Maremoto: ¿de dónde viene la ola?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Las noticias cubren noticias, mientras mayor el desastre, más probabilidades tiene de sacar de la vista otras conmociones, que se relegan a meros cables de 4.5 centímetros de ancho en los diarios y muchas veces ni siquiera son mencionados en los noticiaros de las cadenas de televisión.

El miércoles 22 de diciembre, por ejemplo, quedó contaminado el curso del río Coatzacoalcos, en Veracruz, frente al Golfo de México, por el estallido de las válvulas de una estación de bombeo de un oleoducto de Petróleos Mexicanos. La mancha negra, de más de un kilómetro de largo, aniquila la vida vegetal y animal en el caudal y las orillas del curso de agua.

Por lo menos 300 familias fueron evacuadas las inmediaciones, los heridos -gravísimos- fueron trasladados a Ciudad de México: el 50 por ciento de su cuerpo quemado. Otros grupos se negaron a abandonar sus posesiones. Al parecer se ha podido detener el avance del petróleo a poco menos de mil metros de la desembocadura del Coatzacoalcos en el Golfo de México.

Tsunamis en el Océano Índico

No parece mucho, y no lo es, en efecto, comparado con el maremoto provocado en el Índico por un sismo submarino frente a Sumatra, Indonesia, cuyas olas y mareas asolaron a ocho países ribereños del Océano Índico en el sureste de Asia y cuyos efectos se propagaron, al otro lado del mapa, en las costas de África oriental, según ilustra la infografía del servicio de noticias de la BBC.

fotoLos países afectados son: Indonesia, Malasia, Sri Lanka, Tailandia, Las Maldivias, India, Bangladesh, Myanmar y Kenya y Somalía, en África. A cada minuto, según se conoce el trabajo de los grupos de rescate y asistencia médica, el número de muertos y heridos sube; se espera en muchas partes que se produzcan brotes de cólera, tifus exantemático, malaria y otras enfermedades. Los sobrevivientes no volverán a ser los mismos.

Una turista británica, Caroline Woods, sobrevivió en el sur de Tailandia. Entrevistada por la prensa dijo que, paseando por un mercado de frutos y artesanías, de pronto «la gente empezó a gritar y a empujarse (…) Miré hacia arriba y, de pronto, había agua donde debía estar el cielo (…) Todo el mar que se levantaba. Por todas partes había gente gritando, el agua ascendió probablemente unos 60 metros sobre la playa y dejó todo destruido».

Muchos cuerpos sin vida quedaron flotando en el agua, tirados en la playa o colgando de árboles como muñecos de trapo. Agrega un residente: «Quedé impactado al ver muchos pesqueros volando sobre las olas y volviendo enseguida a toda velocidad al mar como si fueran barquitos de papel». No se sabe cuántos marinos y pescadores perdieron la vida.

Esas olas gigantes que se repartieron el domingo la superficie del Índico en la tarde del domingo 26 de diciembre, fueron causadas por un terremoto frente a la isla indonesia de Sumatra, que desplazó con violencia una enorme cantidad de agua; los japoneses denominan tsunamis a esas olas, que pueden recorrer enormes distancias a velocidades pavorosas: hasta unos 700 kilómetros en una hora.

El terremoto se produjo a unos 10 kilómetros de profundidad,y su magnitud probablemente haya superado los 9.5 grados en la escala de Richter. En esta escala se asigna un grado al doble de la violencia del movimiento anterior; hasta este terremoto, los más fuertes habían sido uno en Alaska y otro en Chile, en 1960.

En la mañana del lunes todavía no se tenían infiormaciones de muchos secotres golpeados. Las primeras estimaciones calculan que los daños y pérdida de viviendas y todos sus enseres afectan a varios millones de personas, sin contar lo que puedan haber provocado las réplicas del primner terremoto, que alcanzaron niveles de más de 5.5 grados de la misma escala, al menos en Indonesia.

Las otras olas mortales

Cataclismos mucho mayores parieron y dieron forma a la Tierra en otras edades; probablemente -si la industria humana no acelera el proceso- otros cataclismos en tiempos futuros acabarán con el planeta que conocemos.

El holcausto del domingo, empero, que suscita la solidaridad de quienes nos vimos convertidos en mudos testigos alucinados, no es el único -y tal vez no el mayor- de los riesgos que enfrenta la supervivencia de las especies. La falta de una red de comunicación en el área del Índico que hubiera podido advertir con algunas horas de anticipación el avance de las masas de agua, no se debe tanto a imprevisión como a falta de medios.

Esos países asiáticos de los que tanto oímos hablar como mercados gozosos a la espera de la «occidentalización» de sus costumbres de consumo, realmente no estaban -ni estarán en los meses y años por venir- en condiciones de montar una red que los advierta. Y no hablemos de África. Son países cuya población es pobre, pese a los rascacielos de Malasia, los «resorts» en las Islas Madivias, la bomba atómica de la India. El turismo sexual aniquila la dignidad de Tailandia, Sri Lanka e Indonesia se debaten en medio de conflictos armados.

 
«Era -como señaló un cable de DPA- una espléndida mañana de domingo cuando, de pronto, el mar invadió la tierra». ¿Cómo era la mañana (o la tarde, o el crepúsculo) en que los cihetes comenzaraona caer en las ciudades de Iraq; su estela apenas perceptible provino en muchos casos del mar; y del mar vinieron algunas de las aeronaves que las bombardearon.

Un cálculo conservador indica que más de 250.000 iraquíes -no combatientes- son los «daños colaterales» de la invasión. Pocos, si se los compara con los cuatro millones de muertos en Congo durante los últimos años. ¿Y qué significa ese número frente al hecho de que, según números de la UNESCO cada cinco segundos muere un niño de hambre, enfermo de enfermedad curable?

El tsunami más fatal es esa ola que genera, alienta y conduce un sistema cuya razón de ser es injustificable y que algunos llaman «globalización a la americana», olvidando que más de la mitad de América -de Alaska a Tierra del Fuego y el cabo de Hornos, del Atlántico al Pacífico- es su víctima, no su impulsora.

Agua es la masa del tsunami, y es agua la miel que atrae a las mineras, hidroeléctricas, automotrices, textiles, petroleras y plantas industriales. Agua, que comienza a escasear y sobre lo que no se informa a los pueblos y tampoco educa para defenderla. Al contrario: estamos inmersos en una campaña -peligrosísima en el corto plazo, porque después ya no importará en un mundo yermo- para su privatización.

Los botones de muestra:
de esta agua no beberás

Escribe en Ecoportal* Gustavo Castro Soto: «Nuevamente las grandes empresas transnacionales representadas por sus gobiernos, que no son gobiernos del pueblo, y haciendo uso de los instrumentos de la globalización neoliberal, echan mano del Fondo Monetario Internacional , el Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, entre otras Instituciones Financieras Internacionales, para presionar a los gobiernos a la privatización del agua y dejar en manos de las grandes corporaciones trasnacionales que hoy tienen ya en sus manos pozos, mantos acuíferos, ríos y distribución de agua en las ciudades por todo el mundo. Esto significa entregarle a las empresas la llave de la vida, quienes darán permiso para vivir y existir. ¡Se calcula que alrededor del 50% del agua en el mundo está ya privatizada! «

En su artículo La Coca-Cola… y su agua contaminada Castro Soto entrega algunos datos que no pueden pasarse por alto. Comienza por México y la contaminación del «agua mineral» envasada por Coca Cola en el sur del país, en la ciudad de Villahermosa, Tabasco, que presentaba «crecimiento de hongos por lo que retiraron del mercado todo el producto contaminado y distribuido en las tienditas».

La cosa no acaba allí. «El mal lavado de los recipientes produjo moho en el agua mineral Bonaqa en Polonia». En 1999 Coca-Cola debió sacar del mercado todas las botellas de cristal de 33 centilitros de todas las marcas que comercializa en este país(…) que incluían las bebidas Fanta Naranja, Fanta Limón, Coca-Cola y Coca-Cola Light, Toné, Kinley y Bonaqa».

En Panamá, en 2003 «la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) anunció la sanción por 300 mil dólares contra la Coca-Cola por contaminar con colorantes el río Matasnillo, la Bahía de Panamá y el ecosistema de la ciudad».

En Colombia «Coca Cola vendió sus bebidas contaminadas como lo demostró en Colombia un Tribunal de Popayán en 1991».

En Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia, el junio de 1999 «retiraron del mercado los productos Coca-Cola por estar contaminados y aconsejaban no consumir los que ya se han vendido ya que se habían registrado alrededor de 200 casos de personas contaminadas». Los productos contenían desde un exceso de dióxido de carbono hasta raticidas en los palets para transportar las latas.

En Inglaterra, en 2004 «Coca-Cola reconoció que el agua de la marca Dasani era agua común y corriente de la llave del sistema de agua potable y que las vendía en botellas de medio litro».

En India Coca-Cola «ha contaminado las tierras campesinas, el agua y el aire desde que llegó en 1998″, en la regiópn de Plachimada (…) Ante ello la Coca-Cola empezó a distribuir agua en camiones para las aldeas. La población ha protestado y las autoridades han arrestado a más de 300 personas opositoras a la Coca-Cola».

«También, sus productos contienen pesticidas, insecticidas y otros elementos cancerígenos como el cadmio, malatión y lindano que también producen cáncer en las comunidades indígenas de Chiapas (ver www.ciepac.org).

Coca Cola fabrica y vende 324 marcas en el mundo.

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* En www.rebelion.org/noticia.php?id=9300).

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