MIAMI: EN LOS LÍMITES DE LA LEGALIDAD, ¿CORRUPCIÓN?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

¿Recuerdan la década de los años 90? ¿Cómo es que alguien de esta área puede olvidar al comisionado Humberto Hernández y al Administrador de la Ciudad César Odio, dos tramposos que fueron a la cárcel: al Senador Al Gutman, que cumplió condena de prisión; la elección anulada del Alcalde Xavier Suárez, en la que se descubrió que electores muertos ejercieron su derecho al voto.

(Nota al margen: el actual Comisionado de Miami Ángel González fue declarado culpable en este caso de manipulación de votos, pero nunca pagó su culpa); el Comisionado de Miami-Dade Jimmy Burke, que fue a prisión; el Comisionado de Miami-Dade Joe Gerstein, quien huyó del país después de pasar una noche con prostitutas y fumando crack.

Poco después tuvimos el caso de la Comisionada del condado Miriam Alonso y el miembro de la Junta Escolar Demetrio Pérez, Jr., ambos inculpados –uno de ellos guardó prisión–. Alonso todavía está tratando de librarse de la acusación)

Estoy seguro de que si quisiera perder un poco más de tiempo, aparecería una docena o más de prominentes nombres de Miami en esta lista de notables (y corruptos) miamenses).

¿Por qué menciono estos casos y me regodeo en esta podredumbre? Me gusta la palabra podredumbre. Ayuda a describir lo que a menudo sucede aquí. Es como cuando se enferma una parte del cuerpo. Con el tiempo, si uno no se cuida esa parte se descompone, a veces con un olor terrible, a menudo rápidamente… y finalmente uno muere.

En el año 2000 tuve una conversación en la US 1 con un amigo a quien respeto mucho. Un hombre tan frustrado como yo con este culto a la corrupción en que vivimos. Él creía que a Miami había doblado mal al empezar a institucionalizar la corrupción –a sus ojos la había legitimado, dentro de ciertos parámetros–.

Son palabras duras, le dije entonces.

La semana pasada pensé en aquella conversación. Comparé lo que está sucediendo con lo que él me dijo en 2000. Analicé sus palabras; nunca olvidaré cuando él pregunto «sólo porque está al borde de la legalidad, ¿lo hace ser honesto?» Era una buena pregunta en aquel momento. Hoy lo convertiría en profeta.

Tomen, por ejemplo, el caso de los tres amigos de Miami: tenemos al alcalde, a un comisionado y al administrador de la ciudad. The Miami Herald recientemente informó que ellos se habían convertido en asociados –conjuntamente con otro individuo que ya falleció– en un negocio de bienes raíces en Coconut Grove, uno de los vecindarios más elegantes de la ciudad.

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No hay nada malo en dedicarse a los bienes raíces. Si uno es bueno, se puede ganar bastante dinero. Muchos lo han hecho en el Sur de La Florida. Pero me pregunto, ¿sólo porque es legal significa que los tres amigos no estaban practicando una forma de corrupción?

Es algo para analizar si se considera, por ejemplo, que los tres tienen influencia en las mejoras que se realizan en la calle donde se encuentra la propiedad que ellos compraron. Mejoras que se están haciendo con el dinero de los contribuyentes.

También al alcalde le pagan el generoso salario de más de 150 000 dólares, al comisionado casi 60 000 –el administrador considera que no necesita que le paguen, porque nos ha dicho que es rico, así que no necesita la miseria de 20.000–.

Todos esos dólares, sin mencionar las cuentas de gastos… Cuando los políticos –y los tres se encuentran en esa categoría, incluyendo el administrador– ganan ese tipo de dinero, debieran dedicarse a los asuntos del pueblo –a tiempo completo–. Aparentemente estos no lo hacen. Los tres están ansiosos por tener más dinero, supongo, incluso el administrador. Me pregunto, si no necesita cobrar, ¿para qué buscar negocios adicionales mientras trabaja como administrador de la ciudad?

Y estos tres son los mismos individuos que decidieron, no hace mucho, premiar a ocho individuos con unos 10 millones de dólares de los contribuyentes. Supuestamente esto se hizo como solución de un dinero que se debía a residentes de Miami. Se suponía que el dinero debía ir a manos de unos 80 000 miamenses, pero el administrador, un abogado con el que negoció, el alcalde y cuatro de los cinco comisionados decidieron solucionar el problema cediendo los 10 millones a ocho personas –y al mismo tiempo dar la mala a 76.992 otras personas a quienes se les debía parte de ese dinero.

¿Burlar la ley, estupidez, pago de favores o sencillamente corrupción?

Abundan los casos. Una cosa tan sencilla como el nombramiento de un abogado de la ciudad, por ejemplo, pudiera ser un modelo mejor: un ex comisionado de Miami Beach que ocupó el puesto hasta el año pasado, cuando tuvo que abandonar el cargo. Había llegado al límite. De pronto el hombre se convierte en abogado de la ciudad en Miami Beach cuando se retire el actual. El salario probablemente será de unos $150 000.

Todo el mundo alaba la honestidad, el altruismo y un conjunto de otras cualidades poseídas por el nuevo abogado que había sido comisionado junto con todos los otros actuales comisionados. Pero pregunto, ¿podría Miami Beach haber encontrado a alguien mejor? Nunca lo sabremos.

Fue una de esas bolas rápidas de las que hablo ocasionalmente. Esta nos la pasaron ante nuestras narices sin que nos diera tiempo a reaccionar. Y mientras tanto, cinco amigos recompensaron a un viejo colega comisionado al que le sirvieron en bandeja de plata un buen cargo…

Yo sé que fue legal. Pero ¿no suena un poco como un conflicto de interés? Y si es así, ¿podría considerarse corrupción?

Juzguen ustedes mismos.

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* Columnista de Progreso Semanal (www.progresosemanal.com).

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