! ¡Ningún poder imaginándose!

87. Estamos hartos y aburridos de toda esa casta política con sus conspiraciones, sus paranoias persecutorias, sus estrategias cual captación de mercados, sus artimañas, sus líderes y jefes observando desde lo alto… ¡Ya basta! Todos son lo mismo: teólogos. Hijos del primer chamán que dijo “yo entiendo lo imperceptible y hablo lo inefable. Arrodillaros ante la Verdad del Gran Misterio. Pues yo os salvaré!”

88. No. Lo que queremos es desteologizar la vida entera. ¡Los dioses han muerto! ¡Que empiece la libertad!

89. La vida que queremos no es una vida donde reine la Paz: nada más aburrido. Queremos vivir el conflicto permanente que significa estar vivo, pensando y actuando. Sólo de esta manera se evitará la neurosis de la paz que conlleva siempre la guerra. ¡Ningún instinto reprimido! Pues si no la represión de ellos nos llevará a mutilar nuestro cuerpo y mente, y actuar con el rencor del que se ha dejado mutilar.

90. Queremos una vida donde ningún viejo baje de la montaña con las cantinelas podridas vueltas ley, escritas en regia piedra. Cada uno es, y cada relación es peculiar y distinta. Que se acabe el homogeneizar.

91. No queremos “otro mundo posible” o “imposible”, queremos éste. Queremos, otra vez, vivir este mundo, aquí y ahora. Este es el planeta que queremos, no otro. Y en él queremos vivir de la única manera que podemos hacerlo para ser felices: egoístamente. Sólo aceptándonos a nosotros mismos con lo que somos, sin divinizarnos ni intentar amoldarnos a la «realidad de los normales», podremos ser felices.

Debemos conocernos y aceptar que buscamos nuestro propio goce, y que eso no tiene nada de malo: que lo único malo es el autosacrificio que nos quiere imponer el cristiano, el islámico, el demócrata, el comunista, el budista… Clavamos la espada en la cruz para troncharla por la mitad, y que de la primera hendidura se purguen al aire limpio las mentiras que quieren encorsetar nuestra libertad: altruismo, piedad, humildad… miedo. ¡Nada de eso! Esos han sido los ancestrales conceptos con los que el primer chamán se sirvió para domesticar a la tribu, domesticándose a sí mismo, domesticando la natura. Para luego convertir a la mujer en cosa, a la naturaleza en cosa, a la supervivencia en cosa, hasta, vuelto todo cosa, la vida entera queda convertida en un simple objeto con el que mercadear.

92. No. Nuestros valores son la antípoda de Jehová y Satanás. Nuestros valores son los instintos. Arrancar las cadenas que los atrapan al nacer en cada individuo es nuestra prioritaria tarea de deconstrucción. Porque una vez liberados no hará falta la limosnera piedad pues no haremos nada de nadie, por lo que a nadie se le hurtará. No hará falta la cínica compasión porque al sentirnos nosotros mismos bien entenderemos quién o qué esté a nuestro alrededor, y nada trataremos de inferior, mas que la humildemente humillante compasión.

Y no hará falta por nunca jamás el peor de los castigos: el altruismo, o lo que es lo mismo el vivir para, porque la única forma de ayudar no es vivir para los demás, pues en nada ayuda condenarse a sí mismo, sino que sólo viviendo para uno se puede ayudar a los demás. Sólo eres capaz de amar algo o a alguien de verdad cuando te amas a ti mismo. Cuanto más te ames más podrás amar… y odiar. Compasión, piedad, altruismo, humildad, sólo son síntomas de una terrible enfermedad: el menosprecio a sí mismo, que sólo puede llevar a menospreciar a los demás, encubriendo el menosprecio por lo políticamente correcto –e insidioso– de estos valores.

93. Queremos, en definitiva, rebrotar. Queremos retomar el camino dejado al nacer, deconstruir la socialización maquinal que nos ha forjado reprimiendo nuestro instintos.

94. Nuestra alternativa no es la panacea (4). No tiene organización racional de nada, ni comités que gestionen la vida, ni políticas que la administren, ni tesorerías que la cuantifiquen, fetichicen y valoren.

95. Ninguna presa al río. Nada que interrumpa el fluir de la libertad instintiva.

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MASA Y TECNOLOGÍA

“La esclavitud a la tecnología, es decir, la división del trabajo, es el barbarismo de los tiempos modernos.”

“¿Cuánta división del trabajo debemos tirar por la borda? La respuesta más lógica en mi opinión es: ¿Cuánta plenitud queremos para nosotros y el planeta?”
(J. Zerzan)

96. La palabra tecnología, en esta sociedad, sólo se escucha cuando nos narran sus avances, lo que puede arreglar, lo bien que nos va a hacer vivir. Nunca se pone en cuestión el progreso, si sería bueno destecnologizarse, si realmente la tecnología arregla algo que no haya estropeado antes… A lo más que se llega es a una crítica pseudo-profunda en dos aspectos: el acceso a la tecnología y su control.

97. El acceso discriminatorio a los aparatos tecnológicos y al conocimiento tecnológico crea o reproduce desigualdades sociales flagrantes, a la par que permite a la minoría tecnocrática controlar y manipular a la gran masa.

98. El descontrol de la tecnología que implica el capitalismo nos amenaza con destrozar el planeta, exterminarnos como especie, o a depender cada vez de las máquinas, rediseñando éstas nuestras vidas e infraestructuras, sólo augurándonos un futuro de sociedad desquiciadamente maquinal, ultracompleja y masiva; para adaptarse a esto la ingeniería genética intentará crearnos un cuerpo genético más acorde…

99. Pero lo realmente preocupante de esto es que no es un mero problema de descontrol o desigualdad de acceso. Dos son las preguntas que debiéramos hacernos: ¿Qué relación hay realmente entre tecnología y felicidad? ¿Qué vida queremos, cuáles son nuestras prioridades, y en qué lugar deja esto a la tecnología?

100. Vivimos en una sociedad de masas no de individuos, de rebaño. En una sociedad de masas no hay control posible de la tecnología; ya se gestione esta sociedad capitalista, bolchevique o anárquicamente. La sociedad de masas lleva implícita la alineación, es inextirpable. En la sociedad de masas lo que funciona es el comportamiento de masas. Cuando este sistema insostenible colapse todos huirán como tal, como burgueses huyendo pisándose los unos a los otros escapando de las llamas del Liceo. Y esto porque la masa no puede pensar cuánto tiempo tiene para salir del incendio, cuánto espacio hay, cómo se debería salir… Simplemente la masa sigue a la masa; es el pez muerto que arrastra la corriente.

101. Pero esto sólo sucede en momentos de caos. En momentos de “orden” –los más– la masa es más bien el galgo que corre tras el conejo mecánico en las apuestas. Los directores del evento serían la tecnocracia, los apostadores los economicistas, y el conejo mecánico sería el camelo del “progreso” tecnológico.

102. La sociedad de masas jamás controlará la tecnología. En ella el individuo se encuentra como el creyente ante las catedrales enormes del siglo XVI: insignificante, impotente. La sociedad de masas crea fatalmente un individuo deslumbrado por el gigantismo organizativo; un individuo que tiende a bajar la cabeza, a encerrarse en su grupúsculo, pero luchando con uñas y dientes por su parcela de poder (la invulnerabilidad de su casa, el reino dentro de su coche, puestos políticos en asociaciones vecinales, sindicales o políticas) actuando dentro de las diferentes ruedas de la sociedad de masas, sin jamás acercarse al corazón de la misma.

103. La sociedad de masas con la hiper-tecnologización contribuye a aumentar ese sentimiento de impotencia frente a lo complejo. Crea un individuo esclavo; sin autonomía. Hoy en día somos animales domésticos, domesticados, como los perros. Aún tiene más posibilidades el perro de sobrevivir si es abandonado en la cuneta. Nos hemos divorciado y enfrentado con nuestro entorno biosferal. Si se desconectasen las máquinas nos moriríamos; no sabríamos cómo comer, encontrar o hacer cobijo, etc.

104. La psicología nos dice que nuestra infelicidad es problema nuestro (por no amoldarnos al engranaje); los revolucionarios económicos lo atribuyen a la desigualdad social. Todos se olvidan del papel clave que desempeñan la tecnología y la masificación, y la ruptura con nuestro lado salvaje, indómito, instintivo y sensual.

105. Algo hay que hacer. Vivimos en la sociedad de los impotentes. Nos hace falta inyectarnos el síndrome de David, y así derribar a nuestros Goliats internos, que crean y sostienen a los externos. Debemos emprender una lucha apuntando a los puntos clave del sistema, ni a los brazos ni a las piernas, al cerebro y corazón, sin malgastar golpes.

107. Este sistema es insostenible. En el 2020 seremos 8.000 millones de personas sobre la Tierra. Habrá guerras por hambre, por agua, por la humillación, por el poder. Habrá tecnología de destrucción masiva que deje en ridículo la bomba H. Habrá ejércitos virales y no humanos, no hará falta generales ni tanques ni soldados para matar a las masas: bastará un pequeño laboratorio y una pequeña organización. Y, de todos modos, si no nos matamos directamente los unos a los otros nos destrozará nuestra kamikaze destrucción de la ecología, con nuestra desertización, deforestación, cientos de millones de automóviles, industria… Estamos en guerra contra nosotros mismos y todo el planeta, y esto tiene que acabar.

107. La calma es propaganda del sistema. Esto va a estallar, y tú ¿dónde vas a estar? Ya no es tiempo de quejas, o luchas o callas.

GOLPES AL OJO DE GOLIAT

“Si hubieseis puesto más fuego a vuestros versos o vuestros versos al fuego, no padeceríamos este frío invierno.”
(Voltaire)

108. Todo lo dicho hasta aquí no es más que filosofía en formato panfleto. Simplista. Tal vez demasiado negra, oscura.

109. Pero todo lo dicho hasta aquí nos inspira a movernos en la práctica. Las palabras nos confunden, no obstante ¡Qué ninguna palabra se pierda en el vacío de la filosofía! Reclamamos el “derecho” a poder equivocarnos.

110. Abogamos por la transformación radical de nuestras vidas. Radicales, pensamos que es mucho más fácil la revolución que la reforma y, por supuesto, más eficaz y divertida.

111. La reforma hacia posturas anti-sistémicas es inviable. Se pueden conseguir pequeñas leyes que realmente mejoren la situación de unos cuantos –muchos o pocos– pero con el cambio de aires, cuando la presión social se desvanezca, el sistema las echará abajo, encontrándonos entonces sin los logros por lo cual tanto se habría tenido que luchar y en un fase de consolidación del nuevo modelo tecno-económico más avanzado. Es decir, peor que antes.

Por otra parte ninguna reforma es viable si no entra dentro de los valores del sistema. Cualquier reivindicación que supere esos cánones de valores jamás tendrá cabida en la reforma, y esto por dos motivos: los reformistas lo son porque piensan dentro de la misma forma de valoración que el sistema –de ahí que no entiendan que la revolución es más fácil, viable, asequible–.

Y, en segundo lugar, porque ninguna reivindicación fuera de los valores del sistema puede llevarse a cabo de forma reformista, pues ningún valor antitético puede ser realizado desde las instituciones y formas de actuación que son parte del código de valores del sistema que reproducen. Hay gente que tal vez piense que esto no es así, y piense que, por ejemplo, la explotación económica es uno de los valores del sistema, y que ésta se puede reducir reformistamente.

Pero reducir no significa suprimir. El valor continúa, y como hemos dicho, cuando se calme el ambiente volverá con igual o mayor fuerza (ejemplo: el siglo XX y la sucesión: Neoliberalismo -“Estado de bienestar”- Neoliberalismo actual). No obstante, el acabar con la explotación no sería viable dentro de las instituciones actuales. No tendría cabida ni las empresas y la forma de organización social estatal que, por definición, implica explotación. De todas maneras, la explotación, lo económico, no es ni de lejos el mayor problema pues no es más que una consecuencia de la Realidad que aquí pretendemos derrocar, y en esa realidad está inmersa la reforma: la reforma es la vía de escape del descontento que sostiene y de la que se sirve el espectáculo, para así, jamás estar en peligro. Perpetuarse.

112. La revolución la consideramos la único vía, pero una revolución muy particular. No queremos una revolución de masas. Con ella sólo se conseguiría otra sociedad de masas. Debemos pensar y luchar en contraposición con los valores del sistema, de esta forma la lucha no puede ser autoritaria ni gigantista –dos de las premisas del sistema–. Si hay gigantismo hay autoridad, y si hay autoridad, antes o después hay gigantismo; tal afirmación la avala la historia.

113. Hemos dividido la historia anteriormente en cuatro estadios. El primero es el libre –antes de la civilización y la aparición de las primeras formas paraestatales primitivas–. Los otros tres componen el camino de la esclavitud. Ninguna de las tres etapas (domesticación, maquinización de la sociedad y maquinización del individuo) son procesos muertos. Siguen activos. Y cada minuto que pasa la lucha se hace más difícil, el sistema se expande y consolida y se camina un paso más hacia el precipicio.

114. Si no luchamos ahora más adelante no podremos. Quien se comporte “incorrectamente” en una manifestación será identificado en el momento que lo haga por sus morfología o su genética mediante cámaras o por chips incrustados; quien quiera luchar en la clandestinidad no podrá pues ella no existirá, siempre estará el Gran Hermano con sus cien ojos encima.

Y antes de ponerse a luchar: los métodos de persuasión ideológicos (televisión y otros) serán mejorados y estarán acompañados ya no sólo de las drogas anti-revuelta (tranquimacín, heroína, alcohol, etc.), sino que ahora se usarán también los métodos de persuasión biológicos. Modificación genética para no ser agresivos, para no ser temerarios (para tener miedo), para no ser “infelices” (es decir, inadaptados, para ser conformistas), etc., etc.

Nada de esto es ciencia ficción, se está investigando y experimentando. La clonación es la menos sangrante de las caras de la biotecnología.

115. El panóptico se autoperfecciona. La tecnología avanza. Si no luchamos por y con medios y valores antagónicos cualquier revolución triunfante se servirá de esta tecnología que, no nos engañemos, no es gestionable, pues en sí ésta es tecnología de gestión, es decir, tecnología creada para gestionarnos a nosotros. Cada vez somos más y más esclavos de nuestras “herramientas”. Si la revolución no rompe con la realidad-kamikaze, éstá se consolidará, por más que se invoque al Che, independientemente del color de las banderas.

116. De todo esto sacamos tres conclusiones:

a) La única alternativa es la revolución, la reforma es estéril, una pantalla más del Espectáculo, una cortina de humo: pan y circo. La revolución, además, debe ser una sucesión de situaciones, distintas y divergentes, insurreccionales. Sin organización centralizada, mediante grupos pequeños –flexibles, versátiles, sin el esclererotismo innato a los modos federales, y sin la anti-individualidad que supone cualquier forma de gigantismo–.

La relación de los grupos insurreccionales debe ser horizontal (cuando sea necesaria dicha relación) y sin compromiso (sin coordinadoras con asambleas que lo que suponen es una homogeneización mediante el consenso): si hay una causa debemos luchar por ella, bajo un eslogan y no unas siglas, cada uno a su manera, coincidiendo en las acciones que se quieran coincidir y pudiendo desmarcarse de las que no se quieran realizar.

b) Debemos atacar los puntos débiles del sistema, sus órganos vitales: buscar la eficiencia de nuestros golpes, ideológicos y materiales. Debemos combatir la política, la división del trabajo (¡El trabajo en sí mismo!), la tecnología más peligrosa (nanotecnología, ingeniería genética, informática)… Atacar los puntos sin los cuales el sistema no podría funcionar: sin política no hay sociedad de masas (reificación del individuo en lo social) posible; sin división del trabajo no hay explotación posible, así como sin trabajo no hay capital posible; sin informática el sistema se caería a pedazos, sin nanotecnología e ingeniería genética la tercera fase de la Historia no se puede consolidar.

c) Debemos luchar ya, pues ahora es necesario, el mal lo sentimos en el presente, y, además, cada minuto que pasa la lucha se hace más difícil, gracias a la tecnologización.

117. Concluyendo. Tenemos ante nosotros dos alternativas: dejar que se consolide la tercera etapa de la historia humana de la anti-libertad, la más brutal y definitiva, o podemos luchar por iniciar la segunda etapa de la Historia humana de la libertad, dejada atrás hace milenios, de los cuales mucho podemos aprender y utilizar.

No se trata de volver a las cavernas ni renegar de toda tecnología siquiera, pero sí de entendernos de una forma ecológica, soterrar la moral siempre religiosa por la vida instintiva, y descentralizar la sociedad de masas y el sistema tecno-económico hasta que el quehacer humano ya no pueda ser considerado un trabajo (auto-inmolación), y nuestras herramientas sean eso, herramientas, y nada con vida –humano o no humano– vuelve a ser reificado, vuelto cosa, usado como herramienta. √

Hasta ser libres y salvajes… Condenados a luchar..
.
¡Final o principio, de ti depende!

Referencias

(4): La panacea universal es un mítico medicamento capaz de curar todas las enfermedades, o incluso de prolongar indefinidamente la vida. Fue buscada durante siglos, especialmente en la Edad Media.

La primera parte de este Manifiesto puede leerse aquí.

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La imagen de apertura corresponde a un cuadro de la artista plástica argentina Susana Taratuty.

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