Matanzas de animales. – ENTRE LA ÉTICA Y LA ESTÉTICA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hace pocos días, los medios dieron cuenta de la habitual matanza de focas y lobos marinos en Canadá, orientada al uso de su piel para vestuario femenino. Estas denuncias inevitablemente nos hacen retroceder en el tiempo varias décadas, cuando la caza de numerosas especies de mamíferos en procura de sus pieles, llevaron a situar a varias de estas especies, muchas de ellas mamíferos marinos, en estados críticos de conservación, vulnerables o en peligro de extinción según la lista roja de The world Conservation Union (IUCN). Algunos ejemplos en Chile lo constituyen los lobos finos antártico, subantártico, suramericano y de Juan Fernández.
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Un caso emblemático es el del lobo fino antártico (izq.), que en alguna oportunidad se dio por extinto hasta que un grupo de investigadores encontraron un reducto poblacional capaz de darle viabilidad nuevamente a la especie. Desde ese momento, la comunidad científica se esforzó por asegurar la mantención y repoblamiento de esta especie en el Continente Blanco.

Las nutrias de nuestro país también han sido objeto de una intensa presión de caza. Es así como las poblaciones de chungungos (nutria marina) y huillín (nutria de río, derecha) han estado sometidas a una cacería indiscriminada en busca de sus pieles, de alto valor comercial por cuanto estos mustélidos ostentan la mayor cantidad de pelaje por unidad de superficie.
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Esta característica no es casual, ya que les permite crear una capa de aire aislante que posibilita su permanencia en el agua, ya que a diferencia de otros mamíferos marinos, estas nutrias no poseen una capa de grasa aislante suficiente para mantener su temperatura interna. Este record, no obstante, en lugar de beneficiarlas las ha llevado a encontrarse al borde de la extinción, situándose en la categoría de “en peligro” según la IUCN, es decir, que se están enfrentando a un riesgo muy alto de extinción en estado silvestre.

fotoAfortunadamente en las décadas de los 80 y 90 una tendencia conservacionista, derivó en que los usuarios dejaran de usar productos elaborados en base a la piel de estos animales y privilegiaran las fibras y pieles sintéticas, lo que en definitiva desincentivó las operaciones de caza. Esta corriente ecologista en conjunto con normativas más estrictas, han posibilitado hasta cierto punto la recuperación de las poblaciones más afectadas, no obstante siempre surgen intereses económicos que propenden a la caza en beneficio del capital.

fotoOtro ejemplo lo constituyen las ballenas, pues a pesar de existir una moratoria contra sus capturas comerciales, siguen siendo cazadas por flotas japoneses bajo la descarada excusa de la pesca científica o de investigación. Por si fuera poco, Japón últimamente ha estado incorporando países a la CBI y comprando sus votos, con el fin de conseguir una mayoría en la comisión ballenera y de esta manera intentar eliminar la moratoria o al menos posibilitar el voto secreto y flexibilizar las restricciones a su captura.

La pregunta que inmediatamente surge es por qué una motivación exclusivamente cosmética puede promover la existencia de un mercado sin conciencia ecológica, que deriva finalmente en una matanza desenfrenada de estos magníficos animales.

No es que adoptemos una postura conservacionista a ultranza, por el contrario, estamos de acuerdo en la extracción de recursos con fines de alimentación y sustento económico de los grupos más postergados y necesitados, a través de una explotación racional de dichos recursos como actividad productiva y de alimentación, pero en ningún caso apoyamos una mortandad o más bien una carnicería, con fines estéticos.

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Biólogo Marino de Oceana.
Artículo publicado originalmente en el diario chileno Tribuna del Bío Bío
www.tribunadelbiobio.cl).

Addenda

Fuente : Greenpeace (www.greenpeace.org).

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Greenpeace denuncia la caza de focas en Canada como la mayor matanza de mamíferos marinos de todo el mundo. Señaló, además, la falta de sentido común del gobierno de Canadá al autorizar la temporada de caza de focas en las áreas de hielos del Atlántico, a pesar de las evidencias que indican que esta caza es insostenible y científicamente injustificable.

«La arrogancia del Gobierno de Canadá va más allá de cualquier lógica. El Plan de Gestión de caza de focas canadiense se basa en argumentos pseudo-científicos, suposiciones incorrectas y modelos fallidos y no toma en consideración aspectos fundamentales. Cientos de miles de focas van a ser exterminadas a pesar de que se desconocen los impactos ecológicos que tendrán estas muertes en el ecosistema» ha declarado María José Caballero, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace.

La población de focas, actualmente entre 4 y 6 millones de acuerdo con los datos del DPO canadiense, se ha recuperado del colapso que sufrió en la década de los 80, cuando su caza masiva hizo que la población disminuyera a 1,3 millones de ejemplares.

Greenpeace ha elaborado el informe La Caza de Focas en Canadá: sin plan y sin gestión donde se detallan las imprecisiones e inexactitudes utilizadas por el Gobierno canadiense para justificar la caza comercial de focas. Los principales puntos destacados en el informe son:

– El Gobierno de Canadá no ha podido determinar el número exacto de focas matadas por los cazadores. La captura total admisible para el periodo 2003-2005 no tiene en cuenta que se está produciendo caza ilegal de focas, que son matadas y desechadas debido a los daños en sus pieles. Tampoco son contabilizadas las focas cazadas para aprovechar sus órganos.

– Los cálculos hechos por el Gobierno canadiense sobre el crecimiento de la población de focas asumen que los factores ambientales y biológicos permanecerán sin cambios tanto a corto como a largo plazo, una premisa altamente cuestionable a la luz de los crecientes impactos del cambio climático sobre las condiciones de los océanos y las zonas heladas.

Las cuotas de caza se basan en censos de focas realizados a intervalos de cinco años. Pero debido a que las cacerías se centran en crías que no alcanzan la edad reproductora –cinco años de edad– los impactos en la población pueden tardar más de 10 años en conocerse y son necesarios 15 años para determinar la evolución de la población. Por tanto, los censos realizados por el Gobierno canadiense no reflejan la realidad del estado de estas poblaciones.

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