Más allá de la economía… ¿desglobalización?

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Álvaro Cuadra*

En las últimas décadas el mundo ha vivido un proceso que se ha dado en llamar “globalización”, una interconexión de los flujos financieros, económicos y culturales que se ha expandido a todos los continentes. Es necesario introducir algunas precisiones en torno a este fenómeno, celebrado por algunos y denostado por muchos.

La “globalización” nació ligada a la instauración de modelos económicos neoliberales; sin embargo se trata de dos cuestiones muy diferentes. La “globalización”, excede con mucho los paradigmas tecno-económicos para convertirse en un fenómeno civilizacional. Así como el “industrialismo” nació en el seno del capitalismo inglés, no podemos olvidar que en el curso de su desarrollo histórico hubo muchas sociedades industriales con modelos económicos alternativos, desde la Alemania nacional socialista hasta los llamados socialismos reales.

La “globalización” es un término que nació en las páginas del Harvard Review, ligada al mundo económico, pero, su irrupción generó una nueva realidad política y cultural. Por eso muchos teóricos marcan la diferencia entre “globalización” y “mundialización”, entendiendo por este último concepto toda la complejidad del fenómeno.

La actual crisis económica que no sólo ha desestabilizado las bolsas sino las grandes economías del mundo, amenaza con tumbar gobiernos y crear una ola de protesta social sin precedentes. Como en el viejo mito de la Torre de Babel, la crisis ha sido el castigo divino para impedir la pretensión humana de hablar una sola lengua en un mundo global. En los más importantes foros mundiales, incluido Davos, lo políticamente correcto hoy es la “desglobalización”, desandar el camino de los últimos años para poder regular y controlar los flujos financieros.

Como suele decirse, ante una urgencia debemos cuidarnos de tirar al bebé junto con el agua de la bañera. Una cosa es la necesidad imperiosa de acabar con los excesos del neoliberalismo económico vigente hasta hace poco y otra muy distinta es pretender abolir  par décret du peuple, un fenómeno histórico cultural en curso. Más que “desglobalizar”, de lo que se trata es de “mundializar”. Esto quiere decir que se requiere crear mecanismos de regulación económica a escala global, transformando todo el orden normativo e institucional no sólo económico sino político a escala mundial.

Antes que “desglobalizar”, concepto negativo, la humanidad debe avanzar hacia una verdadera “mundialización”, plena y efectiva. Esta “mundialización” que se avizora en el horizonte debe estar ajena a los vicios del neoliberalismo económico, dando nueva vida a los foros internacionales donde las voces emergentes como China, India y Brasil tengan una presencia muy importante, pero donde también se den cita los olvidados del mundo como el África subsahariana, las naciones de Asia y América Latina.

La “mundialización” es el concepto positivo para asumir la integración del “sistema-mundo” como un acontecimiento civilizacional que supere, en lo inmediato, las formas más pueriles del capitalismo salvaje y, en el largo plazo, construya un mundo más justo.

Esta nueva utopía no es antojadiza, pues los grandes retos de la humanidad son ahora de escala planetaria. Ya no es aceptable que unos pocos, sea que se trata de gobiernos de grandes Estados con vocación imperial, sea que se trata de grandes Corporaciones, manejen los destinos del planeta.

La “mundialización” es la utopía a la cual están convocados todos los pueblos de la tierra en este siglo XXI.

* Doctor en Semiología y Lenguas, Universidad de La Sorbona.

 

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